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Las Beatas Marchosas

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 Julia pasaba por la calle, con su libro de oraciones, con su pelo largo, recogido en una coleta. Iba vestida de forma discreta y elegante, con una falda gris de vuelo que le llegaba por debajo de las rodillas y una camisa blanca, tapada por una rebeca verde oscura que llevaba puesta. A pesar de ir vestida como una colegiala, excepto por sus zapatos de tacón y las medias, y por ir ligeramente maquillada, Julia llamaba la atención y la austeridad de sus vestidos no podían disimular el cuerpo perfecto de esta chica de veintiocho años, de pelo negro. Julia se sabía hermosa y antes de ponerse aquel tanga de color crema, se había mirado en el espejo y se había sentido hermosa, de pechos firmes y caderas anchas, de piernas largas y muslos redondos. Su marido la dejaba ir a casa de Luisa desde hacía meses, por que estaba convencido de la inocencia de esas reuniones de los jueves por las tardes.


Luisa, la anfitriona, era una mujer de treinta años, a la que no se le había conocido novio. Tenía fama de devota y de mosquita muerta, y a ello ayudaba su aspecto exterior, el de una mujer vestida siempre de la manera más decorosa y de un comportamiento casto, a la que no se le conocía ni escándalo ni cotilleo que le salpicara, con un físico menudo, rubia, delgada y bajita, con el pelo recogido en una coletita, todos pensaban de ella que hubiera sido una buena monja. Era guapa, pero no de una belleza exuberante, sino esas caras perfectamente proporcionadas que transmiten equilibrio.


Antes de llegar al portal de Luisa, Julia pasó a recoger a su amiga Eva. Tocó al timbre y abrió su marido. El marido de Eva era el médico del pueblo, un hombre un poco engreído. Sus cuarenta años no le habían impedido casarse con Eva, que había sido reina de las fiestas con diecinueve años, hacía diez años. Julia y Eva siempre habían sido amigas. Eva era una rubia de pelo ondulado y cara redonda y sensual, nariz chata y ojos verdosos. Era un poco más baja que Julia. Iba vestida con unos vaqueros ajustados y un suéter de manga larga, con un escote de pico de lo más decente. Luisa avisó a Eva de que no llevaba su libro. Eva sonrió y lo cogió y besó discretamente en la boca a su marido al salir de la casa.


Eran las cinco de la tarde, y las tres amigas se encontraron en el portal de Luisa. Olga, la otra compañera de reunión, salió del coche tras despedirse de su marido, que la había traído hasta allí. Al verse las tres juntas saludaron y sonrieron. Olga era una chica de pelo castaño y ojos marrones claros. Sus dos embarazos no le habían restado belleza ni a su cara ni a su cuerpo. Era delgada, alta y elegante, como una modelo. Llevaba un traje de una pieza, que se cerraba por detrás con una cremallera.


Las tres entraron alborotadas al portal de Luisa, hablando en voz alta de temas de revista del corazón. Tocaron en la puerta y no tardó en abrirles la anfitriona, Luisa, que vestía con unos vaqueros y una camisa, y unas zapatillas de andar por casa, de esas de bordes de pelusa y con una bolita rematando el empeine.


Luisa besó a todas con el par de besos de rigor conforme iban pasando dentro. Todas sonreían, reían, hacían que su nerviosismo aflorase durante unos instantes, mientras Luisa conducía a sus invitadas al saloncito que había junto al patio de las casa. Las chicas se dejaban conducir, pues en realidad todas conocían el saloncito, y casi toda la casa.


Entraron al saloncito, con la intimidad y tranquilidad suficiente como para hablar de sus temas sin que nadie se enterara. En la mesita del teléfono, que estaba en la puerta, en el exterior de la habitación, las chicas amontonaban, como otras veces, sus libros de oraciones.


Las cuatro se sentaron, entre risas y susurros y se fueron tranquilizando y entrando en una conversación de mujeres, de esas en las que una habla con otra pero está escuchando lo que dice la de al lado, y al final resulta que todas hablan a la vez. Luisa no tardó en levantarse para traer unos vasitos y una botella de aguardiente, una botella de Cazalla de la Sierra, dulce y fuerte. Luisa sirvió los vasos. Ella sabía como le gustaba a cada una. El primer vasito lo puso al gusto de cada cuál, aunque ya se encargaría luego de ir subiendo hasta el borde el nivel de los siguientes. El primer sorbito era cuestión de animarlas.


Las chicas, una vez que se encontraron animadas, comenzaron a ponerse cómodas. Se quitaron las rebecas después de tomar los primeros vasitos. La conversación se fue animando y subió el tono de la picardía. Hablaban de sus maridos, de lo convencidos que se quedaban en casa, pensando en que se reunían para rezar.


-¡Mi marido se cree que nos pasamos la tarde de rezos! ¡Ja ja ja!.-

-¡Seguro que estará ahora mismo conectado a Internet viendo guarrerías!-

-¡Pues anda que el tuyo! ¡El otro día se le caía la baba mirándole el culo a Clara la panadera! ¡Ja ja ja!.-


- ¿A qué vamos a jugar hoy, chicas?.- Eva propuso empezar con la partidita de cartas para la que se habían reunido.

- ¡A la borracha!.- Dijo Luisa con decisión


Las chicas se miraron unas a otras. Hacía ya algunas semanas que no jugaban a ese juego. La última vez que jugaron, todo acabó de una manera que a ninguna de las chicas, a priori, le hubiera gustado que acabara. Las miradas de sorpresa y desconfianza se fueron convirtiendo poco a poco en miradas llenas de picardía y sonrisas de connivencia.


Jugarían al "Borracho". Jugar al borracho era más económico para todas que jugar con dinero y más divertido y excitante por otra parte. El juego consistía en un continental, en el que ganaba la mano, decidía quién se bebía un cuarto de vasito de anís, mientras si ganaba la partida, entonces las tres restantes se bebían un vasito entero. Las chicas comenzaron a jugar.

En las primeras manos, todas intentaron que Luisa bebiera, por que sabían que era la que mejor jugaba y para castigarla por haber propuesto ese juego, pero Luisa era una experta. A veces, al salir de la casa, las tres amigas sospechaban que hacía trampas y tenía las cartas marcadas. Eva pronto rompió el bloqueo contra Luisa, al ver que Luisa ganaba y le hacía beberse a ella los medios vasos. Olga intentaba ayudar a Julia, pero entre Eva y Luisa, siempre conseguían la victoria, y entre risas y súplicas, Julia y Olga se bebían los medios vasos.


Al final, Luisa ganó la partida. Los carrillos colorados de Olga y Julia denotaban su estado. Luisa se dispuso a servir un vaso de aguardiente repleto hasta el borde a cada una de las tres chicas. A Eva no le importaba demasiado, pero Julia se opuso de manera amable, y junto a Julia, Olga.


-¡Jo! ¡Es que vamos a llegar a casa borrachas perdidas!-

-¡Eso! ¡No nos van a dejar venir más! ¡Ja ja ja!-

-¡Si! ¡Pero el juego es el juego!

-¡Bueno! ¿Por qué, en rescate, no jugamos a las "prendas"? –


Eva comprendió muy bien a Luisa e hizo una proposición. El rescate era un lance del juego, según el cuál, las vencidas accedían a jugar a otro juego, más divertido y excitante para no pagarla el premio a la vencedora.


Julia miró a Olga. Ninguna habían hablado de lo sucedido hacía unas semanas, la última vez que jugaron de esa manera. Julia decidió no hacerse la estrecha y Olga aceptó después.


-¡Bueno!-

-¡Venga! ¡Va!.-


Si fue fácil emborrachar a Julia y a Olga, no fue más difícil conseguir que poco a poco, Julia y Olga fueran dejando sobre la mesa los zapatos, y luego cada una de las medias, y los pendientes. Luisa y Olga perdían de vez en cuando, pero sólo se habían quitado los zapatos cuando a Julia le pusieron en la tesitura de quitarse la camisa o las bragas. El ambiente era díscolo y alegre, pero en este momento, se hizo un silencio. Julia se puso de pié, se subió la falda y se quitó las bragas mientras las otras chicas aplaudían y animaban. Julia dejó caer sus bragas sobre la mesa, extendiendo el brazo y dejándolas caer poco a poco. Estaba muy borracha. Luisa atrapó la prenda y la puso a su lado.


Luego le tocó perder a Olga. SU tesitura era parecida, aunque Olga decidió quedarse en prendas interiores delante de sus amigas a quitarse, por el momento, las bragas.


-¡Al fin y al cabo, estamos entre mujeres! ¡Ja ja ja!-


Eva se quitó los pantis cuando perdió y Luisa, usando una picardía, se quitó el cinturón con el que sostenía sus vaqueros en la cintura cuando le llegó su turno de perder.


Olga tenía que quitarse algo, y sólo le quedaba el sujetador o las bragas. Se quejó mientras se quitaba el sujetador y dejaba al descubierto unos pechos generosos de pezones grandes y oscuros


-¡Eso no vale! ¡Si lo hubiera sabido, hubiera traído una camisa y un pantalón con cinturón, como tú.- Dijo refiriéndose a Luisa que le respondió


-¡Hubieras tardado más en perder pero hubiera perdido de todas las maneras! ¡ja ja ja!.


Todas rieron las ocurrencias mientras divertidas miraban los pechos de su amiga, que se intentaba tapar juntando los brazos, acentuando la profundidad del canal de sus pechos. No tardó en perder Julia, que se quitó la camisa, dejando al descubierto un sujetador blanco de encajes que las chicas celebraron como muy bonito. Julia enrojeció al verse observada.


La siguiente mano no la perdieron ni Eva ni Luisa y le tocó perder a Julia de nuevo. Estaba en la tesitura de perder la falda, y quedarse desnuda, al haberse quitado las bragas, o perder el sostén. Como Olga ya enseñaba los pechos, decidió que lo más apropiado sería perder el sostén. Sus pechos eran menudos pero dulces como dos peritas, de pezones rugosos y marrones claros. Parecía que el frío los hubiera puesto de punta. Tenían una textura, una complexión juvenil.


Eva perdió. Hubiera podido quitarse los pendientes, pero decidió entrar en ambiente. Se quitó los vaqueros y apareció ante las chicas un tanga de color rojo, muy a juego con su sensualidad. Se tiró del suéter, para tapar su vientre plano antes de sentarse. Eva tenía unas piernas largas y contorneadas, por eso le quedaban tan bien los vaqueros.


Le tocó perder a Olga. Sólo podía quitarse las bragas.


-¡Jo! ¡Me habéis dejado en bolas! ¡Prestadme las bragas una mano!-

-¡Nada, nada! ¡Ja ja ja! ¡Las reglas son las reglas!- Dijo Eva

-¡Si sólo es hasta ver si llegamos a un empate!-

-¡Déjala, Eva! ¡Déjala hasta que pierde Julia!- Dijo Luisa


Julia perdió y tenía que, quitarse la falda y quedarse, como Olga, desnuda, pero Eva y Luisa le aplicaron el mismo precedente que a Olga, pero con una condición. Luisa miraba con cara de codicia los pechos de sus amigas mientras le hacía la siguiente proposición.


-Vamos a jugar otra mano, si ganáis, recuperáis vuestras ropas y aquí no ha pasado nada, pero si perdéis, entonces, hasta las ocho menos cuarto, sois nuestras esclavas-


Julia y Olga se miraron y con una mirada pícara y una sonrisa cómplice aceptaron. Eran las seis y cuarto de la tarde. La partida apenas duró cinco minutos. Eva sonrió, Luisa echó sobre la mesa la carta fatídica, y Julia y Olga pusieron esa cara de fatalidad que ponen los jugadores que pierden en una noche la paga extraordinaria.


-¡Bueno chicas! ¡Habéis perdido!- Dijo Eva

-¡Y ahora! ¿Cuál va a ser mi esclava y cual la tuya?- Replicó Luisa

- ¿Nos la jugamos a las cartas?-

- No, más sencillo, si sale cara, eliges tú, y si sale cruz, elijo yo-


Luisa tiró la moneda al aire y la atrapó sobre el dorso de la mano. Eva dio su conformidad. Al levantar la mano apareció un "2" que significaba el triunfo de Julia, que miraba ufana y entornó sus ojos hacia Julia. Luisa sabía lo dulce y dócil que se había mostrado la primera vez que habían jugado. A veces, las conversaciones indiscretas tienen consecuencias indeseables. Las tres amigas hablaban en sus reuniones más de la cuenta y Luisa sabía que Julia deseaba ser tratada con autoridad, con dominio y Luisa deseaba tratarla de esa manera


-¡Julia! ¡Ven aquí! ¿Sabes? ¡He pensado mucho en ti últimamente! ¡Voy a tratarte como no te sabe tratar tu marido!-


Olga había contado muchas veces que su fantasía era, ser poseída violentamente, ser casi violada, resistirse en principio y ceder al final, por la fuerza de los acontecimientos. Cuántas veces les ha contado cómo sus enfados con su marido habían acabado en un polvo explosivo. Eva sabía lo que le gustaba a Olga, pero no sabía de que forma hacerlo.


Julia avanzaba a regañadientes hacia Luisa, que la esperaba con los brazos en la cintura, puestos en jarra. Luisa parecía más delgada así. Se le notaban los huesos de las caderas en un vientre liso, por tener los pantalones, sin correa, un poco caídos. No sabía por que aceptaba ir hacia su amiga, era una atracción hacia un juego al que ya había jugado hacía poco y que interiormente reconocía que le había gustado.


Luisa disfrutaba al ver aquella cara de mosquita muerta. Venía hacia ella desnuda, tenía que proponerle algo que la turbara.


-¡Tienes unos pechos muy bonitos! – Le dijo mientras le manoseaba los pechos. Sentía la turbación de Julia, que no era capaz de contradecir los deseos de Luisa y permitía, con los brazos estirados y las manos unidas frente a su sexo, los manoseos.


Luisa tomó uno de los pezones de Julia entre sus dedos y se lo pellizcó suavemente mientras apretaba el seno en la palma de su mano.


-¡Tócate tú.- Le dijo al final mientras se retiraba y se sentaba en una silla frente a Julia, que comenzaba a acariciar sus pechos con delicadeza.


-¡Así no, mujer! ¡Acaríciate como lo haces en la ducha, cuando tu marido se ha ido a trabajar!-


De nuevo las conversaciones que habían mantenido entre ellas eran aprovechadas para obtener alguna ventaja. Julia ya sabía lo que Luisa quería. Estaba de pié y abrió ligeramente sus piernas. Comenzó a pellizcarse los pezones mientras deslizaba una mano por su vientre y acariciaba su coño de pelos recortados. Miró a Luisa a la cara y se excitó al ver su mirada y sus muecas de chula impaciente. Separó sus labios y sintió su crestita en la yema de su dedo.


Julia desvió la mirada hacia Olga y Eva. Eva era amiga suya. Le hubiera gustado estar con Eva en ese momento. Eva estada sentada en una silla y Olga sobre sus piernas, las dos se besaban apasionadamente, acariciando sus espaldas y sus muslos. Le pareció una forma muy distinta de tener sexo con una mujer.


Se fijó en la boca de sus dos amigas, fundiéndose lentamente para separarse y volver a fundirse. Apretó su mano contra su pecho y deslizó el dedo que había posado sobre su clítoris y que rozaba sin cesar, hacia el interior de su sexo, escurriéndolo hacia dentro y apretando la palma de su mano contra su sexo.


Veía a Luisa, que se había desabrochado la camisa y que, metiendo sus dedos por debajo del sostén lo desplazaba hacia arriba y se sobaba los pechos, pequeños, de pezones rosados y pequeños. Luisa había desabrochado sus vaqueros y metía su mano dentro de sus bragas y la miraba fijamente, esperando.


Julia se sentía húmeda, lubricada. Sus dedos se deslizaban hacia su interior. Su otra mano abandonó su pecho y se deslizó por detrás, sintió en el antebrazo la sensación fría de sus nalgas, contraria al calor de su vientre. Por fin alcanzó su humedad y sus dos manos se concentraron en proporcionar placer a su sexo. Julia ya no miraba a nadie, se concentraba y se sentía penetrada por sus propios dedos, que a pares, desde atrás y desde delante, hacían competencia por profundizar. Sus pezones ardían. Sus flujos se deslizaban entre sus dedos. Un calor avanzaba desde su nuca y le ponía los pelos de punta. Su vientre se contrajo y se volvió a contraer y comenzó a penetrarse con más saña todavía para arrancarse un orgasmo. Comenzó a moverse armónicamente, doblando sus rodillas ligeramente y moviendo su cintura hacia Luisa y hacia detrás.


Luisa veía a Julia y su visión le producía una excitación a la que quería dar rienda suelta. Cuando Julia se corrió, terminó de desnudarse, dejando ver a Julia una desnudez excesiva. Aquellos pechos eran casi pueriles, sus piernas eran largas y delgadas y destacaban sus rodillas, como en sus brazos los codos. Sus manos eran elegantes, como sus pies. Al quitarse las bragas, unas bragas negras escotadas en forma de triángulo, apareció su sexo rubio, con pelos abundantes.


Luisa se sentó y miró a Julia, que esperaba de pié, moviendo le cuello sensualmente, buscando el calor de un contacto que no se había producido. Abrió sus piernas y le ordenó.


-¡Cómete mi coño!-


Julia avanzó de pié hacia Luisa, pero al llegar, Luisa le ordenó que se diera la vuelta y le dio un empujón con el pié en el culo, desplazándola unos dos metros


-¡Ven a gatas desde ahí!-


Luisa veía a Julia avanzar despacio, con la cara gacha, sin atrever a mirarla y con un saludable color rojo en las mejillas, fruto de la bebida, del sexo y tal vez de la vergüenza. Cuando Julia tenía su cabeza a la altura de las rodillas, Luisa la agarró del pelo, y la atrajo hacia ella


-¡Ay! ¡Me haces daño!-


Luisa aflojó un poco su presión pero no la soltó.. Torcía ligeramente el cuello de Julia y no cesó hasta conseguir que la mirara.


-¡Cómete el coñito y dame tanto gusto como le das a tu marido! ¡Entiendes!- le dijo a Julia, que de nuevo se sentía traicionada por el contenido de sus conversaciones entre mujeres.


Julia apenas había comido un coño en su vida, y después de la borrachera de aquella tarde no tan lejana, no había podido averiguar a quien pertenecía.


Puso sus labios en la parte alta de uno los famélicos muslos de Luisa y comenzó a deslizar su lengua hacia el sexo de su anfitriona. Sus labios se liaron en la dura maraña de pelos de Luisa, que la miraba, cogiendo aún su cabeza por su caballera.


Sentía avanzar aquella pasa mojada hacia el centro de su sexo. Luisa se acariciaba los pechos, se hincaba las uñas levemente en sus tetitas diminutas y colocaba los pies sobre la espalda de Julia, abriendo y cerrando las piernas y sintiendo la cara sudorosa y caliente de Julia en el interior de sus muslos. La lengua de Julia se posaba en su clítoris y la lamía una y otra vez. Luisa sentía su excitación aumentar y veía la proximidad de su orgasmo. Tomó entre las manos la cabeza de pelos morenos de Julia, la hincó contra su sexo y comenzó a moverse, buscando el contacto total de la cara de Julia, buscando intuitivamente que alguna parte de aquella cara se incara contra ella. Sentía la barbilla entre los muslos y las nalgas, la nariz contra su clítoris y finalmente, su lengua en su sexo. Comenzó a gemir arqueando su espalda hacia detrás y dándole rienda suelta a la culminación de su placer.


Eva y Olga habían estado observando a la pareja, con la carita junta, una sentada sobre la otra, acariciándose con suavidad sus muslos, sus costados y sus pechos. Eva besó en la boca a Olga, que esperaba sus besos con la misma ternura que los anteriores, pero el ver a la pareja de amigas entregadas a sus juegos habían desatado en Eva sus deseos de saciar a Olga de la manera con la que había fantaseado en alguna que otra de las reuniones.


Eva cogió de la lacia cabellera castaña a Olga y tiró de ella hacia abajo, provocando la sorpresa de Olga, que la miró asustada, con el cuello doblado, por el rabillo del ojo.


-¡Ahora, zorrita, Me vas a comer el coño como ella!-

-¿Qué me estás diciendo, so loca?-


Olga se había desnudado en los primeros momentos. Abrió sus piernas y Olga calló al suelo, entre sus piernas.


-¡Venga! ¡No me hagas decírtelo dos veces!-


Delante de Olga se habría un sexo rubio, cuidado. Sus muslos aparecían finos pero fuertes. El sexo de Olga le olía a especias, la intuía húmeda y excitada, como ella misma se encontraba. Olga nunca lo había revelado, pero si tenía alguna experiencia lésbica. Había estudiado la carrera en un colegio mayor y le salió una novia con la que estuvo varios meses. Cuando de repente se vio delante del coño de Eva, se le despertó un apetito dormido durante años. Eva la tenía atrapada por el pelo, como había visto hacer a Luisa con Julia.


Olga lamió el coño de Eva, a todo lo largo, varias veces, impregnándose de su sabor. Sus manos están a ambos lados de los muslos de su amante, ayudándose para separarle los labios y causarle el máximo placer. Tropezó con la nariz en el clítoris y lo buscó ávidamente, hasta apresarlo entre los labios y darle tironcitos que fueron celebrados por Eva con una ligera expresión de dolor y placer


-¡Hissssss! ¡Ahhhhhh!.-


Olga deslizó su dedo hasta el borde mismo del sexo de Eva y luego, un poquito más y otro poquito más, sintiendo la estrechez de su vagina. Sentía como su sexo se lubricaba al sentir la lubricación de su amante. Se animaba al sentir en su boca la vibración sexual de Eva, al notarla acelerarse, moverse, susurrar, gemir de placer, amasar su cabeza y aletear con sus muslos, rozando su cara suavemente.


Eva, lejos de sentirse calmada, se sentía como cabreada. No era eso precisamente, pero sentía la necesidad de propinar a Olga un trata parecido, o mejor, más duro, darle más placer. Darse ella misma más placer dándoselo a Olga, le gustara o no.


Olga se puso de rodillas frente a Eva con los pelos sobre la cara. Eva no se lo pensó. Sabía que le gustaría en el fondo. La empujó con fuerza y Olga cayó al suelo. Al quitarse los pelos de la cara, estaba de nuevo asustada. Eva la agarró de una pierna y la trajo hacia ella.


-¡Te voy a follar, zorra lesbiana!-


Al escuchar esto y al percibir la agresividad de Eva, Olga sacudió su pierna y se colocó detrás de la mesa donde aguardaba el vaso de los sorbitos y los naipes extendidos sobre la mesa de la última partida. Eva comenzó a perrseguirla. El vaso cayó rodando, pero un reflejo rápido de Luisa evitó su ruptura. Los naipes volaron.


Dieron varias vueltas alrededor de la mesa y Olga comenzó a chillar un poco histérica, por lo que Luisa, decidió intervenir y Olga, atrapada entre las dos amigas, se quedó quieta, se protegió los costados con los brazos y un poco agachada esperó ser atrapada.


Luisa y Eva llevaron a Olga a la mesa y la obligaron a tenderse en ella. Eva le tapó la boca con una mano mientras Luisa le atrapaba las muñecas y tiraba de sus brazos hacia detrás. La otra mano de Eva, recostada sobre Olga, dirigió su otra mano directamente al coño de Olga apretándolo para intimidar a la víctima de su agresiva lujuria


-¡No te preocupes, zorrita! ¡Hoy se va a cumplir tu fantasía! ¡Te vamos a follar a lo salvaje!


