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Secretos de Un Matrimonio -7ª Parte

La doctora se encontraba algo estupefacta.

- ¿porqué no me lo habías dicho antes Inés?

Eva Scarpetta le hablaba en tono reposado, totalmente exento de reproche. La mujer tendida con un batín en el diván de piel contestó haciendo un gesto que denotaba incertidumbre.

- no lo sé Eva... de verdad. No sabría explicártelo. Lo siento de veras.

- Querida... no te lo he preguntado como censura, sino con un fin exclusivamente terapéutico. Por alguna razón no has considerado importante decirme hasta ahora que mantienes una relación sadomasoquista vía internet desde hace meses. Esa razón tiene su lugar en el puzzle. Así que no lo sientas y procura escarbar en tu mente.

(pausa)

- no sé... ¿cómo podría explicártelo? Es algo que no me afecta demasiado... no me crea problemas ¿entiendes?

- quieres decir... ¿que no te produce sensación de estar haciendo nada malo... ningún complejo de culpabilidad, como cuando te corres por causa de tus sueños al ser dominada?

- sí... algo así.

- ¿disfrutas con esa relación? Quiero decir... ¿llegas a obtener placer de forma equiparable a tus sueños provocados?

La chica tumbada se tomó un tiempo para contestar.

- no sé... es distinto. Cuando me relaciono por internet me dejo llevar, no soy yo quien decide. Me considero... un ente pasivo. No tengo ningún control sobre mi misma.

- de alguna forma, así es también en tus sueños.

- si y no. lo que me ocurre en sueños es lo que yo fantaseo despierta. Con Gabriel es distinto. Estoy totalmente a su merced, ¿me entiendes?

- ¿Gabriel?

- Sí. Mi amo virtual, el de internet.

- Ah... si, tu amo...

La doctora Eva Scarpetta se arrellanó en el sillón, como hacia siempre que veía nuevos caminos que explorar. En este caso, una vez más en su relación con una paciente había una parte personal en el asunto. Conforme pasaba el tiempo, esperaba las visitas de Inés con interés algo más que profesional. Desde hacia algunas semanas con mayor frecuencia, el verla desnuda le provocaba accesos de lujuria que procuraba controlar preparándose mentalmente un cuarto de hora antes de cada sesión.

- Inés... ¿qué te parece si hacemos una especie de travelling y volvemos a las primeras sesiones?

- ( algo sorprendida)¿a las primeras? ¿a qué te refieres?

- me refiero a que voy a hacerte de nuevo las preguntas que ya te formulé, sobre tu niñez, tus inclinaciones, tus sueños y fantasías, tus relaciones eróticas de adolescencia.

- (pensando) ya sé que no decido la terapia pero... ¿te importaría decirme con qué fin? ¿no te fías de mis respuestas?

La doctora suspiró y se quitó las gafas.

- Inés, fíjate bien en lo que te digo: si por un segundo, un solo segundo, sospechara que me mientes te echaría de la consulta. Te dije en su momento que tener fantasías sadomasoquistas era algo muy común, y que no era nada malo. Tampoco lo es intrínsecamente el practicarlo, con los cuidados y precauciones necesarias. No se debe ir al analista por sentir ocasionalmente sentimientos de culpa, salvo cuando son obsesivos y reiterados, como "parece" - solo parece - ser tu caso. nos encontramos con una situación nueva. En este contexto considero importante ver como respondes ahora a las preguntas que te formulé. No en el contenido, sino en la forma de hacerlo. ¿queda aclarado?

- (muy azorada) perdona Eva... no era mi intención molestarte. Lo siento.

- (con voz comprensiva) no pasa nada Inés, no pasa nada. ¿Que dices?

- Eva... ¿te importa si lo dejamos para otra sesión? No me encuentro preparada... perdóname.

- no importa Inés, no importa...

