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El Secreto de las Espigas - 2ª Parte

Yo soy gay declarado. Y estoy muy orgulloso de serlo, en fin, cómo no iba a estarlo si es mi condición, son mis genes. Pero sé lo que es una mujer. Es decir: hay gays que jamás han estado con una tía, que desde siempre han sabido cuales son sus tendencias. Es (o mejor dijo, era) mi caso. Hasta que Paula llegó de vacaciones a mi casa con sus 18 años recién cumplidos. Paula es...¿cómo describir a Paula? Físicamente es un bombón (¡hasta el punto de hacer dudar a un gay!), tan femenina ella. Pero básicamente es un putón verbenero. Se las sabe todas. Tiene, con solo 18 años, más experiencia en estas lides, que yo con 21, y he de reconocer que yo de santo no tengo nada. 

El caso es que paula y sus padres, mis tíos, suelen pasar las vacaciones de verano en la casa de mis padres. Cuando llevaban una semana más o menos, me tiré a Paula. Luego ella quiso más, pero yo me negué ( todo esto lo cuento en “El secreto de las espigas” ). Ese tira y afloja, de si yo quisiera y tú te dejaras duró casi todo un mes. Ya solo faltaban un par de semanas para que se fueran y yo llevaba las calenturas que me provocaba Paulita bastante bien, no así mi prima, que parecía una gata en celo. 

Todos los días íbamos a la piscina. Mi prima tenía una nutrida colección de bikinis de triángulo, de esos que cuanta menos tela tengan, mejor. Yo acabo de decir que me aguantaba bastante bien, pero lo cierto es que el cuerpo de Paula me volvía loco, especialmente a mi entrepierna. ¡¡La cantidad de pajas que me hecho este verano pensando en Paula!!. Cosa mala.

Pero estábamos con la piscina. Fue allí donde llevaba a cabo su estrategia de acoso y derribo de forma más abierta, porque en casa estábamos como quien dice, “rodeados” por nuestros respectivos progenitores. Muchas veces nos íbamos solos a la piscina, otras con mi tía y mi madre. Yo en un principio no quería ir, ponerme solo ante el peligro en forma de tentación femenina, pero la sargento de mi tía cuando se empeña en algo... total, que prácticamente nos echaba de casa cuando llegaban las 4:00 de la tarde, dirección piscina municipal. Pues nada.

Un día Paula se quitó la parte de arriba del bikini. Así, sin más, sin importarle los niños y mucho menos las madres. Yo al principio no me di cuenta, estaba tumbado boca abajo, medio dormido. Pero ella estaba sentada, con las piernas estiradas, apoyada con los brazos estirados hacia atrás y con sus glándulas mamarias al sol. Fue el guarda de seguridad de la piscina el que me sacó del sopor al oírle hablar con mi prima. Levantar la cabeza para ver lo que pasaba y empalmarme fue todo uno. Menos mal que yo estaba boca abajo.

Mi prima, al ser amonestada, se limitó a poner cara de indiferencia y se volvió a poner el sostén con toda la naturalidad del mundo. Se tumbó boca arriba como si allí no hubiera pasado nada, ignorando los silbidos de los niñatos, los comentarios y las miradas de la gente. Eso me puso más malo aún, me noté la verga más dura que una piedra. Tengo que decir que no la metía en caliente desde que me follé a Paula en aquel campo de espigas, o sea, desde hacía casi un mes...y eso es mucho tiempo para mi.

Al rato ella se levantó y me preguntó que si me bañaba con ella. Yo le dije que si y me incorporé, peor mi polla aún se empeñaba en pedir guerra y mi prima lo notó.

“Vaya, primito, te veo muy contento, espero que el agua esté bien fría...”

Nos metimos en la piscina, nadamos un rato y enseguida nos picamos y empezamos a salpicarnos agua el uno al otro y a hacernos ahogadillas. No niego que yo me propasé un poco y traté de tocarla más de la cuenta. Pero Paula, quizás al verme tan excitado, quiso hacerme sufrir, y se acercó a las escalerillas de la piscina para salir. Yo le bloqueé la salida, acorralándola entre una de las barras metálicas de las escaleras y la pared de la piscina, pegándome bien a ella para que notara la dureza de mi pene, mientras mi mano derecha se cerraba alrededor de su teta, y ella, riéndose, se escabulló y salió del agua. Todo esto mientras distraídamente hablábamos de cómo le iba en el instituto. Cuando subía por las escalerillas, sabiendo que yo estaba justo detrás de ella y a un nivel más bajo, retranqueó el culo para que yo lo apreciara en toda su extensión y esplendor.

Volvimos por el cesped y nos tumbamos en las toallas. Estábamos un poco apartados de la gente ( o había sido la gente la que se había apartado de nosotros después del numerito de top-less ), bajo la sombra de dos árboles, pero no pasó nada hasta unas después, porque Paula al parecer quería aprovechar el sol...o que la agente se largara, si no me explico la tardanza...

