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Me Manosearon en el Cine Porno

Antes de narrarles este relato que me sucedió hace poco más de un mes, quiero agradecer a esta página de super relatos eróticos, la oportunidad que nos brinda a todas aquellas personas que vivimos nuestra sexualidad de una manera muy distinta a la tradicional de expresarnos abiertamente y considero que no se nos debe juzgar como degenerados; MUCHAS GRACIAS.

Por otro lado, espero que no les moleste el hecho de que haya cambiado nuestros nombres reales, esto por razones obvias; más sin embargo, toda la información contenida en este texto es verídica y si ustedes tienen alguna duda, pregunta o quieren hacerme algún tipo de comentario, con gusto lo recibiré en mi correo y daré respuesta tan pronto me sea posible. Gracias.

Somos una pareja que tenemos seis años de casados, mi nombre es Artemia y tengo 25 años, él se llama José Luis y tiene 32 años y vivimos una relación sin conflictos, sexo regular y placentero, creo que fuimos creados el uno para el otro. Vivimos en una provincia de México, donde algunas prácticas sexuales son consideradas todavía como un tabú, más sin embargo, nosotros vivimos como queremos.

Desde hace algún tiempo, José Luis y yo comenzamos a comprar revistas del movimiento Swinger, gente que hace intercambio de pareja y en ocasiones todo eso termina en formidables orgías, cosa que cada vez que cogíamos nos calentaba más y más hasta desear tener a un tipo o a una chica más en la cama, hasta que un día José Luis fue a la ciudad de México y compró un consolador. Cada vez que cogíamos, simulábamos con el consolador a otro hombre más con nosotros, fantaseábamos con mucha gente o situaciones enormemente eróticas para llevar nuestra excitación a niveles insospechados; por ejemplo, que yo me vestía de puta y me paraba en cualquier esquina y alguien me preguntaba cuanto le cobraba por cogerme, o que trabajaba en un bar como teibolera o simplemente como mesera, entonces los clientes me manoseaban y me llevaban a la cama, etc.

Fue entonces cuando comenzamos a visitar bares nocturnos, quizás las primeras veces me daba mucha pena entrar a esos lugares, ya que la educación que recibí de pequeña era muy estricta, pero poco a poco me fui acoplando, lo hacíamos cada viernes o sábado. Íbamos vestidos de forma normal y cómoda, pero poco a poco fui vistiéndome de forma más provocativa, hasta verme muy puta, falditas muy cortas que cada vez que me sentaba o paraba, se me veía todo mi culo y mi panocha, con tanguitas o sin ellas, pero siempre con pantimedias. Pienso que realmente me veía vestida como una real puta, pero mis movimientos y mis acciones no eran como tal, por eso llamaba más la atención de los hombres, me veían constantemente y cada vez que lo hacían, ligeramente abría más las piernas para que me pudieran admirar todo, eso me gusta mucho, al grado que siempre que regresábamos a casa llegaba súper mojada, muchas veces me vine en plenos bares mientras era observada por alguien y manoseada por José Luis, que él siempre me decía que me comportara como una puta, porque realmente eso era.

Increíblemente sus palabras y sus acciones encendían en mi interior un fuego y una necesidad de coger que siempre me dejaba temblando no solo del deseo de ser vista como puta, sino de los múltiples orgasmos que me provocaba y me sigue provocando hasta la fecha.

Así transcurrimos gran parte de nuestra vida sexual durante mucho tiempo, pero siempre existió el gusanito por parte de ambos de hacer mucho más cosas, cosas más atrevidas y cachondas.

Fue un día que por situaciones de trabajo, llegamos a una colonia de la ciudad donde vivimos; colonia de clase media baja donde vimos ubicado un cine porno. Por la misma ubicación del cine, vimos que la gente que lo frecuentaba eran en su mayoría hombres de bajos recursos (pero eso sí, muy calientes). Pero fue grande nuestra sorpresa al ver que al cine entraba precisamente ese día una parejita, cosa que nos dio valor para llevar a cabo una de nuestras tantas fantasías.

José Luis me insistió mucho en que entráramos al cine precisamente ese día, lógicamente me negué rotundamente (aunque por dentro, la idea de estar ahí me excitaba). No paso mucho tiempo cuando me volvió a insistir, pero en esta ocasión estábamos cogiendo, yo le respondí que sí, que si me gustaría estar en el cine pero que me vistiera de puta para que todos los hombres me vieran y me desearan.

Finalmente llegó el día, me bañe y me cambie. Una tanga de hilo dental fue la primera prenda que me puse, un brasier, unas pantimedias satinadas, unos tacones altos y una faldita negra, y no obstante de estar muy chiquita, tenía dos aperturas, una en cada extremo de las piernas. Por eso ya sea al entrar o al salir del coche y abrir las piernas dejaba al descubierto toda mi panocha, es más hasta el momento de sentarme la falda se me subía tanto que sentía mis nalgas hasta frías al momento de sentarme en cualquier lugar.

Todo esto me sucedió la primera vez, en otra ocasión les platicaré más de lo que me sucedió ese día.