* * * * *

MIÉRCOLES 26 FEBRERO

Las dos mujeres se encontraban solas en la sala del gimnasio. Ambas habían escogido esa hora precisamente, las 10 de la noche, porque eran cuatro gatos. Se lo podían permitir porque no tenían obligaciones en casa. Una de ellas, la morena, bañada en sudor, trabajaba el aparato de firme, mientras que la otra, rubia y más mayor, racaneaba bastante.

- Inés... ¿porqué tienes tanta energía? ¿cómo lo haces?

La chica no contestó enseguida. Estaba enfrascada con una furia inusual subiendo y bajando la barra situada sobre ella. paró y dio un largo suspiro. Estaba agotada. Tomó aliento y giró la cabeza hacia su amiga.

- no es que yo tenga energía Carme, es que tu no tienes ninguna. No sé a que vienes, la verdad.

(un poco molesta por el comentario) - Jolín hija, ¡¡como estas hoy!! ¿Qué te pasa? ¿no te folla bien el Joan?

(gesto de disgusto) - ya estamos... ¿no hay otras razones en tu vida que las que tienen que ver con el sexo? (arrepentida)... perdona mary...no quería ofenderte. Estoy un tanto nerviosa.

- no te preocupes Inés. Soy tu amiga y estamos para eso, pero ahora en serio... no te veo muy católica hoy.

- es verdad, no ando demasiado bien últimamente. Mucho trabajo. Necesito descanso. O...

- (riéndose interrumpiéndola) - un buen polvo... eso necesitas. Mejor... un par de docenas. De verdad, si puedo ayudarte, ya sabes.

- gracias Carme. Es el curro... no puedes hacer nada... ni los polvos tampoco.

Carme se incorporó del banco con esfuerzo, se sentó de cara a su amiga y con expresión seria le dijo.

- Inés, ¿desde cuando somos amigas?

- (sonriendo pero sin demasiada alegría) desde Las Paulas... lo sabes muy bien.

- Lo sé... eso quiere decir que te conozco como si te hubiera parido. ¿y sabes qué? Pues que el trabajo no es capaz de romper tus esquemas capricornianos de equilibrio emocional... tu flema británica... así que ya lo sabes. A mi no me engañas. Te pasa algo... y gordo.

Inés no contestó... miro a su amiga. Carme le aguantó la mirada. Volvió a tomar con sus manos la barra... y con renovada furia reemprendió la tarea de empujarla arriba y abajo. Su amiga con gesto de fastidio volvió a tumbarse y a comenzar con su ejercicio, murmurando para que Inés lo oyera –bienvenida al mundo de los humanos niña.

* * * * *

VIERNES 28 FEBRERO

Inés no se separaba del móvil ni a sol ni a sombra. Esperaba su llamada. Estaba segura de que lo haría. La había echado de casa, la había insultado llamándola zorra, sin explicación alguna. Sin embargo le resultaba inconcebible que la cosa pudiera terminar así, sin más. Decidió concentrarse en su trabajo e intentar olvidar. Casi lo consigue cuando suena el nokia. Lo toma con la avidez de un niño lamiendo un helado. Desilusion: es Joan; la llama para decirle que no irá a comer ni a cenar. Tiene una entrevista con los ingleses, así que llegará muy tarde. Vuelve a dejar el teléfono en la mesa y suspira. Consigue reemprender la tarea con la que lleva enfrascada toda la semana. Son las tres menos cuarto y empieza a recoger. Mientras se pone la chaqueta piensa con resignación –mañana será otro día-. Coge el bolso y suena el teléfono. Su secretaria le dice:

- Inés, tienes una llamada.

Una hora y media más tarde el mini rojo para frente a la facultad de Farmacia en Burjassot y recoge a un hombre alto con una bolsa. Se sienta en silencio. Pasados unos minutos le pregunta a la chica que conduce.

- ¿lo tienes todo?

- si- contesta ella con laconismo.

Siguen en silencio hasta llegar a la casa. Aparcan y ella saca un paquete del maletero. Entran al vestíbulo.

- sube arriba y póntelo. Pon en marcha la sauna y espera en el gimnasio a que yo suba.

