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El Guia Turistico

Llegué a la ciudad de México con retraso. Supongo que eso no es ninguna noticia en la ciudad con más población del mundo, donde unas 20 millones de historias se entrelazan para formar una amalgama de situaciones que podría bien entrar en un cuento de García Márquez.

Había dejado la fría ciudad de Chicago por dos semanas para impartir un curso especializado en una universidad privada de México. Esa institución había reservado para mí una habitación de hotel al otro lado de la ciudad, muy cerca de Insurgentes, así que a eso de las 5 de la tarde abordé uno de los miles de taxis verdes de la ciudad y me dirigí hasta el hotel.

El taxista, un hombre corpulento de no más de 40 años de edad, platicaba conmigo mientras miraba esporádicamente por el retrovisor. Sentí en más de alguna ocasióm que sus miradas eran inquisidoras, penetrantes.

"¿Qué recomendaría que puedo hacer el fin de semana?"- le pregunté mientras mi mirada iba hacia los ojos negros del taxista que hacía un alto en una intersección.

"Pasear"- me dijo mientras sonreía.

"¿Puede recomendarme una buena agencia de turistas?"

"Claro. Conozco a la persona perfecta para eso"- me respondió mientras aceleraba la marcha y sacaba su teléfono móvil. "¿Y tiene algo planeado para hoy por la noche?"

"Bueno… realmente"- dude –"estoy un poco cansado por el viaje… no se…"

"¡Ah, no diga tonterías, usted está joven… ¿cuántos años tiene? ¿30?"- me dijo el taxista volviéndome a ver por el retrovisor mientras a lo lejos se escucha el claxon de algún motorista inconforme.

"Treinta y cinco"- le dije un poco orgulloso que el taxista hubiera dicho 5 años menos.

"No lo parece…"- comentó mientras pulsaba algún número en el celular.

"Gracias"- le dije mientra pensaba si debería hacer un comentario sobre su edad. Lo hice. "Usted también está joven…"

"Siete años más"- me dijo mientras sostenía el teléfono. "¿Bueno? ¿Pietro? Soy yo, Luis… si… te tengo un cliente… si… no… quiere saber si le puedes ayudar como guía turístico… si… ¿puedes hablar con él?… bueno… si… en el Marriot de Insurgentes …bueno… nos vemos al rato…"

Luis, ahora sabía como se llamaba, desconectó el cellular y me vio por el retrovisor.

"Pietro me dijo que él estará en el lobby del hotel a las 9 de la noche, si quieres ir a algún lado. El es muy bueno, professional, digo… no te vas a arrepentir de contratarlo…"

Aunque mi instinto me decía que la cosa era demasiado fácil, acepté y le dí mi nombre para que me llamara cuando llegara.

Luis me dejó en el lobby entregándome su tarjeta en la que aparecía su número de móvil.

"Si no estás contento con Pietro, llámame"- me dijo mientras me daba la mano y se subía a su taxi.

Un poco antes de las 9 de la noche, y luego de haberme bañado y dado una siesta de un par de horas, comencé a vestirme. Escogí un jeans y una chaqueta deportiva que hacía juego con la camisa blanca que llevaba. Ví el reloj en la cómoda: 8:55. El teléfono sonó en ese instante. No hubo necesidad que se identificara, pues yo ya sabía quien era.

"¿Pietro?"

"Estoy abajo"- me dijo una voz varonil.

"Bajo en un minuto"- le dije.

Me cepillé los dientes, me puse la chaqueta y bajé.

Pietro estaba de espaldas a los elevadores. Un hombre corpulento, pero no un físico-culturista, cabello recortado, hombros amplios, vestía un pantaloon y una camisa negra, en su mano tenía un suéter gris obscuro.

Se dió la vuelta al escuchar mis pasos y me sonrió. Esa sonrisa fue suficiente para que yo me derritiera por dentro. Era una mezcla de sensualidad y picardía. Un diminuto lunar en su mejilla izquierda resaltaba en el rostro juvenil que me sonreía.

"¿Diego?"- me preguntó ya extiendo su mano mientras se pasaba el suéter a la otra.

"Si… hola"- le dije mientras apretaba su mano. Era una mano suave, como la mía, y sin embargo era como apretar algo desconocido…pero que quería conocer.

"Bienvenido a México"- me dijo con su amplia sonrisa.

"Gracias".

"¿Vienes por negocios?"

"Si. Voy a dar un curso en la universidad…"

"¿Sobre qué?"

Los próximos 10 ó 15 minutos me la pasé contestado sus preguntas. Por alguna razón me sentí importante. Pietro me hizo sentir importante, pues me preguntaba con verdadera curiosidad. Pero yo también hice un par de preguntas. Supe que había vivido en Toronto, Canadá y que se había regresado a México para establecer una agencia de viajes. Era soltero, y hasta donde yo podia ver, sin compromiso.

Luego hablamos de adonde quería ir y qué cosas me gustaría conocer en aquella urbe. Me ofreció un paquete con pago total que me pareció justo, así que nos encaminamos al teatro Manolo Fábregas para ver una obra musical.

"¿Traes tu pasaporte?"- me preguntó al haber dado un par de pasos hacia la salida.

Me toqué ambos bolsos de la chaqueta e hice un gesto negativo.

"Lo dejé en mi maleta…"

"Oh, no importa, vamos a traerlo… es mejor andar identificado…uno nunca sabe"- me dijo mientras dábamos media vuelta y nos dirigíamos al elevador.

Ya adentro el olor a su colonia invadió el estrecho lugar.

"¿Eternity?"- le pregunté en un breve momento de silencio.

"¿Mande?"

