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Pasion por mi Sobrina - 2ª Parte

“Hola, tío”

Era Sandra, que me había encontrado frente al cine al cual pensaba a entrar para pasar la tarde de ese día.

Desde hacía meses mi joven sobrina de veinte hermosos años, se había metido en mis sentidos y grabado a fuego en mi corazón, despertando en mí pensamientos que eran de todo tipo menos de aquellos que se supone un tío tiene por una sobrina. Ella ocupaba cada instante de mi vida con su sonrisa alegre, su mirada sincera, sus gestos espontáneos, su figura juvenil que había desarrollado unas piernas y unos senos que me quitaban el aliento.

Nunca tuve oportunidad de insinuarle nada, pues habría sido una locura, ya que ella me veía como un tío y toda su cordialidad y afecto eran los normales de una muchacha para con una persona de edad como yo.

En el delirio que esta muchacha había despertado en mí, en cada mirada, en cada gesto, en cada sonrisa, en cada palabra suya, yo veía un mensaje de correspondencia a mis deseos, aunque estaba consciente de que todo era fantasía mía. Nunca podría haber nada entre ambos, entre la bella joven de veinte años que era Sandra y yo, su tío de sesenta años. Aunque había sabido de jóvenes que gustaban de los viejos, pero eso eran historias que cuentan los hombres nada más. La vida real es muy diferente, me decía.

Empecé a encerrarme en mis fantasías, que tan feliz me hacían. Y así vivía mis días y mis noches pensando siempre en ella, hasta que su voz vino a interrumpir la soledad de mis pensamientos esa tarde primaveral.

Como si se hubiera hecho presente ante un conjuro de mis anhelos, me la encuentro de pronto con su cabellera color castaño cayendo por los costados de su rostro en fibras lisas y delgadas. Sus ojos claros que parecían irradiar a todos los vientos su alegría de vivir estaban clavados en mí como respuesta a mis deseos nunca confesados. Y su bello rostro tantas veces repetido en mis sueños, pálido y de mejillas arreboladas, estaba frente a mí, más cerca de lo que nunca lo tuve antes.

Si los deseos de tanto desearlos se cumplen, yo estaba viviendo la respuesta a mis anhelos nunca confesados y que me tenían poseído por los encantos de esta hermosa joven que no sabía lo que había hecho con mi corazón.

“Hola, m´hijita, ¿cómo estás?”
“Bien, tío, de vacaciones de la Universidad. Yo también pensaba entrar al cine”
“¿Cuál película querías ver?”

Noté una ligera turbación en ella y recién entonces me percaté de que estábamos frente a un cine que anunciaba películas eróticas. Intentando superar el bochorno, le menciono una película de moda que exhibían cerca y le pregunto si quiere verla, a lo que ella accede con un gesto alegre.

Mientras nos adentramos en la oscuridad de la sala de cine pienso en que esta invitación es un error, pues la tentación es demasiado grande para mí estando los dos sentados uno al lado del otro, sintiendo su cuerpo tan cerca de mí en la soledad del cine y me será difícil evitar el abrazarla o besarla. Pero ya estamos en esto y debo ser fuerte y evitar a cualquier precio traicionar mis deseos. Y si logro superar la tentación de abrazarla y besarla, me quedará la feliz sensación de que los dos pasamos juntos un par de horas a solas, en una sala oscura, mientras yo tenía todos mis pensamientos puestos en ella, imaginando esos abrazos y esos besos. Será un recuerdo que saborearé con deleite en el futuro.

La proyección ya había empezado y nos situamos en la penúltima fila. Le ofrecí los bombones que había comprado a la entrada y me situé a su lado, dispuesto a gozar de su cercanía mientras ella se entretenía con la película.

Pasan las imágenes frente a mí y los minutos eternos sintiendo la presencia de ella junto a mí, respirando tranquilamente. Le hago comentarios insulsos que ella responde con monosílabos, una mirada y una sonrisa, para volver la vista a la pantalla mientras yo me quedo viéndola por breves segundos más para grabar en mi mente el contorno de su rostro o las fugaces miradas que me da cuando responde mis comentarios.

Después de uno de mis comentarios y cuando ella se había vuelto a observar la pantalla y yo me quedaba arrobado viéndola, ella volvió nuevamente el rostro sin darme tiempo a volver la cara y al sorprenderme con la vista fija en ella en una actitud de absoluta estupidez en el rostro embobado que la observaba. Se me quedó mirando con una expresión serena, sin delatar ningún tipo de sentimientos y esta vez sin sonreir volvió lentamente el rostro a la pantalla.

Sorprendido in fraganti, aparté el rostro que estaba totalmente ruborizado por la confusión e intenté mirar a la película, pero sin ver nada. ¿Qué pensaría ella? ¿Se habría molestado?

No me atreví a hacerle nuevos comentarios y me quedé en silencio. Pasado un rato, ella me ofreció un bombón, que en mi turbación no logré tomar cuando estiré mi brazo, el que fue a chocar casualmente con uno de sus senos.

“Disculpa, Sandrita, fue sin querer”, le dije en el colmo de la confusión. Y me sumí en un mutismo total para encontrar refugio a mi torpeza y desaliento por lo que había hecho. Sabía que las cosas entre los dos habían llegado al peor nivel imaginable para mí, solamente por mi estúpido proceder que parecía el comportamiento de un adolescente.

Ella nada dijo y siguió viendo la pantalla, mientras yo deseaba que la tierra me tragase.

Al cabo de unos minutos de silencio y cuando en la pantalla una pareja se besaba, siento que su cabeza se reclina suavemente en mi hombro y se queda quieta, mirando hacia delante, en una actitud de abandono tan natural que pareciera que entre ambos había una intimidad de años y que yo era la persona depositaria de todas sus emociones y sentimientos, como si fuera un viejo amigo en el cual podía confiar y descansar tranquilamente.

Me quedo petrificado, mirando también hacia delante sin atinar qué hacer. Pasado el momento de confusión, inclino la cabeza hacia ella y me encuentro sus ojos que me miran fijamente, expectantes, mientras sus labios se abren en una clara invitación a que los cierre con un beso. Lentamente me inclino y rozo sus labios en un beso delicado, lleno de esperanzas, con la respiración contenida por la emoción que sentía en ese momento tan inesperado, tan irreal, tan soñado por mí. Ella abre sus labios y me devuelve el beso, rodeándome el cuello con sus brazos, transportándome con ello a los límites de la alegría.

