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La Marrana

 Cada vez que lo recuerdo me caliento mucho. A veces hasta he llegado a quedar chorreante en mi pusa. Y es que el recordar su voz gritándome "¡Marrana, marrana!" es bastante para mí.
Hola, mi nombre es Dora León, y soy una maestra de inglés de un colegio prestigioso en Guatemala. Estuve casada por varios años, felizmente casada, pero un desgraciado accidente se llevó a mi marido para siempre. Quedé hecha un mar de lágrimas, una auténtica Magdalena. Sufrí como nunca por el y caí en un profunda depresión… de la que salí de la forma que menos me imaginaba.
Todo pasó un día en que triste y abatida, decidí salir de la capital y me dirigí a Esquipulas, a orarle al Cristo Negro. Me fui totalmente sola, apenas si le conté a mi hermana Olga y me fui, dejé mis hijos con mi otra hermana, Lupita, y agarré camino. No sabía qué esperaba de esta visita realmente. Yo creo que solo alejarme del recuerdo de Julio.
Manejé bastante por el camino, hasta que sentí hambre y paré en una gasolinera del camino, de esas que tienen supermarket. Ni me acuerdo qué comí. Pero si recuerdo que salí a caminar un rato por allí, llegando hasta un río en donde se me antojó meter los pies.
En esas estaba cuando una vaca, quién sabe de donde salió, empezó a correr en dirección hacia donde estaba yo. Como esos animales cerotes me dan pánico, salí corriendo río adentro. El río no era profundo, pero yo soy una vaca echada para el deporte y para caminar en caminos no planos, y me caí. Me empapé toda la blusa. Me empapé hasta el alma, el agua me salía hasta por el asterisco.
Llevaba ese día una camisa blanca, delgada de mangas cortas. Yo siempre he sido muy chichuda. De hecho siempre que volteo sorprendo a algún alumno mío mirándomelas. Pues ese día quedé casi transparente, pues el brassiere que traía también era delgado. Lo que pasa es que no quería sentir calor… ¡pero luego me estaba quemando!
Maldije a la vaca, al mundo, al río idiota que ¿quién putas lo manda a estar tan mojado?, al Chapulín Colorado… la cosa es que me puse como la gran puta. Yo suelo tener mal carácter. Maldije y me fue retobando en dirección a mi carro. Pero al pasar frente a una tienda, una amable señora me paró y me dijo:
¡Mija! Mire como quedó… venga, aquí le doy una toalla y algo para que se caliente.
Traté de negarme, pero acepté llena de pena y vergüenza. Entré a su casa, y solo de verla de lejos ya sabía que se trataba de una mujer evangélica recalcitrante. Me dio una toalla y un café, y me dijo que me quitara la camisa y el pantalón en lo que se secaban en la secadora. Me quedé solo enfundada en la toalla. Estábamos platicando muy animadas cuando sonó el teléfono. Aparentemente una amiga de ella había caído muy enferma. La señora se disculpó conmigo y me dijo que se tenía que ir, pero que su hijo estaba por llegar y el me daría la ropa cuando se hubiese secado. Diciendo esto estaba cuando este llegó.
Yo, obviamente, no me quería quedar solo en toalla cuando solo un hombre estuvi3ra conmigo, por lo que le dije que no se preocupara, pero que yo me tenía que ir. La amable viejita me dijo que no había pena, que su hijo era un hombre muy respetuoso, que de hecho el era el pastor de una iglesia de aquel municipio. No muy convencida, decidí confiar en el.
Se trataba del típico ranchero de oriente de mi país. Alto y musculoso, piel bronceada por el sol y curtida por el trabajo, pero de ojos claros, miel en el caso de Nehemías. Al principio me pareció muy respetuoso y agradable, pero pronto se puso pesado y grosero. Comenzó a inquirir la rozón por la que una mujer sola se dirija hasta Esquipulas de un lugar tan lejano como la capital, sin la adecuada compañía de un hombre, y lo que es más, sin su SUPERVISIÓN. ¡Puta, que somos las mujeres entonces, que nos tiene que llegar a supervisar un hombre hijo de puta! Me emputó rápido ese cerote y le comencé a alegar. Pero a un evangélico recalcitrante no se le debe alegar esas cosas.
Poco a poco se comenzó a poner violento. Empezó a gritarme, diciéndome que era una pecadora, que Sodoma y Gomorra vivían en mí, que el diablo habitaba en mí, que era una de tantas mujerzuelas sucias que pululaban por las calles del señor. Y yo brincona como soy, le respondí con que el era un remedo de hombre, que se hizo pastor solo por no poder conseguir mujeres, que de seguro le gustaba que le dieran por el culo, que era una gran hueco… entonces me besó.
De un jalón violento me bajó la toalla y me la quitó, dejándome totalmente desnuda frente a el. Me quedé helada. Y más todavía cuando se me fue encima, capturando uno de mis senos con sus labios, chupándolo con frenesí. No se por qué pero mi pusa comenzó a babear en ese momento. Me calenté un montón con la acción de ese tipo, que sin darme cuenta lo abracé y lo apreté contra mi seno. Nehemías me llevó hasta el sillón que estaba detrás de mí y me tumbó en el de un empujón. Se sacó la camisa con tremenda rapidez (de seguro eso no era de todos lo días para el pobre) y me comenzó a insultar, mientras se quitaba el pantalón.
¿Verdad que sí sos una cualquiera, un perra pecadora…? Me estás arrastrando al pecado maldita… "pobre de aquel que corrompa un alma piadosa" dice el señor.
