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Secretos de Un Matrimonio - 6ª Parte

Los dos hombres con bata blanca toman un capuchino en un despacho en la mañana del lunes. El sol entra a raudales pero no esta encendida la calefacción y hace destemple. La ola de frío a pillado a València cagando.

- ¿que tal ayer con la tetuda?

- demasié p´al cuerpo tío. Esa tía tiene una marcha...

Alex hace un gesto de desdén.

- a ti te gusta todo lo que tenga menos de veinte. Te pasas la vida comiendo hamburguesas cuando en casa tienes angulas y jabugo. Desde luego... cosas veredes.

- Inés no puede darme lo que me dan estas crías Alex... hay que admitirlo.

Rascándose la cabeza, Alex negaba con la cabeza.

- bueno... (Joan en tono jocoso) ¿y tu qué? ¿en la sauna con mi mujer mirándole el culo? Por eso me vienes dando regañinas.

-(riendo) oye... ¿ella suele entrar a menudo con desconocidos? Porque tiene una gracia para no enseñar ni un centímetro más de lo políticamente correcto... joder con la niña... vaya recato.

Joan se rió abiertamente.

- veo que empiezas a conocer a Inés. Pues no... siempre se toma la sauna sola. Yo no entro en ese armario ni arrastrado. Lo que pasa es que ella es per-fec-ta. Eso es lo que pasa. Ay Alex...

- Joan... en serio, ¿has observado últimamente a tu mujer?

- ¿lo dices por lo buena que está, o por algo en particular? Yo la veo siempre igual.

Alex cambió su gesto - ya bastante serio - a claramente adusto.


- creo que no le prestas la atención debida... eso creo. Vas por ahí picoteando de flor en flor y la tienes abandonada.

- ya. ¿Asi que eso crees? ¿confidencias ante la chimenea en la tarde de domingo? ¿es eso?

- no. Te equivocas. Desde luego estuvimos charlando ante el hogar. Mi misión era entretenértela, ¿no era eso? Pero lo hice por gusto. Y (mintiendo) ¿sabes una cosa?... solo hablamos de mi. Tienes en casa una experta en hacer que la gente largue.

- espero que fueras discreto – dijo Joan muy serio.

- no te preocupes. Tu honor está a salvo.

Los hombres apuraron el vaso de plástico y casi al unísono los tiraron a la papelera, haciendo blanco. Se echaron a reír.

Alex se decidió. Lo dijo sin pensar demasiado en la oportunidad, en el momento adecuado, pero llevaba "in mente" decírselo hoy sin falta:

- Joan... voy a hacerme a tu mujer. Quiero que me dejes.

Este se puso serio, pero no enojado. Se tomó su tiempo, y suspiró.

- Alex, yo quiero a Inés, pero eso no cuenta. Tú eres mi amigo... y no la conoces. Si ella percibe que le tiras los tejos me lo dirá inmediatamente... y me exigirá que rompa toda relación contigo... o se divorciará. Estoy seguro de que lo hará- y añadió en tono más distendido.

- Aparte de que si te propasas te romperá un diente de la hostia que te dará. Esta más que maciza. Hace pesas todos lo días y va al gimnasio dos por semana... bueno, ahora en serio. No, no lo hagas Alex... No pongas en peligro nuestra amistad.

- y si se deja... ¿que pasara si se deja?

- entonces ya lo sabes...toda tuya.

- eso es precisamente lo que quiero. No voy a por un simple polvo... voy a por ella. A someterla. A hacerla mi esclava. ¿Que dices?

- ya lo sabes de sobra. No se porqué me pides autorización. Nuestro acuerdo sigue en pie con las condiciones pactadas. Pero te lo advierto Alex: ella no es Lola.

- desde luego Joan... afortunadamente ella no es Lola. Bueno, tengo que irme. He quedado con el administrador y quiero aprovechar para comprar en el hiper. Espero volver sobre las 5 y media. ¿estarás?

- sí... creo que sí... si mi mujer no me da la tabarra para alguna bobada.

Se levantan y salen al pasillo, conversando animadamente.

- Oye... ¿ya has visto a la nueva tesinanda de Andrés?

- ¿la rubia de la mini? Ah, si... vaya pedazo de tía, eh?



* * * * *


La una y media del mediodía. En la cola de una caja del hipermercado Alcampo en Alboraia, un hombre da un suave golpecito con el carro en el culo de la chica que le precede. Ella se vuelve y encuentra al hombre sonriendo. Le devuelve la sonrisa.

- Oye... ¿ así vivís los funcionarios, comprando en horas de trabajo?

- nooo, que más quisiera yo. Es que me he pedido un moscoso. Y tu... ¿no deberías estar en el departamento?

- ventajas de no tener docencia. Ya sabes... estoy de paso. De tosas formas parece que estamos predispuestos a vernos por aquí.

- Sí, eso parece -, responde ella mientras se hace un hueco para darle un beso.

Cuando salen con sus respectivos carros, ella le hace una pregunta de perogrullo.

- tu vives aquí, ¿verdad?

- si, en la parte vieja, la de las casitas bajas.

- es la mas bonita. ¿ también tienes barco en la terraza?