Si estaba soñando, ese era el tipo de sueños que siempre quise tener. Pero no, no era un sueño, esta vez era real. Su abrazo, su abandono y su beso lo eran. Sentía el sabor fresco y húmedo de sus besos en mis labios y en mi pecho resonaba aún el palpitar de su corazón cuando estábamos estrechados en nuestro primer abrazo como hombre y mujer que se atraen.

La tomo entre mis brazos y la beso apasionadamente, como si ese beso fuera lo último que haría en la vida. Es tal mi felicidad por la situación que estaba viviendo que no mido la fuerza que mi entusiasmo imprime a mis besos, pero ella responde con el mismo entusiasmo introduciendo su lengua en mi boca.

Una vez saciada mi sed de besos, la estrecho y le digo con voz entrecortada por la emoción:

“No sabes las veces que soñé con este momento”.
“Yo también.”
“¿Cómo, tú también?”
“Sí, Salvador”

No lo podía creer: Sandra había cambiado el “tío” por mi nombre de pila, produciendo con ello una cercanía entre ambos mayor que la que habíamos logrado al besarnos y me confesaba que yo también le gustaba, que mi pasión era correspondida.

Los sueños habían dado paso a la realidad. La tenía entre mis brazos y me había confesado que ella también había deseado abrazarme y besarme. Pero si ahora estabamos unidos en un abrazo largo y apretado, saboreando nuestro primer beso, tal vez estaríamos viviendo el inicio de algo más hermoso aún, me dije a mi mismo.


¿Y por qué no?, me pregunté. Soy un hombre, aunque varios años mayor que ella, pero hombre. Y ella es mujer, aunque muchos años menor que yo, pero mujer, con sentimientos, con anhelos al igual que yo. ¿Y si ella también ha soñado estar conmigo como yo he soñado con ella? ¿Y si mis deseos de poseerla son correspondidos por ella? ¿Por qué ella no podría verme como un hombre al cual amar?

Los jóvenes son apasionados por naturaleza, por lo que no sería de extrañar que ella me deseara. Especialmente considerando que Sandra estaba en la edad de la plenitud de sus potencialidades sexuales y que las circunstancias eran propicias para llevar adelante mis deseos.

Entonces a mi entusiasmo inicial dio paso el deseo de poseerla. Al saber que ella me había visto como hombre más que como tío, a mis primeros sentimientos dio paso el deseo de tener su cuerpo, lo que ya no me parecía descabellado, dadas las circunstancias. Y considerando mi experiencia en el campo amatorio, estaba seguro que si me aplicaba correctamente podría obtener de ella lo que deseaba. Si sabía llevar las cosas de manera adecuada, con delicadeza, sin torpeza ni brusquedad, estaba seguro que ella terminaría por ceder a mis deseos.

Volví a besarla y poco a poco una de mis manos se fue acercando a uno de sus senos, sin encontrar resistencia a su paso. Cuando logré mi objetivo, dejé reposar mi mano sobre su pecho un momento y luego me dediqué a presionarlo suavemente, apretando su punta. Ella, mientras tanto, se dejaba hacer y sus suspiros junto a mi oído aumentaban mi deseo. Dejé de acariciar su seno y bajé la mano hasta su estómago, para introducirme bajo la blusa y rehacer el camino sintiendo su piel delicada rozar la palma de mi mano, sin que Sandra hiciera nada por impedirlo, salvo aumentar sus suspiros junto a mi oído. Cuando volví a alcanzar mi objetivo saqué su seno de la prisión del sostén y acaricié largamente sus suaves redondeces y la dureza de sus pezones que delataban la excitación que invadía su cuerpo, mientras ella aumentaba sus suspiros, los que ahora parecían soplidos.

Se removió y yo me quedé quieto, mientras Sandra desabotonaba su blusa y su sostén, los que quedaron abiertos como pétalos de flor, mostrando sus dos senos enhiestos, desafiantes, redondos, blancos y suaves, invitándome a acariciarlos, mientras ella apoyaba su cabeza en el respaldo del asiento y cerraba los ojos, esperando que yo se los acariciara.

Suavemente hundí mi rostro entre sus suaves y acogedores cojines de piel y pasé mis labios de uno a otro, en forma alternada, para terminar besando el que estaba más cerca de mí, poniendo toda mi atención en él. Puse mi boca en el pezón y chupe suavemente, sabiendo el efecto que produciría en mi sobrina, la que se removió en su asiento, apretando sus manos en los posamanos del mismo.





Dejé libre ese seno y me dediqué a besar el otro, mientras mi mano suavemente se posaba en su muslo, sobre la falda. Empecé a chupar el pezón mientras mi mano se hundía suavemente, lentamente, entre los pliegues de su falda para recorrer su pierna desde la rodilla hacia su muslo.

A esas alturas mi sobrina se revolvía en el asiento, con su cabeza aún en el respaldar, mientras sus piernas se abrían lentamente para dar vía libre a mi mano para que alcanzara su objetivo.

Dejé libres sus senos, los que acaricié suavemente con mi mano libre mientras la otra se apoyaba sobre el calzón que ocultaba su sexo. La idea era que ella estuviera consciente de lo que sucedía entre sus piernas.

Pasé mi mano sobre su cubierto sexo, haciendo presión con uno de mis dedos entre los labios vaginales, sintiendo los leves pinchazos de los vellos de su pubis mientras sentía como su vulva delataba la humedad que el deseo había producido en mi sobrina. Y ella, mientras tanto, se removía cada vez más descontrolada, moviendo sus manos sobre los costados de su asiento.

De pronto una de sus manos se va en busca de mi verga, la que bajo el pantalón ha crecido a dimensiones lógicas de presumir. Pero pasado un instante, suelta mi instrumento y vuelve a apretar el posamanos, quizás intimidada por lo atrevido de su gesto o tal vez sorprendida por el tamaño de mi sexo.

Decido aplicarme a fondo y suavemente, mientras la beso en la boca, con un dedo aparto su calzón y mi mano se introduce por debajo de éste y cubre su sexo, donde queda en reposo.

Y con la otra mano tomo la suya y la llevo a mi entrepiernas, poniéndola sobre mi verga, apretándola suave pero firmemente a esta. Ella duda un momento y luego se decide y empieza a apretar mi instrumento, con una suavidad increíble.