Olga se sentía atrapada. Sus fuerzas se agotaban en una lucha extenuante e inútil, pues Luisa tiraba de sus manos hacia ella, y Eva, entre sus piernas, amasaba sus pechos con las manos y manoseaba su sexo, mientras intentaba arrancarle un beso. Ya no chillaba. Era inútil, pues le taparían la boca de nuevo. Había mordido la mano de Eva mientras le tapaba la boca, y ésta, le había respondido con una torta, con la que se había convencido de que era mejor no cabrearla.


Olga no podía mover sus piernas. Eva puso una de las suyas sobre su muslo, y así evitaba sus intentos de evadirse. Miró hacia una esquina de la salita, desde donde Julia las observaba sentada, acariciándose para calmar su deseo incipiente. Con los ojos le suplicaba ayuda pero Julia pensaba que si intervenía, seguramente recibiría un trato parecido.


La boca de Olga se abrió al fin, después de considerar que al fin y al cabo, esa era una versión muy especial de su fantasía insatisfecha. Eva se lanzó a besarla sin miramientos. Sus pechos se rozaban mientras Eva agarraba a Olga de las nalgas y se pegaba a ella.


Eva sentía que Olga se calentaba y comenzó a manosear de nuevo el coño de su amiga, pero de una forma distinta, usando sus dedos como una varita mágica de placer, en lugar de arma intimidatoria, disfrutando ella misma del tacto suave del sexo de Olga en la yema de sus dedos, de su cálida humedad. Probó la dulzura exquisita de aquellos pezones oscuros, bien delimitados, que aparecían arrugados y puntiagudos. Los chupeteó y mordisqueó, hasta obtener de su amiga como concesión, un gemido de placer, y entonces bajó su cara hasta su coño, que aparecía abierto, ya que Eva agarraba cada uno de los muslos de Olga, sobre sus hombros, a ambos lados de su cara.


Eva extendió la mano y apretó delicadamente uno de los senos de Olga. Luisa, al verlo, y sentir que Olga desfallecía en su voluntad de evadirse, buscó su boca, y la besó decidida pero con delicadeza, lenta y sensualmente, mientras amasaba con sus manos, el otro pecho de Olga.


Olga comenzó a correrse. Se sentía especialmente atrapada entre sus dos amigas, forzada a tener un tipo de sexo que no esperaba y pro eso, la experiencia le parecía aún más excitante que si sus raptor fuera un hombre. Sus movimientos animaron más a Luisa y Eva, que al ver a su amiga retorcerse y gemir de placer, se emplearon a fondo, amasando sus pechos con más determinación, y en el caso de Eva, ayudando a su lengua con uno de sus dedos, que introdujo en el sexo, húmedo, cálido y suave de su amiga, tan profundamente como pudo, una y otra vez hasta que Olga, tras correrse una segunda vez, inmediatamente después de la primera, le pidió casi llorando de placer que lo sacara.


Olga estaba tendida sobre la mesa, incrédula de la experiencia que acababa de vivir. Se sentía saciada y con ganas de continuar siendo saciada a la vez. Se sentía insaciable. Miraba a Luisa y a Eva, que la miraban, las dos juntas, con el brazo echado la una sobre la otra, sonriendo. Las miraba y no sabía si quería evadirse o que la siguieran utilizando sexualmente.


Luisa se dio la vuelta y se dirigió a una cómoda, y tras abrir un cajón, sacó un objeto que llevaba envuelto en un trapo. Y antes de desenvolverlo le preguntó a Eva.


-¿Crees que se resistirá?-

-No lo se.-

-¡Estoy segura de que lo hará! ¡Es mejor que la atemos!-


Y antes de que Olga pudiera incorporarse, Eva tomó sus dos tobillos y los levantó todo lo que pudo, con lo que inmovilizó su cuerpo. Luisa atrapó sus manos. No se le ocurrió otra cosa para maniatar a su amiga que unas medias que había en el suelo.


-¡Julia, trae esas medias!-


Olga se sintió de nuevo traicionada por Julia, que obedeció dócil y diligente a Luisa y ayudó a maniatar a Olga, que insultaba a Julia con las peores palabras.


-¡Puta! ¡Mas que puta! ¡Hija de puta!-

Eva, ayudada de Luisa, unió a la fuerza las manos de Olga, que se movía y pataleaba, y pasando las medias por sus muñecas varias veces, ataron los cabos a la parte superior de una de las patas de la mesa. Así, Olga, tendida sobre la mesa, exponía la parte delantera de su cuerpo.


Luisa empezó a desenrollar el trapo y las tres amigas, y especialmente Olga, quedaron boquiabiertas al ver el objeto que aparecía en la mano de la anfitriona. Era un objeto de goma brillante, en forma de enorme pene, un pene de gigante. El pene iba unido a un juego de delgadas correas de cuero negro. Luisa reía y miraba a las chicas mientras mostraba orgullosa el objeto adquirido en un shop-sex de Torremolinos, allí donde no tenía que defender su fama de casta y pura.


-¡Esta sin estrenar! ¡Lo ha guardado para vosotras!-


Las chicas empezaron a comprender por que Luisa se apuntó a aquel viaje que organizó el "Hogar del Jubilado" a Torremolinos la semana anterior. Eva se acercó y lo observó tocándolo con curiosidad, suavemente, comprobando su textura dura y suave de latex. Miró las correas y no tardó en empezar a probar cómo le quedaría el conjunto, poniendo el pene en su vientre, como si se tratara de su propio miembro. Luisa comenzó a atarle las correas y Eva se convirtió de repente en una especie de unicornio. Se miraba orgullosa.


Julia estaba abstraída mirando la extraña estética de su mejor amiga cuando las órdenes de Luisa la despertaron.


-¡Mámale el pene a Eva!


Julia se acercó a Eva, que se había sentado y esperaba con las piernas abiertas y el trasto aquel medio levantado, que Julia llegase y se pusiera de rodillas entre sus piernas, apoyando los brazos en sus muslos y cogiendo el falo y poniendo la cabeza negra del pene de latex en su labio inferior. Era excitante ver el realismo con el que Julia hacía una felación a aquel nabo inanimado. Había empezado rozándolo apenas con los labios y la lengua para introducírselo ahora hasta la mitad. La chupaba y lo soltaba y Eva observaba el rastro húmedo de la saliva en el latex, como testigo de la codicia de Julia.


Julia se hacía ilusiones y ya se veía follada por su mejor amiga, y sufrió unos silenciosos celos cuando Eva apartó el pene de su boca y se dirigió hacia Olga, que de nuevo se movía al comprobar la sensación extraña del pene de latex sobre su vientre, mientras Eva se colocaba entre sus piernas.


-¿Qué vas a hacer? ¡No!-


Dijo cuando sintió ambas manos de Eva colacadas en su cintura tirar de su cuerpo hacia su vientre armado. Olga se revolucionó de nuevo y comenzó a luchar inútilmente, intentando separarse, pero Eva, en un movimiento hábil, consiguió meter la cabeza del pene unos milímetros apenas en el sexo de Olga, que ya no luchaba, por miedo a hacerse daño, y por que ya no deseaba luchas.


Eva se sentía dichosa cuando veía como el pene atravesaba la puerta de Olga e iba desapareciendo en su vagina. Veía el coño de su amiga abierto, el clítoris asomar entre los labios separados. Se excitaba al ver los movimientos ligeros que su amiga hacía para acomodarse, para recibir cada nuevo centímetro del pene de latex.


Olga cambió su actitud pasiva, de intentar adaptar su cuerpo y su vagina a las circunstancias, a desear ser follada, recibir aquel pollazo y correrse contra el vientre de Eva, que al verla moverse, buscar el roce intenso con el pene, comenzó a moverse ella también, de atrás hacia delante, buscando acentuar el placer que Olga sentía. Eva se acordó de su marido, de cómo movía el cintura y especialmente, cómo apretaba el culo. Se imaginó que era su marido y que Olga era ella misma y se comportó como a ella le hubiera gustado que su marido lo hiciera. Comenzó a moverse con movimientos más amplios y profundos, que ganaban en velocidad cuando el pene se insertaba en la vagina de Olga.


Julia y Luisa estaban sentadas en el suelo. La pierna de Luisa estaba entre las de Julia y sus sexos se unían. Sus coños se tocaban cada vez que Luisa apoyaba los pies en el suelo y flexionaba las piernas buscando la ternura húmeda y cálida de la entre pierna de Julia,, que sentada en el suelo, intentaba impactar contra el coño de Luisa con el mismo ritmo que su amiga.


Julia tenía en su mejilla la pierna de Olga, que colgaba y se balanceaba por las embestidas que Eva le propinaba. Toda la mesa chirriaba. Julia buscaba el tacto de la pantorrilla de Olga en la oreja. Sintió los deditos de uno de los pies de Olga en sus hombros y los acarició con su mejillas doblando el cuello. Luego, atrapó aquel pié con una mano, y mientras se follaba coño contra coño con Luisa, lamía los deditos de los pies de Olga, que le parecían una exquisita golosina de sensualidad.


Olga se sintió reventar de placer cuando notó aquella boca chupetear el dedo gordo de su pié. Comenzó a correrse, ayudada por las embestidas, cada vez más decididas que Eva le proporcionaba, y que ahora se tiraba sobre ella, de cintura parra arriba, y le hacía sentir el calor y la suavidad de su vientre y sus pechos sobre su propio cuerpo.


El orgasmo de Olga actuó como un detonante, y Julia, excitada al ver que Olga se corría, buscó el estímulo intenso del coño de Luisa en su propio sexo, con fuerza, casi violentamente, hasta conseguir arrancarse un orgasmo que casi inmediatamente fue respondido por Luisa.


Las chicas quedaron agotadas momentáneamente. Sólo Eva, estaba incorporada. Julia y Luisa se entregaban a delicadas caricias mientras ella se paseaba por la habitación, sin atreverse a observar a Olga, que en silencio sobre la mesa deseaba una caricia, un contacto tierno distinto al de la polla de latex. Eva comenzó a desabrocharse las correas y el pene cayó de sus caderas. Se deslizó al lado de Olga, sobre su cuerpo y las dos mujeres comenzaron a besarse, sintiendo sus cuerpos juntos, solapados, con la misma dulzura con que se habían estado besando y acariciando en un principio. Eva desató las manos de Olga, que comenzó a acariciarla y pronto volvieron al sillón de donde habían partido, con Olga, de nuevo sentada en el regazo de Eva.


Luisa cogió disimuladamente el pene de la mesa y se levantó en silencio y ocultando el pene. Hizo creer a Julia que iba al servicio, pero en realidad, al salir de la salita, comenzó a colocarse las correas para volverse tan masculina, como Eva lo había sido anteriormente. No quería hacerlo delante de las otras. Deseaba hacerlo a solas, por eso, cuando terminó de colocar el pene en su vientre, llamó a Julia, que acudió dócilmente.


Julia se sorprendió al ver a su amiga armada. Su delgadez y baja talla hacían que el pene pareciera más imponente. Comenzó a sentirse nuevamente excitada y mucho más cuando se dio cuenta que el pene estaba impregnado de la más íntima humedad de Olga y que esa humedad la impregnaría a ella. Se sentía una zorra, especialmente cuando vió sobre la mesita del teléfono los tres libros de ejercicios espirituales, pero no estaba dispuesta a perderse la experiencia por nada, así que cuando Luisa le pidió que se diera la vuelta y se pusiera a cuatro patas, Julia la obedeció y no tuvo reparo en ofrecer su culo a Luisa, que colocada de rodillas, empezó a dar azotitos en las nalgas de Julia.


Aquellos azotes ponían cachonda a Julia. Luisa lo sabía. A ella le excitaba ver cómo Julia se ponía cachonda con los azotes, así que ambas se lo pasaban de lo lindo recibiendo una, y dando azotes, la otra.


Luisa levantó el falo a la altura de la raja de Julia. Lo puso en medio de sus labios y apuntó, y comenzó a penetrar en el sexo de Julia, que aguantaba pacientemente, a cuatro patas, con los codos apoyados en el suelo. Se sentía penetrada de manera intensa. Con su marido nunca había conseguido hacerlo así. O se corría a la primera o no llegaba hasta donde tenía que llegar. Pero esta polla era hermosísima y la penetraba completamente, Se sentía totalmente insertada.


EL cuerpo suave de Luisa rozaba y entraba en contacto con el suyo. Aquella sensación le atraía y le excitaba, sobre todo, por el efecto contrario a la rudeza de aquel falo que la penetraba. Luisa la seguía golpeando en las nalgas de vez en cuando y ella temblaba de placer. Cada manotazo provocaba que su sexo se lubricara más y que Luisa profundizara en un penetración.


-¡Muévete!-


Julia obedeció la orden de Luisa. Sentía su vientre en las nalgas y eso significaba que toda aquella polla estaba ya dentro de ella. Comenzó a moverse. Luisa agarró sus pechos con fuerza y los apretó. Julia se movía con dificultad.

-¡Muévete, golfa!-


Repitió Luisa. Soltó los pechos de su amiga y dirigió una mano hacia el sexo abierto y penetrado, y encontró el clítoris entre sus labios. Lo colocó entre sus dedos y comenzó a pellizcarlo y a mover sus dedos en las hendiduras internas que quedan entre los labios y el clítoris. Sintió la turbación de Julia y su excitación creciente cuando tiró de su pelo hacia detrás y tuvo que doblar la espalda. Julia se sentía indefensa, aunque no deseaba defenderse, deseaba que aquello durara un buen rato antes de correrse.


Luisa empezó a moverse contra Julia. El pene entraba y salía. El roce con el pene recorría una y otra vez su vagina. Extendió los brazos y arqueó la espalda cuanto pudo. Se acordó de su marido, casi con melancolía, mientras su cuerpo se liberaba de la presión acumulada.. Los estímulos hicieron que se corriera. Se sentía sucia, pero le gustaba lo que le sucedía. Estuvo a punto de llorar cuando se acabó de correr y sintió un alivio muy grande cuando Luisa sacó aquello de su interior y comenzó a besar su espalda, sus hombros y su cuello, mientras sentía aquellas tetitas diminutas en su espalda.


Eva llamó a Julia al día siguiente.


-¡Chocho! ¡Ayer te confundiste y te llevaste mi libro!

-¡Y tú! ¿Qué me dices de las bragas?-

-¿El qué?-

-¡Pues eso! ¡Que tú te pusiste mis bragas!-


Cosas de mujeres


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El Primer dia de Escuela - 2ª Parte