Por fin la mayoría de la gente se marchó y los pocos que quedaban estaban recogiendo ya los bártulos. Yo le dije a Paula que era ya tarde , que si nos íbamos, pero ella me dijo que “solo un ratito más” mientras me ponía la mano extendida sobre el bajo vientre y muy despacio comenzaba a descender... hasta que me metió la mano por el bañador y me agarró la polla cerrando la mano alrededor. Yo le quité la mano de allí, pero ya se me había vuelto a poner morcillona. Entonces ella se puso boca abajo y apoyándose sobre mi, comenzó a besarme el cuello, ascendiendo hasta la oreja, metiéndome la lengua, descendiendo de nuevo, dándome mordisquitos, volviendo a la oreja y comiéndomela despacito... yo la agarré de la cintura y la coloqué encima de mí. Ella se acomodó para sentir mi polla justo sobre su coñito, restregándose contra mi, mientras yo la besaba en los labios, comiéndole la boca. Volví a ponerme duro como una piedra, me daba la sensación de que con aquella erección acabaría por reventar la tela del bañador.

Entonces Paula arqueó la espalda, descendiendo hasta mi pezón izquierdo, que comenzó a succionar como si de allí fuera a salirme leche, como si ella fuera un enorme bebé hambriento, mientras que con una mano me pellizcaba el otro pezón.

Por mi parte ya le había metido una mano por la braguita del bikini y le acariciaba el clítoris con el dedo índice mientras que con los demás dedos comprobaba satisfecho lo humedecido que mi primita tenía su coñete. Sentí deseos de probarlos, de ver a qué sabían. Le empujé y la puse boca arriba, con sus piernas enganchadas alrededor de mi cintura, pero bajé y sin quitarle las braguitas, solo apartando la tela que estaba en contacto con su sexo, hundí las narices en su abertura. Olía a sexo. Entonces apliqué mis labios sobre los suyos, labio contra labio, y comencé a sorber sus salados jugos. Le acaricié con la punta de la lengua el clítoris. Paula me cogió la cabeza con las dos manos y me apretó contra su coño, totalmente abierta de piernas para mi.

Así, Paula no tardó en correrse con un estremecimiento. Yo tenía la boca llena de sus jugos, tragándomelo todo. Pero comencé a lamerle más despacio porque cada vez que ni tan siquiera le rozaba mínimamente el clítoris ella se sobresaltaba. Me limité a pasarle mi lengua por todo el sexo hasta que me cansé y quise probar más. Le metí la lengua por la vagina. Ella gimió y volvió a apretarme la cabeza contra ella, así que comencé a follármela con la lengua.

Con eso conseguí que ella se volviera a correr y a mi...bueno, a mi me dio envidia.

“Paula, no tengo condones, vamos rápido a casa”.

“¿A casa? ¿Ahora?” – dijo mirándome con su mejor cara de mala leche- “¡¡Ni hablar!! Qué te crees? Yo me tomo la píldora!.”

¿...? ¿Mi primita de SOLO 18 años tomando la píldora !? ¿Pero eso está permitido?, pensé estúpidamente. Luego recordé que Paula tiene novio desde hace más de 1 año.

Así que me arrodillé y me bajé el bañador, sacando mi enhiesta verga a la luz del atardecer. Paula se deshizo del bikini y me pidió que me pusiera sus piernas sobre mis hombros y la penetrara así. Y yo obedecí, claro. La comencé a follar con todas mis ganas, porque tenía unas ganas bestiales de volver a correrme dentro de ella, de llenarla hasta los topes de su coño con mi semen, pero paré al escuchar la sirena de la piscina, anunciando que al cabo de unos minutos cerraría sus puertas.

Pasé. Como si nos dejan aquí encerrados, mejor, toda la noche hincando. Estaba demasiado lanzado como para parar.

Continué embistiendo a Paula, me apoyé sobre sus corvas y la miré, tenía los ojos cerrados, parecía concentrada en todos los nervios de su entrepierna, así que le solté un tobillo (yo le agarraba de ambos para que no se deslizaran por mis hombros) y le empecé a acariciar el clítoris mientras la penetraba con un ritmo acompasado. Ella gritó y yo lo hice más deprisa, hasta que no pude más y me centré en mi propio placer. Me corrí dentro de ella por fin, saqué mi verga de su sexo y se lo puse en la boca para que me lo limpiara de jugos, antes de que se empequeñeciera. Ella la lamió como si fuera un helado hasta dejarla reluciente.

Volvió a sonar la sirena de la piscina y Paula se puso de pie. Yo apenas me podía mover y no sé cómo fui capaz de vestirme y salir junto a ella del recinto. Cuando llegamos a casa, nos estaban ya esperando para cenar.

“¡Vaya!”, dijo mi tía al vernos, “mira que bien les sienta a estos dos la piscina, lo relajaos que vienen!! Ayyyyy, y no me queríais hacer caso!! ¡¡Tenéis que ir todos los días y por más tiempo!!”

“Si, mamá, y que todos los días sean como éste”, contestó mi prima guiñándome un ojo... FOTOS

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daniele on

Fate vedere meglio lo sticchio ok

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