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Celos o Morbo

Paula y yo llevamos 10 años casados. Somos un matrimonio
feliz pero, de un tiempo a esta parte nuestra vida sexual ha
ido a menos y, últimamente, es casi inexistente. Mejor
dicho: era casi inexistente hasta que ocurrió lo que contaré
a continuación.
Paula es un poco mayor que yo. Tiene 41 años pero se
conserva muy bien. No es extraordinariamente bella pero si
tiene un buen cuerpo y, sobre todo, mucha clase y elegancia
y algo, no sé que, que atrae tanto a hombres como a mujeres.
Por mi parte soy un tipo alto y musculado que no esta mal.
Sin embargo hay algo de lo que ella carece, o eso pensaba
yo, y es que no le va mucho el sexo. Nuestras relaciones
siempre han sido poco eróticas, con poco morbo. Mis
fantasías nunca le han entusiasmado y algunas practicas
sexuales, como la sodomía, me las ha negado siempre.
Yo soy celoso pero aun así imaginar a mi mujer con otro
hombre o haciendo un trío me excita muchísimo. Nunca le he
propuesto hacerlo , pero si hablar de ello para ponernos
cachondos y ella nunca ha querido hablar mucho del tema,
aunque he podido comprobar que el solo hecho de habérselo
mencionado ha conseguido que en esas ocasiones estuviera
mucho más activa y cachonda en nuestros polvos. Hace un
par de fines de semana fuimos a una fiesta en una casa en el
campo, el cumpleaños de un amigo un poco hippy que vive con
mas gente joven en una especie de comuna. Entre los
habitantes del lugar y los invitados de la ciudad sumábamos
al menos 30 personas. De todos ellos solo conocíamos al
homenajeado y a su chica. Pero al poco rato con el alcohol y
los porros se monto una juerga de las que hacen historia.
Paula enseguida se puso a bailar, como la mayoría de los
presentes, y yo, que no suelo bailar, me quede en la sala de
al lado charlando con mis nuevos amigos. No estoy
acostumbrado a beber y mucho menos a fumar, pero aquella
noche lo hice sin freno. Como consecuencia para medianoche
estaba francamente colocado.
A eso de la 1 me asome a la pista de baile y vi a Paula
bailando frente a un individuo que se la comía con los ojos
y de vez en cuando le decía cosas al oído. Ella, al
escucharlo, reía y le decía que no con la cabeza. Me sentí
celoso pero inmediatamente pensé que no estaba mal, ella se
lo estaba pasando bien bailando y nada más.
Volví a la sala contigua a echar un trago, pero esta vez me
situé al lado de la puerta, tras una planta, desde donde
podía ver la sala de baile.
Al cabo de un rato el jaleo se acabó y empezó a sonar música
lenta. Paula y su compañero de baile se abrazaron de una
manera que inmediatamente me hizo pensar en el estrecho
contacto de sus cuerpos. Por un momento aquello me cabreo
pero luego, poco a poco, a medida que veía como el
acompañante de mi esposa frotaba su paquete descaradamente
contra ella (que no hacia nada para impedirlo) la situación
empezó a ponerme caliente.
Paula también había bebido bastante. Tenia la cabeza apoyada
en el pecho de aquel tipo, los ojos cerrados y una placida
sonrisa que me indico lo a gusto que estaba. Sus brazos
rodeaban estrechamente el cuello de él, que a su vez la
tenia agarrada por la cintura y paseaba las manos por su
espalda y su culo.
Normalmente esta situación me habría cabreado muchísimo y,
también, avergonzado de que tanta gente viera como sobaban a
mi mujer estando yo delante. Pero lo que me estaba
ocurriendo era otra cosa. Estaba muy excitado y se me empezó
a poner dura. Para serenarme y que no se notara el bulto de
mi pantalón decidí ir al baño, que estaba en la planta
superior, a masturbarme. Antes de subir mire a los que
bailaban y no vi a mi mujer y su pareja. Pensé que estarían
al fondo, que estaba más oscuro, meciéndose mano. Aquello
hizo crecer aun más mi polla. El alcohol había conseguido
que mis celos se esfumaran y todo aquello pareciera un
sueño.
Dando algún tropezón subí al baño y resulto estar ocupado.