En ese momento puso frente a mi cara su hermoso y enorme falo. Un miembro moreno y grueso, nervudo y musculoso, cabezón enrojecido en pié de guerra. Tomó mi cabeza por atrás, y de un empujón la acercó a su arma y me la metió entre lo labios. Todavía opuse un poco de resistencia, pero la verdad, sinceramente, yo estaba muy, muy caliente, así que oponerme hubiese sido una hipocresía. Me tragué su chirozón y comencé a mamárselo como yo solo se. No por nada mi esposo… y uno que otro ex, me decían "Dora la Mamadora".
El tipo no aguantó mucho mi perfecto y experimentado juego bucal y se orgasmeó en mi boca, llenándomela de una cantidad exorbitante de semen. De seguro su puritantismo no le permitía ni siquiera hacerse una buena paja decente. Por otro lado yo no me quejo. Jamás se lo dije a mi marido, pero me gustaba el sabor de su semen… y el de mis ex novios.
Nehemías gruñó como un oso, arqueó su cuerpo y dejó ir todo el contenido de sus testículos dentro de mi ser. Yo traté de retenerlo en mi boca, pues me gusta saborearlo antes de tragarlo, pero me era imposible, y un buen poco se me escurrió por las comisuras de los labios. Además el nunca paró en su movimiento de mete-saca y allí también se me escapó bastante. Fue por eso que después de que el se separó de mi, yo me relamí la cara y salté sobre su palo a limpiarlo del semen que le había quedado.
Como se imaginarán, yo todavía estaba caliente y no le dejé de chupar la paloma hasta que esta se le endureció otra vez. Entonces, atrapada por mis impulsos, me acosté boca arriba en el sillón, frente a el, abrí las piernas con mi chocha chorreante y brillosa, y se la ofrecí. "Al infierno nos iremos… ¡Al infierno!" dijo y se me tiró encima.
En ese momento no me preocupé de que no llevara condón, aunque yo tengo las trompas ligadas. Lo único que me importaba era que me quitara la calentura maldita que cargaba. Me penetró de un solo golpe, y me comenzó a cabalgar sin piedad. Me gritaba de todo y yo me dejé llevar. Levantaba mi cabeza para ver como entraba en mis entrañas ese largo pene moreno, tan duro, tan rudo. Mi pobre cosita no alcanzaba a tragárselo todo. Casi la 4ta parte de este se tenía que quedar afuera por mucho que empujara y estirara mi delicado órgano sexual. Me sentía llena a tope, era imposible que pudiera estar más adentro de mí. Estaba en otro mundo. Cerré los ojos y me dejé de el, le iba a dar todo lo que me pidiera ese día.
¡Marrana! ¡Marrana! ¡Marrana…!- me gritaba constantemente.
¡Si, soy tu marrana!
¡La más… ¡la más sucia…
¡Siiiiiii! ¡La más sucia… la más su-sucia y a… ah… ¡Aahhhh!… apestosa!
¡Nos iremos al infiernooooooo…
¡Si, pero cogiendo…
¡Marrana! ¡Marrana! ¡Marrana! ¡Marrana!… ¡Mil veces marrana…
¡Soy el más sucio de los cerdos… ¡AAAAHHHHH!
¡Marrana! ¡Marrana! ¡Marrana! ¡Marrana! ¡Marrana!
No le tomé el tiempo a esa cabalgata, pero si se que fue bien larga. De hecho el tiempo no importaba, yo me entregué y me dejé de el ciegamente. Por la manera como había empezado todo, la sensación de ser obligada del principio me calentó como un horno. Y ahora ese horno estaba asando un suculento salchichón.
Nehemías me puso en 4, me tiró al piso y me penetró como me encontró (acostada boca abajo), de hecho casi entra en mi chiquito, que en esos días estaba virgen todavía. Ahora está igual de usado que el resto de yo. No reaccioné sino hasta muchos minutos después que el comenzó a derramarse otra vez. Me dejó un gran charco de semen y fluidos entre la pusa. Gruñó y rugió como un león. A mi me hizo berrear todo el bendito rato. Me dejó floja y aguada, totalmente seca. El también quedó seco… bien seco.
Me quedé tirada en el piso, acariciándome las chiches y sobándome la vulva, rebosante de semen y líquidos. La vista perdida y una sonrisa tonta en la cara. Entonces alguien tiró mi ropa sobre mi cara. Era Nehemías, que rojo y avergonzado, me exigía que abandonara su casa pues "esa era la casa del señor y una ramera como yo no debía estar allí".
Me emputé, obvio, me vestí y me fui a la mierda de allí. Ya ni pude despedirme de la viejita tan amable que me atendió. Me subía a mi carro y seguí con mi camino. Pero mejor decidí dar vuelta y regresar a la capital.
Ya no estaba triste, ahora me sentía feliz. Por fin había encontrado un buen método para olvidar y levantarme el ánimo… además de levantar otras cosas. No quiero que me malentiendan. Yo nunca había hecho esto. Pero cómo se habrán dado cuenta, tuve mucha experiencia antes de esta ocasión, pero todas estas con mis novios en el momento y lugares adecuados. Jamás les fui infiel, mucho menos a Julio, y jamás llegué demasiado lejos. Solo es que yo soy caliente, y una vez enamorada, me gusta entregarme por completo.
Desde ese día no he parado de coger. He descubierto nuevos horizontes en mi vida y quiero explorarlos todos. Sola o acompañada, por un hombre o por una mujer, ahora me da igual. Lo cierto es que cuando regresaba a mi casa, y desde ese día hasta la fecha, todavía recuerdo con nitidez digital la voz de Nehemías gritándome, lo que me excita, "¡Marrana! ¡Marrana! ¡Marrana! ¡Marrana!…
Fin.
Gran Jaguar
Pueden hacer cualquier comentario que tengan de este relato al mail de abajo, con gusto los leeré.
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