Pero ella desea más y sube su mano intentando abrir mi pantalón. Entonces detengo mi inspección vaginal y me dedico a abrir mi pantalón para que ella pueda actuar con libertad, dejando expuesta mi herramienta que cual mástil se yergue desafiante desde mis entre piernas.

Ella toma mi verga y empieza a masturbarme tan suavemente como lo hizo al apretarme por sobre el pantalón. Juguetea con ella llevando el cuero que la cubre hasta cubrirla completamente para posteriormente bajarlo hasta donde le es posible, mientras observa detenidamente como palpita mi pedazo de carne entre sus manos.

“¿Te agrada?”
“Mhm”

Continúa jugando con mi instrumento, sin apartar la vista del mismo. Parece hipnotizada del pedazo de carne cubierto de venas por las que la savia de vida corre presurosa y deseosa de ser expelida.

Suavemente hago presión sobre su cabeza para acercarla a mi verga, que espera ansiosa su boca, pero ella se resiste.

“No”.

Confundido por lo que supuse un error mío, sólo atino a decirle “disculpa”.

“Aquí no”

Evidentemente mi primera impresión no era equivocada.

“¿Por qué?”
“Hay mucha gente”

La invitación era obvia y mi siguiente pregunta era la única que correspondía en esas circunstancias.

“¿Vamos a otro lado?”
“¿Dónde?”
“Donde podamos estar solos tu y yo”

Sin responder, se apartó suavemente de mí, arregló su ropa, espero que yo hiciera lo mismo y se levantó, tomándome del brazo.

Antes de salir del cine le pregunto al oído: “¿Sabes lo que esto significa?”

Ella se aprieta más a mí y me responde con un beso y una sonrisa cómplice.

Fuimos por mi vehículo y nos dirigimos a un Motel a continuar lo que empezamos en forma tan inesperada, con mi sobrina de veinte años apoyada en mi hombro en un gesto similar a aquel con el que en la penumbra de la sala de cine se inició esta aventura semi incestuosa, alimentada por mis fantasías eróticas hacia mi sobrina y llevada a cabo por la más hermosa de las casualidades, haciendo realidad mis fantasías.

¿O sería un sueño?













Autor: Salvador
Dirección: demadariaga@hotmail.com


Pasión por mi sobrina( III )

“¿Estás segura, cariño?”

“Si, segura”

Sandra apoyó nuevamente su cabeza en mi hombro y miró al camino que mi vehículo devoraba ansioso por arribar luego al Motel donde nos dirigíamos.

Con delicadeza pasé mi brazo por detrás de su cabeza y la acerqué a mí, como temiendo que se me escapara. No podía creer que mis deseos de poseer a mi sobrina de veinte años se fueran a hacer realidad en pocos momentos más, a raíz de un encuentro casual que nos llevó a la oscura sala de un cine donde no supimos de la película, entretenidos como estábamos descubriendo nuestros cuerpos con las manos y la boca, ansiosos el uno por el otro.

Y ahora iba a mi lado, arrullada por la suave música del CD del auto, dispuesta a que entre ambos sucediera lo que nuestros cuerpos deseaban. Ella me deseaba casi tanto como yo a ella, me lo había dicho en el cine. Mi pasión era correspondida y yo no lo había sabido. ¡Qué felicidad saber que me deseaba y que estaba dispuesta a entregarme su cuerpo sin límites!

La entrada al Motel produjo un momento de nervioso silencio en ambos: había llegado el momento de la verdad. Ahora las palabras y deseos darían paso a la cama y a nuestros cuerpos desnudos sobre ella, entregándonos en una sinfonía de amor y sexo.

Entramos a la cabaña y nos encontramos en una pequeña sala de estar con dos copas de champagne ya servidas, un baño a un costado y la cama al fondo.

Nos sentamos sin mirar a la cama, como si ninguno de los dos la hubiera visto, aunque ambos teníamos nuestros pensamientos puestos en ella y en lo que pronto sucedería sobre ella.

Nos servimos el champagne, la tomo entre mis brazos, con suma delicadeza, y la atraigo a mí. Ella se abandona en mi pecho y la cubro de besos que son correspondidos con suavidad. Parece que nos besáramos por vez primera por la delicadeza que imprimimos a nuestros labios, como si los besos apasionados que nos dimos en el cine no fueran nuestros.

El paso de la oscuridad de la sala del cine a la semi claridad de la cabaña del Motel había impreso un sello delicadeza a nuestro encuentro, mostrando que no era solamente el deseo lo que nos tenía ahí sino un sentimiento de cariño que afloraba recién ahora, cuando nos rostros se miraban frente a frente.

Me siento y la atraigo a mi regazo, donde la siento y abrazo. Ella se abandona y me abraza, devolviéndome con creces cada beso que le doy. Pongo una mano en su pecho y acaricio sus senos suavemente, a lo que ella responde con un largo suspiro junto a mi oído. Desabrocho su blusa, hago lo mismo con su sostén y dejo expuestas sus dos palomas, que cubro de besos.

Se levanta y me acerca sus senos para que pueda besarlos con mayor comodidad, mientras ella me toma la cabeza.

Sigo sentado mientras beso sus montes de seda, ligeramente húmedos por el calor que Sandra siente debido a la pasión que empieza a apoderarse de ella, llevo mis manos a sus nalgas, las que tomo suavemente y las atraigo hacia mí. Una en cada mano, semejan dos inmensos duraznos maduros que en la suave delicadeza de su piel se dejan acariciar por mis manos deseosas de tocar todo su cuerpo, para impregnarme de su suavidad.

Bajo las manos por su estómago, alcanzo su falda que recorro de arriba a abajo e introduzco mis manos por los pliegues hasta alcanzar sus piernas desnudas, que acaricio con suavidad, lentamente, partiendo de sus rodillas, siguiendo por sus muslos hasta alcanzar sus nalgas, apenas cubiertas por unas bragas de seda, que hacen más erótico el contacto con su piel.

Introduzco mis dedos entre su braga y la voy bajando lenta pero sin pausa, mientras Sandra cierra sus piernas para facilitar la operación. Ella misma se desprende de su prenda íntima cuando ha llegado al suelo y me la pasa. Huelo intensamente el suave olor ocre de esa seda que acarició antes el sexo de mi amada.