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 Realmente me alegró que me quedara un poco de margarita. Sabía bien.
"¿Entonces el chico te invitó a salir?" dijo Lisa entre sorbos de su vino.
"¿Qué chico?"
"El chico con quien bailabas. El chico de la mesa. Diablos, Chris. No me digas que lo botaste." Lisa me hizo una mueca enojada. Estaba casi un setenta y cinco por ciento segura de que bromeaba.
Había habido un chico. Lo recordé como bastante tierno. Recordé decir "Hola" y mirar el trasero de Lisa. Eso era todo lo que recordaba.
"No, no me invitó a salir. Creo que lo boté," dije.
"¿Quieres volver?" me preguntó Lisa, esta vez con una sonrisa.
"¡No!"
Rió y puso su mano en mi rodilla. Me acarició suavemente antes de levantarla. Busqué mi vaso para no tener que mirar a Lisa a los ojos. El vaso estaba vacío, pero el temblor que había pasado por todo mi cuerpo se había ido.
"¿Quieres otro?" preguntó Lisa.
"De ninguna manera. Fue todo para mí esta noche," dije sinceramente.
Pero no fue el final del baile. Estuvimos en la pista otro par de canciones, esta vez más juntas. Estaba más atiborrado y a menudo nos tocamos al movernos.
No fue hasta que estuve en mi cama esa noche que me permití pensar sobre la sensación que tuve cuando Lisa y yo nos tocábamos. Su mano sobre mi rodilla. Nuestras manos en la pista de baile. Era electrizante y no sabía por qué.
No estaba cautivada por las mujeres. No me fascinaban. No estaba atraída hacia Lisa.
Podía oler su perfume en la cama conmigo. Mi mano estaba frotando el exterior de mis bragas antes de que me diera cuenta. Podía sentir la humedad empezando a atravesarlas. Me moví hacia mi clítoris.
Vi los pechos de Lisa presionados contra su blusa. Los pezones claramente duros. Su culito se movía frente a mí dentro de sus pantalones apretados. Mis dedos presionaron con más fuerza contra mi clítoris.
Ella me tocaba. Mi mano se deslizó al interior de mis bragas y encontró el clítoris de nuevo. Estaba duro y palpitante. Lisa bailaba, pero ahora sin su blusa. Estaba apenas a unos centímetros frente a mí, sus preciosos senos moviéndose con la música.
Mi trasero abandonó la cama cuando inserté un dedo en mi coño. Mis jugos lo empaparon hasta el puño. Puse el dedo en mi clítoris y tomé mucho aire. Lo dejé salir con un sonoro gemido.
Lisa estaba sin pantalones. Luego sin bragas. Estaba desnuda frente a mí, buscando mis manos. Las puso en sus pechos antes de que yo las moviera a su conejo. Me restregué frenéticamente.
Lisa empezó a correrse. "Sí, Lisa. Eso es. Córrete para mí."
Mi cuerpo temblaba histéricamente. Mis piernas se estiraron hasta el final de la cama. Mis caderas subían y caían, intentando follar mi mano. Mi clítoris me gritaba que lo frotara más fuerte...más rápido. Estaba gritando su nombre y corriéndome una y otra vez. Su cuerpo. Su olor. Su rostro y cabello. Me corrí otra vez.
"Cielos, Chris." Aquellas fueron las primeras palabras que realmente oí. Mis manos cubrían mis ojos. Podía olerme a mí misma en mi mano derecha y sentía la humedad en mi frente.
Mi cuerpo dejó de temblar un minuto después. Si había tenido un orgasmo mejor seguramente no podía decir cuándo, o con quién. La culpa se arrastró, seguida por una ola de confusión. ¿Qué acababa de pasar? ¿Me corrí pensando en una mujer que acababa de conocer? ¿Una jodida mujer?
Quedé dormida antes de que me llegara alguna respuesta.
El lunes era el primero de tres días de labor para los profesores antes que llegaran los estudiantes. Logré ponerme en buenos términos con la bienintencionada burla que me hacían en relación a la noche del sábado. Lisa y yo nos sentábamos juntas en las sesiones y almorzamos juntas todos los días. Era una gran ayuda para aclarar lo que necesitaba saber y lo que podía olvidar.
El miércoles en la tarde, durante un descanso, Lisa me preguntó, "Qué tal un trago esta noche después que se acabe esto?"
"Sólo uno." Intenté mantener una mirada decidida en el rostro cuando lo dije. Pero cuando ella rió, yo también lo hice.
"¿Eso es un sí?" indagó Lisa.
"Sí. ¿Dónde?"
"O’Reilly’s en Front Street. ¿Sabes dónde es?," preguntó.
"Claro. Es un buen lugar. No hay banda," dije.
"Genial. ¿Estaría bien a las seis?"
Sonreí. "Allí estaré…de jeans."
También me puse un top con straps delicados que juré nunca me pondría en público. No tengo los pechos más grandes del mundo, pero este top haría que cualquier mujer se viera bien. Allí con mis jeans, me hizo sentir sexy pero no como una puta.
Llegué unos quince minutos antes que Lisa y tomé una mesa lejos de la puerta. Mi cerveza y Lisa aparecieron casi al tiempo. Atravesó la puerta y miró a los lados. El perfil de su figura con jeans y top sin mangas me hipnotizó. Finalmente me vio y pronto se sentaba en una silla junto a mí.
"Chris. Te ves…despampanante," dijo, mirándome dos veces. "Wow."
"¿Es demasiado?"
Lisa sólo me miró. "¿Demasiado qué? ¿Sexy? ¿Atractivo? ¿Chic?"
"Sí." Dije tan despreocupadamente como pude.
Lisa rió con una risa que empezaba a contagiarme. Era una muestra honesta de placer. "Mujer, es todo eso. Me encanta."
"Gracias. Valoro tu opinión," dije cuando se acercó una camarera a tomar la orden de Lisa.
"¿No te alegra que se hayan acabado estos tres días?" preguntó.
"Sí, pero aprendí algunas cosas. Supongo que los profesores…," me detuve apenas a punto de decir ‘más viejos’. "…que han estado más tiempo que yo lo detestan."
"Sí, los profesores más viejos lo detestan." El énfasis que puso en más viejos mostró lo que quería decir, incluso sin su mirada más dura.
"Lo siento. No te considero una de ellos. Eres...como yo de alguna manera. No sé cómo explicarlo," dije, sintiendo tan solo el haberlo mencionado.
"Gracias, creo. Sólo considérame una profesora de primer año de 32 años."
Reí con ella. Me alejaría antes de meterme en más problemas.
Empezaba a aprender que Lisa era una experta en no permitir que la conversación se centrara mucho en ella. Muchas veces desde que la conocí nos había alejado de tópicos que tenían que ver muy de cerca con su vida privada o su pasado. Pocas cosas salían, pero nada que se acercara a lo sustancial.
Tal vez estaba interesada más sinceramente en mí de lo que yo creía. Eso habría sido dulce, pero estaba inclinada a pensar que simplemente no quería hablar de ella. Una cosa que nunca descubriría de mí era que estaba pensando en ella. No hasta que ella admitiera lo mismo de mí, y esa pregunta no la iba a hacer yo.
Nos fuimos unos noventa minutos después. Fuera del bar me deseo suerte en mi primer día con los niños. Lo siguiente que supe es que la estaba abrazando, agradeciéndole su ayuda. Simplemente parecía lo más natural por hacer. Dijimos adiós y tomamos nuestros caminos separados.
Llegué temprano al primer día de escuela. Me detuve en la oficina y revisé mi casillero, que contenía una pequeña caja envuelta. A pesar del afán de abrirlo, lo tomé con el resto de mis cosas y me dirigí al Salón 12, el salón de clases del tercer grado de la Señorita Spivey.
Puse mi bolsa y monedero en el escritorio y me senté para abrir la caja. Al interior de la caja blanca había un pedazo de papel doblado por la mitad. Lo abrí.
"Chris. Felicitaciones y buena suerte. Lisa"
Bajo la nota y un pedazo de algodón estaba un precioso collar dorado con un pendiente de manzana. Mis manos temblaron al sacarlo de la caja. Lo sostuve por un segundo antes de ponerlo en mi cuello y colocarlo en su sitio. Lo puse bajo mi blusa y lo mantuve allí con la mano. Dos lágrimas se escurrieron por mis mejillas antes de que las pudiera secar.
Me apresuré a preparar el cuarto antes de dejar que fluyeran más lágrimas. Respiré profundamente y escuché, "Oye, chiquilla. Hoy es el día."
Lisa sostenía todas sus cosas en los brazos, sonriendo de oreja a oreja.
"Estoy lista…creo," dije.
"Sé que lo estás. Lo harás genial."
Se dio la vuelta hacia el corredor.
"Oye, Lisa," grité a sus espaldas. Se detuvo y volvió a mirar sobre su hombro.
"Gracias."
Miro a la nada por un segundo, hasta que toqué el collar.
"Ah," finalmente dijo. "Espero que te guste."
"Me encanta." Y era cierto. Nadie me compraba nada. Ningún novio había hecho alguna vez algo cercanamente tan hermoso. Me ENCANTABA.
El día fue más suave de lo que esperaba. Los niños eran grandiosos y ninguno se quedó cuando los buses partieron al final del día. Los chicos problemáticos fueron fáciles de reconocer y esperaba poder manejarlos. En general, el día fue un éxito.
Giré el collar alrededor de mi dedo, y en la privacidad de mi salón besé la pequeña manzana. Sentándome en mi silla, la tensión del día se alejó de mí. Cerré los ojos e intenté no pensar en nada. Pero el perfume de Lisa no me dejó.
"¿Quieres hacerlo mañana otra vez?"
Me había atrapado de nuevo. Abrí los ojos de golpe y giré la cabeza para mirar a la puerta. "Sí, quiero. ¿Intentas provocarme un ataque cardíaco?"
"¿Qué?" preguntó, sus manos abiertas a su costado.
"Sabes qué. Esperas hasta que no estoy mirando, lo juro." Sonreí para asegurarme que supiera que no hablaba muy en serio.
"Es mi manera de prepararte para los niños."
"No quiero ningún niño," dije. Tan pronto como lo dije supe lo que ella quería decir. "Es decir, no quiero TENER niños. Quiero niños aquí."
Rió tan fuerte como la había escuchado alguna vez. Miró al corredor. "Oye, Linda. Chris no quiere niños," gritó.
"Lisa Owens. Detente."
"Bueno…"
"Como sea," dije, "creo que necesitas un hombre para tener niños y las oportunidades de eso no son muy buenas justo ahora."
"Podrías haber tenido ese chico en el club la semana pasada," dijo Lisa de manera entusiasta.
"Sí, lo que sea. Por una hora. Luego se va y no lo vuelvo a ver nunca. No gracias."
Lisa no respondió. Lo que la joven profesora decía era demasiado familiar y doloroso. Demasiados hombres habían entrado a la vida de Lisa cuando era más joven y demasiados de ellos desaparecían después de la noche.
Sólo había tenido un hombre desde entonces y eso era más amistad que amor. Eso, igualmente, tampoco duró. Encontraba que las mujeres eran más preocupadas, compasivas y confortantes. Y mejores amantes.
"Escucha, Chris. ¿Qué tal si te pasas por mi casa el sábado. Veremos una película y sólo nos relajamos. Nada de niños," dijo Lisa.
"OK. Me gusta eso," dije. "Intentaré no hacer demasiadas preguntas estúpidas de escuela."
Lisa se apoyó contra el marco de la puerta, sus caderas dobladas como una modelo posando. "Ah, no te preocupes. Si tenemos suerte no hablaremos de la escuela en absoluto."
"¿A qué hora y qué quieres que lleve?" pregunté.
"Qué tal a eso de las siete y yo hago las compras. Ningún gran trato."
Una cita. Realmente no había esperado una cita por tanto tiempo que no podía recordar cuándo fue la última vez. Sin embargo, al conducir a casa debatí conmigo misma si era realmente una cita. Una compañera me había invitado. Eso difícilmente era una cita. ¿Por qué consideraba el que Lisa me invitara una cita?
Decidí que había pasado demasiado tiempo intentado que sucedieran esas cosas.
Sobreviví a la primera semana de escuela y me dirigí al fin de semana con una actitud muy buena. El sábado en la mañana limpié mi apartamento y miré algunos de los trabajos de los niños. En la tarde hice compras y miré televisión, ansiosa de que llegara la noche.
Me duché tras cenar y me puse un poco de loción corporal de hierbas, pensando que no olía ni de cerca tan bien como el perfume de Lisa. Escoger qué ponerme no fue tan difícil. Los jeans estarían bien, desde luego. Me puse el cinturón colocándolo por entre un par de aberturas y lo puse en su sitio justo al frente.
Ahora el top. ¿Con sostén o sin sostén? Esto se estaba poniendo más difícil. Ganó la conservadora y me puse un sostén ligero. Sin embargo cuando me ponía el top sin mangas que me gustaba –y recordando lo mucho que le gustó a Lisa el anterior– mi lado perverso se sacó el sostén y se introdujo el top.
Ajusté las cintas y me miré al espejo. El escote no era mi punto fuerte, pero podías decir que tenía pechos. Me encantaba la manera en que sentía este top contra mis pezones y decidí que era bueno para ver una película con Lisa.
La primera indicación de que Lisa estaba ansiosa al invitarme fue cuando abrió su cajón de ropa interior para "ocasiones especiales." Ojeó dentro antes de mover algunos de los pequeños objetos sedosos a un lado. Allí estaba. Sacó una diminuta tanga negra y empezó a ponérsela. Una pierna a la vez se la puso. La colocó en su sitio y la acomodó con sus dedos.
Se movió a un lado y se vio a sí misma en el espejo. La membrecía en el club de la salud valía cada centavo. Tenía un trasero y cintura espectaculares, de los que se preocupaba y trabajaba constantemente. La parte de atrás de la tanga estaba oculta entre sus nalgas y ella se las sacudió al tiempo alegremente.
Se puso unos jeans que se pegaron a su piel y sacó una camisa del gancho. No cualquier camisa. Esta era su camisa ligera floral –no, mejor transparente– con patrones que ocultaban sus pezones y eso era todo. Se la ajusto sobre los jeans y se vio una vez más ante el espejo.
Muy bien. Desabotonó un botón más en la parte de arriba y miró otra vez. Perfecto. Su último acto en el cuarto fue colocarse, como siempre, un poco de Giorgio.
Lisa revisó la nevera. Tenía cerveza, vino y todos los ingredientes para hacer margaritas. Había hecho una bandeja pequeña de carne y queso y planeaba hacer palomitas de maíz más tarde. Estaba lista.
Yo llegué unos minutos después de las siete, ansiosa de ver el interior del apartamento de Lisa. Lo había descrito como un hoyo en la pared pero yo sospechaba otra cosa.
"Viniste. Entra," dijo Lisa alegremente tan pronto se abrió la puerta.
Una cocina y un comedor se abrían a la derecha con un corredor recto al frente y escaleras a la izquierda. Al final del pasillo había un gran cuarto abierto con luz.
"Wow. Es un lugar grandioso, Lisa," dije.
Puso su mano en mi espalda y me condujo por el corredor.
"Gracias. Es todo lo que necesito," dijo.
Un techo de catedral se levantaba mientras llegábamos a la sala. Un comedor a la derecha junto a la chimenea. Alcé los ojos y vi un ático tras una hermosa reja en madera recorriendo toda una pared.
"Lisa, esto es hermoso. Te envidio mucho."
No fue sino hasta entonces que tuve oportunidad de observar realmente a mi anfitriona. Se veía preciosa con su camisa y jeans. En algún lugar de mi mente se registró que no tenía nada bajo la camisa. Y una extraña sensación me recorrió. Estaba en algún punto entre la excitación y la lujuria.
"Chris, tienes las camisas más hermosas. Me encanta eso en ti," me estaba diciendo Lisa.
"Ah, gracias," dije. "Supuse que esta noche no era formal."
Lisa rió. "Difícilmente. No voy muy bien con lo formal."
Decidimos tomar algo de vino y seguí a Lisa a la cocina. Me pasó la bandeja de carne y queso y la llevé de vuelta a la sala mientras ella servía el vino. Se reunió conmigo unos segundos después y nos sentamos en lados opuestos del sofá.
Mientras hablábamos, comíamos y bebíamos, quedé absorta estudiando los rasgos de la mujer. Su cabello rubio claro, desde luego, era perfecto sin verse falso. Su nariz, ojos y boca eran irreprochables. Además, viéndola de lado cuando se inclinaba para coger más queso, el perfil de sus senos aparecía bajo la camisa. Aunque interrumpida de manera intermitente por los patrones florales, la belleza natural de los senos era evidente.
Esta mujer era el sueño de cualquier hombre y se sentaba aquí un sábado por la noche conmigo. Las piezas del rompecabezas aún estaban desordenadas sobre la mesa en lo que tocaba a Lisa, pero empezaban a emerger patrones. No me preocuparía por la imagen grande hasta después. Por ahora disfrutaba mirando las piezas.
Un rayo relampagueó muchos kilómetros lejos por la ventana. Estaba casi oscuro y el efecto fue macabro. Mientras Lisa volvía a llenar nuestros vasos, caminé hasta la ventana más grande y miré fuera.
"Adelántate y cierra las cortinas," gritó Lisa desde la cocina.
Las cerré y me encontré con ella cerca al sofá.
"No me molestan las tormentas. ¿A ti sí?" preguntó.
"No. No hasta que son muy fuertes. Entonces me preocupo, a veces," dije sin ocultar mis miedos infantiles.
"Si se pone peor, puedes quedarte hasta que pase," dijo calmadamente.
"Podría ser."
Lisa había rentado Chicago y lo pusimos después de hablar un rato más. Hizo algunas palomitas de maíz en el microondas y nos sentamos descalzas en el sofá con las piernas recogidas y cojines a los lados.
Las luces de los rayos y los sonidos de los truenos afuera acompañaban la película. La lluvia golpeaba contra las ventanas en torrentes mientras aullaba el viento. Era un típico aguacero de primavera al comienzo del otoño. Me alegraba estar con alguien.
"Vaya. Es realmente…," empezó a decir Lisa. Entonces un cegador resplandor de rayo fue seguido por oscuridad total y un ensordecer sonido de trueno.
"Ah, mierda," gritó Lisa.
Sólo la luz del rayo que no paraba iluminaba el cuarto. Vi a Lisa levantarse.
"Voy por una linterna y unas velas. Quédate justo ahí," dijo.
Ni siquiera me ofrecí a ayudar. Me sentía como un niño pequeño mientras Lisa revolvía en la cocina. La escuché regresar y me giré para verla caminar con una linterna y un montón de cosas en los brazos.
Se dobló y puso fósforos, velas y otra linterna en el sofá donde nos sentábamos. Las velas eran aromáticas en pequeños candelabros redondos de vidrio.
"Pon un par de velas sobre la mesa y enciéndelas. ¿OK?" preguntó.
Rápidamente encendí dos velas mientras ella ponía una tercera al final de la mesa. El cuarto ya se veía ligeramente más brillante y mucho más "amigable". Lisa se quedó de pie frente al sofá y se inclinó por su vino.
"Bueno. Todo sea por ver Chicago," dijo.
Reí débil y nerviosamente. "Está bien. No es tu culpa."
Otro duro sonido de trueno siguió un a brillante rayo. Lisa se sentó en el sofá cerca a mí.
"¿Estás bien?"
"Sí. Estoy bien. No te preocupes por mí. En tanto esté con alguien…," dije sonando muy poco convincente, estoy segura.
"De acuerdo. Me quedaré entonces," dijo Lisa.
Reí de nuevo. Miramos la luz de las velas combinada con el espectáculo de luces afuera. Era realmente relajante. ¿O era el vino?
En algún momento noté que Lisa me observaba en silencio. La miré a los ojos.
"Chris, realmente me alegra que estés en la escuela. Creo que tendremos un buen año, ¿tú no?" preguntó en la semi-oscuridad entre rayos.
"Eso espero. Me da miedo meter la pata, pero contigo allí para ayudar estaré bien."
"Siempre te lo digo. Lo harás bien," dijo.
La miré y sonreí en vez de decir algo más. Su cabello y sus ojos brillaban a la luz de las velas. Simplemente nos sentábamos y nos miramos una a la otra por un segundo, pero pareció durar por siempre.
Otro rayo al parecer justo afuera del apartamento me hizo saltar. Lisa deslizó un pie o algo así en el sofá hasta que estuvimos tan cerca como para tocarnos. Puso su mano en mi pierna.
"Tranquila, Chris. Estoy aquí."
Puse mi mano en la suya y la acaricié. Ella volteó la mano hasta que se encontraron nuestras palmas. Luego nuestros dedos se entrelazaron y nos apretamos fuerte. La vi de nuevo a la cara. Ya me estaba mirando, pero no con una sonrisa. Era una mirada contenta. Pacífica.
Llevó mi mano a su boca y la besó.
"Todo estará bien."
Un estremecimiento me recorrió. Puso mi mano en su mejilla y mi cuerpo entero se sintió como atraído al suyo. Me incliné hacia ella.
Lisa soltó mi mano y estiró su brazo. Caí en él lentamente. Lo puso alrededor de mi hombro y deslizamos nuestros cuerpos más cerca. Mi cabeza estaba en su hombro antes que supiera siquiera lo que pasaba.
No dijimos nada. Nos sentamos y miramos y escuchamos. Luego olí su perfume. Me rodeaba. Era como si hubiera entrado a otro cuarto–uno seguro y con luz.
La mano de Lisa se deslizaba arriba y abajo por mi brazo, y luego se movió a mi cabello. Haló mi cabeza más fuerte hacia su hombro. Suavemente... delicadamente ... besó la parte de encima de mi cabeza.
Alcé los ojos hacia ella y moví la cabeza de forma que quedamos frente a frente. Estábamos a menos de treinta centímetros. Podía escucharla respirar. Vi a sus labios sensuales separarse. Y yo quería besarla.
Nuestros labios se encontraron mientras mis ojos estaban cerrados. El impacto del contacto me hizo saltar, pero me mantuve en contacto con ella. Ninguna de nosotras intentó hacer del beso más de lo que era.


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El Primer dia de Escuela - 1ª Parte

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Nota de la escritora: Detesto dañar una buena historia con trama, pero había algunas cosas que necesitaba decir. Conozco al menos una que entenderán. Lisa, te amo tanto por todo lo que me enseñaste.

Los últimos ecos diáfanos de mis zapatos en el corredor se desvanecieron al acercarme a la puerta, detenerme y echar una mirada. Cinco filas rectas de escritorios llenaban el centro del salón. Las ventanas a lo largo de la pared más alejada permitían que la luz del sol brillara ampliamente por debajo de las cornisas vacías. Un escritorio grande al frente del salón yacía estéril, y el tablero blanco relucía.

"Será diferente cuando tenga treinta niños dentro."
Salté sin quererlo cuando escuché una voz detrás mío. Me di la vuelta rápidamente, intentando mantener el control sobre el montón de libros que tenía en los brazos.
"No te quería asustar. Lo siento," dijo la voz.
"Oh, está bien," logré decir. Con los libros al parecer en su lugar, sonreí. "Este, soy Chris. Chris Spivey. Creo que éste es mi salón."
"Hola. Soy Lisa Owens. Y sí, lo es. ¿Necesitas ayuda?" preguntó Lisa, caminando por el corredor hacía su salón.
"No, gracias. Estoy bien. Es decir, deja que ponga estos libros en algún lugar." Di mis primeros pasos al interior del Salón 12 y los puse en el escritorio de la maestra.
Lisa se quedó en la puerta, viendo cómo la joven profesora nueva revisaba el salón de una esquina a otra. Lisa fue transportada casi diez años atrás al momento en que ella caminó a su propio primer salón de clases. ¿Realmente eran diez años?
"No sé por dónde empezar," dije en un tono que apuntaba a la vergüenza.
Lisa rió ligeramente mientras decía, "Conozco la sensación. Todavía me siento así cuando comienza cada año."
"¿De verdad?" pregunté esperanzada.
"Sí. Realmente es mejor cuando los niños están aquí porque te sientes más al control," dijo Lisa.
Yo parecía desilusionada. "Tal vez tú. Yo seré un caos en ése momento, también."
"Ay, vamos. Linda me dijo que hiciste una de las mejores entrevistas que ella ha hecho en toda su vida," dijo Lisa reconfortantemente, refiriéndose a la directora de la escuela.
Me sonrojé. "Lo dudo. Me puse muy nerviosa."
"Escucha. Dejaré que veas cómo va todo. Vendré a ver cómo te va en un rato. En cualquier otro caso, estoy apenas pasando el corredor. Grita si necesitas cualquier cosa," dijo Lisa.
"Muchas gracias. Probablemente voy a tener muchas preguntas."
"¿Entonces qué tal si planeamos almorzar juntas?" preguntó Lisa.
"Seguro. Eso sería genial. Gracias," dije.
"Hablaremos más tarde," dijo Lisa mientras retornaba a su salón.

Volví a mirar el cuarto otra vez. Estaba ansiosa, entusiasta y dubitativa ... todo al mismo tiempo. La tarea que estaba ante mí parecía ominosa, pero había estudiado durante cuatro años para ésto y hecho prácticas con excelentes profesores. Mi reacción natural, sin embargo, era estar un poco insegura.
Abrí el cajón del inmenso escritorio de maestro y, desde luego, lo encontré completamente vacío. Así es como iba a encontrar la mayoría de cosas en el salón –vacías o limpias, esperando mi toque personal.
Me di la vuelta para observar el tablero blanco tras de mí. Para mi sorpresa un marcador seco azul estaba en la bandeja en la parte inferior del tablero. Le quité la tapa, me acerqué al tablero y escribí "Señorita Spivey" con letras grandes.

Volví a poner el marcador en su lugar y me quedé viendo las palabras. Moví la cabeza hacia la ventana para ocultar la lágrima que se deslizaba por mi mejilla. La sequé rápidamente antes de ser vista y volví al escritorio.
A los 23 y apenas tres meses después de graduarme, era nueva en el "mundo real." Si todo iba bien, mi estatura de 1,65 mts por lo menos me hacía más alta que la mayoría de mis alumnos de tercer grado. Me pasé los dedos por el cabello e intenté ganar suficiente compostura como para pensar en lo que estaba haciendo.
Sabía que Linda, la directora, vendría más tarde. Eso ayudaría. Y además era genial tener a Lisa, la otra profesora de tercer grado, al otro lado del pasillo. Sin embargo no quería parecer tan anonadada como realmente me sentía.
Esto era tan típico. Todos mis amigos sabían que yo era amigable y cálida, pero ‘con mucha confianza’ no eran probablemente las palabras que usarían para describirme. ¿Agresiva? Sí, bien. No Chris Spivey.
Así que la siguiente media hora me la pasé abriendo cada armario, volviendo a arreglar las sillas y escritorios, cuando no estaba imaginando cómo se vería el salón la semana siguiente. Periódicamente, otros profesores asomaban sus cabezas por la puerta y se presentaban. Todos parecían agradables y dispuestos a ayudar. Tal vez ésto funcionaría después de todo.

Caminé hacia el salón de Lisa después de un rato, no tanto porque necesitara ayuda sino más bien para tomar un descanso. Lisa estaba de rodillas, colocando libros en un estante. Parecía estar al comienzo de los treinta, tal vez era unos cinco centímetros más alta que yo. Tenía un precioso cabello rubio corto, arreglado por un profesional, sin duda alguna.

Ciertamente era atractiva e instantáneamente envidié su cuerpo, el cual al parecer no tenía problema en mostrar con sus jeans apretados y su blusa estirada.
Lisa alzó la mirada. "Hola. ¿Cómo te está yendo?"
"Grandioso. Bien. Creo que en seguida voy a ubicar los libros," dije.
Lisa me observó por un instante antes de decir, "¿Qué hora es?"
"Más o menos las 11."
"¿Quieres que a eso de medio día vayamos a buscar algo de comer?" preguntó.
"Sí. Todavía quiero hacer eso. ¿Qué lugar recomiendas?" dije.
"¿Qué tal Panera’s? Me gustan sus sopas y ensaladas."
"Perfecto. También me encantan. Avísame cuando estés lista para ir," dije yo.
"OK. Voy a estar ansiosa de ver cómo te va."
Volví a mi salón, oyendo el sonido de escritorios moviéndose en los otros salones a lo largo del pasillo. Con la mente un poco más despejada, estaba lista para enfrentarme a los libros. Ahora piensa, Chris. ¿Cuál es la manera más lógica de hacerlo? Quise haber estado haciendo esto durante diez años.
El medio día llegó pronto y Lisa entró a mi salón con su bolso en el hombro, lista para salir. Yo tenía un hambre terrible. No necesité de ningún estímulo especial para ponerme de pie, tomar mi bolso y salir con ella caminando. Se ofreció a conducir y yo me sentí obligada a aceptar, así que nos montamos a su SUV y nos dirigimos a Panera’s.
Era cerca, pero la conversación por el camino aumentó mi creencia en que Lisa era una mujer inteligente y que confiaba en sí misma. Esto era bueno. Las cualidades en que a menudo me sentía más débil eran las que buscaba en mis amigos, de manera que al menos uno de nosotros supiera lo que estábamos haciendo. Y el olor de su perfume llenaba el SUV. Lo había notado en su salón. Era agradable.
Lisa ordenó sopa y una ensalada pequeña. Yo pedí una ensalada griega con el usual acompañamiento sin grasa y sin sabor. No hablamos mucho, Lisa se mostraba un poco más callada de lo que había anticipado. Era obvio que pensaba las cosas antes de hablar.
"Hay un buen personal," dijo Lisa en un momento. "Desde luego, tenemos la usual desconsideración que causará problemas durante el año, pero ningún odiado."
Reí ante la forma parca en que lo dijo. "Voy a intentar no hacer nada que haga que los demás me odien. Adviérteme cuando cruce la línea."
"No hay problema. Pero apuesto que no eres del tipo que resulta insoportable."
"¿Por qué?" pregunté inocentemente.
"Ah, pienso que eres demasiado inteligente para ser así. Pienso que vas a sentarte y mirar todo y calcular antes de actuar," dijo antes de atrapar una buena porción de ensalada con el tenedor.
Detesto cuando las personas ya me conocen después de menos de cuatro horas de presentarnos. ¿Soy ASÍ de predecible? ¿O era Lisa tan buena? Me empezaba a intrigar con esa habilidad de captar las cosas tan rápidamente.
"¿No eres casada?" preguntó de manera inesperada.
"Este, no." La pausa que siguió hizo que Lisa esperara la conclusión del pensamiento. Consideré las muchas vías posibles para continuar. "No salgo con nadie en este momento. El último no resultó muy bien."
Lisa me miró por encima del tenedor. "Sé lo que se siente."
"¿Y tú?" pregunté sin emoción.
"No. Nunca me casé. No estoy segura de que sea lo adecuado para mí."
"Ciertamente eres bonita. Debes haber tenido un montón de chicos invitándote a salir," dije.
"Gracias," dijo Lisa, al parecer agradecida por el cumplido. "No diría que un montón, pero ninguno de ellos parecía el correcto."
"Estoy sospechando un poco de todos los hombres en este momento," dije sinceramente. "He tenido algunas malas experiencias dentro y fuera de la escuela…la universidad, quiero decir…y …bueno, ya no confío en muchos hombres."
"Hay un par entre los profesores, pero son inofensivos. Dejaré que lo decidas por ti misma," dijo Lisa.
"Gracias. Seguro que lo haré."
El único evento que fue notable también durante el almuerzo fue mi incapacidad, por momentos, de abstenerme de observar los casi perfectos pechos de la mujer parcialmente ocultos y parcialmente expuestos dentro de su camisa. Era una de aquellas blusas escotadas que moldeaban la figura acentuando cada curva y ángulo. Y las curvas de Lisa eran impecables. No estaba segura de si sentía celos o completa admiración.
¿Cómo podría una mujer como ésta estar a estas alturas de su vida sin un hombre? Claramente había algo de historia aquí que yo no conocía. Sería un proyecto para el año que viene, me dije para mí.
La tarde pasó rápidamente y dormí bien esa noche, cansada del trabajo físico que había hecho todo el verano. Lisa yacía en su cama mirando al techo. Vestida sólo con unas bragas, deslizó sus dedos por el interior de sus muslos, sobre su estómago y eventualmente por sus senos.
Cerró los ojos. Estaba observando a su joven compañera profesora. Yo estaba de pie en el pasillo frente a su salón con mi cabello oscuro cayendo sobre mi cuello. La mano de Lisa subió hasta abarcar su pecho, luego se concentró en el pezón. Lisa me imaginó entrando al salón y caminando hacia ella.
Lisa se inclinó hacia mi cuerpo y me besó. Su mano masajeó su pecho bajo la sábana, que bajó luego para dejar descubiertos los dos pechos. Pasó su mano de un seno al otro, frotándolos.
En su fantasía, nos abrazamos y pusimos nuestras manos dentro de la blusa de la otra. Su mano se deslizaba hacia abajo y desapareció al interior de sus bragas bajo la sábana. Nos quitamos las blusas en el salón imaginario, admirando los pechos de la otra y luego nos unimos de nuevo.
Lisa tenía los dedos sobre su clítoris. Se estaba poniendo más largo y duro. Puso un dedo dentro de su coño para humedecerlo, y luego lo deslizó de vuelta por su clítoris. Empezó una serie de largas y profundas caricias.