Ahora les narrare lo que me sucedió hace poco más de un mes.

Decidimos ir al cine un miércoles, ese día me fui vestida de manera más recatada, una falda larga y una blusa holgada. Llevaba puesta una tanguita de color blanco y doble pantimedia.

Al entrar al cine, nos sentamos como a la mitad de las butacas y en una zona donde, por la falta de luz, apenas y nos veíamos el uno al otro, excepto cuando la película nos presentaba alguna escena con demasiado brillo. Frente a José Luis se sentó un tipo de gorra, quizás de unos 35 años o menos. No le dimos la mayor importancia.

Comenzaron a pasar en la pantalla escenas muy eróticas que me llevaron a imaginarme que yo era la protagonista de esa película. Al voltear a ver a José Luis, note que se estaba excitando porque al tocarle su pito estaba poniéndose duro, el tipo de enfrente casi había volteado su cabeza como la chica del exorcista, me estaba viendo descaradamente, lentamente hacía movimientos para que mi falda se fuera abriendo poco a poco y cada vez que yo lo hacía, el tipo volteaba más tratando de verme las piernas. Le susurré al oído, pero algo fuerte para que el tipo me lograra escuchar; "¿Pepe, me molestan las pantimedias, me das permiso de quitarme unas?". La sola idea de quitarme las pantimedias frente a un extraño y en esas condiciones me excito tanto que me moje solo de pensarlo.

Como ya lo habíamos planeado, Pepe me dijo que sí y sin más ni más me abrió completamente la falda. Para no verme muy obvia y que la demás gente no viera mi espectáculo, me fui bajando y quitando las pantimedias poco a poco hasta que logré quitármelas completamente. Y aún cuando me quita las pantimedias, me deje la falda completamente abierta, el tipo de enfrente no hacía otra cosa más que mirar, al poco rato, vi como se abrió su pantalón y sacó su pito, se lo comenzó a jugar de una manera muy rápida y excitante. Se me ocurrió hacer algo en ese momento, hice bolita las pantimedias y se las aventé a la butaca que estaba a un lado de él. Las tomó con sus manos y se las llevó a su nariz para olerlas, después, las extendió un poco, cubrió su pito con ellas y siguió jugándosela hasta que se vino en ellas. Nuevamente las hizo bolita y me las aventó. Se cerró el pantalón y se fue.

Pepe al ver lo sucedido y como ya se había ido el tipo, extendió las pantimedias y cuando nos dimos cuenta, estaban llenas de semen fresco, olían delicioso. Al ver el semen en gran cantidad, tomé las pantimedias y me las llevé a la boca, el semen se sentía calientito y rico, me llene la boca de semen y también me unte un poco en los labios, tenía una sensación pegajosa. Después de llevarme el semen a la boca y antes de tragármelo todo, nos besamos Pepe y yo, así es que él también trago un poco de ese delicioso semen. Tuve entonces un orgasmo riquísimo. A los 5 minutos encendieron las luces, había terminado la primer película y ni siquiera supimos de que se trato.

Cuando comenzó la siguiente función, Pepe y yo estábamos súper calientes y estábamos a punto de salirnos, cuando nuevamente llegó el tipo de enfrente y nos quedamos un rato más.

Para ese momento, estaba yo tan, pero tan caliente que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa. Yo misma me abrí la falda y también me abrí de piernas, me estiré lo más que pude y cruce mis piernas como las cruza cualquier hombre, entonces mi rodilla quedaba cerca de su cabeza y ya era más descarado al voltear a verme. Pepe no dejaba de acariciarme las piernas cuando las tenía abiertas, su mano no solo recorría todo mi muslo, mi rodilla y llegaba su mano hasta mi tobillo, sino que también me acariciaba la panocha de una manera muy descarada, como invitando al tipo de enfrente.

Ligeramente el muy atrevido estiró una de sus manos y logró tocar parte de mi rodilla, al sentir sus dedos, traté de acercarme más a él, lo cual noto de inmediato. Por su parte Pepe también al darse cuenta, más me apretaba mi pierna y más me excitaba yo. No paso mucho rato cuando el tipo estiró perfectamente sus dedos y comenzó a acariciarme la pantorrilla; primero muy despacio, luego más y más rápido, subió sus dedos a mi rodilla y avanzó quizás hasta medio muslo.

Pepe me incitaba a que no quitara mi pierna, pero yo en cambio no quería que solo me jugara una pierna, así es que constantemente cambiaba yo las piernas, es decir, bajaba una de ellas y cruzaba la otra. Fue un momento eróticamente placentero y grandioso. Eso si, no duró más de 15 minutos, yo estaba que reventaba de excitación y Pepe también.

Nos paramos intempestivamente de las butacas, salimos del cine y nos dirigimos a casa. Ya estando ahí, apagamos completamente las luces, nuevamente me puse un vestido semitransparente, unos tacones altos e hicimos el amor en una ventana que da a la calle principal. No se si alguien nos pudo ver, pero aso también nos excita mucho, cogíamos poco y nos venimos en orgasmos que todavía al recordarlos, siento el mismo escalofrío. 

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