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Dominando a mi Hermana - 2ª Parte

Después de haber hipnotizado a mi hermana toda una tarde, había salido de casa a caminar y planear la manera programarla para perder su virginidad conmigo y convertirse en mi mujer y mi amante.
Había notado ciertos progresos en mis intenciones; ella venía a mi cuarto, se sentaba en mi cama a conversar conmigo, o esperaba a que llegue en la noche para acompañarme a cenar, se notaba el interés insospechado que tenía por mí. Pero yo no quería hacerla mía bajo hipnosis, si no lavarle el cerebro completamente para que se entregue a mí sin tabúes y sin prejuicios de ninguna clase.

Una semana después de pensar cómo hacerle, le noté algo tensa, estaba preocupada por que se le venía un examen en su instituto que era difícil. Aproveché la situación, le sugerí una sesión de hipnosis, la cual aceptó inmediatamente, tal como se lo indiqué la última sesión anterior. Le hice sentarse frente a mí, le tomé de los hombros, los empecé a masajear suavemente mientras le clavé la mirada.

-Déjate sumergir en la paz, déjate llevar por el relajamiento, sabes que te hará bien, sabes que te agrada, tú deseas estar así, en ese estado lleno de placidez, verdad.
-Sí, es verdad. Decía ella pausadamente.
No puedes resistirte, no quieres resistirte, quieres sumergirte, quieres ser completamente hipnotizada.
Lo que vino fueron sugestiones que iban moldeando su cerebro a mi modo, la tuve en varias sesiones durante casi 7 horas. La última vez de ese día, le indiqué.
-Menomía, en adelante, no tendrás cohibiciones ante mí, yo podré tener acceso a tu intimidad, entrar a tu cuarto a cualquier hora, podré verte desnuda sin oposición tuya y dejarás que te mire mientras te cambias, eso lo deseas con toda el alma.
- Sí, lo deseo con toda el alma. Decía ella.
-Dejarás que te acaricie por donde yo quiera y dejarás que te recorra todo el cuerpo con mis manos y mis besos. Así también desearás fervientemente ser mi mujer y mi amante, pero siempre dejarás que yo dé la iniciativa. ¿Entendido?
-Sí, entiendo bien.
-Ahora despertarás cuando te toque la frente. Pero te dejarás hipnotizar por mí siempre que te lo sugiera.

Le toqué la frente, ella parpadeó, estaba confundida mientras me miraba, suspiró en silencio y se sonrojó, yo sólo le sonreí y le acaricié le busto, cosa que le gustó puesto que cerró sus ojos y sonrió dulcemente. Sabía que estaba avanzando a pasos lentos, pero su mente estaba casi programada para estar conmigo y entregarme su ser completamente.

Por tres semanas estuvimos así, yo la hipnotizaba cuando quería, aprovechaba para seguir reduciendo sus inhibiciones conmigo y aumentarle su deseo por mí agregándole el deseo sexual y las ganas de ser mí y nada más que mía, además que la sugestionaba a hacer todo cuanto le diga aun sin estar hipnotizada dejándole libertad de decisión y voluntad propia ante cualquier otra circunstancia de su vida cotidiana.
Por su puesto que era así, ella barría mi cuarto, limpiaba lo que yo ensuciaba y cumplía cada cosa que le indicaba, no se preocupaba en pensar porqué era eso, simplemente lo hacía sin preguntar, sin protestar, sin siquiera hacer comentarios, era sumisa en todo ante mí.
Una noche entré en su cuarto mientras ella dormía, me acerqué, la destapé y comencé a besarle en el cuello acariciando sus partes íntimas, ella se despertó, se dio vuelta, creo que quiso protestar, pero se dio cuenta que era yo, y me dijo con voz tierna.
-Loco, te has vuelto tierno ahora, pero me gusta que me hagas esto, no sé porqué, pero me fascina que estés así conmigo, me encantan tus besos, tus caricias, todo, no sé porqué pero estoy como dispuesta a todo por ti.
-Cálmate, sólo vine para hacerte una última sesión de hipnosis.
-Ya vale.
Como todo estaba a oscuras, sólo usé la voz monótona. Una vez en trance le dije.
-Menomí, de ahora en adelante, ya no necesitaré hipnotizarte, tú harás cuanto te pida, y cada vez que yo te diga “me perteneces Menomía”, tú te dejarás llevar por el deseo carnal y te entregarás a mí y serás mi mujer; además, sólo harás el amor conmigo salvo que yo te dé permiso, lo gozarás, recordarás cada momento que te haga el amor con satisfacción y gozo, pero no se lo dirás nadie. ¿Entendiste?
-Sí, entiendo correctamente.
La desperté y m e retiré de allí. A la siguiente noche entré nuevamente en su cuarto, pero ella estaba despierta repasando sus clases, me acerqué por detrás de ella y le comencé a besar todo el cuello.
-Qué haces, loco.
-Tranquila, sabes que ... le acariciaba.
-Qué cosa se.
-Sabes que te gusta y además.... le apretaba los senos.
-Además qué.
-Que... pasaba mis manos por sus genitales.
-Me perteneces Menomía.
Ella sólo suspiró y se dejó hacer, nos besábamos, nos acariciábamos, nos apretábamos.
Nos comenzamos a desnudar sobre su cama. Qué rico sentir esa piel suave sin explorar aun, le besaba y acariciaba por todas partes, ella se sumía en el placer del momento, lo disfrutaba, empezaba gemir de gozo. Correspondía con pasión y con ese ardor contenido en su piel. Mis manos recorrían libremente su cuerpo y ella hacía lo mismo conmigo, cuando detuve mi mano en su vajina, la acaricié y la apreté suavemente, ella suspiraba y gemía, lagrimeaba en silencio mientras nuestros labios se fundían mutuamente, mi pecho se frotaba con sus senos en un vaivén exquisito. En un momento empecé a penetrarla, tenía mi pene endurecido por la excitación, ella solamente gemía y lagrimeaba a la par que se movía a mi ritmo, yo le decía que era mía a la par que rompía con su virginidad, sentí esa resistencia natural de cuerpo sin explorar, pero que se rompió para siempre. Con mi pene dentro de su ser, empezamos a movernos con desenfreno, ella decía que le gustaba, que no sabía porqué lo hacía, pero que lo había deseado y que se sentía feliz de entregarse a mí sin reservas. Sudábamos, de pronto eyaculaba dentro de ella a la par que sentía su orgasmo, el primero de su vida, arqueada su espalda, dando un grito de placer contenido. Minutos después saqué mi pene de su interior, nos besábamos, y nos quedamos dormidos juntos. A la mañana, muy temprano me fui a mi cuarto. Al despertar, la noté relajada y con una expresión placentera en el rostro. Yo sonreí, me acerqué a ella.
-¿Te gustó lo que hicimos anoche?
-Sí, y disfruto recordándolo, no dormí pensando en cada cosa de lo que pasó. Me siento totalmente tuya.
Luego, la besé suavemente y pasé mi mano por su vajina.
-Siempre serás mía.
-Sí, solamente tuya.
Desde esa ocasión, hacemos el amor regularmente. Comenzaba a pensar que mi “hermanita” podría ayudarme en futuros planes. FOTOS

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