Yo desabotonaba sus jeans y bajaba la cremallera. Bajaba los pantalones y pasaba mi palma sobre su coño cubierto por las pantaletas. Podía sentir su humedad. Podía oler su perfume combinado con su propio aroma.
Lisa dobló la espalda y presionó su chochito más fuerte contra su mano. Lo frotó más frenéticamente mientras yo le bajaba las braguitas. Antes de que tuviera la oportunidad de tocarla una vez más, estaba perdida en medio de un intenso orgasmo. Pronunció mi nombre. Se vino múltiples veces antes de dejar caer su cuerpo sobre la cama.
Lisa yacía con su mano cubriendo sus húmedos y cosquilleantes coño y clítoris. Tembló cuando un único dedo se deslizó sobre el clítoris una última vez.

Cuando llegué a la escuela el día siguiente, un sobre blanco estaba pegado con cinta fuera de la puerta de mi salón. "Chris" estaba escrito al frente. Lo tomé antes de mover la llave y abrir la puerta. Al otro lado del pasillo la puerta de Lisa estaba abierta pero no había rastro de la profesora.
Me senté en el escritorio y abrí el sobre. Una tarjeta colorida al interior anunciaba una fiesta de "Bienvenida de Vuelta a la Escuela" el sábado siguiente en uno mis clubes locales favoritos. La tarjeta estaba firmada por Lisa con un renglón adicional, "Por favor ven."
No era necesario revisar mi calendario. Las noches de los sábados generalmente estaban abiertas para mí y ésta no era diferente. Sentí que "pertenecía" un poco más ahora y esperaba que para el final de la fiesta me sintiera mucho más cómoda.

Crucé el pasillo y encontré a Lisa limpiando escritorios.
"Gracias por la invitación. No puedo esperar," dije.
"Bien. Me alegra que puedas ir." Si Lisa se veía bien con su camisa y jeans el día anterior, casi que quitaba el aliento con su top sin mangas y pantalones cortos hoy.
"Hoy me toca día de limpieza," dijo, tal vez notando cómo yo miraba su atuendo. "Los chicos hacen un buen trabajo limpiando durante el verano, pero me gusta limpiar los escritorios una vez más. Sólo un hábito viejo."
"Pienso que para el sábado estaré lista para una fiesta," dije.
"Todos lo estaremos. Es una buena oportunidad de salir juntos y para que los nuevos profesores –como tú– conozcan a los demás. O por lo menos a todos los que aparezcan," dijo Lisa. Miró por encima de mi hombro, como si buscara a alguien, y luego se puso una mano junto a la boca. "No nos preocupa el resto."
Reí. Sonaba como cualquier escuela en la que había hecho prácticas. Puedo ser una maestra sin experiencia pero conocía los juegos sociales que se jugaban. Y había algo en la voz de Lisa. Era suave ... atrayente.
Lisa caminó hacia su escritorio y buscó en su bolso. Sacó un segundo sobre.
"Toma. Esto es para ti," dijo, pasándome el sobre.
Lo abrí ávidamente y saque un bono de compra de una de mis tiendas de ropa favoritas en el centro comercial.
"Ay, Lisa. ¿Esto es para mí?"
"Sí. Quiero que seamos amigas. Tal vez podamos enseñarnos algunos trucos de enseñanza," dijo Lisa con una sonrisa.
"No tenías por qué. Realmente. No tenías por qué hacer esto," tartamudeé.
"Úsalo para comprarte algo bueno."
Yo quería ir hacia ella y mostrarle cuánto se lo agradecía, pero simplemente no me sentía lo suficientemente cómoda como para hacerlo. De forma que me quedé allí como un niño pequeño, apoyando mi peso nerviosamente de una pierna a la otra.
"Lo haré. Gracias, Lisa. Te dejaré volver a trabajar. Pásate cuando necesites un descanso," ofrecí.
"Ya veremos. Te veo en un rato."
Me di la vuelta y volví a mi salón. Mi mente estaba llena de pensamientos sobre el trabajo por hacer, la fiesta del sábado y qué comprar con el bono. Lenta pero firmemente organicé el salón y lo dejé justo como quería. Para la tarde del viernes ya estaba lista para el fin de semana.
Le aseguré a Lisa una vez más que estaría en la fiesta. De hecho, estaba ansiosa por ir y no me la habría perdido por nada. La oportunidad de conocer a los demás profesores –bueno, al menos a la mayoría– en un ambiente social era demasiado buena para pasarla por alto.
La tarde del sábado empecé a pensar seriamente en qué ponerme por la noche. ¿Debería ir con algo "casual de negocios" para mostrar mi madurez (sí, lo sé) o algo alegre? Una vez hube decidido el estilo –alegre– pasé a cómodo versus provocativo versus estilizado. Habiendo descartado provocativo, basada principalmente en mi creencia en que no iba a conseguir ningún hombre esta noche, me concentré en cómodo y estilizado.
Realmente, terminé con una combinación de los dos. Escogí unos jeans diseñados (cómodos) y una blusa denim Chico (estilizada). Me sentí bien.
El club que Lisa escogió era famoso por el jazz en vivo, pero la barra y las mesas estaban excepcionalmente adecuadas para grupos como el nuestro. Podías comer, beber, hablar o hacer todo al tiempo sin necesidad de gritar toda la noche. Si querías bailar, podías. Yo sólo quería sobrevivir.
Entré y busqué a una mesa que sospechaba podría ser un punto probable para nuestro grupo. Exactamente, Lisa y otras tres maestras ya estaban sentadas en una mesa con pasabocas y bebidas frente a ellas.
"Oye, Chris," dijo Lisa en un tono acogedor a mitad del salón.
"Me alegra que hayas venido. Siéntate."
Ya había conocido a las otras mujeres y recordaba todos sus nombres excepto el de una, nada mal para mí. Al poco, una camarera se acercó y tras observar rápidamente lo que las demás bebían ordené un margarita.
"¿Cuánta gente esperas?" le pregunté a Lisa.
"Tal vez quince, pero no juntas al mismo tiempo. Vendrán y se irán. Nos mantenemos muy informales con gente yendo de mesa en mesa. Algunos además bailamos," dijo con una sonrisa.
"Necesitaré muchos margaritas para bailar," dije.
Las mujeres rieron. Se decidió que la meta para esta noche era ver a Chris bailar.
Una vez más me sorprendió el atuendo de Lisa. Vestía un chaleco bordado con unos pantalones ajustados del mismo color. Se veía despampanante con su cabello rubio --sexy sin exhibirse. Sus hombros y brazos desnudos bien bronceados y perfectamente tonificados. Empezaba realmente a disgustarme.
Eventualmente, unas ocho profesoras y dos de los profesores se nos unieron. Yo me tomaba mi segundo margarita y disfrutaba la banda que recién había empezado su presentación en el salón del lado. Me advertí que un sólo margarita más me dejaría lista.
Lisa hacía de anfitrión yendo de mesa a mesa y dejándome conversaciones ocasionales con los demás. Estaba bien, supuse, desde una perspectiva profesional. No obstante, realmente quería hablar más con ella y aprender más de ella.
Al debido tiempo, caminó por detrás de mi silla, me tocó en el hombro y me invitó a caminar con ella hacia la barra. Resueltamente me levanté y me le uní.
Se quedó lo suficientemente cerca como para que nuestros brazos se tocaran.
"Hay dos chicos al otro lado del salón, sentados en una mesa redonda cerca al final de la barra," empezó. Yo comencé a girar. "¡No mires!"
Reí ante la urgencia de su frase.
"Te han estado mirando por lo menos quince minutos. Si te interesan …" No terminó la frase. Nos detuvimos en la barra. Lancé una mirada disimulada.
Eran bastante atractivos y tal vez un par de años mayores que yo. Sólo tomó un par de segundos el que sus ojos nos encontraran. Rápidamente me giré hacia la barra.
"Vino blanco para mí. ¿Chris?"
"Este. Ah, nada por ahora. Gracias," dije.
"¿Y bien?" preguntó Lisa con una sonrisa malévola.
"Creo que es a ti a quien quieren," repliqué ingenuamente.
"Chris Spivey. Lo juro. Necesitamos trabajar en ti."
La bebida de Lisa llegó y caminamos de vuelta a las sillas, evitando las miradas de los dos tipos a toda costa. No estaba segura de qué me excitaba más. El hecho de que pudiera tener razón sobre los chicos o el hecho de que finalmente capturé a Lisa para tener una oportunidad de caminar.
Charlamos sobre la universidad, dónde solíamos vivir, niños sobre los cuales tener cuidado en la escuela y otras cosas sin relación. Era una excelente conversadora con un sentido de humor pícaro y mucho sarcasmo. No lo tomé como el alcohol hablando por ella. Pensé que era la Lisa real saliendo.
Aprendió de mis inseguridades y yo aprendí de sus errores. Aprendió que me gustan más las tinas que las duchas y yo que tiene un cajón de ropa interior para "ocasiones especiales." Nos reímos mucho.
En algún punto durante la conversación un margarita apareció en la mesa frente a mí.

"¿Es mío?" pregunté.
"Debe ser," dijo Lisa. "No vas a dejarlo ahí, ¿o sí?"
"Pero yo…"
"Tómatelo." La voz de Lisa no era maternal, pero la implicación era la misma. Tal vez en diez años podría hacerle lo mismo a una profesora nueva.
Casi inmediatamente estábamos hablando otra vez. Diez minutos después perdí todo el control de la noche. La banda tocaba, yo me movía en la silla con la música y Lisa me tomaba de la mano.
"Vamos," dijo. Me levantó demasiado rápido y logre eludir personas, sillas y mesas sólo por instinto. Unos segundos después estábamos en el salón adjunto. Luego estábamos en la pista de baile.
Afortunadamente no estábamos solas. Sólo reconocí a otra maestra, pero los otros cuerpos me hicieron pensar en mi estado mental medio ebrio que toda la gente en el salón no me miraba sólo a mí.
Lisa podía bailar. Entre la banda apenas a unos seis metros y viéndola moverse, lo empecé a hacer rápidamente. Más gente llegó y para la tercera canción yo bailaba con cualquiera suficientemente valiente como para ponérseme en frente– hombre o mujer.
En algún momento noté un poco del pequeño trasero de Lisa pasando. No podría decir con quién estaba, si es que estaba con alguien. Descansé cuando nos volvimos a unir durante la siguiente canción.
"¿Lista para un descanso?" preguntó, inclinándose a mi oído para hablar por sobre el sonido de la banda.
"Sí. ¿Y tú?"
"También," dijo Lisa. Se dio la vuelta y la seguí.
Mientras nos acercamos a nuestra mesa, una explosión de aplausos surgió del puñado de profesores que nos esperaban. Les di mi mejor mirada enojada. Cuando nos sentamos –más bien Lisa y yo nos derrumbamos– dijo, "Estuviste grandiosa. Has hecho esto antes."
"Sólo cuando soy arrastrada físicamente para que lo haga. Pero me alegra que lo hicieras."

Nota del Traductor X : Hola, por fin estoy de vuelta. Como siempre escríbanme si quieren comentar o pedir algo, o simplemente conversar. ¿Quién sabe qué podamos enseñarnos?


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Dos Cuñadas Amorosas - 3ª Parte

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 Detuvo su auto a una manzana del departamento de Ana y aferrándose al volante cerró sus ojos y sopesó las consecuencias de lo que estaba por hacer. Sabía que su decisión no cambiaría, pero quería estar segura de las alternativas que se le presentarían y cómo podría enfrentarlas.

¿Quién sería el desconocido al que se entregaría en un rato mas? Quería suponer que se trataba de algún amigo de su esposo o tal vez un familiar de suyo. ¿Cómo afectaría esta aventura a su matrimonio? Ello dependería del grado de parentesco de Mario con el desconocido que conocería. Se imaginaba que no podría ser un familiar cercano, más bien se inclinaba por pensar que se trataba de un amigo común.

En todo caso, creía poder manejar la situación y salir airosa de esta locura sexual que estaba por acometer, ya que se trataba de alguien que ella conocía y que si se había atrevido a secundar a Ana en sus planes era debido a que él también habría pensado en las consecuencias de esta aventura. Sí, era un amigo, ¿pero cual de ellos?

Se imaginaba que era joven, como de su edad, apasionado y dispuesto a hacerla suya a pesar de las dificultades que implicaban los lazos afectivos. Y ella se sentía segura de que no tendría problemas para entregarse a él, pues lo suponía alguien respecto del cual no se sentiría atemorizada de que no pudiera manejar la situación.

Prefirió desechar cualquiera otra posibilidad que no fuera la de un amigo de Mario y de ella y sacudiendo su cabeza para ahuyentar todo pensamiento que la hiciera debilitar en su decisión, bajó del vehículo y se dirigió decidida a su encuentro con el desconocido, aunque un ligero temblor en su cuerpo delataba el nerviosismo que la invadía a pesar de la seguridad que su paso decidido quería demostrar.

Ana abrió la puerta y la recibió con un beso en la mejilla, invitándola a entrar. Entró y su vista recorrió todo el recinto pero no había nadie más a la vista.

Desilusionada por este primer traspié, se sentó a charlar con su cuñada sin atreverse a preguntar por el invitado desconocido. Ana se sentó a su lado y puso una de sus manos en uno de sus muslos, en tanto la miraba a los ojos con expresión divertida y sin decir palabra alguna.

Un escalofrío recorrió a Edith por todo el cuerpo y apuró su bebida para ocultar el nerviosismo que le causaba la mano de su cuñada tan cerca de su sexo, que se encontraba sensible a las caricias después del masaje que se diera en la mañana.

Ana continuó con su mano en la parte superior de su muslo mientras con la otra la abrazaba y acercaba su rostro al de ella, en busca de su boca. Edith giró la cabeza y la miró directamente a los ojos y luego a sus labios carnosos, húmedos, de rojo intenso, incitadores. Se acercó a su cuñada ofreciéndole su boca para que la besara, lo que Ana hizo suavemente, posando con delicadeza sus labios en los de ella que los esperaban secos por el deseo y anhelantes por la excitación.

En tanto sus labios se unían en un prolongado beso y mientras sus lenguas se buscaban ansiosas, Edith sintió que la mano de su cuñada se metía por debajo de su vestido y subía en procura del premio que había al final de sus entrepiernas. Abrió sus muslos para facilitarle la incursión y abrazó a Ana con pasión, entregándose completamente a los deseos de esa mujer que la enloquecía con sus manos.

Se desprendió de su cuñada, se levantó y sacó su vestido por arriba de la cabeza, quedando delante de su amante compañera solamente en sostén y bragas, ambos de un excitante color blanco. Ana, se levantó a su vez y sin quitar los ojos del sexo de Edith, se desprendió del vestido y se quedó delante de su cuñada completamente desnuda, pues no traía nada puesto debajo.

La visión del cuerpo escultural de Ana la dejó atónita, pues su belleza era mayor a la que había exhibido el día anterior. Sus dos senos parados desafiaban a las leyes de la naturaleza. Sus piernas tostadas por el sol lucían como dos columnas de ébano perfectas, que realzaban una cintura digna de una modelo. Sus muslos eran el remate ideal para sus piernas largas y bien formadas.

El conjunto formaba una figura digna de lucir en un calendario, para deleite de los hombres, pero ahora estaba a su disposición para que obtuviera del mismo los goces que ella quisiera. Y pensaba disfrutarlo a plenitud.

Ana se acercó y le quitó el sostén y luego las bragas, lo que hizo de rodilla frente a ella. Con las bragas en el suelo, aprovechó que su cuñada levantó un pié para desprenderse de su prenda íntima para meter su rostro entre sus piernas, buscando su sexo cuyos labios mordió con los suyos delicadamente, estirándolos ligeramente mientras respiraba profundamente sobre el hueco del túnel amoroso de Edith, la que casi pierde el equilibrio por la exquisita sensación que le produjera el mordisco y el aliento caliente de su cuñada en la vulva y le pidió que fueran la llevara al dormitorio, al que acudieron abrazadas y besándose apasionadamente.

Ya en el dormitorio, Edith no necesitó invitación para tumbarse de espalda en la cama y abrir sus piernas, esperando que Ana la besara en sus partes íntimas para sentir la deliciosa sensación que le brindara el día anterior en su casa cuando por primera vez la hizo gozar con su boca.

Pero Ana tenía otros planes, pues se acercó al velador y sacó un consolador, que exhibió delante de ella con la clara intención de usarlo.

¿Quieres probarlo?
¡Sí!

Respondió Edith, abriendo aún más sus piernas para recibir este inesperado visitante, que tan bien respondía a su nombre, ya que era un consuelo ante la ausencia del invitado de su cuñada.

¿Alguna vez lo has hecho vendada de los ojos?
No, nunca.
De esta forma tu imaginación aumenta las sensaciones.

Ana le pasó una máscara de dormir de esas que se usan en los aviones, la que cubrió completamente su visión, sumiéndola en la oscuridad. Se sintió abandonada, aislada, en un medio desconocido, indefensa ante todo lo que pudiera sucederle, pero excitada en extremo sabiendo que todo lo que vendría sería en exclusivo beneficio de su erotismo.

En la penumbra a la que se había sometido sólo podía sentir y escuchar. Y sintió que uno de sus pezones era aprisionado por unos labios que tiraban del mismo con suavidad. La excitación fue instantánea y ella se revolvió inquieta por la necesidad de algo más concreto. El otro pezón fue aprisionado entre dos dedos y también respondió de inmediato al estímulo. Ambos pezones se endurecieron denotando el grado de excitación de su dueña, que se movía de un lado a otro en busca de un labio, un seno o cualquier cosa que besar.

Sintió como su túnel de amor era invadido pero no por el consolador que ella esperaba sino que por una lengua que iba en busca de su clítoris, para hacerlo explotar de excitación. Aunque con menos pasión que la primera vez, esta lengua igualmente logró su objetivo y Edith sintió fluir una corriente de líquido espeso en tributo del gozo obtenido, mientras sus manos se aferraban a las sábanas ya que no tenía otra cosa a la cual tomarse. Esta misma incapacidad de tocar a su amante ayudaba a que el goce que experimentaba fuera aún mayor. No podía ver ni tocar, solamente podía dejarse hacer, entregando su cuerpo a la voluntad de su bella compañera.

¿Te gusta, cariño?
¡Es lo máximo, vida!
Y aún falta lo mejor

Sintió las manos de Ana que abrían más aún sus piernas y luego la cabeza del consolador se ponía a la entrada de su sexo, moviéndose acompasadamente entre sus labios vaginales pero sin decidirse a entrar.

¡Métemelo ya, cielo!

Pero Ana quería hacer durar el momento y llevar su excitación al límite, pues siguió moviendo el instrumento en la entrada mientras Edith se revolvía enloquecida por el deseo, sintiendo que su ceguera momentánea y la imposibilidad de poder tocar nada la llevaban al delirio.


¡Ya, por favor, métemelo!
¿Lo quieres adentro?
¡Sí, vida, por favor, ya!

Y Edith levantaba su pelvis como intentando ir al encuentro del consolador, en tanto su cuerpo se llenaba de sudor por el deseo y el esfuerzo por ser penetrada, mientras sus manos se hundían en la cama, lo único tangible que tenía a su alcance.

Las manos de Ana apretaron más fuerte sus piernas, dejándolas bien abiertas y sujetas a la cama, impidiéndole moverlas.

Ahora, cariño
¡Sí, métemelo todo, por favor!

Poco a poco su túnel fue invadido y Edith perdió todo control cuando sintió el instrumento en su interior, moviendo enloquecida su cuerpo. Era tal su gozo que soltó las sábanas y buscó aferrar a su compañera de juego para tocarla mientras el consolador la penetraba, pero sólo pudo tocar un cuerpo varonil.

Alarmada, llevó su mano a la máscara que cubría sus ojos pero otra mano se lo impidió y la voz de Ana en uno de sus oídos le dijo:

Esta es la sorpresa que te tenía preparada. Continúa con los ojos cerrados y disfruta el momento antes de saber quien es el que te está poseyendo.

Edith se quedó quieta, cohibida con la presencia del desconocido que la tenía ensartada. Un dejo de vergüenza la invadió y sintió que sus ímpetus se aquietaban, pues no sabía cómo actuar, ya que estaba completamente indefensa mientras ese hombre disfrutaba a plenitud de su desnudez.

Pero el desconocido continuó metiéndole la verga con calma, tomándola de las nalgas, resoplando con cada embestida que le daba. Sintió que a la vergüenza daba paso la curiosidad de sentirse invadida hasta lo más íntimo, disfrutada sin saber a quien entregaba su cuerpo, con sus nalgas en las manos de ese hombre que la conocía bien, sin que ella pudiera hacer nada al respecto ya que no sabía quien era el dueño de esa verga que ocupaba su sexo. Y a la curiosidad siguió el morbo. Al cabo de un rato sus movimientos pelvianos secundaron los de su amante y buscó ese rostro desconocido que besó apasionadamente.

Edith levantó sus piernas por encima de la espalda del desconocido y apresuró sus movimientos, sintiendo un deseo de sexo como nunca antes lo sintiera con otro hombre. Ambos cuerpos transpiraban copiosamente y buscaban fundirse en una cópula frenética. La locura sexual se había apoderado de Edith y sólo deseaba que este momento durara una eternidad, mientras su cintura iba en busca de la de su desconocido amante como intentando meterse toda la verga que fuera posible, apretando sus piernas en la espalda de él cuando sentía que tenía toda su barra de carne dentro. Estaba enloquecida de sexo. Ambos habían enloquecido.

Cuando el clímax estaba por reclamar lo suyo de Edith, cuando sintió que la excitación llegaba a su punto culminante y que lo único que importaba para ella era sentir esa verga dentro suyo, cuando un escalofrío de gozo invadía todo su ser, Ana le quitó la máscara.

Al principio se sintió deslumbrada, pero poco a poco una silueta se fue perfilando: la del padre de Mario que poseído por el deseo continuaba metiéndole la verga. Era su suegro que la miraba intensamente, con el rostro desencajado por el deseo, que la tenía tomada de las nalgas y metía y sacaba su verga de su sexo.

Ya era tarde para arrepentimientos. Las preguntas vendrían después. Ahora sólo podía pensar en acabar. Le miró a su vez y tomándose de sus hombros aceleró el ritmo de sus movimientos hasta que ambos eyacularon al mismo tiempo, en una suerte de conjunción de dos seres que recién están conociéndose verdaderamente y que funden sus vidas en un beso final que ella no hubiera imagino antes.

Una vez calmada su excitación, vino el momento de las confesiones y aclaraciones.

Ahora, explíquenme
Es que siempre te deseé, Edith
Eso es evidente, pero ¿cómo lo supo Ana?
Eso también es evidente, ¿no te parece?
¿Ustedes dos?
Sí.

Ana se acercó y mientras acariciaba sus senos le explicó que ella y su padre eran amantes desde que era adolescente.

Edith sintió que las caricias de Ana empezaban a hacer efecto en ella y con su suegro junto a ellas mirándolas con el deseo renacido, sintió que el morbo ganaba terreno apresuradamente. Recordó que el relato del incesto de Ana y Mario la había excitado grandemente y se imaginó que lo sucedido entre su cuñada y su padre debiera ser más perturbador.

No puedo creerlo
Tienes que creerlo, cariño
¿Y cómo pudo ser?

Ana comprendió que su cuñada quería que le contara su primera relación con su padre al igual como lo hiciera con su hermano. A Edith le gustaba imaginar las situaciones que le describían y así lograba excitarse en mayor grado.