- (riéndose) nooo. Que más quisiera yo. Pero es una pocholada. Me la alquiló un amigo pintor de estos que hacen cuadros prerafaelistas con toques románticos del XIX. Esta ahora en Nueva York por un año. El mobiliario es tan ecléctico como sus pinturas. La casa parece un museo. Oye, ¿ te apetece verla ?

Inés disimula mirando su reloj.

- tengo tiempo. Venga, vamos.

- coge el coche y sígueme.

Entran en la casa que, efectivamente, es una extraña mezcla de estilos besándose y dándose de golpes simultáneamente. Pasan al salón que da a la terraza exterior, al nivel del embarcadero de la dársena.

- es una preciosidad Alex.

- fue un chollo increíble – dice el hombre colgando el anorak. Y es que el tiempo ha cambiado radicalmente. Una ola de frío siberiano ha entrado en la península y la temperatura ha descendido casi veinte grados.

Alex le enseña el resto de la casa a Inés. Termina pronto porque ocupa solo la planta baja.

- voy a encender la chimenea. ¿ quieres tomar algo?

- no gracias, tengo que irme pronto – responde ella.

– ¿ a que tantas prisas? ¿Has de tomar un tren?

- no. en realidad no. además... que por una vez espere él, qué puñetas. Me quedaré un poco más viendo esta maravilla.

Inés se quitó el abrigo sin dejar de mirar por la gran ventana. Le encantaba ver el mar. Aunque la casa estaba caldeada, Alex preparaba unos troncos en la minichimenea. Cuando él ya se incorporaba, Inés se volvía hacia el hogar. Fueron solo unos instantes en que ambos estuvieron frente a frente. Inés sintió los ojos de Alex en sus pechos. No era la primera vez que la miraba, cierto, pero esta vez sintió algo más.

- ¿de verdad que no quieres tomar nada?

- no, de verdad.

- pues yo voy por una cerveza.

Mientras el hombre entraba en la exigua cocina, Inés se quitaba el chaleco sin mangas y, a pesar de la frustración del domingo, obedeciendo a un impulso... se abría la camisa negra de seda dos botones, hasta que el sostén asomó tímidamente. Alex al volver no perdió detalle. Se sentó junto a ella.

- ¿ tienes calor?

- no.

No iba a perder esta oportunidad. Lo peor que podía ocurrir era que le diese un bofetón, como le pronosticó Joan.

- entonces... ¿cuántos botones más vas a liberar?

Inés le miró a los ojos. No pudo aguantar la mirada del hombre, y no sabia porqué. Y el tono de su voz ya no era el mismo.

- eres muy observador.

Alex con expresión más imperativa replicó – eso no responde a mi pregunta. ¿cuántos más Inés?

Ella no contestó. Volvió a mirarle a los ojos, unos ojos frios, duros, exigentes. Agachó la cabeza.

- no sé...

- desabróchalos todos.

Pasaron unos segundos. –ya está- penso Alex. Ahora me da la torta, pero... lentamente Inés fue soltando todos los ojales de uno en uno hasta el ultimo, sacando las faldas de la camisa de los vaqueros.

- quítate la camisa y levántate.

Alex la condujo frente a la ventana poniéndola de espaldas a ella y la abrió de par en par. Una oleada de frío entro de golpe y el dorso desnudo de Inés se puso carne de gallina. El contraste de temperatura activó la circulación y aunque más débilmente, de nuevo se evidenciaron las señales de su espalda. Él le soltó el cierre del sujetador.

- ¿qué son estas marcas Inés?

(pausa)

- son arañazos... que me hice en el huerto.

Los excesivos segundos que tardo en responer la delataron más que la mentira.

- desabrocha los vaqueros.

Cuando el cinturón estuvo suelto y el pantalón desabrochado, Alex tiró de él bajándolo hasta las rodillas. Puso su dedo justo encima del elástico de la braga, en el extremo de una de las estrías, y lo deslizó lentamente por todo su recorrido hasta el omoplato. Inés se estremeció y gozó de la segunda gran descarga de licor.

- ¿un arañazo... esto? no me digas. Te lo repito ¿qué-son-estas-marcas? – repitió el hombre, remarcando las sílabas con autoridad. Inés cedió.

- son... azotes.

Alex lo sabia, pero quería oírlo de sus labios.

- más fuerte Inés, quiero que me lo digas más claro.

- azotes. Son azotes.

Alex cerró por fin la ventana, y poniéndose frente a ella la agarró de sus cabellos y estiró echando su cabeza atrás.

- Inés, eres una puta.

Ella cerró los ojos por la intensa excitación que sentía. Su respiración se había vuelto pesada. Se ahogaba de deseo.

- ¿qué eres Inés?... responde alto y claro.

- soy... una puta.

- ALTO Y CLARO HE DICHO.

- soy una puta.

La llevó agarrada del pelo hasta la trasera del sofá donde la inclinó. Le bajó las bragas de un estirón y la abrió de piernas todo lo que daba de si. delante tenia el precioso culo con el que tantas veces había soñado estos últimos días.

- ábrete las nalgas.

El inmaculadamente depilado ano se entreabrió por el estiramiento. Alex desabrochó su pantalón y se bajó el slip.

Su polla la penetró sin miramiento. Inés gritó.

Por primera vez en su vida fue sodomizada de verdad, y su recto rebosó de esperma.

Continuará...

Ines34@ozú.es FOTOS

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