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Un Argentino Sediento

 Era el cumpleaños de Eva (cumplía 25 años) y no le habíamos preparado nada. Bueno, entre las cuatro le habíamos regalado un teléfono móvil de última generación que nos había costado una fortuna, pero eso no era una fiesta. Habíamos quedado en una cafetería nueva del centro de la ciudad. El regaló le encantó, pero lo cierto es que no consiguió borrar la decepción en sus ojos.

Entonces, mientras el camarero nos servía los cafés, Adriana comentó lo de contratar a un stripper solo para nosotras. Todas nos reímos divertidas, celebrando la típica ocurrencia, cuando se obró el milagro:

“ Si queréis yo puedo ayudaros. Precisamente tengo un amigo que se dedica a este tipo de cosas, es un profesional. Y además, argentino, ¿queréis su teléfono?”.

El camarero. Creo que ninguna había reparado en él antes, no se puede decir que el chico llamara mucho la atención, así que obviamente nos quedamos mudas. Solo Berta - como siempre: es la más lanzada el grupo – se interesó públicamente por el ofrecimiento.
El chico se fue a buscar el teléfono y todas miramos a Berta.

“ Tía, ¿tu estás loca?, ¿es que piensas llamarle o qué!? – le preguntó Yolanda.

“¡Bueno! ¿Y qué perdemos!? Vamos, ¿no os hace la idea...?”

“A mí lo único que me hace es el dinero que tiene que cobrar!!”

“Mira que eres roña...ppssée, que ahí viene...”

Y nos lo dio. Así de simple. Éramos cuatro chicas con el teléfono privado de un stripper argentino. Un caramelito, vaya. Recuerdo que nos quedamos un rato calladas, con el papel del teléfono doblado sobre la mesa, tal y como lo había dejado el camarero. Supongo que todas, como yo, estábamos fantaseando con la idea e llamarle, pero nadie dijo nada.

Al rato, ya cuando los posos del café comenzaban a secarse en el fondo de las tazas, Berta sacó su teléfono del bolso y cogió el papel doblado con el número del stripper.

“Oye, yo creo que deberíamos de llamar...aunque solo sea para saber cuánto cobra...”

Y a medida que marcaba los números , nos íbamos poniendo más nerviosas. Se lo cogió el chico, el argentino, que al parecer se llamaba Ariel. Era muy simpático – Berta más o menos nos iba dando las claves de su conversación, repitiendo sus palabras - . Y cobraba 210 €.
Berta colgó.
“ Pues qué queréis que os diga, 210 € no está nada mal, y encima el chico es un encanto...qué me decís, ¿le llamo de nuevo y le contratamos? “

El caso es que a los 5 minutos volvió a llamar a Ariel y quedamos en vernos todos aquella misma noche en la casa de Eva. Total que para qué contar el resto de la tarde, si me la pesé duchándome, eligiendo un vestido, los zapatos, maquillándome, lo típico, pero en lo que invertí más de 4 horas!!... y de milagro que no llegué tarde a la casa de Eva. Ya estaban todas allí, excepto Yolanda, que, al estar ya casada y con un bebé, como que no anda para muchos trotes ultimamente. Así que éramos cuatro: Eva, Adriana, Berta y yo.

Nos servimos unos cuantos martinis para hacer tiempo y tratamos de relajarnos, bromeándo sobre cómo sería Ariel y sobre lo bien dotado que estaría... hasta que tocaron a la puerta. Berta se levantó y corrió a abrirle mientras las demás nos quedamos como clavadas en el sitio, mirándonos en silencio, cómplices, escuchando cómo Berta le abría la puerta, se saludaban, ella le invitaba a pasar al salón, sus rítmicos pasos por el suelo de parqué, hasta que ambos aparecieron por la puerta del salón.

Ariel llegó sonriendo. .. era guapísimo. En fin, supongo que como todos los que se dedican a esta profesión, pero a mí me impactó tanto, que no fui capaz de reaccionar mientras nos halagaba con sus gestos y sus palabras, saludándonos a todas, una por una, hasta que llegó a mi. Noté como se quedaba un poco parado, mirándome con los ojos muy abiertos y, en lugar de besarme como a las demás, en las mejillas, me dio un solo beso en la comisura derecha de los labios, separándose de mi sonriente y mirándome a los ojos fijamente. No sabría explicarlo bien, pero algo había pasado durante esos minutos. No voy a incurrir en la cursilería de decir que se produjo magia entre nosotros, pero desde luego, algo ocurría.

Ya no escuché la música ni las risas de mis amigas, ya ni siquiera veía la habitación ni sus gestos. Solo podía verle a él, ver cómo se desprendía de la ropa a media que bailaba, verle contonearse al ritmo de algo que yo sabía que no salía el equipo de música, sino de su propio cuerpo. Alguien, creo que Adriana, me tocó la rodilla y me la apretó y alguien más, Berta quizás, me comentó entre susurros que si ya había pillado el punto al martini. Ni tan siquiera reconocí su voz, peor sonreí, dije que sí y me dejaron en paz, disfrutando de aquel cuerpo que solo bailaba para mi, aunque fuese a Eva a quien ataba a una silla para bailarle alrededor...

Cuando todo acabó, cuando ya Ariel había mostrado toda su masculinidad desde las más diversas perspectivas, cuando ya habíamos comprobado lo maravillosamente bien dotado que estaba – una polla que decenas de mujeres ya habrían visto contoneándose -, cuando ya Ariel, acompañado por Berta hasta la salida cobró y se marchó, Eva, ebria de alcohol y anatomía masculina sin disfrutar tras el espectáculo, propuso que nos fuéramos de cacería.