"Tu colonia… es Eternity, ¿verdad?"- le dije un poco apenado.

"Veo que no soy el único con buen olfato"- otra vez su sonrisa picarezca –"Porque si no me equivoco llevas Obsession".

Nos reímos al mismo tiempo que se abría la puerta del ascensor.

Entré a mi habitación mientras él cerraba la puerta tras sí.

Una sensación muy difícil de expresar me inundó en aquel brevísimo momento en el que me encaminé hacia la maleta que yacía en el borde de la cama dándole la espalda.

"¿Quieres…?"- su voz estaba tan cerca de mí que el aliento con olor a cardamomo se confundía con el grato olor a Eternity.

Me dí la vuelta y lo tuve frente a mí. Sus ojos me miraban directamente a los míos. Sus labios, gruesos como los míos eran irresistibles. Sólo bastó que mi cuello se alzara un poco para nuestras bocas se entrelazaran en un beso apasionado mientras sus manos tomaban rápidamente mi cintura. Yo me quedé quieto dejando que Pietro me envolviera con sus brazos. Su boca dejó la mía y bajó lentamente hacia mi cuello.

"Si quiero"- le dije mientras él sonreía.

"Yo también"- me dijo mientras su lengua me hacía cosquillas en mi cuello. Sin decir más palabra me quitó la chaqueta que fue a parar a un lado de la cama.

Sus manos entonces se metieron diestramente en mi camisa y las sentí sobre mi abdomen y pecho mientras los pelitos se enredaban eróticamente en sus dedos. Mi camisa blanca fue siendo desabotonada lentamente mientras yo cerraba los ojos y permitía que Pietro me desnudara.

"¡Ah… me encantan los hombres como tú… velludos, pero no unos changos!"- comentó mientras mi camisa iba a parar encima de mi chaqueta.

"Ahora déjame a mí"- le dije abriendo mis ojos y poniendo mi mano sobre su camisa que era exactamente del color opuesto a la mía. Sus amplios hombros aparecieron a mi vista y sus tetas obscuras pobladas por una capa muy suave y leve de vellos hacía que mi verga luchara por salir de su encierro.

Puse mis labios sobre aquellas tetas preciosas y se las chupé, primero con delicadeza y poco a poco con más y más rudeza, hasta que lo hice gritar.

"Veo que esa cosita aquí adentro"- le dije al oído mientras mi mano agarraba el paquete dentro de su pantalón-"quiere escaparse".

Pietro solo suspiró.

Bajé lentamente por aquel abdomen hasta llegar al ombligo. Me detuve unos instantes mientras lo saboreaba. Su piel estaba fresca, limpia. Llegué hasta el cinto y lo agarré con mis dientes mientras podia sentir en mi barbilla como el pene se movía nerviosamente dentro del pantalón. Con precision y utilizando mi boca pasé el cinto por la hebilla hasta desengancharlo. Me puse de rodillas.

"Soy tu esclavo"- le dije con una media sonrisa.

Con ambas manos le bajé el pantalón. Sus piernas velludas y masculinas quedaron al descubierto mientras su tanga profundamente azul era muy pequeña para el paquete que celosamente guardaba.

"Antes que me la quites"- me dijo poniendo sus manos sobre mi cabeza –"déjame desvestirte a ti".

Gentilmente me puso de pie, me atrajo hacia él y nuestros cuerpos se toparon levemente descargando una presión eléctrica de más de 1000 voltios entre nosotros. Suavemente me desvistió. Sólo me dejó el calzoncillo blanco que llevaba puesto. El se quitó sus zapatos y calcetines.

"¿Quieres que te lama todo?"- me preguntó viéndome a los ojos.

"¿Todo?"

"¡Todo!"- confirmó mientras me empujaba gentilmente hacia la pared.

Me puso contra ella y se tiró al suelo. Cerré los ojos al sentir sus labios que entraban lentamente en los dedos de mis pies. La sensación era sobrecogedora. Su lengua fue subiendo lentamente por mi pie, mi pantorrilla, mi talon, mi pierna, mi rodilla, mi muslo, mi cadera, mi abdomen, mi pecho, mi hombro, mi cuello, mi oreja.

"Date vuelta"- me indicó al oído mientras yo podia sentir como mi respiración era ya entrecortada.

No dije nada y simplemente le hice caso. Cuando su lengua rozó mi espalda no pude contenerme.

"Meteme tu lengua en mi culo…por favor…ay…ah…"

Sentí como cogía mi calzoncillo con su boca y con un poco de ingenio me lo bajaba por completo.

"Lindo trasero"- comento a mis oídos casi en un susurro mientras yo sentía su paquete, aun dentro de la tanga que rozaba mis nalgas velludas.

"Es todo tuyo"- le dije mientras Pietro me lamía el cuello.

Bajó luego hasta mi trasero. Con suavidad, pero firmemente me abrió las nalgas y sin decirme nada puso su lengua en mi esfínter. La balanceó de un lado a otro lubricándome con lentitud. Yo podia sentir como mi verga expulsaba ya líquido preseminal aun sin haber sido tocado. Su lengua entonces ingresó hasta donde pudo y yo dí un grito de placer.

"¡Aayyyy!"

Casi no lo escuché pues en ese instante sonó el teléfono de la habitación.

"¿Contestas?"- me preguntó mientras yo me mantenía con el culo abierto.

"No, no…no…"- le dije molesto por la interrupción.

"Creo que sé quien es…"- me dijo mientras permanecía agachado.

"¿Quién?"- pregunté dándome vuelta.

"Luis"- al escuchar su nombre supe lo que vendría después, y la idea me excitó aun más…

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