Me levanto y la tomo en mis brazos. Cruzamos la salita y le deposito sobre el tálamo incestuoso, donde ella queda de espaldas, con su blusa abierta, la falda subida hasta la cintura y los ojos cerrados, a la espera de lo que inevitablemente sucederá.

Me observa con sus ojos inmensamente abiertos, clavados en los míos. Su frente perlada de sudor, la falda a la altura de su cintura, sus senos al aire. Sus piernas abiertas esperan el visitante que goloso está presto a penetrarla, a hacerla mujer, a recibir su virginidad, a desflorarla. Si, desflorarla

La miro a los ojos, para encontrar en ellos la fortaleza que me permita continuar, olvidando prejuicios y moral. Y ella sigue con sus grandes ojos claros enormemente abiertos fijos en mí, dispuesta a que sea yo el depositario de su preciosa joya, a ser completamente mía. En otras palabras, dispuesta a ser mujer, mi mujer.

Me acerco dispuesto a explorar su intimidad, con los ojos semi cerrados, intentando guardar en mi mente este momento único para ambos: para ella por ser su primera vez y para mí probablemente la única, pues no creo que vuelva a tener otra oportunidad como esta, pues temo que cuando reaccione se recrimine el haber cedido, aunque las circunstancias fueron tan especiales que difícilmente podría haber sido de otra manera.

Cierra sus claros ojos, preparándose a recibir el intruso que se acerca raudo, mientras sus senos suben y bajan acompasadamente al ritmo del aceleramiento de los latidos de su corazón, presintiendo que en unos segundos su vida cambiará radicalmente.

La tibieza de sus labios vaginales hacen resistencia a la penetración, pero al mismo tiempo rodean la cabeza de mi verga como invitándome a entrar a pesar de la oposición de la entrada inviolada hasta ahora.

Ella siente la fuerza del pedazo de carne a la entrada de su sexo, pugnando por penetrar, pero su virginidad se lo impide.

En un acto de entrega total, me abraza y junta su cuerpo al mío, fundiéndolos en una cópula a la que nos entregamos frenéticamente.

Finalmente mis sueños se hacen realidad. Ahora vivo la realidad de mis sueños y es como un sueño del que no quisiera despertar. Ahora finalmente es mía, ahora se cumplen todos mis deseos incestuosos con ella.

Y mientras nos movemos sin freno en nuestro frenesí sexual, ella se abraza a mí y yo la penetro con la intensidad de mi furia contenida por tanto tiempo, de mis deseos tanto tiempo postergados.

“M'hijita linda, qué rico”

“Te quiero, te quiero, tío”

“Toma, toma, mi amor”

“Voy a acabar, tío, voy a acabar”

“Goza, Sandrita, goza cariño”

“Ya viene, tiíto, ya viene. Síiiiiiii”

“Toma, cielito, recíbelo todo dentro tuyo. Toma, toma”

“¡Qué sensación más rica, tíooooooooo”


El insistente repicar del celular me saca de mi sueño. Vuelvo a la realidad de mi escritorio, de la pantalla del computador que permanece muda ante mis ojos y la música ambiental que facilitó mi ensoñación.

En mi febril ansiedad por poseer a mi sobrina nuevamente me había sumido en la fantasía de sucesos que se suceden de acuerdo a mis deseos pero que no tienen correspondencia en la realidad. Ni estuvimos en el cine ni fuimos al Motel. Ni bebí la miel de sus labios ni saboreé con mis labios la delicadeza de sus senos. Ni fue mía.


La frustración de mis anhelos no satisfechos aumenta mis deseos hacia mi sobrina, que cada vez que se hace más cercana en mis sueños, más inalcanzable se hace en la realidad.

La interrupción de mis sueños eróticos me trae a la realidad prosaica de mi trabajo y me vuelco con rabia a la solución de los problemas pendientes, arreglando papeles, despachando órdenes y retando a mis subordinados, volcando en ellos mi frustración.

Tan real era mi sueño que casi parecía una experiencia verdadera, de la que guardo todos los detalles.

Y lo que más me molesta es que el objeto de mis deseos ni siquiera sospecha la pasión que ha despertado en su tío. Pero eso no es culpa suya sino que el problema es enteramente mío y no puedo descargar mi rabia en terceros inocentes. Lo mejor será continuar con refugiándome en mis fantasías, pero poniéndoles límites de manera de no enloquecer cuando me enfrente a la frustración de mi realidad insatisfecha.

Rumiando estos pensamientos continúo mi trabajo por el resto de la tarde. Casi al final de la jornada, estando en medio de una reunión de trabajo, suena nuevamente el celular, que interrumpe mi exposición. Respondo con cierta impaciencia y escucho la voz de Sandra con su familiar “hola tío”.

Intentando disimular la turbación contesto lo habitual y ella me pide que si puedo ir a la casa a ver un problema con su computador.

“¿Cuándo?”

“¿Podría ser hoy?”.

“Ningún problema, cariño, ahí estaré como a las 8, ¿te parece?”.

“Listo tío. A propósito, mis papis no van a estar. Espero no sea problema para ti”.

Y su despedida fue el siempre esperado “besito, tío” que me queda resonando mientras intento reanudar mi exposición. Su última frase me resuena insistentemente, queriendo extraer de ella algo que dé esperanzas a mis deseos tantas veces insatisfechos.

Bueno, ahí estaremos ella y yo solos. Veremos qué sucede.

Ella y yo solos. Los dos solos.

Solos.






Autor: Salvador
Dirección: demadariaga@hotmail.com


Pasión por mi sobrina( IV )


Pulso el timbre de calle y la puerta se abre de inmediato, franqueándome el paso al jardín de la casa donde me espera mi deseada sobrina. La rapidez con que la puerta se abrió me demuestra que Sandra me estaba esperando.

Cruzo el jardín con una sensación de inseguridad, pues en mi ansia loca por poseer esa muchacha podría cometer un error que me traicione y transformar en drama su inocente petición de ayuda para solucionar un doméstico problema computacional.

La cabeza parece querer estallar con la ebullición de mi sangre en el cerebro ante la posibilidad de estar a solas con mi sobrina. He vivido tantas fantasías con ella, he soñado tanto con sus encantos, que ahora me siento inseguro ante la inminencia de su presencia y tal vez no pueda manejarme tan bien como lo hacía en mis delirios, en los que soy dueño y señor de la situación y ella está dispuesta a brindarme su cuerpo juvenil para que yo satisfaga completamente mi sed de sexo.

