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Lavando el Coche

Tengo 19 años y estoy empezando mi carrera universitaria. Os voy a contar algo que me sucedió el verano pasado.
Estaba de vacaciones, acababa de terminar las clases y estaba disfrutando de un merecido descanso. Mis padres habían salido temprano a visitar a unos tíos que viven al otro lado de la ciudad y no regresarían hasta muy tarde. Yo había decidido quedarme en casa y pasar todo el día acostada viendo televisión.
En esas estaba cuando un ruido muy estruendoso me sacó de la calma en la que me encontraba. Me asomé por la ventana y vi que mi \\\"adorado\\\" vecino estaba segando el césped de su casa. Este chico es un par de años mayor que yo, moreno, musculoso y extraordinariamente guapo, además de que se ve que es un chico muy educado y estudioso. Toda la vida he estado enamorada de él pero jamás he descubierto señal alguna de ser correspondida. Intenté seguir viendo la televisión pero con el ruido que hacía la máquina segadora no podía concentrarme. Regresé a la ventana y seguí observando a mi vecino. Vestía unos vaqueros ajustados y no llevaba camisa. Como era un día bastante caluroso todo su cuerpo estaba lleno de sudor. Estaba realmente excitante. Como el ruido era infernal y no me podía concentrar en nada decidí que no era mala idea hacer algo también. Así que me puse unos pantaloncitos cortos y una camiseta blanca, sin nada debajo. Cogí un cubo de agua y un trapo y salí al garaje a lavar mi coche. Desde ahí tenía una mejor vista de mi vecino, además de que él podía verme a mí perfectamente.
Hice como que no le veía y me dispuse a llenar de agua y detergente el automóvil. En pocos minutos la cortadora de césped dejó de trabajar. Me extrañó un poco porque yo sabía que aún le faltaba mucho a mi vecino para terminar de cortarlo. Le miré de reojo y me di cuenta de que me estaba observando. ¡Vaya! Al fin se fijaba en mí. Seguí trabajando afanosamente en el coche. A los pocos minutos y casi sin darme cuenta, estaba empapada de agua. Mis senos se podían ver claramente a través de la fina tela de mi camiseta. Mis pezones se habían endurecido y resaltaban como dos botones. Mi rostro se llenó de vergüenza. Me puse roja y las piernas me empezaron a temblar. ¿Qué podía hacer? ¿Salir corriendo? ¡No podía! Él creería que era una niña boba. Así que decidí permanecer ahí, terminar con el lavado del coche lo más pronto posible y salir huyendo dignamente de allí. Pero un pequeño cosquilleo empezaba a surgir en mi interior. Seguí con mi trabajo mientras me imaginaba a mi vecino mirándome, acariciándome, desnudándome. Me estaba poniendo muy cachonda. Ya no me atrevía a mirarlo, pero sabía que él aún estaba ahí, observándome. Poco a poco empecé a perder la vergüenza. Tenía que tomar una decisión, conquistarlo o perder está oportunidad. Me decidí por la primera opción.
Ahora le echaba agua al coche pero el 80% me caía a mi \\\"sin querer\\\". Llegó un momento en que parecía que no llevaba nada encima. La tela de la camiseta se había adherido a mi cuerpo de tal forma que parecía que formaba parte de él. Mi corazón latía muy rápido. El hecho de que él me estuviera viendo semidesnuda me excitaba mucho. Le miré y sonreí. El verle me divirtió. Había dejado todo, estaba apoyado en la rejilla de su casa y me miraba sin ninguna inhibición.
- Hola -escuché de repente a mi espalda, y salté sobresaltada- Vaya, siento haberte asustado.
- No, no es nada -dije casi sin poder hablar.
- ¿Quieres que te ayude a acabar de lavar el coche? -me ofreció- No es que lo hagas mal, pero creo que yo tengo más experiencia que tú en eso. Mi padre me ha castigado más de una vez a lavar el suyo. Además, así podrás acabar antes e irte a dar un paseo con tu novio...
- No, no tengo novio -le dije alucinada.
- Ah, ¿no? -exclamó- Bueno, ¿te ayudo o no?
Estaba tan avergonzada y al mismo tiempo excitada que asentí con la cabeza, ya que no podía ni siquiera hablar. Terminó de lavar el coche en un par de minutos, tiempo durante el cual no dejé de admirar su perfecto cuerpo mojado por el agua y el sudor. Imaginé aquel cuerpo sobre el mío. Imaginé mis dedos recorriendo aquella bronceada piel. Imaginé...
- Esto ya está -dijo sacándome de mi fantasía- Creo que deberías cambiarte. Si no te pones ropa seca enseguida, vas a coger una pulmonía.
- Tienes razón -le contesté, y decidí tomar la iniciativa- ¿Por qué no pasas a mi casa y te tomas algo mientras yo me cambio? Quiero agradecerte que me hayas ayudado.
Accedió y entramos juntos a la casa. Le hice pasar al comedor y le serví un vaso de limonada congelada. Le pedí que me disculpara un momento mientras me cambiaba, entré a mi habitación y me desnudé rápidamente. Mi cuerpo estaba todo empapado y empezaba a tener frío. Estaba sacando ropa del armario cuando noté que mi vecino entraba en mi cuarto. Lentamente y sin decir una sola palabra se acercó a mi. Yo estaba muda, no sabía qué decir. ¿Pedir auxilio? ¿Para qué? Esto era lo que yo quería, así que le dejé hacer lo que quisiera.
Me tomó entre sus brazos y me besó en los labios, mientras me acariciaba la espalda, las tetas y el culo con sus grandes manos. Con un poco de trabajo desabroché su pantalón y él acabó de quitárselo. ¡Estábamos los dos desnudos en mi habitación sin nadie que nos molestara! Me recostó en la cama, tomó una toalla y me secó todo el cuerpo, tiernamente. Yo no dejaba de mirar su cuerpo, realmente hermoso. Una vez que estuve completamente seca se recostó sobre mí. Pude sentir su cuerpo caliente y su polla endurecida haciendo presión contra mi vientre. Nuevamente, me besó en los labios y empezó a bajar lentamente por mi cuerpo, pasando por los senos, el vientre y finalmente por mi coño. Yo estaba muy excitada y feliz. Lo tenía ahí, entre mis piernas, besándome el coño. La sensación que todo esto me provocaba era orgásmica. Después de un momento de entretenerse pasando su lengua por mi clítoris, se incorporó y empezó a penetrarme lentamente. Su miembro era muy largo y grueso. Pensé que me partiría en dos, y efectivamente me dolió mucho recibirlo dentro de mí, pero una vez que estuvo adentro lo único que pude sentir fue placer. Parecía que en cada embestida tendría un nuevo orgasmo. Me indicó que me pusiera a cuatro patas y yo le obedecí. Me volvió a penetrar mientras me agarraba de la cadera y me acariciaba el culo. Empezó a gemir con fuerza hasta que, de repente, sacó su polla y llenó mi espalda de un líquido blanco y caliente. Me recosté en la cama y se quedó un momento más conmigo. Nos dimos tiernos besos en los labios y después se fue.
A partir de entonces somos muy buenos amigos, y ahora lavo mi coche una vez por semana.


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