La primera vez sucedió en la casa, estando ambos solos, cuando yo tenía diecisiete años de edad. Papá de un tiempo a esa parte me miraba con otros ojos desde que me viera masturbando en el dormitorio a donde entró sin avisar. Yo intenté disimular con las sábanas lo que estaba haciendo, pero no pasó desapercibido a sus ojos las actividades secretas de su niña.

A partir de entonces no perdía oportunidad de espiarme y yo me sentía encantada con el acoso, por lo que en la inconsciencia de mi juventud fui alimentando sus deseos con espectáculos que le tenían a mal traer, ya sea vistiéndome provocativamente o mostrándole mis piernas o senos cuando podía. Y cuando estaba en mi dormitorio y sentía que el estaba escuchando por la puerta, me masturbaba mientras emitía gemidos de placer que estaba segura el escuchaba. Esta situación era encantadoramente excitante y más de alguna vez logré el orgasmo pensando en mi padre tras la puerta espiándome. Pero mi excitación estaba desvinculada de su persona como progenitor sino que veía en él un hombre cuya proximidad despertaba en mí las fibras de mi erotismo. No era mi padre como tal el que me excitaba sino la presencia de un hombre que me espiaba y al cual no veía.

Mi actitud era torpe, ridícula, inocente y peligrosa, pero no lo ví así hasta que fue tarde.

Nunca me dijo nada, por lo que yo seguía confiada incitándolo sin pensar en las consecuencias de mi tonto proceder.

La tarde en cuestión él leía en su dormitorio y yo entré en busca de un libro. Iba con una minifalda corta a rabiar y una blusa transparente que reflejaba mis senos, pues andaba sin sostén.

Mientras mi padre leía acostado en la cama yo busqué en el librero que se encontraba frente suyo. En un momento determinado busqué en los anaqueles inferiores y al agacharme mi trasero quedó al descubierto y regalé a papá el espectáculo de mis nalgas al aire, pues tampoco llevaba puesta bragas.

Mi padre dejó el libro a un lado y con un brillo de deseo en los ojos me pidió que me acercara. Yo me senté en la cama, frente a él y comenzó a hablarme de trivialidades mientras sus ojos no se apartaban de mis muslos. Sin pensarlo mayormente y divertida por la expresión de deseo que veía en su cara, encogí mis piernas para quedar más cómoda y con ello el espectáculo que él tenía delante abarcaba hasta mi sexo desnudo al final de mis piernas.

Mientras me hablaba puso una mano en mis muslos y fue apretando poco a poco. Yo estaba pendiente de sus movimientos pero puse una cara de inocencia que le alentó a seguir adelante y fue subiendo lentamente su mano hasta llegar al final de mis piernas. La sensación de su mano entre los pelos de mi sexo fue tan exquisita que involuntariamente separé mis piernas, lo que fue mi perdición.

Mi padre cubrió mi vagina con su mano y uno de sus dedos se puso a la entrada de esta, pugnando por entrar. Ya no podía hacerme la desentendida y con cara de asombro le pregunté por lo que estaba haciendo. Pero ya era tarde para respuestas y mi padre destapó las sábanas y dejó al descubierto su verga inmensa que apuntaba amenazadora. Sus ojos desorbitados eran claro indicio de que nada podría hacer para que él no cumpliera sus deseos. Recién entonces pude entender la magnitud de mi proceder insensato, pero ya era tarde para arrepentimientos.

Se levantó y abriéndome las piernas puso su herramienta en mi sexo y empezó a empujar hasta que logró penetrar, arrastrando todo a su paso, incluida mi virginidad. Mis gritos y esfuerzos por desprenderme de mi violador nada pudieron contra su loco deseo de poseerme y continuó metiendo y sacando su verga repetidamente, sin pausa, hasta que me inundó con su semen en una explosión de orgasmo que golpeó lo más profundo de mi vagina.

Ya calmado, se fue al baño mientras yo lloraba en la cama por el ultraje al que había sido sometida por mi irresponsable actitud provocadora anterior. No podía reprocharle a él más que el haber sido débil ante mis insinuaciones; más bien debía recriminarme a mi misma por haber sido tan infantil y provocarlo de la manera en que lo hice. El reaccionó como cualquier hombre lo habría hecho al ver los espectáculos que yo lo daba tan irresponsablemente. Tarde lo comprendía.

El dolor de la violación fue desapareciendo poco a poco y en su lugar el recuerdo del momento vivido fue creciendo y con ello la sensación de que después de todo el dolor vivido quedaba un exquisito deseo de volver a sentir ese pedazo de carne dentro. Total, el dolor no podría ser tan intenso como la primera vez, pensaba. Probablemente no habría dolor la próxima vez sino el gusto del que tanto hablaban mis compañeras de colegio.

Mi padre volvió y me abrazó pidiéndome perdón por lo hecho, arrepentido de la debilidad que había tenido. Yo me abracé a él, pero como estaba sentada en la cama y él parado a un costado, su estómago quedaba a la altura de mi rostro. Me di cuenta de ello pero no me importó pues una idea empezaba a germinar en mí: quería ser violada nuevamente pero con mi participación activa. Quería sentir esas sensaciones maravillosas de que tanto me hablaban mis compañeras cuando en el baño del colegio nos masturbábamos unas a otras (una historia interesante de la que te contaré después, pues en esos días nació mi gusto por las mujeres, a las que disfruto tanto como a los hombres).

Apoyé mi cabeza en su estómago mientras me abraza fuertemente a él, para que sintiera mi cercanía y estimularlo para continuar lo que tan dolorosamente habíamos empezado. Como era lógico, la cercanía produjo el efecto esperado y mi padre tuvo otra erección, la que sentí de inmediato cuando su verga se apretó a mi pecho. Sin pensarlo dos veces abrí su bata y tomé su instrumento, el que al contacto se hizo de mayores dimensiones aún. Lo saqué a la luz y me entretuve viéndolo como crecía a ojos vista, apretándolo suavemente.

Me tumbé en la cama, abriendo mis piernas para recibir nuevamente la verga de mi padre en mi vagina. El me miró con agradecimiento y se sacó la bata. Se puso encima mío y me introdujo la verga que fue penetrándome lentamente y sin el dolor de la vez primera.

El sentir su trozo de carne en mí me llevó al paroxismo y empecé a moverme sin control, acabando tres veces antes de que él tuviera su segundo orgasmo. Y sin esperar a que se repusiera me apoderé de su instrumento y empecé a manipularlo hasta lograr que se pusiera enhiesto y me regalara nuevamente sus jugos después de explorar por tercera vez mi cueva ávida de sexo..

Esa tarde hicimos el amor incontables veces, hasta perder la cuenta de las veces en que acabé con la verga de mi padre. Y continuamos los días siguientes, cuando teníamos oportunidad para ello, enceguecidos por la pasión que se había apoderado de los dos. Al cabo de una semana, cuando fuimos a un hotel fuera de la ciudad, empezamos a explorar nuevas facetas de nuestra relación, la que se consolidó definitivamente cuando le entregué mis nalgas para que explorara mi región posterior y encontrara nuevos senderos para gozar.

Pero esta es una historia larga de contar y ya me cansé, así que por ahora déjame tener también mi cuota de sexo contigo y después continuaré respondiendo tus preguntas, que imagino son muchas.

Edith se acomodó pues la jornada iba a ser larga. Por una parte tenía muchas preguntas que debían ser respondidas y por otro lado había mucho sexo que disfrutar aún, tanto con su cuñada como con su suegro.

Pero cada cosa a su tiempo se dijo y abriéndole las piernas a Ana metió su cabeza para explorar su exquisita cueva de amor, que ya goteaba un preludio orgásmico, en tanto su suegro acercaba su verga a las nalgas que Edith le mostraba impúdicamente.




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Dos Cuñadas Amorosas - 2ª Parte

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Eran pasadas las 10 de la mañana y aun no se decidía a levantarse, retozando complacida entre las sabanas mientras recordaba los momentos vividos con Ana la tarde anterior, cuando la hermana de su esposo le diera a conocer las bondades de los placeres lesbianos.

No se consideraba anormal en cuestiones sexuales, pero las sensaciones que le hiciera vivir su cuñada no se comparaban con las que sentía cuando tenía relaciones con su esposo. Aun cuando el placer de sentir un trozo de carne como el de su esposo penetrarla era único, las sensaciones que los labios y dedos de su cuñada le brindaran en esa misma cama tenían un sabor a prohibido, a algo nuevo, que la satisfacía mas que la penetración misma.

Recordaba con deleite cuando metió su lengua en la vulva de Ana, mientras esta la penetraba por atrás con su dedo hasta enloquecerla. O cuando su cuñada la besó por vez primera en su sexo, regalándole el primero de muchos orgasmos, el que nunca olvidaría por lo intenso y novedoso

Las palabras de Ana vinieron a su mente con su carga de recuerdos y promesas.

La confidencia que le hiciera respecto de su iniciación sexual con su hermano, el que ahora era su esposo, no podía apartarla de sus pensamientos y cada vez que lo recordaba volvía a sentir que la excitación se apoderaba de ella, imaginando a Mario penetrando a su propia hermana, mientras esta gozaba con el instrumento de él en su interior. Imaginaba el sexo de Ana dilatarse para darle paso a la verga de su hermano y el recuerdo de que ella había besado los sexos de ambos hermanos y que ambos la habían penetrado, cada uno de ellos a su manera, le hizo sonreir divertida.

Recordaba la promesa de Ana de tener un encuentro con otro hombre que no fuera su esposo, sin darle datos de él, excepto que la conocía y ella a él. Pensar que su cuerpo era deseado por alguien que no fuera su marido le produjo nuevas emociones que se unieron a las que el recuerdo de su tarde de sexo con su cuñada le brindaba y le pareció natural llevar su mano a su sexo y empezar a acariciarlo con los ojos cerrados mientras revivía los momentos de deleite con Ana o se imaginaba cómo sería el ser penetrada por ese conocido aún desconocido.

Se imaginó con las piernas abiertas, esperando ansiosa el monstruo de carne, venas y sangre que se acercaba raudo a su monte de venus en pos de su vulva roja, de labios gruesos y húmedos por el deseo. Esa verga pertenecía a un cuerpo bien formado, ligeramente atlético, pero sin rostro. Lo que la excitaba más era pensar en esa verga sin saber quien era su dueño.
Ella abre las piernas inconscientemente, como si la verga que en sus pensamientos avanza para penetrarla estuviera presente en la cama. Le parece sentir la masa palpitante de carne que se pone en la entrada de su gruta y pugna por entrar. Sus labios vaginales ceden y abren paso al visitante, que empieza a invadirla lentamente, ensanchando las paredes de su sexo al paso de la cabeza de ese intruso tronco. Con sus ojos aún cerrados, una mano acariciando su vulva y la otra sobre uno de sus senos, Edith se imagina penetrada por ese hombre desconocido que le hace sentir el grosor de su herramienta en su interior.

Su excitación aumenta con el pensamiento de que su gruta se ensancha a medida que es invadida por esa verga descomunal que va en busca de su clítoris para producirle un orgasmo. Le parece sentir el roce de ese pedazo de carne en las paredes de su túnel de amor, que se dilatan para brindar el cálido abrigo de su ardiente humedad. Y abre más aún sus piernas, en tanto su mano acelera las caricias en su vulva, produciéndole una deliciosa sensación de abandono, de querer hacer durar este momento para siempre, mientras con los ojos cerrados y los dientes apretados comienza a emitir cada vez más fuertes quejidos de hembra en celo, a punto de acabar.

¿Sería así de deliciosa la sensación que sentiría cuando realmente fuera penetrada por el hombre que le presentaría su cuñada?

El cúmulo de sensaciones tuvo su recompensa y Edith empezó a sentir la exquisita corriente de vida que se habría paso desde su interior, embotándole los pensamientos y poniéndole la piel altamente sensible, como si un escalofrío la recorriera completamente. Apretó más aún los dientes y aumentó los masajes en su vulva, metiendo y sacando con desesperación dos de sus dedos, en tanto intentaba subir uno de sus senos para chuparlo, pero no pudo a pesar del esfuerzo que hizo por alcanzar su pezón con sus labios.

En su desesperación por aumentar el goce, llevó su otra mano atrás e introdujo uno de sus dedos por el orificio posterior, metiéndolo apresuradamente, sin preocuparse de las consecuencias. La doble invasión manual le produjo el orgasmo que ella buscaba y sus líquidos se derramaron con intensidad sobre las sábanas, en tanto retiraba el dedo de su parte posterior, que produjo un ligero ruido como de algo que fuera destapado.

Quedó totalmente agotada, respirando de manera entrecortada, mientras una sonrisa de satisfacción bailaba en sus labios. Ya recuperada de tan deliciosa sensación, fue a la ducha para iniciar el día. El agua que caía sobre su cuerpo le hizo meditar en lo mucho que había cambiado su vida desde que se pusiera a jugar con agua con su cuñada, la tarde anterior. De ser una seria esposa dedicada a su hogar, en minutos se convirtió en una adicta al sexo, que había probado en su forma lesbiana y ahora el sólo pensamiento de tener otra verga en su interior le hacía masturbarse de manera anormalmente increíble.

¿Así era ella realmente? ¿Su cuñada había despertado en ella el verdadero ser que yacía dormido? ¿Era una viciosa del sexo, a la cual su esposo no lograba satisfacer y que necesitaba buscar satisfacerse fuera del lecho conyugal, en una verga que no fuera la de él?
Se preguntaba si su esposo se daría cuenta del cambio operado en ella, que ahora ansiaba experiencias que hasta ayer le eran desconocidas, como el ser penetrada por atrás, el besar una vulva, acariciar otros senos o desear ser penetrada por otra verga que no fuera la de él.

Con estos pensamientos volvió a su dormitorio donde se vistió lentamente. Se sentía nerviosa por la posibilidad de que alguna actitud de ella la delatara cuando estuviera en la cama con él. Debía poner toda su atención para no equivocarse cuando Mario la buscara, pues amaba a su esposo y no quería perderlo por una locura momentánea que no sabía si se repetiría o si tendría algún futuro.

Después de sopesar las circunstancias por un buen rato, decidió que lo mejor sería olvidarlo todo y optar por su vida anterior, guardando en lo más íntimo de su ser el recuerdo de los locos instantes pasados con su cuñada. No era lógico llevar las cosas más adelante y poner en peligro su estabilidad matrimonial. Lo más sensato era tomar una decisión inteligente y debía adoptarla ahora mismo.

Sí, lo mejor sería dar un corte de inmediato a lo que estaba empezando con Ana, pues sus consecuencias podrían ser desastrosas, sin considerar el hecho de que si se dejaba seducir, se sentiría muy mal consigo misma cuando terminara esta espiral de sexo anormal. Comprendía que ella sería la única afectada y que las consecuencias no valían la pena el peligro a que la sometía su ardiente y viciosa cuñada.

Ya más tranquila por la decisión adoptada, aunque no muy convencida de que tuviera las fuerzas suficientes como para resistir la tentación, se dirigió a la puerta para abordar su vehículo, ya que iría de compras.

Estaba cerrando la puerta cuando la campanilla del teléfono le hizo volver y tomar el auricular.

¿Edith? Soy Ana.

Sintió que la sangre subía por su rostro a borbotones.

Hola, ¿Qué tal?

Bien, te llamaba por lo que conversamos ayer, ¿recuerdas?

Sí.

Ven a mi departamento esta tarde, a las 7, ¿te parece?

Se escuchó a si misma a lo lejos, como si fuera otra persona la que respondía y no ella, a la que el sudor perlaba su frente.

Bueno.

Un besito cariño.

Cuando colgó temblaba de pies a cabeza. Todo lo que se había propuesto no sirvió de nada. Bastó una llamada para que olvidara sus buenas intenciones y ahora no quería pensar en nada, solamente que esa tarde estaría con Ana nuevamente y con el hombre desconocido al que se entregaría.

Cerró su mente a cualquier otro pensamiento y sólo escuchaba los latidos apresurados de su corazón ante la proximidad de los hechos.

Se sentó para tranquilizarse y después de un rato salió y fue a hacer sus compras para recibir a Mario, que llegaba ese fin de semana, sin querer pensar en nada que le hiciera recordar sus buenas intenciones de hacía un momento.

No podía apartar de su mente los pensamientos y sensaciones que tuvo en la cama esa mañana ni el recuerdo de las horas de amor lésbico que le hiciera vivir Ana la tarde anterior. Mientras iba manejando sus pensamientos iban de una al otro, mezclando el goce que le brindaran ambos, lo que le hizo excitarse y cada vez que frenaba o aceleraba, su pierna rozaba la otra aumentando la sensación que los pensamientos le producían.

Antes de llegar al supermercado debió detener al auto pues tuvo un orgasmo que le impidió seguir conduciendo. Con los ojos cerrados, las manos sobre el volante y sintiendo el frescor del aire matutino en su rostro, dejó fluir el líquido que salía de su sexo para escurrirse entre sus piernas.

Una vez calmada, emprendió nuevamente la marcha para hacer sus compras, tan deliciosamente interrumpidas.


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Dos Cuñadas Amorosas - 1ª Parte

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 ANA Y SU CUÑADA EDITH ESTABAN JUGANDO CON LA MANGUERA ESA CALUROSA TARDE DE VERANO, MOJÁNDOSE MUTUAMENTE MIENTRAS JUGUETEABAN POR EL PATIO DE LA CASA DE VERANO DE PROPIEDAD DE EDITH Y SU ESPOSO, EL QUE HABIA IDO ESA MAÑANA A LA CIUDAD A CERRAR UNOS NEGOCIOS Y LAS DEJO SOLAS POR DOS DIAS.

LAS DOS MUJERES DEDICARON GRAN PARTE DE LA MAÑANA A DORMIR Y UNA VEZ QUE DESAYUNARON, CERCA DE MEDIODIA, ANA, QUE HABIA DESPERTADO PARTICULARMENTE EUFORICA, SUGIRIO TOMARSE UN COCKTAIL ANTES DE ALMORZAR, EL QUE SE CONVIRTIO EN DOS, LO QUE MOTIVÓ QUE EDITH SE PUSIERA ALEGRE, TAL VEZ POR SU POCA COSTUMBRE DE BEBER.

ANA, CON UNA EXPRESION DE MALICIA EN SU ROSTRO, PROYECTÓ EL CHORRO DE AGUA SOBRE LA ESPOSA DE SU HERMANO, MOJÁNDOLA COMPLETAMENTE, LO QUE ERA UN AGRADO SI SE CONSIDERA EL CALOR QUE REINABA EN EL AMBIENTE. PARA NO SER MENOS, EDITH SE FUE SOBRE ANA Y LUCHÓ CON ESTA HASTA QUE LE ARREBATÓ LA MANGUERA Y LA DEJÓ TAN MOJADA COMO ELLA ESTABA. SE ABRAZARON Y ENTRE RISAS INTENTARON UNOS PASOS DE BAILE.

EL AGUA HABIA PEGADO LOS VESTIDOS DE LAS DOS JOVENES AL CUERPO, HACIENDO RESALTAR SUS FORMAS, ESPECIALMENTE LOS SENOS Y SUS MUSLOS GRUESOS, FIRMES Y TOSTADOS. ERAN DOS MUJERES CERCANAS A LOS TREINTA AÑOS, BIEN FORMADAS Y HERMOSOS RASGOS.

MIENTRAS BAILABAN EDITH NOTÓ QUE LAS PIERNAS DE SU CUÑADA SE APRETABAN A LAS SUYAS, COSA QUE LE PRODUJO UNA EXTRAÑA SENSACION DE PLACER, ESPECIALMENTE CUANDO SINTIÓ EL ROCE DE SU MUSLO SOBRE EL DE ELLA.

SE RECOSTARON EN LAS HAMACAS DE LA TERRAZA A DESCANSAR Y BEBER EL TERCER COCKTAIL DE LA MAÑANA. EDITH SE SENTIA MAREADA, PERO AL MISMO TIEMPO LE AGRADABA LA SENSACION DE LIBERTAD QUE EL LICOR LE PROPORCIONABA. A ELLO SE AGREGABA LA CURIOSIDAD MEZCLADA CON PLACER QUE LE PRODUJO LA INTENSIDAD CON QUE SU CUÑADA LE APRETÓ LA CINTURA CUANDO BAILABAN AL TIEMPO QUE SUS PIERNAS SE JUNTABAN Y EL SENO DE ELLA SE APRETABA AL SUYO. LO SUCEDIDO NO LE HABIA PRODUCIDO RECHAZO SINO MAS BIEN UNA CURIOSIDAD UN TANTO MORBOSA POR SABER SI SU CUÑADA SE ATREVERIA A SEGUIR MAS ADELANTE. ENTRE LOS VAPORES DEL ALCOHOL INGERIDO TAN TEMPRANAMENTE ESE DIA INTENTO RAZONAR RESPECTO DE LA ACTITUD DE LA HERMANA DE SU ESPOSO, PERO PRONTAMENTE DESHECHO SUS PENSAMIENTOS Y PREFIRIO ABANDONARSE A LA SENSACION VERTIGINOSA DEL PLACER QUE LE PRODUCIA ESTA SITUACION TAN INESPERADA PARA ELLA COMO AGRADABLE.

ENTREGADA GRATAMENTE A ESTE ABANDONO EN QUE EL LICOR LA SUMIA, EDITH SE ESTIRO EN LA HAMACA, PONIENDO INTENCIONADAMENTE SUS BRAZOS POR DETRAS DE SU CABEZA Y CERRO LOS OJOS, CONCIENTE DEL EFECTO QUE PRODUCIA SU CUERPO MOJADO, EL VESTIDO PEGADO A SU CUERPO, COMO UNA SEGUNDA PIEL, INSINUANDO SUS SENOS PARADOS, SUS PIERNAS BIEN MOLDEADAS, SUS NALGAS GRUESAS Y FIRMES Y ESE BULTO QUE SE ASOMABA POR ENTRE SUS PIERNAS. SE ACOMODÓ LENTA E INSINUANTEMENTE, ENTREABRIENDO SUS PIERNAS, HACIENDO MAS VISIBLE EL PAQUETE QUE SE ASOMABA ENTRE ELLAS, YA QUE SUS CALZONES BLANCOS COMPLETAMENTE MOJADOS MOSTRABAN UN MANCHON NEGRO QUE HARIA DERRETIRSE A CUALQUIERA QUE VIERA ESE ESPECTACULO. Y ELLA INTUÍA QUE ANA NO SE RESISTIRIA. EN EFECTO, SU CUÑADA SE ACERCO Y BROMEANDO Y RIENDO EMPEZÓ A HACERLE COSQUILLAS EN LA CINTURA, COMO SIGUIENDO LA TRAVESURA QUE HABIAN EMPEZADO CON LA MANGUERA.

"MIRA COMO HAS QUEDADO, MUJER"

DIJO ANA MIENTRAS PASABA SUS MANOS SOBRE EL VESTIDO DE EDITH COMO INTENTANDO LIMPIARLO DEL AGUA QUE TENIA. ESTA SEGUIA RIENDO, AUNQUE ALGO NERVIOSA PUES ADVIRTIÓ DE QUE LAS MANOS DE SU CUÑADA SE POSABAN PREFERENTEMENTE SOBRE SUS MUSLOS, DE MANERA QUE QUERIA HACER PARECER CASUAL.

EN SU ROSTRO HABIA UNA EXPRESION DECIDIDA QUE PREOCUPÓ A EDITH, PUES LAS COSAS TOMABAN UN GIRO INESPERADO. QUIEN LLEVABA LA ACCION AHORA ERA ANA Y NO ELLA Y COMPRENDIÓ QUE ESTABA EN UN JUEGO QUE ELLA HABÍA INICIADO PERO EN EL QUE NO HABÍA MARCHA ATRÁS. ASÍ SE LO DECÍAN LOS OJOS DE SU CUÑADA.