Pero ahora es la realidad, no son mis fantasías sexuales. Hoy me enfrento a la Sandra de verdad, que no sabe de mis delirios por su cuerpo, que me ve solamente como a un tío cariñoso que a veces le dice cosas que podrían prestarse a doble interpretación, pero ella no tiene dobleces y nunca le ha dado una segunda lectura a mis insinuaciones. Estas siempre nacieron y murieron en mi mente.

La puerta de la casa está abierta y me recibe desde el interior la voz de mi sobrina que me dice que ella está esperándome en su dormitorio, en el computador.

Ya no pienso en nada, ya no quiero pensar en nada, pues una especie de shock eléctrico se apodera de mi cerebro, que nubla mi razonamiento.

Avanzo con las piernas temblando por la emoción y llego a su pieza donde me recibe sentada en su escritorio de estudio. Se levanta con una alegre sonrisa y me da el acostumbrado beso en la mejilla. Viste un conjunto formado por una polera corta y una falda que resaltan sus exquisitas formas. Sus pechos se yerguen orgullosos, desafiantes, insinuando en sus redondeces una fuente inagotable de lujuria para mis ojos, que no pueden apartarse de ellos.





Con esfuerzo logro apartar mi vista de sus hermosos y apetecibles senos y me enfrasco en la solución del problema, que queda rápidamente resuelto. Pero mientras trabajo en el computador, mi sobrina parada junto a mí, viendo lo que hago o haciéndome indicaciones, me embriaga con su perfume ligeramente cítrico y cuando se inclina para ver algo en la pantalla sus senos se ubican tentadores muy cerca de mi cara, enturbiando mi vista por el deseo de besarlos, de acariciarlos.

Mientras le explico cómo solucioné el problema y el procedimiento de trabajo que debe seguir en adelante, ella me mira con sus grandes y claros ojos mientras una sonrisa se dibuja en la comisura de sus labios. Y sus senos frente a mí, siguen invitándome a que los toque, tentándome para que los acaricie, desafiándome para que los bese, enloqueciéndome. Es demasiada grande la tentación y en mi delirio no veo otra cosa que sus senos, los que debo hacer míos, sin importar lo que suceda. Cualquier cosa es poco precio por la delicia de tenerlos para mí.

Me levanto sin apartar la vista de los ojos de mi sobrina, mientras su imagen se diluye y empieza a ser reemplazada por el deseo irrefrenable de tocar esos senos, de acariciarlos, de besarlos, pase lo que pase.

La miro a los ojos mientras me acerco, pero ya no la veo. Una corriente de sangre llena mis sentidos, impidiéndome pensar. No, no puedo razonar, sólo sé que sus senos están al alcance de mis manos, de mi boca. Es mi única oportunidad de poder tocar sus senos, de sentir su tibieza en mi rostro, de besarlos y morderlos, de acariciarlos. Es ahora o nunca, no habrá otra vez.

Los efectos de lo que estoy a punto de hacer a mi sobrina no me preocupan. Todo me parece secundario: su reacción airada, la acusación a sus padres, el escándalo consiguiente. Todo es irrelevante y no puedo ni quiero pensar en ello. Sólo cuentan sus senos frente a mí y la posibilidad de tocarlos, besarlos, tenerlos todos para mí, aunque sea contra su voluntad, aunque en ello me vaya la vida. No me importa nada, sólo sus senos tentadores, embriagadores.

Sandra se percata de la seriedad de mi mirada. Su sonrisa desaparece y me mira con una expresión mezcla de interrogación e incredulidad, pues presiente que yo no soy dueño de mi mismo. Y tiene razón, pues me domina el deseo de tocarla y nada me importa en ese momento que no sean sus senos. No hay fuerza ni razonamiento que me haga desistir. Sus senos están ahí y es lo único que puedo ver.

Retrocede y queda de espalda a la pared, mientras yo adelanto mis manos y las pongo sobre sus pechos, ocultos por la delgada tela de su polera. Los acaricio suavemente, sin apretarlos, sintiendo en la palma de mi mano la suavidad de sus pezones bajo la tela.

“Tío, ¿qué haces?”

Acerco mi rostro al suyo, pero me esquiva y deja expuesto su cuello, que cubro de apasionados besos, mientras ella intenta apartarme de sí.

“No, no, no”

La abrazo y me aprieto a ella, besando su mejilla, su frente, pero sin lograr alcanzar su boca, mientras mi verga se insinúa apretándose a su entrepierna.

“No, tío, no”

Bajo mis manos hasta tomar sus nalgas. He perdido los últimos lazos de mi cordura y me entrego a esta pasión desenfrenada apretando sus redondas posaderas, mientras mis besos buscan infructuosos sus labios y mi sobrina intenta desesperadamente apartarme de ella. Pero sus movimientos solo logran aumentar mi desenfreno.

“Tío, por favor”

Una de mis manos se introduce por su falda y sube entre ambos muslos hasta alcanzar su sexo, cubierto por la seda de su braga diminuta. Lo toco con suavidad, sintiendo el pequeño montículo de su mata de pelo en la palma de mi mano.

“Tío, tío”

El haber tocado sus senos y alcanzado su sexo me devuelve un poco de tranquilidad y recupero un cierto grado de razonamiento. Recién empiezo a comprender racionalmente las consecuencias de mi acción. Y las consecuencias serán funestas para mí cuando Sandra hable con sus padres. La pasión ha sido levemente atenuada con la bella sensación de tocar las intimidades de mi sobrina y ello me devuelve parte de mi cordura perdida, por lo que pienso que debo hacer algo por atenuar mi falta, aunque sé bien que bien poco puedo hacer al respecto.

“Perdóname, no supe lo que hice. Perdóname por favor”

Le digo mientras me separo de ella, en un intento de tranquilizarla poniendo distancia entre ambos. Sé que el hecho de dejarla libre no atenúa mi falta y que mis disculpas no me exonerarán de lo que hice. Pero tal vez pueda intentar razonar con ella explicándole las razones de mi loco proceder y así aminorar el escándalo que vendrá debido a mi rapto de pasión, aunque no veo como podré convencer a nadie de que lo que hice no era un intento de violación.