Pero yo rehusé, pretexté que estaba muy cansada y me marché a casa. Pero si bien o había llegado aún a mi coche, oí una voz a mis espaldas:

“Tanta prisa tenés que te vas tan pronto...?”

el corazón me dió un vuelco. Ni siquiera me giré. Entonces noté cómo los musculosos brazos que minutos antes había contemplado extasiada, me rodeaban por la cintura y sus labios, los suaves labios de Ariel, me rozaban el cuello desde su base hasta los lóbulos, suave, despacio... con su sexo duro contra una de mis caderas, su respiración despertándome la piel...

Estábamos en la calle, justo entre el portal el edificio de Eva y mi coche. Yo me giré, encarándome a él, y retrocedí unos pasos para apoyarme en mi coche. Ariel no me soltó, sino que sujetándome e la cintura, me alzó y me sentó en el capó. Eso me produjo una sensación muy placentera, ya que había lloviznado por la tarde y el coche estaba húmedo y, claro, yo, al llevar una minifalda elevada a la mínima expresión, me noté el culo resbaladizo y húmedo sobre el frío material. Entonces Ariel me tumbó suavemente y me comenzó a magrear el pecho mientras que con la otra mano trataba quitarme el tanga, lo que no le costó demasiado, de lo precario que era.

“ Tenés el mejor coñito que he visto en mucho tiempo, vení...”

Mientras decía esto paso decididamente sus dedos por mis labios , yo no pude evitar un suspiro y que sin querer mi culo se levantase, abriendo un poco mas las piernas (yo me había apoyado con los pies en el parachoques), sus manos al verlo se quedaron quietas un instante y a continuación volvieron a pasearse por mis labios una y otra vez hasta que se introdujeron dentro de mi, para notar mi encharcado sexo, al poco me sobrevino un prematuro pero delicioso orgasmo con una afluencia de líquidos que me chorreaban literalmente por mi entrepierna, y él, con una delicadeza inusual lamía mis líquidos y subía su lengua hasta mi hinchado sexo, al notar sus labios en mi vagina creí morir y con unas convulsiones me llegó sin avisar mi segundo con la consiguiente afluencia de líquidos que fueron a parar directamente sobre la boca de Ariel, que succionaba con fuerza mientras yo hacia esfuerzos por no gritar.

Yo sentía pequeñas convulsiones entre mis piernas, estaba tremendamente mojada.
Ariel se puso de rodillas al borde del capó el coche, levantó mis piernas arqueando las rodillas, y empezó a lamerme los muslos. Los mismos golpes que sentía en el pecho, los sentía en la parte superior de mi sexo... era mi clítoris que estaba hinchado y pronto para recibir su merecido tratamiento.
Ariel fue bajando con su lengua por mis piernas, hasta que llegó a mi sexo. Empezó a darme besos sobre el vello de mi sexo, jugando con su lengua recorriéndome el sexo como podía .A esta altura mis jugos vaginales corrían por mi vagina hacia abajo, se paraban en mi ano y empapaban el coche. Ariel separó con mucho cuidado mis labios vaginales.
Con su mano izquierda separó los labios que recubren el clítoris y empezó a darme pequeños toques con la punta de su lengua. Recuerdo que yo me estremecía de placer, tanto, que Ariel me pidió que me quedara quieta.
Tomó mi clítoris con el labio inferior de su boca mientras que con la lengua lo levantaba y lo acariciaba. Lo tenía aprisionado. Tres veces seguidas sentí esos espasmos tan fuertes, espasmos a los que después les llamaría orgasmos. Luego tomó mi clítoris entre ambos labios y los apretó, como si quisiera mordérmelo, y en forma frenética empezó a mover su lengua de izquierda a derecha a una velocidad alucinante.
Empecé a retorcerme, sentía mi vientre como si estuviera hinchado, y lo que tenía en la vagina eran verdaderas convulsiones. Sentía además dolor en los ovarios porque me había excitado mucho. Cada vez que sentía los espasmos, Ariel me cambió de posición y sin dejar de lamer y relamer mi ardiente sexo me agarró de las nalgas y tiró hacia los costados abriéndomelas, lo que me producía un fuerte dolor, pero fantástico. Sentí como con su dedo mayor de la mano derecha acariciaba en círculos mi ano como si quisiera meterme el dedo pero sin hacerlo, hasta allí había llegado mi jugo, y esa zona era una rara mezcla de sudor y jugo.
Sentí cómo su cabeza se hundía entre mis muslos... contuve la respiración y cuando su lengua se metió entre los labios de mi vulva no pude evitar un grito de emoción, a partir de ahí todo fue como un sueño increíble. Ariel sabía como mantenerlo en su punto exacto, su lengua iba de un lado a otra lenta o rápida haciéndolo crecer y bajar de intensidad y yo pasé a otra dimensión donde solo sentía un intenso placer que jamas me imagine que se pudiera sentir. Me tenía aprisionada, cada orgasmo que me dejaba exhausta, pero no me daba tregua....

Fue entonces cuando, en uno de sus húmedos lametones, oí una risa que provenía del portal. Giré la cabeza y vi a Adriana, con un gesto de malicia deformándole los labios. Yo agarré por la cabeza a Ariel y le separé de mi...

“ Ah!! ¡Zorra! Por eso te querías ir tan pronto, ¿eh?...” – me espetó- .

Entonces no tuve por menos que echarme a reír, mientras me encogía de hombros. ...e invitarla a nuestra fiesta privada...


Aliena del Valle.- FOTOS

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