Entre en la habitación contigua y vi que era un gran
dormitorio en el que, al fondo, había un montón de muebles y
trastos apilados. Detrás quedaba un hueco y allí me metí y
empecé a masturbarme imaginando a mi esposa siendo manoseada
en el piso de abajo. En el pasillo se oyeron voces y la
puerta de la habitación se abrió dejando pasar (ya
imaginaran ustedes) a mi mujer y su pareja de baile. Deje de
meneármela en el acto. No me atrevía ni a respirar.
Ella se sentó en la cama diciendo que estaba un poco
mareada. Mientras él cerró la puerta y encendió la luz. En
mi rincón, gracias a los muchos trastos, yo seguía siendo
invisible.
Entonces el se plantó ante ella poniendo el paquete, que se
veía muy abultado, delante de su cara. Paula se adelantó y
empezó a besarlo a través del pantalón. Poco a poco fue
incorporándose y al cabo de un momento estaban comiéndose a
besos. Empecé a masturbarme lentamente otra vez. Paula
volvió a sentarse y él, con un rápido movimiento, se saco
una polla de película. Un miembro enorme, venoso y con una
erección descomunal. Ella se adelantó y empezó a lamerlo
frenéticamente de arriba abajo, le lamió los huevos gimiendo
como una perra mientras él robaba sus pechos y luego se lo
metió en la boca y empezó a hacerle una felación como nunca
me la había hecho a mí.
Estaban un poco ladeados y eso me permitía ver perfectamente
a mi esposa con aquella enorme polla en la boca. Por un
momento pensé en salir de mi escondite y participar en
aquello. Pero supuse que tal vez con mi aparición se
cortarían y se acabaría todo. Y en esos momentos eso es lo
último que hubiera querido.
Se desnudaron y empezaron a besarse por todo el cuerpo. Ella
abrió las piernas y él, mientras le lamía el sexo, introdujo
un dedo en su ano. Ella soltó una exclamación de placer y le
dijo que la follase.
A esas alturas yo ya me había corrido y estaba masturbándome
de nuevo. Me encantaba ver a mi mujer gozando con otro
hombre. Y más aun tratándose de un individuo tan bien
dotado.
Ahora ella se había puesto delante de él con el culo en
pompa, ofreciendo su sexo, que se veía húmedo y abierto. Él,
arrodillado detrás, introdujo lentamente su pene. Paula le
suplicaba entre jadeos que la follara, y él acelerando el
ritmo, empezó a hacerlo con un vigor y una energía que
hicieron que mi mujer, casi inmediatamente, se corriera
varias veces seguidas.
Él la sacó y se la puso delante de la cara. Paula estaba
agotada y apenas besó un poco el glande, brillante de
fluidos vaginales. Por lo visto a él no le pareció
suficiente porque cogió su cabeza con ambas manos y le
obligo a meterse en la boca el enorme y húmedo aparato.
Parecía que ella fuera a ahogarse pero al momento él se
corrió. Por las comisuras de los labios de Paula goteaba el
esperma que ella recogía con la lengua y se tragaba.
Entonces él se situó detrás otra vez y la penetro analmente,
ella se resistía y no parecía disfrutar precisamente, al
contrario: Parecía dolerle. Por un momento pensé que estaban
violando a mi esposa delante de mis narices pero entonces
ella empezó a mover el culo acompañando el movimiento de su
amante que, en ese momento se corrió con un bramido. Y ella
también una vez más. Y también yo, en mi escondite, sentí el
placer de un orgasmo teniendo ante mí los cuerpos brillantes
de sudor de mi mujer y su amante.
Vi que el hombre se levantaba, se vestía apresuradamente y
se iba sin decir nada. Se la había follado y la dejaba sin
ni siquiera despedirse. Ella aun estaba en la misma postura
en que había quedado después de ser sodomizada. Salí de mi
escondite y me acerqué. Paula, al verme, se sobresaltó un
poco, pero al mirarme a los ojos debió de comprender que yo
no estaba enfadado. Sonreí y la besé suavemente. Después la
limpie un poco con mi pañuelo y la ayude a vestirse (le
fallaban un poco las rodillas después del polvo que acababa
de echar) salimos de la casa y subimos a nuestro coche,
donde tuvimos una larga, agradable y excitante conversación.
Acordamos organizar nuestra vida sexual de otra manera a
partir de entonces.
Sólo se vive una vez. Y una de las cosas más bonitas de la
vida es el sexo. Ahora funcionamos de otra manera y ya
llevamos hechas realidad varias fantasías, suyas y mías.
Otro día os las cuento. FOTOS

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