Intento alejarme de ella para dejar que se tranquilice y esperarla en la sala para tratar de explicarle las razones de mi loco proceder. Pero Sandra me detiene, toma mi mano y me atrae hacia ella, que aún continúa contra la pared, mientras me repite, con sus ojos cerrados:

“No”

Lleva mi mano a su pecho y alza su rostro que continúa con los ojos cerrados, con la boca ligeramente abierta.

“No”

Beso por primera vez sus labios, que se me entregan apasionados, mientras me abraza y se aprieta a mi cuerpo, repitiendo:

“No”

Subo su polera y dejo expuestos a mi vista sus hermosos y redondos senos, que beso apasionadamente, sin control, mientras ella hecha la cabeza hacia atrás, mientras me dice:

“Tío, tío”

Me dedico a besar los pezones endurecidos de mi deseada sobrina, bajo una mano hasta su braga, que intento a bajar por un costado. Ella la toma con sus dos manos y la termina de bajar, en una señal de entrega total.

“Tío, tío, tío”

Saco mi verga y abriendo sus piernas se la pongo en la entrada de su sexo, pero la posición en que estamos impide que pueda introducirlo. Me tomo de sus nalgas para ayudarme en la penetración, pero tal vez lo estrecho de su entrada o lo grueso de mi instrumento impiden que consumemos la penetración.

“La cama”

Me dice con voz entrecortada y tomándola de las nalgas y con mi pedazo de carne aún en la entrada de su gruta, la llevo en el aire hasta depositarla en su cama, donde levanto sus piernas y termino de metérselo, no sin algún esfuerzo. Mi instrumento es cubierto por sus labios vaginales que lo reciben con un beso que cubre su cabeza y lo engulle en su túnel húmedo de deseo. Mi pedazo de carne penetra las suyas y le llega hasta el fondo de la vagina, donde lo dejo quieto un instante mientras gozo de la sensación de saber que por fin he penetrado esa gruta tantas veces deseada, tan soñada.

¡Al fin es mía!

Con mi verga en su interior, levanto un poco la cabeza y la miro a los ojos. Ella también me mira, con su boquita ligeramente abierta y sus claros ojos inmensamente abiertos, a la espera de lo que vendrá.

“Nunca he deseado tanto a una mujer como a ti”

Digo con sinceridad y empiezo a bombear su gruta de placer en busca del éxtasis sexual. No dejo de mirarla y ella no deja de mirarme, mientras su cuerpo se mueve al compás de mis embestidas. Su frente se perla de sudor, pero ella no ceja en sus movimientos pelvianos.

“Más, más, tío”

“¿Te gusta?”

“Es exquisito”

Y seguimos frenéticos copulando desesperadamente, hasta que el cuerpo de mi amada niña se estremece en un gran espasmo, su vulva se contrae y llega su orgasmo, que le hace apretarse más aún a mí.

“Yaaaaaaaaaaaa”

Grita mientras me mira con sus grandes ojos claros y aprieta mi espalda con sus brazos, atrayéndome, estrechándome a su pecho que sube y baja bajo los efectos de una agitación incontrolada.

Yo, por mi parte, continúo bombeando lentamente el interior de mi sobrina, sabedor de que si le regalo otro orgasmo habré ganado puntos que podrían serme útiles en el futuro.

“¿Te gustó?”

Pregunto mientras continúo metiendo y sacando mi verga lentamente, muy lentamente, de manera que ella sienta cómo le entra y sale de su cuerpo.

“Fue exquisito, fue algo inolvidable”
“¿No lo habías sentido así antes?”

Y continúo sin pausa mi lento mete y saca.

“Nunca me habían hecho gozar así”
“¿Y te gustaría volver a gozar de esta manera?”

A estas alturas, mi sobrina secundaba mis metidas y sacadas moviendo pausadamente su cintura de manera de ayudar la introducción.

“Sí”

Como si su asentimiento fuera una señal, renuevo con ímpetu mis movimientos pelvianos, que ella secunda con entusiasmo, adelantando y retrocediendo su cintura, a una velocidad cada vez mayor.

“Te voy a hacer nuevamente feliz”
“Sí, hazme feliz otra vez”
“¿Te gusta sentir como te entra?”
“Mételo más, más”
“Toma, toma”
“Así, así, dame más, más”
“Rica, rica, rica”
“Me viene, tío, me viene, me vieeeeeeneeeeeee”
“Tómalo, tómalo”
“Uuuuuuuuy, siiiiiiiiiiiiiiii, ricooooooo”

Y acaba por segunda vez, mientras yo continúo con mi instrumento metido en su vulva, conteniendo los deseos de eyacular, aguantando mi deseo de eyacular para que mi disfrute se prolongue.

Me quedo quieto sobre su pecho, esperando que recobre la calma. Al cabo de un rato su respiración se normaliza y me abraza y cubre de besos, que yo correspondo con pasión.

Reanudo mis metidas y sacadas, que ella responde con entusiasmo y ambos logramos rápidamente nuestros orgasmos. Yo el primero y ella el tercero, pero ambos felices y completamente rendidos, con nuestros cuerpos traspirados y nuestros pechos agitados.

Nos vestimos y vamos a la sala de estar, a la espera de sus padres. Mientras esperamos le consulto por la experiencia vivida y ella responde con entusiasmo que nunca antes había vivido algo parecido, que ésta había sido la mejor relación que alguna vez había tenido.

“Es que el éxito de una relación sexual está en hacer feliz a la mujer antes de obtener la propia satisfacción”, acoto. Ella está completamente de acuerdo conmigo, pues, me confiesa, su novio sólo se interesa en gozar él, sin preocuparse de si ella tiene orgasmo o no.

“Es la primera vez que acabo y lo hice tres veces. ¡Imagínate!”
“¿Te gustaría que lo hiciéramos en otra oportunidad?”
“Pero de todas maneras, tío”
“¿Te gustaba llamarme tío cuando tenías mi cosa dentro tuyo?”
“Me hacía excitarme más aún”
“La próxima vez iremos a un Motel”
“Me parece excelente, tío. Pero prepárate, pues me hiciste conocer un mundo nuevo y deseo recorrerlo todo.”
“Pero eso puede significar muchas cosas, cariño”
“Lo sé, por eso te lo dije”
“Conmigo conocerás sensaciones que nunca tuviste, te lo aseguro”
“Tío, quiero acostarme contigo mañana mismo”
“Muy bien, sobrina, como tú quieras. Tus deseos son órdenes para mí, bien lo sabes, ¿no?”

