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Colgado por sus Pantys

Mi nombre es Andrés y soy de Cali, Colombia, a continuación, les voy a narrar uno de mis robos favoritos de ropa interior femenina.
Sé que, en diferentes partes de América y Europa, tienen distintos nombres para denominar lo mismo, por ejemplo, en México les dicen pantaletas, en Argentina bombachas, en Chile colales, en España bragas, en Perú calzón... Aquí en Colombia les llamamos Pantys; a continuación les voy a narrar el robo de unas pantys y unos brasieres (o sostenes) de una compañera llamada Angélica.
Empezaré diciendo que Angélica tiene 18 años, mide 1,70, es de color de piel blanca, tiene un rostro angelical de esos de Lolitas, labios delgados, ojos café claro, y cabello castaño largo y liso. Sus tetas son normales, talla de brasiere 34-b, y lo mejor que tiene es un culo de campeonato, pues ella practica ballet, y eso hace que lo tenga muy bien formado.
Yo asistía a una escuela de música y danza. Allí practicaba la guitarra, pero además también hacían prácticas de ballet. Iba a ensayar todos los jueves a las 4:00 pm, cuando termina la clase, a las 5:30, me iba a donde practicaban ballet, y miraba todas esas hermosas jovencitas, entre los 17 y 20 años, bailando en sus lycras y mayas ajustadas, miraba cómo contoneaban y movían su culito, al ritmo de la música clásica y de las instrucciones de la instructora, y alcanzaba, en algunos casos, a mirar cómo sus pantys, tipo hilo dental, se metían por sus culitos vírgenes, de niñas buenas de casa.
Entre todas esas jovencitas estaba Angélica, que era la más linda, y la que inspiraba más inocencia, pero a la vez sensualidad, brotaba la baba mirándola desde la barra. Y, desde ese mismo momento, en mi mente sólo se fabricó un pensamiento, uno que incesantemente me acompañaría todos los días que iba a la academia, a practicar guitarra, robarle unos pantys a Angélica.
Camino a casa, ese día no podía de dejar de recordar las imágenes de ese culito moviéndose, mi verga estaba a punto de estallar, tanto es así que, cuando llegué a casa, tuve que encerrarme en mi cuarto, sacar las pantys de una de mis víctimas pasadas, y masturbarme frenéticamente imaginando cómo se veía Angélica en esa tanguita, al instante me vine en ríos de leche.
Fueron pasando las semanas, y yo, cada vez más, me angustiaba por tener algo de Angélica, pero era una tarea imposible, intente hacerme su amigo, para intentar la posibilidad de ir a su casa y robarle algo, pero Angélica era una mujer muy cerrada, y ni siquiera hablaba con alguien. Siempre, al final de su ensayo de ballet, su novio, un tipo de mucho dinero y poder, la recogía y se la llevaba, y yo mientras suspiraba mirando cómo se marchaba.
Tenía que robarle algo a Angélica, así que esa fue mi meta, que tenía que cumplir cómo fuera.
Comencé a averiguar y a investigar de que, al lado de el salón de prácticas de Danza, había un cuarto de vestiere, donde cada una de las mujeres se cambiaba de ropa y la guardaban en su maletín, y éste, a su vez, era guardado en un casillero (o locker, cajón de metal con candado para guardar objetos personales).
El problema era doble, porque el vestiere, con los casilleros, quedaba al lado de donde las mujeres practicaban ballet, así que era imposible yo, como hombre, poder entrar sin que ellas me vieran y, sobre todo, sin pasar advertido, y además, si llegaba a entrar, cómo iba saber cual era el casillero de Angélica y cómo iba a tener la llave del casillero para abrir el candado y robarme sus pantys... Estaba en un problema, y no sabía cómo salir de él.
Un día, me trasladaron la clase de los jueves a los sábados a las 9:00 am, así que fui, pero resulta que el profesor no fue, y cancelaron la clase de instrucción de guitarra de ese día. De modo que me iba a volver a mi casa, cuando, de repente, vi a las mujeres practicando clase de ballet, entre ellas estaba Angélica, pero ese día no estaban en el cuarto de danza, sino en otro. Me enteré después de que estaban practicando para una presentación especial.
Así que me dije a mí mismo: ésta es mi oportunidad. Afuera del salón, donde ellas practicaban, había una mesa con cosas de ellas, había toallas, vasos de agua, y bolsos y billeteras (artículo donde se guarda dinero y documentos de identificación), yo me acordaba que el bolso de Angélica era uno negro marca Sebastián; así que me fije de que nadie me viera y tomé el bolso, y busqué las llaves del casillero, y ....¡Oh sorpresa!, las encontré.
Dejé el bolso donde estaba, y me fui de una al cuarto de vestiere. Tenía todo el camino despejado por primera vez y no lo iba a desaprovechar, así que cerré la puerta con seguro del vestiere de las mujeres, prendí la luz, y comencé a ensayar la llave del casillero candado por candado, hasta que abriera al casillero de Angélica. No pasaron más de 4 casilleros hasta que pude abrir el de Angélica.
Me sentía en la gloria, tenía mi verga a punto de estallar, saque el maletín (o valija) de Angélica y, con todo el tiempo del mundo, me dispuse a hurgar y buscar en él mi más preciado tesoro, saqué su ropa y sus objetos personales, y encontré su panty, tipo hilo dental blanco, de encajes de flores marca Victoria Sacrets, talla s, y su brasiere blanco de media copa, talla 34-b; los tomé a los dos y los metí en mis bolsillos, organicé el maletín bien, de forma que Angélica no sospechara que alguien estuvo ahí. Cerré el casillero, y salí del vestiere con la verga a punto de estallar.
Fui y dejé las llaves en su bolso, cuidando de que nadie me fuera a ver, y salí corriendo hasta mi casa. No dejaba de recrear en mi imaginación lo que había hecho, y pensaba e imaginaba cómo iría a ser la reacción de Angélica cuando abriera su maletín y no viera su ropa interior, ¿Qué pensaría?, ¿Que creería que pasó?. Apuesto a que jamás se hubiera imaginado que yo la tenía ahora entre mis manos, y que jamás imaginaria todo el placer que iba a recibir de ella.
Llegué a mi casa, me encerré en mi cuarto, me desnudé, y tuve una masturbación espectacular con esa panty y con su brasiere; los enrollé alrededor de mi verga, y no dejaba de imaginar la escena en que Angélica se quitaban sus prendas, o se las ponía, en el vestiere, me imagina ese culito metido en estas pantys, me imaginaba ¿Qué pensaría Angélica al verme masturbándome con sus prendas? Supongo que sentiría asco y vergüenza, pero eso me excitaba cada vez más.
Dejé las prendas inundadas de leche, creo que ese día me masturbé cómo 5 veces con esas pantys, y aún lo hago, y siento una gran satisfacción por ese robo.
Bueno, amigos del fetichismo de robo de ropa interior, tengo infinidad de historias excitantes por contarles. Prometo que, al que me cuente una de sus historias de robos de prendas, con muchos detalles, así cómo lo he hecho yo, le mandaré una foto de Angélica, que me robé, para que la conozcan.
Cuéntenme sus historias, y publiquen sus relatos en esta página, para que hagamos un grupo de amigos que comparten sus experiencias.

andres FOTOS

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