Inés sube obedientemente por la recargada escalera de su casa hacia su habitación, mientras Alex va a la biblioteca donde se sienta. No tiene establecido ningún guión pero solo de pensar lo que va a hacerle a esa zorra remilgada experimenta una erección. Se fuma un cigarro en silencio, absorto en sus pensamientos. Sin quererlo piensa en Lola, su ex-mujer. ¡cuanto daría ella por estar aquí en este momento! Cuando cree que ha pasado un tiempo prudencial sube al encuentro de Inés. Es tal el ahogo de deseo que le invade que apenas puede subir hasta el ultimo piso. Entra en el gimnasio y allí esta ella, con un corsé rojo hasta el vientre, con liguero incorporado y medias también rojas. También lleva bragas, pero en sus rodillas. Alex se da cuenta entonces de su pubis tan especial, tan.. transparente. Lo señala con su dedo.

- ¿Te lo afeitaste al cero?

- No. Lo tengo así.

Alex está encantado con ese pastel - Mmm... suéltate el pelo y pon en su sitio el tanga... ahora ponte un albornoz y entra en la sauna. Ya te avisaré.

Inés hace exactamente lo que le dice. Abandona el gimnasio mientras Alex observa a su alrededor. Al cabo de unos diez minutos va al cuarto de la sauna y abre la puerta de pino macizo.

- Sal.

La chica está totalmente bañada en sudor, pero la humedad de su interior es una mezcla de efluvios corporales. Está tan caliente por dentro como por fuera.

- quítate el albornoz y ven.

Se dirige a las espalderas donde Alex la espera con unas esposas. La coloca de espaldas a las barras y le aprisiona las muñecas a una de ellas, lo suficientemente alta como para mostrar sus axilas, pero que le permitan agarrarse a ella y no lastimarse las manos.

- desde hoy no te depilarás tus sobacos... Hasta que yo te lo diga.

Alex se colocó frente a ella y se quitó el cinturón, agarrándolo por las dos puntas. Era el que usaba en "esas" ocasiones. De cuero trenzado, flexible pero muy duro. Al menor azote sus marcas denotaban su efectividad. Tenia que usarlo con mesura, ya que si se usaba con excesiva fuerza sus efectos eran devastadores sobre una piel sensible. Afortunadamente para sus sumisas Alex sabia autocontrolarse perfectamente.

- he azotado a bastante mujeres. ¿sabes porqué lo hago habitualmente frente a ellas?

- no... no lo sé.

- Pues es muy fácil. Porque les veo la cara. Veo lo putas que son cuando gozan con el látigo, con la humillación, con los insultos. Otras veces no gozan sino que sufren, pero lo hacen felices porque yo lo gozo. Esas son las mas putas de todas, y por eso son las mejores, las que se someten de buen grado porque saben que me pertenecen, que yo puedo disponer de ellas a mi antojo. ¿Tú a qué categoría perteneces Inés?

- no lo se, no puedo saberlo... nunca lo he experimentado, nunca.

- ¿ah, sí? ¿Y esas marcas?


- me las hice yo... yo sola.

- ¿tu sola? ¿así... por las buenas? ja!!! – y Alex le dio el primer azote en sus muslos, un golpe suave pero que hizo gemir a Inés.

- no me mientas. No lo hagas más Inés. La próxima será más fuerte.

El correazo le había dolido. Inés empezó a barruntar algo nuevo: No es lo mismo autoflagelarse que te lo haga otra persona. sintió miedo por primera vez... ahora el castigo no dependía de ella y eso contribuyó a excitarla todavía más.

Alex dejó el cinto y saco unas tijeras grandes de su bolsa. Inés se estremeció... y dijo casi lloriqueando – no, no... –

Alex no pudo evitar reírse: - no las voy a usar contigo... todavía...- Tomó una a una las copas del sujetador, estirándolas y cortó las puntas, dejando los pezones asomando por los huecos. Después cortó las tirillas del liguero y bajó las medias hasta la rodilla. Por último cortó las bragas dejándolas colgando del elástico.

