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El Beso de Rebeca

 La pelirroja a quien llamaré Rebeca y con la que tenía una cita para cenar, tenía unos 30 años por aquella época. Acababa de mudarme al edificio y había sido muy amable en mostrarme los movimientos del lugar, al resto de los condóminos, etc. parecía ser una gran chica y cuando me invitó a su departamento no lo dudé ni por un momento. No tenía idea entonces que terminaría acostándome con ella, desde luego nadie se presenta así: “hola soy X, vivo en el 14 y soy lesbiana”. Por supuesto que en aquel momento yo no sabía nada de ella y a parte de eso yo lo tenía la menor experiencia en ese giro. Nunca había gozado con una hembra aún cuando la idea me pasó por la cabeza varias veces, sobretodo cuando nos bañábamos juntas en las duchas de mujeres. Ver todos esos apetitosos cuerpos desnudos, aquellas carnes tentadoras y sonrosadas era demasiado... y tenía que masturbarme pensando en ello, sin embargo nunca reuní el suficiente valor para dar el paso final y acostarme con alguna de las 2 o 3 lesbianas conocidas de la universidad.
Cuando llegue a su departamento, pequeño pero decorado finamente, me recibió Rebeca con un kimono chino y me quede estupefacta cuando la vi envuelta en aquella seda china que le caía sobre sus maravillosas curvas, delineadas a la perfección. Era uno de esos kimonos que se abren a los lados y cuando caminaba sus muslos satinados y blancos se veían con toda claridad hasta la cintura. Con un pretexto se inclinó para recoger algo en el piso y la bata se abrió lo suficiente para dejarme ver el bulto rojizo entre sus piernas. Preparó unos tragos y nos sentamos muy juntas, hablando de todo y nada mientras consumíamos mas tragos. Al fin la cabeza me daba vueltas.
-y así es el sexo anal... terminó diciendo y de pronto todo se me aclaró ante lo que acababa de oír.
-si querida, no me mires así que es una delicia natural. Añadió la pelirroja.
-sexo anal? pregunté incrédula.
La exaltación me cosquilleaba en mis carnes, deseaba que ella me tocara, que me besara con aquellos rojos y húmedos labios tan cercanos a los míos, que acariciara mi cuerpo con sus manos delicadas de mujer. Como si adivinara mis pensamientos se acercó aún más, pegando sus caderas a las mías, permitiéndome admirar sus pechos erguidos y generosos desbordarse en el escote del kimono.
Y de repente su lengua y la mía se encontraban trabadas en una maravillosa batalla de saliva, oleadas de calor me invadían una y otra vez, creo que era una batalla que había esperado por años, que se presentaba repentinamente y para la cual estaba preparada con anticipación prudencial.
Estaba desnuda... porque Rebeca se encargó de desnudarme y lo había hecho con tanta suavidad y experiencia que me quedé tonta viendo el montón de ropas en el suelo. Entonces, se puso en pie desnuda, mas bien dejó que el kimono resbalara de sus hombros dejándola desnuda, su cuerpo era tentador, una exquisita fragancia emanaba de ella, sus senos llenos y sólidos de pezones gruesos e impresionantes, su vientre liso, sus caderas abiertas en cuervas perfectas. Ella sonrió cuando vio la apreciación de mi mirada, coqueteó elevando los brazos y enredándolos en su melena cobriza.
Finalmente se acostó sobre de mí dominándome, avasallándome con su personalidad. Su lengua recorriendo todos los puntos sensibles de mi cuerpo, sus labios chupando suavemente mis pezones, registrándome poco a poco mientras bajaba en busca de mi nido sexual. Esperaba que me mamara un rato como acostumbraba hacerlo mi exnovio pero no, apenas le dirigió un par de besos y alguna que otra lamida rápida a los labios y el cítoris y casi de inmediato fue más hacia abajo.
No pude contener un grito de placer mientras que me estremecía presa de una fiebre extraña... porque Rebeca estaba trabajándome el ano, su lengua amplia acariciaba, ensalivaba y lamía el hoyo estrecho.
-afloja... suéltate... relájate. Me decía ella.
Una mujer en mi ano¡ algo que nunca pensé, una caricia que me enervaba. Coloqué las piernas extendidas en el aire formando una especie de V abierta. Ella se inclinó aún más, torciendo la cabeza empujando la lengua. Aquel proceso fue elaborado con una exquisita ternura, como si mi ano se tratara del mas delicado de los tesoros, era algo que nunca había conocido.
Sus manos separaron mis nalgas al máximo, empezó un par de toques suaves con los labios, para luego chupármelo con un hambre impresionante, casi podía levantarme en vilo con la sola succión que mantenía entre mis nalgas. Trabajaba con su lengua una y otra vez, su saliva y las caricias de sus dedos aflojaban lentamente la presión nerviosos que yo mantenía en el orificio, cuando lo tuvo completamente húmedo, exploró con un dedo el interior, metiéndolo y sacándolo un par de veces hasta que hizo penetrar dos dedos completos separándome las paredes y entonces hizo penetrar su lengua hasta el interior de mi recto.
-por favor, Rebeca...no me la metas por ahí... susurré casi desvanecida.
Ella no contestó pero me acarició los senos especialmente los pezones en una forma queme quitó toda la fuerza de rebeldía, que me colocaba completamente a su merced. No podía pensar o hacer nada, estaba rendida ante las mil maneras en que su lengua me penetraba el recto, me enloquecía la forma en que sus labios chupaban los pliegues de mi esfínter, todos y cada uno de lo orgasmos que hubiese tenido en el pasado, no eran nada comparado a las suaves caricias de Rebeca en mi ano.
Creo que ahí mismo comencé a sentir lo que es el verdadero sexo, la sensación de la entrega total, del sexo limpio y del sexo sucio, de la sumisión total de los secretos del cuerpo a una hembra, de la delicia que más tarde conocería como beso negro. Rebeca era una experta, me acariciaba todo el tiempo el clítoris con sus dedos sin dejar de mamarme el ano, una descarga eléctrica me sacudía por todo el cuerpo y finalmente solté un clímax prolongado y profundo que me dejó por completo rendida.
De ahí en adelante me convertí en una ferviente apasionada del anilingus y hoy en día, nos vemos casi todas las noches. Es tanto el amor que le he tomado al beso anal que apenas salgo con hombres, dedico casi todo mi tiempo al amor de Rebeca y su beso anal, creo que todas las mujeres deberían de pasar por la maravillosa experiencia de sentir a una mujer en el ano.
Nota: Texto previo modificado con autorización.
EL AUTOR: nunlex@yahoo.com.mx FOTOS

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