La conversación derivó a otros temas más familiares y ambos quedamos citados para el día siguiente, para continuar nuestro secreto con más libertad.











Autor: Salvador
Dirección: demadariaga@hotmail.com


Pasión por mi sobrina( V )

Nos encontramos cerca de su casa, de donde salió con la excusa de que iba a estudiar a casa de una amiga. Subió al auto y nos dirigimos de inmediato a un Motel en las afueras de la ciudad.

Iba vestida con una minifalda que quitaba el aliento. Y su blusa abotonada resaltaba la redondez de sus senos que parecían más apetecibles que el día anterior, cuando los disfruté a mi placer.

Aun cuando Sandra había tenido tres orgasmos en nuestro primer encuentro y me había dicho que había gozado como nunca, yo comprendía que esta nueva sensación que Sandra había sentido cuando hacíamos el amor era solamente el preludio de nuevas experiencias que ella deseaba vivir conmigo, confiada en que, con mi experiencia, le haría conocer nuevas sensaciones que le hicieran tan feliz como lo fuera el día anterior.

Y mi intención era no defraudarla, pues en la medida que fuera completamente satisfecha en sus deseos sexuales que estaban en plena ebullición, yo la tendría siempre a mi disposición para gozar a mi vez de su cuerpo juvenil. Si le daba todo lo que ella quería, yo tendría de ella todo lo que quería.

Entramos a nuestra cabaña y nos servimos una copa de champaña. Ya más en confianza, la tomo entre mis brazos e intento algunos pasos de baile al compás de un bolero que se escuchaba como música ambiental.

Ella se aferra a mí, se abandona en mis brazos. Apoya su cabeza en mi hombro y me rodea con sus brazos, mientras su cuerpo sigue los compases de la música.

Mientras bailamos, me voy desprendiendo de mi camisa, mi pantalón y mi slip, mientras ella hace lo propio con su blusa, su falda y su braga. Quedamos completamente desnudos, con la ropa esparcida en el piso, mientras nuestros cuerpos siguen abrazados el ritmo de la música.

Los pelos de su sexo se pegan y mezclan con los míos, produciéndome una erección cuando siento que su pelvis se aprieta a la mía al compás del bolero, rozando mi verga con su paquete de pelos.

Sus senos se aprietan a mí, haciéndome sentir la presión de sus pezones endurecidos por el deseo, en tanto mis manos están aferradas a sus nalgas, que se mueven acompasadamente.

La llevo hasta alcanzar la orilla de la cama y la empujo de manera que quede de espalda sobre ella, pero con los pies apoyados en el suelo.

Me arrodillo entre sus piernas, que abro con delicadeza, y mi boca la besa por entre sus muslos hasta lograr alcanzar su sexo, que beso y mordisqueo suavemente, para continuar en el vientre y subo hasta sus senos, a los que me dedico a chupar suave y lentamente.

Pero ella no se contenta con que me quede besando sus senos, después de sentir la calidez de mi respiración penetrar por entre sus labios vaginales cuando los besaba y mordisqueaba. Me toma la cabeza y la empuja hacia abajo, en tanto me dice con una voz enronquecida por el deseo:

“Bésame ahí”

Lentamente continúo besándola en el vientre, alrededor de su sexo y entre los muslos. Quiero hacer durar su deseo, de manera que goce totalmente el momento en que la penetre. La espera es parte esencial del acto sexual. A fin de cuentas, es una sensación desesperada de gozar, de ser penetrada, de tener un orgasmo, que perdura y se confunde en el recuerdo con las sensaciones que produce el orgasmo mismo, acrecentando las emociones vividas.

Si una mujer es penetrada de buenas a primera, sin los prolegómenos a que me refiero, tendrá un recuerdo menos intenso del acto sexual vivido que aquel que tendría si antes de la penetración hubiera pasado por el deseo intenso de que la satisfagan, mientras su pareja se dedica a llevar sus sensaciones al límite de lo soportable, con besos, mordiscos y caricias, para finalmente llevarla al orgasmo, que alcanzará con mucha más facilidad.

“Bésame, por favor”

Tomo los labios de su sexo y los aprieto con los de mi boca, suavemente, delicadamente, mientras mi lengua empieza a insinuarse en la entrada de su gruta de placer.

“Más, más, más”

Saco mi lengua lo más posible y la llevo a su interior, jugando con las paredes de su túnel aterciopelado y húmedo, que se me abre para que lo visite hasta el fondo, donde se encuentra el pedazo de carne tan sensible al goce. Abro mi boca y cubro completamente su vulva, en tanto mi lengua se adentra hasta alcanzar el clítoris, que al sólo roce da la señal de alarma que indica el inicio del orgasmo de mi sobrina, que encoge sus piernas y se aferra a mi cabeza, hundiéndola entre sus muslos, mientras da rienda suelta a su goce.

“¡Riiiiiiiiiico, riiiiiiiiiiico, riiiiiiiiiiico!”

Logrado mi objetivo, beso los labios de la vagina mientras esta escurre los líquidos que mi sobrina suelta como regalo de placer.

“¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!”


Un suave olor invade las partes de mi sobrina que son bañadas con su derrame seminal, algo fuerte pero agradable. Estira sus piernas y las deja caer al suelo mientras sus manos siguen aferradas a mi cabeza, pero ahora acariciándolas. Cierra los ojos y con sonrisa de satisfacción exclama:

“¡Qué cosa mas rica!”

Me levanto con mi herramienta a punto de estallar por el deseo y quedo de pie frente a ella, exhibiéndole mi verga que ella tiene frente a sus ojos por primera vez. Es el mismo instrumento que le dio tanto placer en nuestro primer encuentro. Se siente algo atemorizada al pensar que todo eso deberá penetrar su sexo. Teme que quizás su gruta no sea lo suficientemente ancha como para recibir este visitante, pero recuerda que el día anterior ya lo había tenido dentro sin mayores dificultades y no había razón para que hoy no lo hiciera. Pero sus dimensiones le atraen y no puede apartar la vista de ese tronco que le proporcionara tanto placer en su dormitorio y que ahora la impulsa a sentirlo entre sus dedos, a besarlo.