Se separó hasta quedar a tiro.

- no debería hacer esto. Demasiada consideración tengo para una zorra como tú. Ahora prepárate porque voy a mostrarte lo puta que eres. Empieza contándome lo de las marcas en tu espalda. Venga.

Como Inés permaneció en silencio más de lo que Alex consideró tolerable recibió el primer correazo serio en el corsé. A pesar de que éste era recio le dolió de veras. Inés rompió en llanto.

- no me pegues... por favor, no me pegues más. Me los hice yo. te lo juro, fui yo. tengo una relación por internet con un hombre. Él me pidió que lo hiciera. Créeme, no me pegues, por favor.

- vaya vaya la niña... así que jugando a Amos y sumisas por el PC... y seguro que en horas de trabajo. ¿así se gastan el dinero los contribuyentes?... puta!, puta!...

Fueron dos azotes durísimos que marcaron su vientre y pubis. Inés dio dos gritos desgarradores. Y lloró... lloró... con voz entrecortada suplicó:

- no... me... pegues... por fa...vor, no...

Alex se acercó a ella, puso su mano en su sexo y hundió su dedo medio en su vagina. Lo sacó y lo paseó por los labios de Inés.

- ¿ves como te he demostrado lo puta que eres? ... ¿lo has visto Inés...? dímelo... ¿ves lo zorra ramera que eres?

- si Alex... veo lo puta que soy...

- eres mi puta, ¿verdad Inés? ¿eres de las putas que se entregan, no es así?

- si Alex... lo soy...

- las más putas de todas... ya te lo decía yo.

Se acercó más a ella y la besó en su cuello mientras con su dedo acariciaba su vulva. Apenas rozó su clítoris Inés se corrió. Alex no la dejó disfrutarlo demasiado. Con las tijeras rasgó el corsé y las bragas y la desenganchó, dejándola caer de rodillas al suelo. Le puso un collar de mascotas.

- así, desnuda como una perra quiero verte. Cada vez que te cites conmigo a solas iras totalmente desnuda y llevarás ese distintivo de tu verdadera condición de perra ramera. ¿estamos?

Inés, todavía conmocionada contestó afirmando con su cabeza. Alex dio por buena la repuesta. Desabrochó sus pantalones y los bajó con su slip. Tenia el pene erecto.

- ven aquí... a cuatro patas.

cuando Inés estuvo frente a él le espetó:

- chúpamela.

Inés tomo el miembro con sus dos manos y lo puso en su boca. Con los labios lo apretaba y movía la cabeza rítmicamente adelante y atrás, mientras su lengua acariciaba el glande. Sus manos sobaron los testículos y se apretaban contra el ano de Alex. Se puso a gemir como un gato. - Lo hacía bien la muy puta- penso. Inés notaba la progresión de la erección sintiendo la dureza y la hinchazón de las venillas. Iba a correrse sin remedio de un momento a otro... ella lo sabía... unas manos la tomaron por sus cabellos y tiraron atrás su cabeza... un primer chorro de esperma salpicó su cara... y otro... y otro. Las sucesivas descargas perdían fuerza pero rociaron sus pechos y cuello. Al final la fuente cesó de manar. Alex suspiró profundamente.

Cuando se recuperó mínimamente se levantó. Inés estaba todavía de rodillas, sin osar a cambiar de posición. Sacó de la bolsa una correa y la enganchó del collarín de ella. Y dio un estirón brutal que le dejó marcado el cuello.

- ahora hay que sacar a mear a las perras... vamos.

Inés bajó los dos pisos a cuatro patas.- por tres veces perdió pie y sendos tirones lastimaron su garganta impidiendo que cayera. de esa infamante forma Alex la sacó al exterior, hasta los árboles.

- mea puta... como los perros., levantando la pata.

Inés lloraba cuando hizo lo que le pedía, rogando a Dios que ni Filo ni Néstor la vieran en ese estado de envilecimiento.



* * * *

continuará...

ines34@ozu.es FOTOS

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