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Una Calurosa Tarde

 Hacía calor, mucho calor. Una tarde de esas en las que parece que el sol se hubiera detenido justo encima, abrasando, quemando.

Él estaba frente a su ordenador, trabajando en su nuevo proyecto, totalmente entusiasmado, con un disco de los años 60 sonando de fondo y una lata de refresco bien fría sobre la mesa entre los papeles. Su pecho desnudo, descalzo, buscando en el frío del mármol consuelo al calor de sus pies. Solo unos bóxer de tela de algodón cubrían su cuerpo atlético y proporcionado.

Ella estaba plácidamente dormida, tumbada en el sofá, con su cuerpo estirado, con una blusa fina tapando sus delicados pechos y unas braguitas de esas altas de pierna que dejaban ver la oquedad de su ombligo redondo.

Despertó lentamente, como la princesa de los cuentos de hadas tras el beso de su príncipe. El calor había hecho que el sudor se acumulara en pequeñas gotitas sobre su escote y alrededor de su vientre.

- Buenas tardes Blancanieves, ¿ya despertaste?
- No te burles, estaba muy cansada – dijo ella estirando su cuerpo.
- Sabes que no me burlo… y la besó arrodillándose junto al sofá mientras acariciaba sus muslos.
- Necesito una ducha - dijo él.
- Avísame cuando termines, yo también la necesito.

Él abandonó la estancia dejándola a ella aún recostada en el sofá. Se levantó al momento y se acercó a la mesa del ordenador, tomó la lata de refresco todavía fría entre sus manos y sigilosamente se dirigió al baño...

“Sitting on the dock of the day” de Percy Sledge sonaba desde el salón. Iba descalza, danzando de puntillas por el pasillo, tan sensual como la música que sonaba, contoneando sus caderas y desabrochado su blusa.

Al llegar al baño, se sentó sobre la taza y la tapa de loza refrescó sus muslos y sus nalgas. La bañera estaba enfrente y por la mampara podía ver como él se deleitaba bajo la ducha. Estaba de espaldas, con sus manos apoyadas en los azulejos y dejando que el agua le resbalara desde la nuca. Mojó su cabeza, pasando sus manos por su pelo mientras echaba la cabeza hacia atrás dejando que el agua refrescara su cara.

Ella le observaba pensando que él aún no se había dado cuenta de su presencia. Pero sabía que estaba allí y le limitó a fingir que no la había sentido entrar. Dejó que esta vez, el agua recorriera su cuerpo desde la nuca, mojando su espalda y su culo. Un culo prieto, redondo, al que ella no le quitaba ojo mientras por encima de la blusa, había empezado a acariciar sus pechos.

En ese momento, él se dio la vuelta en la ducha ofreciéndole a ella su total desnudez. Tomó el gel y con los ojos cerrados empezó a enjabonar su pelo y su cuello.

Ella abría y cerraba sus piernas acariciándose los muslos que enfriaba pasando la lata de refresco.

- Me gusta contemplar tu cuerpo desnudo – murmuró – te ves tan lindo…

Y él abrió los ojos y sonriendo, mirándola, siguió enjabonando sus hombros, sus brazos y su pecho.

Ella, se levantó despacio y contoneándose se deshizo de sus braguitas y se volvió a sentar con las piernas abiertas, escondiendo su sexo con su blusa. Aquello provocó en él una excitación inminente que erectó su sexo como un menhir, sobre el que se depositaba el jabón que resbalaba desde su vientre.

- Me vuelves loco cuando haces eso, cuando te desnudas y no terminas de dejarme verte. Eres mala y perversa.
- ¿Mala y perversa? - Respondió ella sonriéndole.
- Si… ¿pero sabes? – dijo él
- Dime… - contestó ella mordiéndose los labios y tocando su pubis por encima de la blusa.
- Esconder tu cuerpo no te sirve de nada. Conozco cada poro de tu piel, cada lunar que te adorna, cada milímetro del coñito que escondes ahora tras esa blusa. Podría distinguirlo, aún con los ojos cerrados, entre un millón que me pusieran delante… su forma, su tacto, su olor, son tan tuyos que aún abandonándome en el más recóndito de los desiertos sería capaz de llegar hasta ti siguiendo el rastro de su exquisito aroma.

Y mientras le decía eso, empezó a enjabonar su verga, masajeándola despacio, de abajo a arriba, dejando su glande al descubierto. Ella retiró la blusa que escondía su concha y acarició su perla despacio, separándose los labios con sus finos dedos. Estaba excitada, mojada, con sus pechos duros y sus pezoncitos señalados como dos avellanas que atravesaban la tela.

Se dirigió a la ducha y se metió en ella con él. Agarró entre sus manos la espada de su caballero andante y besándole la boca la acarició presionándola fuertemente entre sus manos, palpando delicadamente sus testículos.

La blusa se mojaba con el agua y transparentaba las areolas de sus pezones exquisitos que él mordisqueaba ansioso. Cerró el grifo del agua y arrodillándose ante su sexo, lo lamió con esmero, metiéndolo en su boca, como si en ello se le fuera la vida, masajeando suavemente su ano y su perineo, mirándole a los ojos de vez en cuando y viendo como él se mordía los labios y oyéndole gemir, con su verga cada vez más erecta entre sus labios, notando su dureza en el paladar y entre sus dientes.

- No sigas…. No sigas o no voy a poder evitar correrme en tu boca, y antes… antes quiero penetrarte, hacer mío ese coñito…

La tomó de las manos, ayudándola a levantarse y la puso de espaldas a él, levantó la blusa que mojada señalaba ahora su culo, sus nalgas tersas y voluptuosas. La remangó hasta su cintura y agarrando su falo con fuerza entre sus manos, lo paseó entre su raja, junto a su culito que adoraba y entre los pliegues que formaban sus labios vaginales.

Levantó uno de sus muslos, apoyándole el pie en el filo de la bañera y agarrándola por la cintura la penetró. Lo hizo una y otra vez, mientras se aferraba a sus pechos por detrás y le mordisqueaba el cuello y los hombros. La folló con ansia, con desesperación, hasta hacerla gritar su orgasmo.

- No te muevas… quiero correrme dentro de ti, quiero derramarme en ti, en tus entrañas, llenarte de mí….

Y tras eso, estalló en ella inundándola de su semen, de su leche que resbaló entre sus piernas, por sus muslos, recalando sobre la fría loza del suelo de la bañera, perdiéndose con el resto del agua que nuevamente brotaba del grifo aseando sus cuerpos aún tensos y jadeantes.

© Una calurosa tarde. C.P.Peñalva FOTOS

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