EDITH NO PERDIA DETALLE DE LOS MOVIMIENTOS DE SU CUÑADA, PERO NO PODIA HACER NADA PARA IMPEDIR QUE CONTINUARA, YA QUE TODO SUCEDIA DE MANERA QUE PARECIA NATURAL Y, POR OTRO LADO, ERA ELLA QUIEN HABIA INICIADO TODO CON SU ACTITUD INSINUANTE. EN TODO CASO, A CADA MOMENTO SE SENTIA MAS A GUSTO CON EL MANOSEO A QUE LA SOMETIA LA HERMANA DE SU ESPOSO.

LAS RISAS DE ANA SE FUERON AQUIETANDO MIENTRAS EL PECHO DE EDITH SE AGITABA CADA VEZ MÁS EN RESPUESTA A LA PRESIÓN DE LOS DEDOS DE SU CUÑADA . ANA DEJÓ DE REIR Y MIRÓ LARGAMENTE A EDITH, CON SU MANO APRETANDO SU MUSLO, MUY CERCA DE SU ENTREPIERNA, MIENTRAS EDITH LE DEVOLVÍA LA MIRADA FIJAMENTE. CON LA BOCA SEMI ABIERTA, COMO BUSCANDO EL AIRE QUE LE FALTABA POR LA AGITACIÓN QUE SENTÍA.

ANA CONTINUÓ PASANDO SUS MANOS SOBRE EL CUERPO DE EDITH, LLEVÁNDOLAS CADA VEZ MAS CERCA DE SU ENTREPIERNA. A CADA INSTANTE HACIA SUS MOVIMIENTOS MAS LENTOS, HASTA DEJAR SU MANO POSADA A LA ALTURA DEL SEXO DE SU CUÑADA, MIRÁNDOLA LARGAMENTE, COMO ESPERANDO UNA RESPUESTA DE ÉSTA, LA QUE LE DEVOLVIO UNA MIRADA INTENSA, TOMÓ SU MANO, SE LA APRETO SUAVE PERO FIRMEMENTE Y SE LEVANTÓ LENTAMENTE, DICIENDO EN TONO INSINUANTE: "VOY A CAMBIARME" Y SE FUÉ MOVIENDO SUS CADERAS ACOMPASADAMENTE, COMO INVITANDO A SU CUÑADA A SEGUIRLA, COSA QUE ESTA HIZO DE INMEDIATO.

YA EN SU PIEZA, EDITH SE HECHÓ SOBRE LA CAMA, DE ESPALDAS, CON SU ROPA AUN MOJADA, COMO ESPERANDO ALGO, QUE ELLA SABÍA BIEN SUCEDERÍA PRONTO.

ANA ENTRO, SE PARÓ A SU LADO Y LE DIJO EN VOZ QUEDA: "¿TE AYUDO?", PERO EDITH NO RESPONDIO, LIMITÁNDOSE A MIRARLA INTENSAMENTE, EN UNA ACEPTACIÓN TÁCITA. ANA EMPEZO A DESABROCHAR LENTAMENTE EL VESTIDO DE SU CUÑADA, EMPEZANDO POR EL BOTÓN SUPERIOR, HASTA DEJAR AL DESCUBIERTO SU CUERPO MORENO CUBIERTO SOLAMENTE POR UN BIKINNI BLANCO Y UN DIMINUTO BRASSIERE DEL MISMO COLOR, AMBOS COMPLETAMENTE MOJADOS, EN PARTE POR EL AGUA Y EN PARTE POR EL DESEO.

EN SILENCIO, ANA ABRIÓ LAS PIERNAS DE SU CUÑADA, PUSO SU CABEZA ENTRE LAS PIERNAS ANSIOSAS DE SU CUÑADA Y EMPEZÓ A BAJAR LENTAMENTE EL BIKINNI, MIENTRAS ÉSTA APRETABA SUS MANOS TRÉMULAS Y SUDADAS SOBRE LA CAMA. DESPUES DE BAJARLE LA PRENDA, SE ACERCÓ A LA FUENTE DE PLACER DE EDITH QUE SE ENCONTRABA MOJADA DE DESEO Y METIÓ SU LENGUA, LA QUE EMPEZÓ A PASEAR LENTAMENTE POR LA PARTE INTERIOR DE LOS LABIOS VAGINALES, MIENTRAS QUE LA MUCHACHA EN LA CAMA EMPEZABA A MOVERSE DESCONTROLADAMENTE, TOMANDO LA CABEZA DE LA SEDUCTORA Y LA APRETABA CONTRA SU GRUTA, QUE SE AGITABA DESCONTROLADAMENTE.

ANA LLEGÓ AL CLITORIS DE SU CUÑADA, LA QUE AL SENTIR SU LENGUA MOVIÉNDO SU APÉNDICE ÍNTIMO Y SENSIBLE SE ARQUEÓ Y QUEDÓ EN SUSPENSO UN RATO PARA POSTERIORMENTE EMITIR UN GRITO QUE FUE COMO UN ALARIDO DE GOZO Y COMENZÓ A RESPIRAR ENTRECORTADAMENTE MIENTRAS LLENABA LA BOCA DE SU CUÑADA CON SU EFLUVIOS, LOS QUE ANA TRAGÓ CON FRUCIÓN MIENTRAS CON SUS LABIOS APRETABA LOS LABIOS VAGINALES DE LA OTRA, PRODUCIÉNDOLE A EDITH UNA SENSACIÓN TAN INTENSA QUE TUVO OTRO CLIMAX, CUANDO AUN NO TERMINABA CON EL PRIMERO.

ANA SE RECOSTO AL LADO DE SU CUÑADA, LA QUE DESPUES DE UN RATO LOGRO REPONERSE A MEDIAS, ALCANZANDO UNA RESPIRACIÓN CASI NORMAL. CUANDO FINALMENTE EDITH LOGRÓ TRANQUILIZAR SU PECHO, SIN PENSARLO MUCHO, SE DIÓ VUELTA HACIA ANA, QUE LA AGURADABA CON UNA SONRISA DE COMPLICIDAD, LA MIRÓ SIN PRONUNCIAR PALABRA Y SE DECIDIÓ A JUGAR SU ROL EN ESTE JUEGO QUE HABÍAN INICIADO, SUBIÉNDOLE LA FALDA Y BAJÁNDOLE LOS CALZONES RAPIDAMENTE, PARA POSTERIORMENTE REGALARLE UNA MAMADA QUE AUNQUE NO TAN EXPERIMENTADA COMO LA QUE LE HABIA DADO ANA, NO SE QUEDABA ATRAS EN ENTUSIASMO, LLEVANDO A ESTA RAPIDAMENTE A UN CLIMAX TAN INTENSO COMO EL QUE ELLA HABIA TENIDO.

CONTINUARON EN ESTE JUEGO DURANTE UNA HORA, TIEMPO EN EL CUAL EDITH SE PRESTÓ DE MUY BUEN GRADO A TODO CUANTO ANA LE PROPONIA. SE MASTURBARON, TANTO SEPARADAMENTE COMO AMBAS AL MISMO TIEMPO. INCLUSO CUANDO ANA INTRODUJO UNO DE SUS DEDOS EN LA PARTE POSTERIOR DE EDITH, ESTA RESPONDIÓ ENTUSIASTAMENTE Y MIENTRAS ERA PENETRADA METIO A SU VEZ UN DEDO EN EL MISMO LUGAR DE SU CUÑADA, HASTA QUE LAS DOS ACABARON EN MEDIO DE GRITITOS DE HEMBRAS EN CELO. DESPUES DE UN BREVE DESCANSO SE PREPARON OTRO COCKTAIL Y LO BEBIERON EN LA CAMA MISMA, DONDE EDITH ABRAZÓ YA SIN NINGUN TIPO DE REPAROS NI RECATO A SU CUÑADA Y LE PRODIGÓ BESOS CON LENGUA QUE DENOTABAN UN DESEO NO SATISFECHO COMPLETAMENTE. AL CABO DE UN RATO, LA PUSO DE ESPALDAS EN LA CAMA Y SE SENTÓ ENCIMA DE ELLA, PONIÉNDO SU SEXO DIRECTAMENTE EN LA BOCA DE ANA, PARA QUE ESTA LE PROPORCIONARA OTRA MAMADA, A LO QUE ESTA NO SE HIZO ESPERAR Y TOMÁNDOLA DE LAS NALGAS, AL TIEMPO QUE LE INTRODUCIA UN DEDO POR SU PARTE POSTERIOR, METIÓ SU LENGUA LO MAS PROFUNDO QUE PUDO, MIENTRAS EDITH CABALGABA ENLOQUECIDA, SIN SABER SI ERA POR LA LENGUA EN LA RAJA O POR EL DEDO EN EL CULO.

MIENTRAS LENGÜETEABA EL SEXO DE SU CUÑADA Y LE EXPLORABA EL HOYO POSTERIOR, ANA PENSABA QUE SU CUÑADITA HABIA RESULTADO UN EXCELENTE ELEMENTO PARA SUS FANTASIAS SEXUALES, PUES MOSTRABA UNA PROFUNDA INCLINACION A PROBAR COSAS NUEVAS Y UN ENTUSIASMO QUE LA HACIA BUSCAR CADA VEZ ALGO MAS, LO QUE PODRÍA HACERLA UNA EXCELENTE COMPAÑERA DE JUEGOS.

LOS LIQUIDOS DEL ORGASMO DE EDITH LA INUNDARON, SORPRENDIÉNDOLA EN MEDIO DE SUS PENSAMIENTOS Y MIENTRAS IDEABA COMO CONSEGUIR QUE LA MUCHACHA LA SECUNDARA EN UNA AVENTURA DE PERVERSION QUE HABIA PLANEADO MIENTRAS LE CHUPABA EL COÑO.

SE ABRAZARON CUBIERTAS DE SUDOR, BEBIERON OTRA COPA Y ANA EMPEZÓ A INSINUAR SUS INTENCIONES:

"NUNCA PENSE QUE ERAS TAN BUENA PARA LA CAMA"

"BUENO, UNA NUNCA TERMINA DE CONOCERSE, PUES"

"POBRE MARIO, LO DEBES TENER AL MAXIMO DE SU CAPACIDAD SI ERES TAN APASIONADA COMO TE MOSTRASTE CONMIGO"

"NO TE CREAS", DIJO ELLA EVASIVAMENTE.

"¿NO TE SATISFACE?" PREGUNTÓ EDITH, VISLUMBRANDO EN LA RESPUESTA DE EDITH UNA VIA PARA EXPONERLE SUS PLANES A SU CUÑADA.

"DIGAMOS QUE NO ESTA MAL"

"PERO NO ESTA BIEN, ¿NO?"

"MMMMMMMMM"

SU CUÑADA NO SE ABRÍA COMO ELLA QUERIA, POR LO QUE ANA SE DECIDIO A APUNTAR DIRECTO AL BLANCO, SEGURA DE QUE EDITH RESPONDERIA AL ESTÍMULO.

"A MI ME PARECIÓ MUY BIEN"

"¿COMO?. ¿TU Y ÉL?"

"BUENO FUE CUANDO ERAMOS ADOLESCENTES"

"PERO....."

DIVERTIDA ANTE EL GIRO QUE TOMABA LA CONVERSACION, ANA SE DIJO: LA CURIOSIDAD TE VA A PERDER, HIJITA.

FUE PARA UNAS VACACIONES, CUANDO ESTABA GUARDANDO MI ROPA DE INVIERNO EN LA BUHARDILLA. YO ESTABA....., PERO A LO MEJOR TU NO QUIERES ESCUCHAR, PERDONA"

"TU ESTABAS ¿QUE?"

“BUENO, TÚ LO PEDISTE”, SE DIJO ANA, FELIZ POR LO FACIL QUE LE ESTABA RESULTANDO CONVENCER A EDITH.

"YO ESTABA SUBIDA EN UNA ESCALA DE TIJERAS, COMO A TRES METROS DE ALTURA Y DE PRONTO VI DE REOJO QUE LA CABEZA DE MARIO SE OCULTABA TRAS LA PUERTA DE UNA PIEZA QUE HABIA FRENTE A DONDE YO ESTABA. COMPRENDI QUE EL MUY PICARO SE ESTABA DIVIRTIENDO CON MIS PIERNAS Y MIS NALGAS, LAS QUE PODIA VER SIN PROBLEMAS DESDE LA POSICION EN QUE SE ENCONTRABA. SIENDO EL MAYOR QUE YO, AL PRINCIPO ME DIO TEMOR, PERO PRONTO SENTI QUE LA SITUACION ERA OPORTUNA PARA MOSTRAR MIS BONDADES A UN HOMBRE, LO QUE ME EXCITO DE INMEDIATO, YA QUE NO ERA PRIMERA VEZ HABIA SORPRENDIDO A MI HERMANO MIRÁNDOME LAS PIERNAS. PERO ESTA VEZ ESTABAMOS SOLOS EN LA CASA Y YO ANDABA PARTICULARMENTE EXCITADA Y DESEOSA DE SEXO. ME MANTUVE UN RATO EN LA ESCALA, COMO BUSCANDO ALGO EN LA BUHARDILLA, REGALÁNDOLE A MI HERMANITO LA VISTA DE MIS CALZONES, PARA LO CUAL ESTIRABA MIS PIERNAS. EN UN MOMENTO DETERMINADO ME DECIDI Y SUBI, DÁNDOLE ANTES A MARIO EL ESPECTACULO DE MIS PIERNAS Y MIS CALZONES EN TODO SU ESPLENDOR. YA ARRIBA, ME PUSE DE FRENTE A LA PUERTECITA Y LLAME A MI HERMANO PARA QUE ME AYUDARA. GRITE FUERTE PARA NO DARLE A ENTENDER QUE SABIA DONDE ESTABA Y LO QUE ESTABA HACIENDO. ESTE LLEGÓ, SUBIO LA ESCALA Y SE ASOMÓ POR LA PUERTITA DE LA BUHARDILLA, ENCONTRÁNDOSE CON EL ESPECTACULO DE SU HERMANITA MENOR SENTADA FRENTE A EL, CON LAS PIERNAS ABIERTAS Y SIN CALZONES, MIENTRAS LE DECIA: "¿NO TE GUSTARÍA HACERLO EN LUGAR DE ESTAR MIRANDO?". EL ME TOMÓ DE LOS PIES, ME ACERCO A EL Y, SIN BAJAR DE LA ESCALA, ME HIZO UNA MAMADA, PARA ENSEGUIDA SUBIR Y METÉRMELO HASTA HACERME ACABAR TRES VECES. DESPUES BAJAMOS HASTA SU DORMITORIO Y AHI ME DESNUDÓ, ME DIO VUELTA Y ME METIÓ SU HERRAMIENTA POR EL CULO. NO CONTENTO CON ELLO, ME METIÓ SU VERGA EN LA BOCA. ES DECIR QUE MI HERMANO ME QUITÓ LA VIRGINIDAD POR DELANTE, POR ATRÁS Y POR LA BOCA, TODO EN UN MISMO DIA."

"¿ESA FUE LA UNICA VEZ?"

PREGUNTO EDITH EN UN HILO DE VOZ, YA QUE LA EXCITACION LA HABIA INVADIDO NUEVAMENTE, PERO AHORA ERA POR EL RELATO QUE LE HACIA ANA Y SU IMAGINACION DE LOS HECHOS.

"¿CÓMO CREES? ESTUVIMOS EN ESTO VARIOS AÑOS, HASTA QUE TE CONOCIO"

"¿Y YA DE CASADO, NUNCA INTENTÓ NADA CONTIGO?"

LA PREGUNTA DE EDITH DENOTABA UNA CURIOSIDAD MORBOSA QUE NO PASÓ DESAPERCIBIDA A SU CUÑADA.

“AH, ESTA CHIQUILLA RESULTÓ MAS MORBOSA DE LO QUE IMAGINABA”, SE DIJO ANA. “NO SABE LA SORPRESITA QUE LE ESPERA”. Y MIENTRAS METIA LENTAMENTE UNO DE SUS DEDOS EN EL SEXO DE SU CUÑADA, CONTINUO:

"LA VERDAD, SOY YO LA QUE HE SENTIDO EN MAS DE UNA OCASION EL DESEO DE PROBAR LA VERGA DE MI HERMANO NUEVAMENTE, PERO PENSABA QUE CONTIGO ESTABA MAS QUE SATISFECHO"

MIENTRAS ASI DECIA, INTRODUCIA UN SEGUNDO DEDO EN LA VULVA DE SU CUÑADA, QUE YA ESTABA MEDIO HUMEDA.

"DEBO CONFESARTE QUE CONMIGO NO ES NINGUNA MARAVILLA. QUIZAS EXTRAÑA A SU HERMANITA"

"¿Y ESO TE MOLESTA?"

DIJO, MIENTRAS AUMENTABA LA INTENSIDAD DE LA PENETRACION.

"DESPUÉS DE ESTA EXPERIENCIA NO QUIERO DEJARTE Y NO ME IMPORTARÍA SI PARA QUE SIGAMOS VIÉNDONOS TENGA QUE COMPARTIRTE CON UN HOMBRE. HMMMMMMMMMMM, QUE RICOOOOOO"

"¿AUNQUE SEA CON MARIO?"

"¿LA VERDAD?, NO. NO ME IMPORTARIA, VIDA"

“BUENO”, SE DIJO ANA, “ESTA CHIQUITA ESTA A PUNTO Y LO UNICO QUE DESEA ES UNA EXPERIENCIA NUEVA”. LA PUSO DE LADO DE MANERA DE PODER INTRODUCIRLE UN DEDO POR LA RETAGUARDIA, A LO QUE ANA RESPONDIO MOVIÉNDOSE PAUSADAMENTE.

"Y.... ¿ME COMPARTIRIAS CON OTRO QUE NO SEA MARIO?"

EDITH SE LIMITÓ A AUMENTAR EL MOVIMIENTO DE SU TRASERO PARA FACILITAR LA INCURSIÓN DEL DEDO DE ANA Y PREGUNTÓ:

"¿CON QUIEN?"

"ESA ES UNA SORPRESA. TU SOLO DÍ SI O NO"

"¿UNA SORPRESA? ¿ENTONCES LE CONOZCO?"

ESTE PENSAMIENTO LA EXCITÓ MAS DE LO QUE ESTABA CON LOS DEDOS DE SU CUÑADA, LA QUE LOS MOVIA CON UNA MAESTRIA PROPIA DE LOS AÑOS DE PRACTICA.

"SI, Y EL TE CONOCE MUY BIEN"

LE DIJO CON VOZ APAGADA, MIENTRAS SE AFERRABA A UN SENO DE EDITH, EL QUE CHUPÓ CON ENERGÍA.

"¿SE PUEDE CONFIAR EN ÉL?"

DIJO EDITH EN MEDIO DE UNOS ESPASMOS PRODUCTO DEL CLIMAX AL QUE HABIA LLEGADO TANTO POR LOS DEDOS DE EDITH COMO POR SUS BESOS EN LOS SENOS, PERO POR SOBRE TODO POR LA POSIBILIDAD QUE LE PLANTEABA SU CUÑADA Y QUE EXCITABA SU IMAGINACION.

"¡ABSOLUTAMENTE, MI AMOR!"

Y ANA INTENSIFICÓ SU EXPLORACIÓN ANAL, HASTA LOGRAR QUE EDITH ACABARA INTENSA Y LARGAMENTE, QUEDANDO TENDIDA A LO ANCHO DE LA CAMA, CON UNA AMPLIA SONRISA DE SATISFACCION EN SU ROSTRO, PENSANDO EN LO QUE LA HERMANA DE SU ESPOSO LE HABIA HECHO VIVIR Y EN LA SORPRESA QUE LE TENÍA PREPARADA.

CUANDO AL FIN LOGRO REPONERSE, LA ABRAZÓ FUERTEMENTE, LE DIO UN INTENSO BESO Y DIJO:

"¿CUÁNDO SERÁ?"




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Como descubri que mi Cuñada era Lesbiana

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 Como descubrí que mi cuñada Eva es lesbiana

Me llamo Sonia. Os voy a contar una historia que me ha ocurrido hace unas semanas con mi cuñada. Tengo veintisiete años y estoy casado con el hermano de Eva, mi cuñada. Hace tres años que nos casamos y aún no tenemos hijos. Yo estoy muy enamorada de Juan, mi marido y siempre me he llevado muy bien con Eva, una chica de treinta años, muy independiente y la verdad, muy mona.


El caso es que un día quedamos las dos para comprarle el regalo de cumpleaños a Juan. Juan es el pequeño de la casa y Eva siempre se ha sentido muy unida a él. Se parecen mucho. Eva es rubia y pecosa como él. Muy pecosos. Mi marido tiene pecas por los brazos, la cara, el cuello...En cuanto le da el sol le aparecen. Eva es igual. Tiene el pelo rizado en tirabuzones. Es delgada, muy delgada, y tiene poco pecho. Tiene unas tetitas juveniles. Es más bien estrecha de caderas y de brazos y piernas esqueléticas. Cada parte del culito le cabe en una mano. Suele usar ropa muy ancha o quizás es que todo le queda así por lo delgada que está. Tiene unos labios delgados y cortos y la nariz recta. Su mandíbula es triangular y sus ojos, grandes, almendrados y marrones.


Yo la he tenido siempre por una persona muy agradable. Es muy distinta a mí, pues yo soy morena de pelo. Me oscurezco fácilmente a sol. Soy algo más alta que Eva, y más ancha de caderas, y tengo más pecho. Tengo unos labios anchos, sensuales. No estoy gorda, pero al lado de Eva parezco rellenita, por que mis caderas son una vez y media las suyas y mis muslos, como el doble que los suyos. Cuando vamos las dos juntas yo siempre me llevo los piropos. Ella se enfada. Recrimina a los hombres su falta de respeto. Yo finjo ofenderme por lo que le pueda decir a mi marido, pero en el fondo me pongo muy ufana.


Como os he dicho, ibamos a comprarle un regalo a mi marido y a la salida de la tienda, nos tropezamos con una chica de nuestra edad, que sé que es lesbiana por que me lo han dicho muchas veces. Yo nunca había hecho esas cosas, ni siquiera en mi pubertad. El caso es que se tropezó con Eva y se saludaron con un beso. Fue un beso muy formal al principio, pero sus caras se tardaron demasiado en separar. Empezaron a hablar de algunos chicas que no conocía. Hablaban en una jerga extraña. Que si Pepita está, que si Juanita ya no está. Hablaron de quedar en un bar "El Armario". Yo no me atreví a preguntar a Eva, cuando se despidieron pero me dio la sensación de que mi cuñada conocía esos ambientes.


Aquella cita me impactó y desde esa tarde me intrigó mucho la manera de pasar el tiempo de Eva. Yo no sabía nada de lesbianas. Nada de nada. No sabía con quién consultar el tema, con quien desahogarme. Naturalmente, para mí era una cosa "muy gorda", pero por otro lado, me llamaba la atención, como si se tratara de una jovencita curiosa.


Una noche tuve un sueño. Estaba en la cama en camisón. Eva estaba a mi lado y de repente me besó en la boca. No rechacé sus besos sino que dejé que metiera su lengua. Sentí en sueños la sensación electrizante de sus labios sobre los míos. Luego sentí su mano sobre mi pecho y después, como se deslizaba hacia mi sexo... Me desperté sobresaltada. Había tenido un sueño erótico. La escena lésbica me produjo un poco de repugnancia. Mi marido se despertó y tuve que decirle que había tenido una pesadilla. Pero al pasar las horas, a la mañana siguiente, el sueño lo único que hizo es despertar aún más mi curiosidad.


Tenía un incomprensible deseo de averiguar si Eva era realmente lesbiana. Tenía un inconfesable deseo de saber en qué consistía eso de ser lesbiana, cómo se sentía el placer y el amor con una mujer, la sensación de lo prohibido... No sé. No puedo explicarlo.


