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Brindemos Socio - 2ª Parte

Brindemos socio. Hemos hecho muy buenos negocios, pero como este por tiempo y satisfacciones…. pocos. … y lo seguiremos haciendo, para regocijo de nuestras damas y placeres propios. Alberto supo en sus fueros mas íntimos, que debía hacer algo con su matrimonio. Todo aparentaba estar bien, pero lo perturbaba saber que el engañaba a su mujer con la acción de compartir a la mujer de su socio. Sabia que aquella cardióloga morocha, lo había cautivado con sus ojos verdes, con su colita dura, con su conchita caliente, con sus mamadas de antología.

Que estar una vez por mes en una orgía sexual con aquella yegua impresionante, que si bien era la mujer de su socio, no dejaba de ser una amante frente a su matrimonio. Hablo una tarde sinceramente con su socio.
-    Mario, quiero que compartamos a mi Alejandra, tal lo hacemos con tu mujer Mirta, y no se de que manera, pero lo tenemos que hacer.--       Pues tu debes encontrar la forma, sabiendo que yo, estoy bien dispuesto, ya que tu mujer me apetece, y mucho, tal lo sabes. Sabia Alberto que no era fácil, porque si bien, ella se ratoneaba un rato, cuando el le dijo de concretar, ella se negaba rotundamente. Así que consulto manuales, para encontrar caminos.  ….

Aquella tarde de sábado, como otros sábados, fueron a la casa quinta, donde a la hora de la siesta, ambos, jugaron con cosas comunes. El la ató levemente, le tapo los ojos, y la masturbo con consoladores varios, para regocijo de su caliente mujercita. Pero ese sábado, algo era diferente. Los consoladores no alcanzaban a estar los tiempos requeridos para lograr que ella comenzara aquellos orgasmos continuados. Así fue que ella reclamo, mas, mas, dame mas…. Que me vuelves loca….. Ah, quieres mas….. pues acá tienes mas….. y abriendo sus piernas de par en par, le dio unos lenguetazos que abrieron los labios de su rajita, dejando expuestos aquel clítoris nacarado que la hacia sufrir si no lograban estrujarlo. Dame mas, por favor, dame mas…. Se contorneaba la rubiecita, deseosa de placeres, de pechos duros, cuerpo elegante y piel de terciopelo. Así fue que se sintió que le abrían mas aun las piernas, que su marido le metió las manos debajo de la cola para levantarla suavemente al momento que le hundía la cara en aquella concha semi abierta, de labios dulces y muy caliente.

Y fue un motor aquella lengua que le repiqueteo rápidamente en el clítoris ardiente,  sintió que aquello que el le hacia no era otra cosas que chuparle todo metiéndoselo en la boca, y simio de goce orgásmico. Ahhhhhh, AAAAAhhhhhhh, asi……. Asi…… y ¿?, sintió que le mordisqueaban sus duras tetas, y se sacudió de dudas…… al momento de que su marido la apretó contra la almohada, comiéndole los labios dulces.  El quito la venda, y ella pudo ver la silueta de Mario, que levantando repetidamente la cara de su vientre orgasmando, bajaba una y otra vez, para darle mas, y mas placer.
-       Lo sabia, guachos, lo sabia. Sabia que lo algún dia lo iban a hacer. Hijos de perra, yo no quería, pero tenia ganas, muchas ganas…… ahhhh, ahhhhh.
-        Y te vamos a coger, mamita, te vamos a coger.
-       Los dos?
-       Para eso estamos.
Pero cállate, que queremos disfrutarlo. Ya para eso, estaba Mario, con su pijote, listo, apuntando la abierta concha de la rubia ex secretaria, mujer de su amigo socio, la tomó desde debajo de la cintura con las manos, hizo palanca para ir  metiéndosela suave pero sin pausa. Ella puso cara de asombro, enojo, pero predomino su rostro de placer, al sentir aquella pijota que le entraba hasta su deseosa cueva de placeres.  Y mientras su marido le acercaba la polla a la cara, ella se movía al ritmo que le imponía su nuevo macho. Ella se soltó de las ataduras, acaricio a su marido y luego a su sucio. Este, se contuvo un momento para prolongar su erección en peligro. Ella se fue sentando, para arrimarse a besarle el pene, y sentir que mas que pene era una pija enorme que se podía chupar degeneradamente.

Así lo hizo, con un par de lenguetazos. Esa posición fue aprovechada por Alberto, que la embistió de atrás, haciéndola sacudir de nuevo. Ella era delgada pero sabia hacerse grande en la cama. Pronto fue adelantándose con las embestidas de Alberto, hasta quedar con su pubis arriba de la pijota de Mario. Se saco la de Alberto y se metió la del socio. Así, sin mas, lo miro a su marido para que entendiera que debía hacer el papel del consolador trasero. El sin mas, le hizo el rabito, mientas ella gritaba la locura de su calentura a los cuatro vientos. Acabada escandalosamente, pedía que no pararan de someterla a lo que ella sentía, era el mejor momento sexual que hubiera quizás soñado.

Si lo hubiera imaginado, se los hubiera pedido hace años…… cachorritos divinos. Alberto quedo fulminado, se paro para ir a la ducha, no si antes, pedirle a su socio, que ocupara el orificio trasero de su mujercita, que estaba abierto y podía llevarse ese rico premio extra. Ella de un solo movimiento, se puso hacia el otro lado, como para que Mario la montara como perrita. Quiso ella experimentar también aquello.  El socio la cabalgo por atrás, y fue preciso, le lamió la espalda, recorrió infinitamente la hermosura de sus pechos, llenándose las manos firmemente, y finalmente llenándole la colita de esperma caliente.  Cuando se fue el socio, Alberto, debió recurrir igual a un consolador para saciar las emociones de su mujer. Increíblemente, esta estaba sobrepasada de calentura. El le prometía, una y otra vez, que lo de esa tarde se repetiría. Ella entre goce y mas goce, solo decía, que así sea, que así sea.

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