“Ven, acércate” Me dice sin mirarme, con los ojos clavados en mi verga.

Me siento sobre su estómago, de frente a ella, y pongo mi trozo de carne entre sus senos, que aprieto entre mis manos y empiezo a pasar mi miembro por el pasadizo que forman sus dos redondeces, masturbándome frente a la cara de mi sobrina, que ve como la cabeza de mi instrumento se acerca y aleja de su boca. Intenta adelantar su cabeza, con la boca abierta, para alcanzar la cabeza de mi verga, sin lograrlo.

“¿Quieres besarlo?”
“Mmmmmh, sí”

Dejo libres su senos y acerco mi tronco a su boca, que se adelanta a su encuentro y cubre la cabeza con sus labios. Con sus dos manos cubre mi verga y mis bolas, que acaricia con suavidad, mientras abre más aún su boca, de manera que mi pedazo de carne empieza a penetrarla lentamente.

Mientras bombeo en su boca, llevo una de mis manos atrás hasta alcanzar su sexo y meto un dedo en él, de manera de darle un masaje.

Ella sigue entusiasmada tomando mi verga mientras ésta penetra hasta su garganta y yo exploro con uno de mis dedos su cueva inferior, en tanto el otro se acerca peligrosamente a la otra abertura, explorando las posibilidades futuras de esta parte de su anatomía.

La exploración empieza a surtir efecto, pues Sandra aumenta la presión sobre mi barra de carne, en tanto su boca se mueve con desesperación intentando meterse lo más posible de mi verga y su cintura delata en sus movimientos que mi sobrina está alcanzando el climax por segunda vez.

“¡Mmmmmmmmmmmmhhhhhhhhh!”


Intensifico la metida y sacada de mi dedo por su gruta de placer, mientras el otro dedo se posa en la entrada posterior e insinúa presiones. Mi sobrina suelta mi herramienta y se dedica a mover con desesperación su vientre hasta que logra su orgasmo y moja mi dedo y mi mano con el líquido que vierte su vulva. El otro dedo continúa presionando la entrada entre sus nalgas, que continúan moviéndose aún después de haber eyaculado.

“¿Te gustó?”
“¡Qué cosa más rica, m´hijito!”
“Y aún hay más,cariño”

Digo sin sacar mi dedo de la entrada de su parte posterior. Ella, sin agregar nada, retoma mi verga y se la lleva a la boca, donde continúa con la succión que había interrumpido por el orgasmo que le diera mi dedo en su vulva.

“¿Te gusta?”

Le pregunto mientras hago más evidente la presión sobre su esfínter, pero sin aclarar si le consulto por mi dedo invasor o por mi verga en su boca.

“Mmmmmmmmmhhhhhhh”

Lo que quiso responder no lo pude saber pues mi instrumento en su boca impidió que articulara palabras. Finalmente logro que una parte de mi dedo penetre su ano, situándose a la entrada de su túnel trasero, lo que le produce inquietud. Ella deja por un momento la mamada que me está haciendo y me dice, sin soltar mi verga.

“No, no, que me duele”
“Tranquila, tranquila, cariño”

Continúo con mi dedo introducido en su ano, esperando que ella se acostumbre a esta sensación que es el anticipo del goce que le proporcionará mi verga si logro que acceda a ser penetrada por ahí.

“Siento algo raro”
“No te preocupes, es natural”
“Pero me produce escozor”
“Paciencia, que ya te gustará!”

Sandra retoma su faena de chupar y me deja con el campo a mi disposición, para que continúe con mi exploración anal. Al cabo de un momento, mientras ella está entusiasmada mamando mi verga, vuelvo a hacer presión y logro que el dedo penetre algunos centímetros en el interior de su ano, lo que hace que Sandra se revuelva inquieta por la extraña sensación, pero sin dejar de chupar.

“Mmmmmmhhhhhhh”

Envalentonado, introduzco todo el dedo y empiezo a bombear el ano de mi sobrina, que se revuelve inquieta y gozosa por esta nueva sensación, lo que le hace aumentar la presión de su boca en mi instrumento.

“Mmmmmmmmmhhhhhhh”

Continúo metiendo mi dedo en su ano y ella empieza a sentir los síntomas de un nuevo orgasmo.

“¡Riiiiiiiiiiiiiicoooo, riiiiiiicoooooooo!”
“¿Te gusta?”
“¡Es riiiiiiiicoooooooo!”
“¿Te gusta mi dedo ahí?”
“¡Es riiiiiiiiiiicoooooooooo!”
“Después te voy a meter mi cosa por ahí mismo”
“Uuuuuuuyyyyyyyy”
“Si, vas a gozar mucho más”
“¡Riiiiicooooooo!”
“Toma, toma, toma”

El solo pensamiento de tener mi verga en su ano la enciende de manera tal que su tercer orgasmo le llega entre gritos de placer por las sensaciones que le producen mi dedo en su trasero y mis palabras.

“¡Uuuuuuuuuuuuuuuyyyyy, qué riiiiiicoooooo!”

Mi sobrina querida ya tiene tres orgasmos y todavía no la penetro. Y tengo dos entradas a mi disposición, una por delante y otra por atrás. Y ambas están dispuestas para que las visite.

Nunca me imaginé que Sandra fuera tan ardiente, al punto de que la realidad ha superado con creces todas mis fantasía con ella. En ninguna de mis fantasías mi sobrina había alcanzado los niveles de goce que está teniendo ahora. Es que esta joven está conociendo nuevas sensaciones y se está entregando completamente a conocer todos los secretos del sexo con su tío, que siempre estará dispuesto a satisfacerla.

La realidad que estoy viviendo con mi sobrina me ha enseñado que, a diferencia de lo que pensaba antes, los sueños, como dijera Calderón de la Barca, sueños son. La realidad es superior y mucho mejor que la mejor de las fantasías. Prueba de ello es esta tarde de amor con Sandra, que recién comienza y que tiene sorpresas aún por descubrir FOTOS

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enrique on

Es delicioso ese momento, ojalá no la dejes, de hacerla gozar. Me recuerda mi experiencia, la cual espero retomar muy pronto. Estoy intentando, un reencuentro con mi ahijada. Los felicito, pues el sexo, es bueno.

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