Lo primero que hice fue averiguar si el bar ese, "El Armario". Un bar situado en una céntrica calle de la ciudad, era un bar de lesbianas...Un bar de ambiente. Una tarde me dirigí hacia allí. Era un bar cafetería que había visto abierto por las tardes. Yo nunca había visto nada raro. Incluso he de decir que las personas que había visto entrar me parecían de lo más normal.


Intenté vestir de la manera más convencional posible. Mi instinto me dijo que debía buscar ropa ceñida pero no provocativa. Una ropa elegante que dejara ver mi figura y mi exhuberante figura sin caer en lo ordinario, en lo hortero. Entré en el bar que estaba adornado de una forma muy cálida y acogedora. En seguida me atendió una camarera joven, delgada, vestida con un pantalón ceñido y un corpiño que dejaba desnudos los hombros. Me atendió correctamente. No veía nada raro. Un par de chicos bebían en la barra un café.


Al rato entró una mujer de unos cuarenta años, rubia, muy pintada, vestida con unos vaqueros y una cazadora de cuero negra. Tenía unos botos camperos . Se sentó en la barra y desde ese momento no me quitó los ojos de encima. Yo no me atrevía a mirarla descaradamente. Hablaba con voz aguardientosa y más alto de lo necessario. Se quería hacer la graciosa. Pretendía llamar la atención. Al poco rato comenzó a decir cosas que intuía se referían a mí.


- ¡Vaya! ¡Hoy no se si decir si el armario está medio lleno o medio vacío.- Decía esto y llamaba a la chica de la barra. -¡Preciosa!.-


La camarera le puso un whisky con hielo y pro primera vez pude ver sus ojos rasgados, que se clavaban en mí mientras me saludaba.- Buenas Tardes.- A lo que yo devolví el saludo con cortesía. Su personalidad me vencía. Tenía miedo. No me salía la voz del cuerpo.


Los dos muchachos sonreían cada vez que aquella mujer soltaba una ocurrencia. Al final, uno de aquellos chicos de cara y ojos brillantes habló con una voz demasiado melodiosa.- Hoy la Rubia está dispuesta a todo.-


-Es que Hay veces que el armario está lleno, pero es como si estuviera vacío...Pero hoy, con la poca gente que estamos, está en su punto.-


el otro chico habló, con una voz que ya no dejaba sospecha sobre sus tendencias.- ¿No me dirás ahora que vas a sacar a alguien del armario? Jijiji.- Evidentemente, era yo ese alguien.


-La tarde es larga.- Dijo la mujer mientras se acercaba a mi mesa con su wisky y apartando la silla que había frente a mí me dijo simplemente un -¿Puedo?.-

-Si, si...- Le dije temblando.

- ¿Esperas a alguien?.-

- Bueno...he quedado aquí con una amiga... Eva, no se si la conoces.-

- Aquí suelen venir varias "Evas", aunque la mayoría de las que vienen no se llaman en realidad así...¿Tu como te llamas?.-


Un segundo en silencio me delataba, pero a la chica, que decía llamarse Tania, no le importó demasiado.- Me llamo Juana.- Comenzamos a hablar del tiempo. Una chica entró en el bar y me miró fijamente. Miré al par de chicos que estaban en la barra. Una mano de uno de ellos se deslizaba por el trasero del otro. Sus labios entraron en contacto y se separaron lentamente. Un cosquilleo recorrió mi nuca y de repente sentí una necesidad de escabullirme.


- Tengo que irme.-

-¿Ya te vas?.-

-Se me hace tarde...-


Me levanté y me fui pidiendo rápidamente la cuenta. La mujer me seguía. La sentí detrás de mí. Sentí su vientre en mi trasero y su pelo en mi mejilla. Sentí su aliento,


.-¿Vas a volver otro día?:-

- No creo.- Le dije apartándola de mí ligeramente pero con determinación.

- ¡Otra que sale del "Armario" por la puerta de atrás!.-


Salí andando rápido y con miedo a que me vieran salir. Salí por que no sabía si sería capaz de decir que no. Sabéis. Yo nunca le digo que no al sexo. No le soy infiel a mi marido. Pero incluso cuando algún hombre me ha hecho propuestas, he sentido la necesidad de hacerlo enseguida con mi parido, pues me he puesto muy cachonda. Me fui a casa con el rabo entre las piernas, pero al menos había comprobado que el famoso armario, era un bar frecuentado por chicas y chicos de ambiente "raro".


Por la noche no podía dormir. Estaba muy cachonda. Me había sucedido, como ya os he dicho, con chicos, pero nunca me había tirado los tejos una mujer. Me lo intenté curar con una ducha de agua fría, pero no tuvo efecto. Luego lo intenté con una tila. ¡Yo que sé! Mi mente estaba ocupada en averiguar cómo hacen el amor las mujeres y empecé a acariciarme con toda la maldad que podía, los pechos, los muslos, el vientre, el sexo...Imaginaba que era una mujer, aquella del bar, o tal vez mi cuñada, o mi amiga Rosa, la que tan guapa me parecía. Ya no era curiosidad lo que sentía, sino la excitación, el fuego en mi interior. Mi marido dormía. Puse una mano sobre su hombro. Se despertó. Comencé a comerme su boca y metí la mano en su pijama. Estaba dormida pero no tardó en despertar.


Mi marido se imaginó que no quería contemplaciones. Se bajó el pijama y los calzoncillos y yo me deshice del camisón. Se puso el preservativo. El odiado y necesario preservativo. Lo esperé desnuda con las piernas abiertas y dejé que me embistiera. Sentía la improrrogable necesidad de ser penetrada. Necesitaba ser follada. La picha se abrió paso dentro de mí. Coloqué mis manos en sus nalgas. ¿Cómo serían las nalgas de una mujer? ¿Cómo sustituiría una mujer el placer de la penetración en su amante?.-


Juan comenzó a agitarse, después de penetrarme lenta pero inexorablemente. Sentía alguna molestia pero la aguantaba gustosa, deseando que se moviera dentro de mí. Juan me miraba fijamente. Yo le apartaba la mirada y al rato me volvía a encontrar con él. Pensé en cómo se parecían ambos hermanos, Juan y Eva. Miré sus pecho y por un momento imaginé las tetitas blancas de Eva ¿Cómo le colgarían? ¿Tendría pecas hasta los mismos peones? ¿Tendría los pezones pequeños y definidos...O grandes y difusos?. Agarré los cachetes de mi marido y los apreté contra mí.


Mi parido, al sentir en sus nalgas mis dedos, comenzó a moverse más rápido. Es una señal involuntaria que él ya conoce. Mi orgasmo se aproximaba. Sentí una presión en mi estómago, en la nuca en la superficie y el interior de mi sexo. Sentí aflojarse mis rodillas, mis hombros, la lucidez de mi mente...Y de repente, comencé a correrme con la respiración entrecortada, aprovechando la salida de aire para emitir un placentero lamento de amor detrás de otro, mientras mi marido se vaciaba en mi interior, respondiendo a mis gemidos con los suyos propios.


Siempre que he tenido alguna fantasía y he hecho el amor con mi marido, se me pasa. Pero esta vez, no. Hacer el amor con Juan, aunque de una forma muy satisfactoria, había enardecido mi curiosidad por saber si Eva era lesbiana. No comprendía que Eva buscara placer distinto al que un hombro pudiera proporcionar, especialmente, al que amas. Me sentía atraída por saber las formas de amar de las lesbianas. No quería exponerme, así que se me ocurrió utilizar el medio más anónimo que conozco: Internet.


Puse la palabra lesbiana y el buscador me devolvió decenas de miles de direcciones. Me costó un poco encontrar algunas direcciones gratuitas de fotos. Las mujeres no somos tan sensibles como los hombres a las fotos y a mí la mayoría de las fotos porno me parecen ginecológicas. Las chicas eran divinas, algunas...pero otras eran "vacas viejas". "pencas". Empecé a visionar galerías de fotos de lesbianas y a ver algunas fotos de una sensualidad que yo no conocía. Me gustaba ver fotos de chicas besándose. Al verlas se me venía a la cabeza el sueño con Eva. Aquel muerdo en los labios.


Me pareció realmente horrible lo que veía después. Lametones en el sexo, dedos que se introducían en ambos agujeros, miré dos o tres galerías y salí de internet con rapidez y angustia, pero eso sólo duró unos minutos. La segunda vez estaba más preparada. Me acordaba de cuando siendo una chiquilla aún me dijeron en qué consistían las relaciones entre un hombre y una mujer. La repugnancia que aquello me produjo y eso me dio ánimos. No es lo mismo verlo que sentirlo.


Unas galerías más y mi campo de conocimiento se habría por completo. Vibradores, consoladores, sesenta y nueves... ¿Usaría Eva consoladores? ¿Haría sesenta y nueves? ¿Amaría o se dejaría amar? ¿Haría el papel activo o el pasivo? Una página daba la opción de ejecutar unos "movies". Abrí uno. Se tardó algunos segundo en cargar. Vi diez segundos de amor entre los mujeres. Una estaba de rodillas sobre una mesa, la otra, detrás, le lamía todo. Sentí repugnancia y una extraña excitación, una morbosa necesidad de seguir viendo. Cerré la página y salí de internet. Estaba sóla en casa y no pensaba esperar a mi marido. Me metí en la ducha y me masturbé mientras el agua caía sobre mi cabeza.


Decidido. Por el bien de mi cuñada tenía que conseguir adivinar si era realmente lesbiana y apartarla de tan depravadas costumbres. Hablaría con ella y le buscaría un novio. Lo importante era, sobre todo, que me explicara qué sentía, por qué lo hacía, cómo lo hacía, dónde lo hacía,...Me propuse un plan para dejarla en evidencia y forzarla a declarar sus tendencias licenciosas y degeneradas. Después la abrazaría, le pediría que me lo contara todo, que se apoyara en mí. Sentiría su mejilla sobre mi cara, sus pelos, el olor de su perfume, de su piel. Tal vez sus pechos sobre los míos, sus manos en mi cintura...


Mi plan era sencillo. La provocaría y ella no podría contenerse. Yo no podría contenerme si me provocaban. Entonces, Eva tendrá que contárselo todo. Pero ¿Cómo ligan las lesbianas?. Sólo tenía la corta experiencia con aquella impetuosa dama del "Armario". También me metí en un chat de lesbianas pero llegué a la conclusión de que allí habría dos o tres chicas, todo lo demás eran tíos. Bueno, pues seduciría a Eva con las mismas mañas con que seduciría a un hombre. La provocaría.


Mi plan era sencillo. Aprovecharía uno de esos viajes que hacía mi marido para pedir que Eva viniera a casa. Normalmente, yo iba a casa de mis padres, pero en verano, ellos están en la playa y es más difícil que les acompañe. Primero le enseñaría mi cuerpo, se lo pasaría por los morros, luego le daría confianzas, le dejaría que me tocara, que ella decidiera por las dos, y esas cosas. Luego vendría la fase de calentamiento a tope, buscaría su roce, su contacto... Y al final seguro que no se aguantaría. Entonces la descubriría y me tendría que contar todo y prometer que se iba a reformar.


Antes de que mi marido iniciara uno de esos viajes de negocios a Italia, yo ya comencé a poner en marcha mi plan. Un día la invité a que viniera de compras conmigo. Empecé por comprarme una pulserita de plata. Le pedí su opinión. No me la quería dar por que decía que yo hago siempre lo contrario de lo que ella me dice.


Hice que ella me pusiera la cadenita. Sentí las yemas de sus dedos en mi muñeca y luego, extendí el brazo para que la viera, pero colocándome delante de ella, de manera que sentí su vientre en mi trasera y sus pechos en mi espalda. Son quizás memeces, pero no cuando la finalidad era poner caliente a Eva, y la verdad es que me sentía terriblemente seductora. Como estas le empecé a hacer varias y a diario. Compré la pulsera que ella eligió sin rechistar.


Mejor fue cuando decidí comprarme el conjuntito de ropa interior. Le pedí opinión. Era un conjunto muy picarón. Era el conjunto más atrevido. Eva se decía extrañada por mi elección, aunque le parecía fabulosamente sensual. Me lo llevé. Antes de volver a casa tomamos un café. Lo mismo. Le rozaba los muslos con mi rodilla y me hacía rozar de la misma manera. Ella no apartó la silla, pero tampoco descubrí ningún tipo de intencionalidad en su cara. Al llegar a casa, comprobé que Juan no estaba y le pedí que subiera. Quería que me lo viera puesto. Mientras ella esperaba en el salón, con un wisky con hielo "Como el de la mujer del Armario" yo me desnudaba y me probaba el conjuntito. Realmente estaba provocadora. Mis nalgas asomaban redondas, exhuberantes, mis pechos aparecían deliciosos. Yo, por mi parte, no había descuidado detalle. Ni las uñas de los pies, ni el vello de mi pubis.... La llamé


Mi cuñada apareció con el baso en la mano. Estudié cada expresión de su rostro. Me pareció gratamente sorprendida. Me miró de arriba abajo. Pensé que e Eva le gustaba "mi mercancía", para luego esbozar una frase hecha "Lo verás pero no lo catarás". Era la misma frase que me repetía cuando a veces me tenía que desnudar ante el médico.


Le pedí a Eva que me diera su opinión. Me acerqué a ella decididamente, casi asaltándola. Eva sonrió benévolamente y me dijo que estaba espléndida. Di un paso más en mi plan y sin decir nada me quité el sujetador. Mis pechos salieron libres y comprobé en la cara de Eva la sensación de sorpresa, no se si grato o más bien de no explicarse lo que hacía. La verdad es que siempre he tenido mucho cuidado con que las chicas ni los chicos me vieran los pechos, pero por otro lado, hay mujeres que no le dan tanta importancia. Lo bueno era que Eva tendría en que pensar esta noche. Cuando fui a bajarme las bragas, Eva se dio la vuelta con disimulo. Era una tontería, por que me veía por un espejo, aunque ella bajó la cabeza y salió de la habitación.


"Hoy te vas a masturbar pensando en mí" pensé mientras me ponía unas braguitas más discretas y un albornoz. Seguí "enseñándole mi mercancía". Me senté en el sillón delante de ella mientras me tomaba una lata de refresco. Hice lo posible por que se me viera todo y mo cuerpo no le pasó desadvertido a mi cuñada. Lo presentía y aquello me hacía ser aún más provocativa en mis posturas.


Pero la verdad es que esperaba que Eva se tirara sobre mí y eso no se produjo. Yo, que había hecho un plan a semanas vistas estaba furiosa por que a la primera, mi cuñada no se me había declarado. Me enfurecí y hasta lloré, aunque luego me consolé pensando en lo bien que había empleado el dinero en comprar aquel conjuntito con el que no pretendía seducir a mi marido en absoluto, sino a mi cuñada.


Un día quedamos mi marido, yo y su hermana. Me puse muy mona, un poco provocativa. Mi marido me echó unas indirectas. -¡No me gusta que te pongas esa minifalda ni ese suéter! ¡te miran mucho los tíos!.- Él ignoraba que yo buscaba la atención de Eva. Fuímos a un bar y se me ocurrió una idea. Pedí que Eva me acompañara al servicio. Me recreé mientras me bajaba las bragas y me subía la falda. Que me mirara con detenimiento., que comprobara mi cuerpo, mis muslos suaves.


Empecé a percibir el efecto de mi plan en que Eva, que siempre ha sido muy independiente y nunca se ha podido contar con ella empeó a quedar más con nosotros. Un día fuímos a la playa los tres. Mi marido se fue a dar una vuelta por la playa. Era una playa larga, llena de extranjeras despechugadas. A mi no me dejaba hacer top-less. Yo, que ya tenía premeditado mi plan, me puse apartada de la gente y cuando mi marido se fue le pedí a Eva que vigilara por si regresaba y me puse a hacer top-less. Eva me dijo que era una barbaridad tomar el sol en top-less sin protección. Yo esperaba ese consejo y me puse a echarme la crema protectora con detenimiento, con toda la malicia y sensualidad. Luego, como había partes de la espalda a la que no llegaba, le pedí a ella que me la untara. Y así sentía la yema deminuta y suave de sus dedos acarciar mi espalda. Al cabo de un rato me di la vuelta y me puse de espaldas al sol. Me sentía observada.. Pienso que eran tonterías, y que me sentía así para animarme a seguir. Metí el bañador entre las nalgas para que me diera el sol en el culo.


Eva no se atrevía pero yo se lo pedí.- ¡Anda! ¡Dame crema en las nalgas!.- Mi cuñada extendió la crema discretamente. Nada en su actitud la delataba, pero yo intuía que ella me deseaba cuando me tocaba. No puedo explicar por que yo avanaba en mi plan. Me sentía tentada por mi cuñada, pro ser codiciada por ella, aún sin considerarme no entonces ni ahora lesbiana. Me engañaba diciendo que hacía aquello, que soportaba los roces de Eva para desenmascar sus tendencias y ayudarla. La realidad es que deseaba sentirme deseada por ella y me encantaba que em tocara.


La siguiente parte de mi plan era el otorgarle ciertas confianzas. Ya le daba algunas, como permitir que me tocara en determinadas situaciones, como cuando me untó la crema. Más bien la obligaba a hacerlo, pues pienso que de ella nunca saldría. Era más bién yo la que se tomaba la confianza y la que hacía cosas cada ve más atrevidas. Un día comencé a hablar de sexo con ella.


Eva esquivaba responderme a las preguntas que le hacía, sobre si se excitaba si le tocaban el pecho. – Yo me pongo a cién cuando Juan me come el pecho... comienzo a ponerme mojadita mojadita.-


No tenía mucho éxito, pero a fuerza de cabezonería conseguí que Eva me comentara diversas experiencias masturbatorias. Le pregunté por los consoladores, por los vibradores, pero cuando me acercaba al prácticas sexuales hombre-mujer me decía que sin duda yo tenía más experiencia. Y si hablába de sesenta y nueves o cosas que pudieran hacer pensar en prácticas lésbicas, se hacía la loca. Luego hablamos de nuestrso novios. Me dijo, naturalmente que no tenía novio. Me contó lo de un novio que tuvo que le partió el corazón. Aproveché para besarle la mejilla. Caminamos largo rato cogidas de la mano por la playa solitaria.


Después de este día, Eva dejó de llamar. Al repentino acercamiento le sucedió un alejamiento radical. Yo la entendía. No podía explicarle a Juan que su hermana no era tan caprichosa commo pensaba, ni estaba enfadada por nada. Lo que le sucedía es que huía de mi por que estaba a punto de sucumbir. No estaba dispuesta a quitarle la mujer a su hermano, ni siquiera por una noche.


Bueno, se acercaba la tercera aprte de mi plan. La oportunidad del viaje apareció. Mi marido se iba a Italia unos días, a culminar las firma de importantes contratos de suministro y mis padres estaban lejos, en la playa. La ciudad, con la gente de vacaciones, estaba medio vacía. Me hice la miedica y le pedí que llamara a Eva para que viniera a dormir a casa. Eva respondió si no era mejor que yo fuera a su casa esos días. Acepté. De esta forma yo metería en la maleta la ropa que me hiciera irresistible, y ella no podría olvidarse toda la suerte de juguetes: vibradores, consoladores... de los que me había hablado.


Eva se había esmerado en cuidarse y cuidar la casa. Me dio un beso en la cara al entrar en su casa y noté que me miraba de reojo. No deseaba perder el tiempo. Un par de días se pasan corriendo. Así que lo primero que hice fue "ponerme cómoda y fresquita". Así que me dirijí al dormitorio, el único que había. Eva tenia un sofá-cama que seguramente pensaba que usaría. Yo de ninguna manera iba a dormir sola. Dejé el bolso en el dormitorio y me quité la camisa y el sujetador para ponerme una camiseta vieja, ancha y pasada. Mis pechos se adivinaban mejor, más sujerentes. Me quité la falda y me coloqué unos pantaloncitos cortos ajuntados, de una tela fina, que me llegaban un dedo por debajo de las ingles y se abrían por la parte exterior de los muslos.

Me quité los zapatos y me puse unas chanclas. Había observado que Eva miiraba mucho a los pies de las chicas , y también los míos.


Me dejé las pulseritas de las muñecas, y la del tobillo, esa de plata que Eva me ayudó a elegir. Me hice una coleta con el pelo. Todo estaba estudiado para causarle a mi cuñada el mayor impacto posible. Cuando salí del cuarto por poco se le cae la taza que tenía en la mano. - ¿Tu no te pones fresquita?.- Le dije sonriendo.


Le pedí a Eva que me enseñara de nuevo, las fotos de su niñez, con Juan y mis suegros. Estuvimos las dos sentadas. Yo sentía rozar mis muslos con los suyos. Yo sugerí a Eva que me sirviera un cubalibre de ginebra. Luego otro. Ella me acompañaba. Yo necesitaba reunir valor para hacerle una proposición que significaba un paso adelante en mi plan .- ¿Por qué no me enseñas los juguetitos que tienes por ahí? ¡Si! ¡Los vibradores y los consoladores!.-


Tuve que pedirselo varias veces.-¡Anda! ¡Por fa!.- Al final aceptó. Comenzó por los vibradores. Me los hizo sentir en la palma de la mano, y en la parte interior del codo. Me enseñó dos vibradores y lugo dos consoladores, más largos, más ortopédicos,- más adecuados para...- Eva acabó la frase con un silencio que en mi interior sabía lo que contenía "Más adecuado para meterselo a las amantes..." Estuve viéndolos un rato y Eva, como si se tratara de un tesoro o un arma o algo entre peligroso y apreciado, tenía prisa por guardarlo. Me los cogió de la mano con suavidad y los guardó en uno de los cajones de la cómoda de su dormitorio.


Después de comer me fui a dormir la siesta. Yo esperaba que Eva me siguiera. Ella. Como una buena anfitriona se quedó durmiendo en el sofá. Yo esperaba que se portara como una buena anfitriona de verdad y me hiciera gozar como yo presumía que ella sabía. Cuando desperté, Eva dormía. Estuve un rato aburrida y se me ocurrió probar de verdad los juguetes de Eva. Cogí un vibrador del cajón y me quité los pantalones y lass bragas. Lo encendí y me lo acerqué. Era un placer distinto, artificial pero muy efectivo. Lo posé sobre mi sexo e hice que buscara mi clítoris.. Era electriante. Lo separé y lo puse sobre los pezones.Los sentí erizarse, levantarse.


Miré intuyendo actividad. Eva me miraba. No sabía si estaba enfadada. -¿Qué haces? .- Me dijo

-Perdón, quería ver que se sentía.-

-No, no importa...prueba.- Y diciendo esto se dio la media vuelta. Eva era una roca de hielo contra la que me estrellaba.

- ¡Es que... Es que no sé...No me atrevo....¿No me puedes ayudar?.-

- ¿Ayudar? ¡Pero si es muy fácil!.-

-¡Ya! ...pero yo soy mmuy inútil...¡Anda! ¡cógelo tú!.-


Eva titubeó, pero al final, su carácter complaciente la venció y se acercó. –Túmbate en la cama con las piernas abiertas.- La obedecí y Eva encendió el aparato y lo colocó en la parte interior de mi muslo, encima de la rodilla.


-Tienes que hacer que vaya avanzando lentamente hacia tu coñito.- Al decri esto, Eva se aclaró la garganta. Estaba nerviosa, excitada. Conocía el oficio y pronto, lo que para mí era un cosquilleo insoportable, se convirtió en el más placentero estímulo. Metí la mano dentro de la camiseta y mis dedos pellizcaron miis pezones. Mi otras mano separaba los labios de mi sexo y dejaba al descubierto mi crestita que pronto comencé a estimular por mi cuenta. El cosquilleo me subía por el muslo y pronto lo sentí en la parte baja de mis nalgas y luego, sobre uno de los labios, dirigirse al clítoris.


Recibí las vibraciones con expectación. Sentí los pechos robustecidos, exultantes por el roce del vibrador. Mi sexo estaba húmedo. Yo confiaba en Eva y no me decepcioonó. Pronto el vibrador esstaba entre ambos labios. El instrumento se hundía en mi vagina como tres dedos. Las vibraciones se hundían en mi vientre y no tardé en comenzar a correrme. En un moomento de lucide, busqué algún tipo de contacto con ella que sabía sería incapaz de negasrme en esos momentos. Coloqué mi mano sobre su muslo, mal tapado por la falda que había quedado desordenada al sentarse sobre la cama. Eva movía el vibrador con suma delicadeza, a pesar de lo que el cosquilleo consiguió hacer que me corriera.


Fue un orgasmo increíble. Deseé que Eva me hundiera el vibrador hasta el fondo, pero ella seguro que reservaba eso para sus amantes. Se agachó sobre mí. Le ofrecñi mi boca, pero se contentó con darme un fraternal beso en la frente y la mejilla. Me decepcioné de nuevo.


Miraba a Eva de reojo, pensando en cuál sería la causa de que me rechazara. Estaba seguro de que le gustaba. ¿Sería por respeto hacia mi marido, su hermano? De cualquier forma yo ya me había propuesto llegar hasta el final, sobre todo al compbrobar el placer que me podía proporcionar mi cuñada y el no sentir tantos remordimientos como yo pensaba por haberlo hecho con una mujer. Al revés, he de confesar que me resultó excitante.


El caso es que Eva no me hacía todo el caso que yo quería. Llegó la hora de dormir y apenas si me miró cuando aparecí en el dormitorio procedente del cuarto de baño vestida con aquel conjuntito de ropa interior que ella me había ayudado a comprar. Me acosté en la cama, a su lado. Un hombre hubiera entendido la indirecta, pero Eva se dio media vuelta. Destapé un poco la sábana para ver como iba vestida y me dí cuenta de que sólo llevaba las bragas, sin pijama ni camisón, así que yo también me deshice del sujetador, que me estorba un montón para dormir y ya de paso, me quité delante de ella el camisón, para quedarme como ella, sólo con las bragas.


Esperé inútilmente su seducción. Esstaba muy caliente y desengañada, pero de repente me acordé que a mi marido bastaba con ponerle la mano en el hombro para que entendiera lo que deseaba. Eva parecía dormir. Me ofrecía unna espalda desnuda en la que se marcaba la columna y los músculos en su delgada silueta. Pasé mi mano por su espalda y luego se la puse en el hombro. Pareció despertar.


- ¿Eva?-

- ¿Si?-

-No me puedo dormir.-

-¿Por qué?-

- Estoy muy caliente.... lo de los "mete-saca" esos me ha puesto muy cachonda... No se cómo bajarme el calentón. ¿Tú Podrías...?

- ¿Podría qué?.-

- Pues hacermelo.-


Eva se dio la vuelta, me miró extrañadísima y entonces comenzó con una retaila, hablando bajo pero visiblemente enfadada.- ¡Mira! ¡Yo no sé que te has creído! ¡Llevas semanas provocándome! ¡Que si la cremita en la espalda, que si la manita por la playa...! ¿Se puede saber que coño quieres?.-


Eva me miraba con los ojos brillantes, enfurecida. Yo no sabía que deecirle. No era momento de contradecirle. Se enfadaría y perdería mi oportunidad de saber si era lesbiana. Yo ni me pensé lo que le decía.- Es que...es que creo...que me he enamoorado de ti.-


Eva se cayó y se me quedó mirando. Luego hizo un gesto despectivo. -¡Venga hombre!¡No me vengas con pamplinas!.- Se levantó de la cama pero no fue lejos. Se puso de pié junto a la cama y me miró de arriba abajo. Parecía pensarselo, quizás sucumbir a la tentación hasta que finalmente susurró.-¡Esta bien!¡Tú lo has querido!.-


Eva se tumbó sobre uno de mis lados. Sentí su pecho caer suave sobre el mío. Tenía uno pecho diminuto, juvenil, Las pequtas de las que os hablé casi le llegaban a los pezones. Unos peones pequeños, bien definidos y puntiagudos. Los sentí ardeersobre mi propio pecho, y luego su boca, que se posó sobre la mía y se fundieron sus labios con los míos. Me entregué a un beso como no me lo daban desde que era una jovencita del instituto. Sus labios eran deliciosos, dulces. La miré a los ojos mientras nos besábamos. Fue una mirada en la que ambas abrimos y cerramos los párpados al mismo tiempo, lentamente. La imagen de su cara se me retuvo en la retina mientras empecé a sentir sus dedos suaves sobre mi pecho, apretarlo lentamente, suavemente, moviendo su palma de la mano y arrastrándo mi seno con ella.


-Eres una mujer muy bonita. Mi hermano tiene mucha suerte.- Aquellas palabras me llenaron de satisfacción. Ya no pensaba en reprenderla por sus inclinaciones sexuales, sino en ser iniciada pro ella esa misma noche.


-¡Hazme tuya!.- Le respondí.


Eva colocó su muslo entre mis piernas y comenzó a besarme sensualmente el cuello y los lóbulos de la oreja, hasta que de repente, sentí cómo su lengua se hundía en el agujero de las orejas. Un cosquilleo recorrió mi nuca. Se agachó un poco y sentí sus labios en mis clavículas mientras su mano bajaba lentamente por mi vientre. Su pequeña mano me daba seguridad. Nunca había valorado la longitud y estrechez de sus dedos. Me parecían unas manos hermonas.


Pegué un pequeño brinco al notar que las manos sobrepasaban la línea de mis bragas. Noté que ponía sus dedos sobre mi sexo, encima de mi prenda íntima y sentí el esstímulo de sus dedos sobre mi clítoris a través de la delgada tela, mientras me mordía el cuello.


Eva tomó mis bragas desde delante y tiró de ellas hacia arriba. Sentí cómo la tela se me clavaba en la raja. Me miraba fijamente y yo no podía ocultar mi excitación. No la oculté. Chillé en voz baja y moví mis caderas. No tardó en soltar las bragas, pero me quedaron descolocadas, pues Eva comenzó a estimular de nuevo mi sexo con sus dedos, pero esta vez sin el estorbo de las bragas. Sentí la yema de sus dedos, suave, delicada, rozarme casi sin apretar, mientras su boca se separaba de mi cuello y se dirigía hacia mi pecho.


Estuve a punto de rogarle que me soltara, que no lo hiciera, pero pudo más el morboso deseo que la decencia inculcada durante decenas de años. Su lengua apretaba la piél de mi pecho, hasta alcanzar mis pezones, empeñándose en contrarrestar hundiendo, lo que el deseo se empeñaba en hacer repuntar. De repente sentí cómo abriendo su boca se emgullía todo mi pezón y lo apretaba entre los labios. Me retorcía de placer y musitaba.


Parecía que aquella era la señal conveenida y cuando mayor sensación sentía en el pecho, Eva comenó a hundir sus dedos dentro de mí. Sentí la palma de su mano apretar mi crestita y las yemitas de sus dedos introducirse, y luego, girar a un lado y otro mientras los metía y los sacaba. Cada vez los hundia más hasta que yo no pude más y el placer que comenzó en el interior de mi vientre como un vacío qque había que llenar, se transformó en un volcán de deseo ardiente.


Comencé a moverme contra su mano. Me hincaba ssus dedos y yo deseaba que me penetraran más. Eva no soltó mi pecho a pesar de mi movimiento. Al revés. Se echó sobre mí para evitar que me moviera mucho y apretó mi peón entre los labios. A la excitación del bocado se unía la sensación de estirazón de mi pecho. Me sentía tan mojada que me parecía sentir mis nalgas mojadas por mis flujos.


Cuando Eva notó que me corrí, se puso sobre mí y tomó unas de mis piernas. Me pareció indicar quie la mantuviera ligeramente doblada. Eva me tomó las manos y las puso sobre mis hombros y sin soltarme comenzó a moverse encima mío, como una loca, frotándo su cuerpo contra el mío y buscando que mi muslo le rozara su sexo. Yo apreté el muslo corta ella y sentí su mata de pelos pincharme y luego cómo se me humedecía la piel por sus fluídos. Sus tetitas me rozaban y sentí su rodilla entre mis muslos. Busqué su contacto hasdta sentir que se me clavaba ligeramente en el sexo. Al cabo de un rato, Eva se corrió, terminando de humedecer mi muslo y de mezclar en nuestros cuerpos, nuestro sudor.


Quedamos tumbadas.. Ya me podía dormir. No tardé en cerrar los ojos y no me desperté hasta el día siguiente. Me pareció que oía llover en la calle. Recuperé la conciencia. No mecreía lo que había hecho. Anoche me había acostado con mi cuñada. La lluvia que oía era la de la ducha. Posiblemente Eva se estaba duchando.


A las mujeres nos gusta más el sexo de noche. Eso dicen. Yo, por mi parte, esta mañana me debatía entre salri de casa de mi cuñada sin desedirme a entrar en el baño. De cualquier manera, mis bragas estaban sucias por los restos de los flujos de la noche. Me las quité. Después, fue mucho más fácil decidir. Entré en el baño comoo despistada, preguntando por mi maleta. Eva me miró incrédula. Se preguntaría, detrás de la manpara de la ducha cuál era ahora mi opinión sobre el sexo entre mujeres. Abrí la mampara y me metí en la ducha con ella mientras ella me miraba sonriendo pícaramente.


Bajo la ducha, Eva me parecía aún más delgada y menuda. El pelo mojado achataba su figura. Su piel brillaba. Su vientre era plano y los hombros y los huesos de las caderas se le notaban mucho, pero sus pechos me atrían y me acerqué a ella para acariciarlos.


Me las quise dar de seductora y me metí sin contemplaciones. Me puse al lado de ella, recibiendo el agua templada en mi cuerpo. Estaba excitada por la proximidaad de su cuerpo menudo. Cogí el bote de gel y lo eché sobre mi mano y me atreví a hacerle una proposición- ¿Te froto la espalda?.-


No esperé que me contestara. El hecho de volverse y ofrecerme la espalda era suficiente. Eva apartó su peo del cuello. En su nuca despuntaba alguna vértebra. Comencé a acariciar su espalda por la ona de los pulmones, pero pronto estaba recorriendo sus riñones y no pude evitar, al ver sus nalgas redondas, diminutas, respingonas, frotarlas, acariciarlas, estrujarlas mientras posaba mi boca sobre su cuello.


Le cogi de los pechos y me la traje contra mí. Eran suaves, pequeños, deliciosos y dulces. Sus nalgas se me clavaron en mii vientre y le mordí la oreja, como ella había hecho la nohe anterior. Respondió a mi estímulo dándose la vuelta y abrazándome a mí. Nos besamos mientras el agua resbalaba por nuestro cuerpos. Nuestros pechos se pegaban para poder recibir ambas el chorrito agradable de la ducha.


Eva puso mi manos sobre mis hombros y me invitó a agacharme. Yo acepté su sugerencia, doblando ligeramente las piernas y posando mia labios sobre sus pezones. Nunca había probado el pecho de una mujer. Su calor, la textura y suavidad. Me sentía enormemente excitada de saber que aquello pondría a Eva aún más excitada que lo que yo estaba, y cuanto más me excitaba yo más me empeñaba en excitarla a ella. Eva continuó empujándome hacia abajo. Comprendí lo que deseaba. Nunca lo había hecho. Me daba un poco de repelús, pero cuando vi asomar su crestita entre los dedos de su mano, que se separaba los labios de su sexo, que se me ofrecía entre sus piernas, que se esforzaba en abrir colocándo una de ellas sobre el borde de la bañera, me pareció un pastel exquisito, y una justa recompensa al placer que me había proporcionado la noce anterior.


No se me ocurría otra manera de hacer que pasar mi lengua despacio, una y otra vez por su rajita, sintiendo en mi punta las depresiones y la cresta de su coñito, que sin estar totalmente depilado, sí estaba muy afeitado y cuidado. Empecé a notar un olor penetrante, a pesar del agua, y un saborcito agrio. Luego sentí la melosa sensación de sus flujos, mientras ella comenzaba un suave balanceo. Abrí los ojos y miré hacia arriba. Me miraba fijamente mientras se magreaba el pecho. Estuve unos instantes mirándola mientras apretaba con mi lengua su clítoris. Luego me volví a concentrar en mis lamidas cuando seme ocurrió meter ligeramente uno de mis dedos índices en su rajita mojada.


Eva comenzó a agitarse. Sentí su mano sobre mi cabeza, apretarme contra su sexo, mientras ella cada vez se corría más violentamente y comenzaba a respirar aceleradamente, corriéndose silenciosamente, sin escándalo.


Estaba muy orgullosa de mi mismo y me dejé sacar de la ducha por mi cuñada, que me llevaba de la mano hacia su cama. Puso una toalla sobre el colchón y me tendió en la cama, de manera que mis piernas quedaban colgando. Sacó de la mesilla de la cómoda uno de sus juguetes, un consolador de color rosa intenso que puso a su lada, mientras se ponía de rodillas frente a mi sexo.


- ¿Qué vas a hacer con eso?.- La pregunté


-Ya lo verás.-


Eva puso mis piernas sobre sus hombros estrechos. Mis muslos ocupaban bien su espalda y veía asomar su cara por encima de mi vientre .-Te vot a enseñar como hay que comer los coños.- Me dijo, y dicho esto, comenzó a lamer mi sexo con fuera, como empeñada en arrancarme el clítoris a lametones. Eva me separaba los labios con sus dedos y yo comprendía por qué se empeñaba en frotarse los pechos en la ducha. Es como si existiera un nervio que conecta el clítoris con el pezón. Sentí la necesidad de tocarla y enredé mis dedos entre sus pelos mojados.


Eva hundía su lengua dentro de mí. La sentía en la parte interior de mis labios, de una forma excitante. No se concentraba sólo en mi clítoris. La parte de detrás de mi sexo parecía que era uno de sus lugares favoritos. Sentí hincar sus dientes en la parte baja de mis nalgas y en el interior de mis muslos, al lado de mi vientre, y de nuevo, sus labios en mi clítoris. Lo atrapó con decisión y estiró de él con los labios apretados. Gemí de placer.


No deseaba correrme hasta no sentirme ensartada por el consolador que me aguardaba al lado de las rodillas de mi cuñada, pero Eva parecía decidida a hacer que me corriera. Estaba ya más que caliente, aguantando cuando de repente puso su cara entre mis muslos y me separó todo lo que pudo los labios. Sentí como no había sentido hasta ahora mi humedad. Entonces sacó la lengua todo cuanto pudo y comenzó a mover la cara a un lado y otro con velocidad. Aquello fue paraa mí irresistible y me corría mientras ella continueba con su movimiento alocado.


De sobra hacía minutos que comprendía que eva me follaría con el consolador después de correrme. Yo le pedí que me dejara. Le confesé mis temores de novata, pero Eva ni me contestó. Colocó el consolador entre mis piernas que me esforzaba en separar, hasta ayudándome con las manos, y presionó contra m i sexo abierto por sus dedos y los míos.


Sentí la cabecita penetrarme. Abrirse paso dentro de mí sin dificultad, por la lubricación de mi sexo durante mi orgasmo. Eva comenzó a mover el consolador dentro de mí. Sentía toda mi vagina rozarse y recibir ese placer mientras yo misma me relajaba y me abandonaba a Eva. Eché la cabea hacia detrás y me dediqué a acariciar la cabeza de Eva, entrelazando su pelo con mis dedos mientras yo misma me pellizcaba los pezones. De repente, empecé a notar que el cuello de Eva y su cabeza se movían a la misma velocidad y a la vez que sentía meterse y sacarse el consolador de mi sexo. Miré hacia mi sexo y me dí cuenta de que Eva me estaba follando con la boca. Tenía el consolador entre los dientes y con ellos me metía y sacaba el aparato.


Puse mis manos en mis piernas pero Eva me las cogió y tiraba de ellas, de mis brazos y de todo mi cuerpo hacia ella, hacia su boca y la estaca que sostenía entre sus labios y yo me sentía totalmente ensartada, penetrada. Sentía la dureza del consolador recorrer mi sexo y la dulzura de lsus labios estrellarse entre mis muslos. Sentí un nuevo orgasmo, esta vez profundo, intenso, fuerte y duradero. Volví a sentir derramarse mis flujos por la parte baja de mis nalgas. Una gota se deslizaba viscosa hacia la sábana mientras jadeaba y apretaba las manos de eva entre las mías. Comencé a dar chilliditos mientras hacía lo posible por sumergir el consodalor en mi sexo, buscando el momento en que Eva apretaba el aparato contra mí para estrellar mi sexo contre su boca y mis nalgas contra su barbilla mientras arqueaba la espalda y sentía fuego en mi vientre, en mi vagina y en todo mi cuerpo, que comenzó a sudar copiosamente.


Cuando Eva soltó el consolador, yo me había corrido. Le pedí que lo sacara de mi sexo, pero se negó. Seguíamos agarradas de las manos y yo pretendía sacarme el instrumento de mi interior, pero no me dejaba. Me besuqueaba los pechos y me lamía todo el cuerpo, provocándome un cosquilleo profundo, insoportable, que conseguía hacerme retorcer de placer. Finalmente, ella misma, volvió a poner su boca frente a mi sexo y tiró del consolador fuera de mí. Sentí un gran alivio y me concentré en el momento, en la sensación de estar totalmente saciada, de descanso después de la tormenta, de corredor que se ha corrido media maratón y ahora descansa en la meta.


No sabía como justificarme por lo que acababa de ocurrir. Aquella mujer que estaba tumbada detrás mía y que me acariciaba la espalda era mi cuñada. Me había acostado con ella. ¿Cómo íbamos a cenar juntos en Navidad?.


-De manera que realmente eres lesbiana.- Le dije haciéndome de nuevas, y en unn tono de reproche.

-Hombre, no sé. ¿Tú que dirías?.-


Me quedé pensando.-Pues que deberías buscarte un hombre.-

-¿Ah si? ¿Un hombre?.- Eva cayó y luego me respondió .-¿Cariño? ¿Eres tonta o qué? ¡Me has estado calentando durante meses, me has pedido que te masturbe, te he follado como a una gata en celo...Y me reprochas que sea lesbiana!.-

-¡Es que me da pena!-

-¡Pues yo me lo paso muy bien...Y a mí me parece que tú no te lo has pasado nada mal.-


Me quedé callada. Eva comenzó a cogerme del pelo y a atusármelo. Entonces se levantó de pronto. Yo estaba un poco ensimismada y no me dí cuenta de lo que sacaba de un cajón de la cómoda. No tardó ni medio minuto, cuando la miré, Eva se había puesto una faja en la que le colgaba un consolador comoel que me acababa de meter. Eva empezó a hablar melosamente, suavemente.-¿Sabes? No eres la única que se ha dedicado a hacer aveiguaciones...Yo también he preguntado sobre ti. Juan me cuenta muchas cosas... como que te gusta hacerlo como los perros.-


Al verla así, armada, venir hacia mí con su figua tan menuda, femenina, diciéndo aquello, sentí mi cuerpo estremecerse. Me cogió de la coleta que cuidadosamente había estado haciéndome y tiró de mí hacia ella. Me puse sobre la cama a cuatro patas. Eva avanzó de rodillos sobre el colchón hasta hacerme sentir entre mis muslos la punta del nuevo instrumento


Pasé un par de días junto a mi cuñada en los que me sentí saciada totalmente. Probé todas las prácticas sexuales que Eva quiso hacerme probar y poco a poco aprendí a proporcionarle yo a ella placer. Eva me proporcionó una vivencia exquisita, aplicando con sensualidad la información que le había sonsacado a mi marido. Cuando Juan volvió, hicimos el amor de una manera desbocada, pero la verdad es que eché en falta esa dulzura y valentía con la que Eva me hace el amor y he pensado que lo ideal sería sentirme como un emparedado entre los dos, ser suya a la ve. Bueno, esa es una fantasía a la que no renuncio. Por otra parte, espero ansiosa el próximo viajes de negocios de mi marido.


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Tres Rubias Cachondas

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Rita, Pamela y Mandy lo hacen todo juntas.Las tres rubitas se lo montan solas desde hace años.Pamela es la rubia más platino, Mandy la del rubio un poquito más oscuro, y Rita la rubia tirando a cobrizo.
Pamela y Rita son las más agresivas, y dan más de lo que toman, y Mandy es la más dulce y pasiva, y la que más se deja querer.Pero en realidad todas se quieren mucho.Viven juntas, trabajan juntas(tienen un pub para chicas) y por supuesto, follan juntas.
Tienen un dormitorio enorme, lleno de pesado terciopelo y cojines de seda, con una cama gigante donde además de dormir, hacen sus travesuras.
Cierta vez les pregunté, (yo, que soy el encargado del pub y un gay amante de las pollas, cuanto más grandes, mejor):-Oídme, chicas, y eso de ser lesbianas realmente os hace olvidar de una buena minga?Porque si Dios os ha dado dos agujeros además de la boca para que os metan algo, ¿cómo es que no sentís la necesidad de follar con un tío?
-Pues verás, contestaron riendo...es que no necesariamente tiene que haber un tío para meterte cosas por el coño o por el culo.Hay juguetitos diseñados para eso, están las manos, y en casos muy especiales, puedes meterlas hasta la mitad del antebrazo
-¡No me digas!
-Sí pero esa es una práctica muy delicada y especial.Habitualmente usamos cosas más corientes,:consoladores,vibradores, las manos, la lengua...
-Pues yo, que voy de experto en sexo, me avergüenzo de confesar que jamás he visto un rollo entre lesbis, ni siquiera una película.... ¿vosotras me dejarías presenciar uno de vuestros "menage a trois" lésbicos?Yo me quedaré en un rincón,sentadito y sin hablar, y sin hacer nada que os moleste.Vamos chicas, que soy lo más parecido a un hermanito menor que tendréis nunca!
-Ven mañana que es día de descanso a cenar a casa y te contestaremos, dijo Pamela,que hasta en el nombre se parece a una vigilante de la playa famosa...
Allí fuí, con un ramo gigante de rosas rojas para Rita, de color amarillo para Pamela, y de rosas té para Mandy.Cenamos pasta con una salsa estupenda,regada con Chianti sin postre y coronada por un café de Jamaica negro y caliente como algunos amantes que me busco de vez en cuando.
Dejaron todo recogido en un santiamén, y me indicaron un sitio privilegiado, un sillón con orejeras frente a la enorme cama cubierta de terciopelo granate.Se sacaron la ropa en un santiamén y sus espectaculares cuerpos desnudos relucían en la habitación de luz cálida y tenue.De un arcón habían sacado sus juguetes:pollas con correas para atar a las caderas, consoladores de colores vibrantes y de varios tamaños, para el culo, para el coño...Pamela se ató a las caderas las correas de un consolador en forma de polla rosa y , después de haberle comido bien el coño a Mandy que estaba estirada voluptuosamente sobre la cama,y de hurgar en sus dos agujerillos con un vibrador pequeño, le hincó aquella polla rosada en el chocho, y la muy guarra de Mandy se retorcía de placer. Tanto le gustaba que pasó al ataque subiéndose encima de Pamela y cabalgándola como si fuera John Wayne con tetas, que mientras tanto Pamela le lamía con fruicción, mientras le abría las nalgas con ambas manos para que la polla gigante se le metiera bien adentro.Mientras tanto, Rita y yo mirábamos, y ella se tocaba el conejo, hasta que no aguantó más y se unió a la acción poniéndose otra polla similar a la de Pamela, y dándole por culo a la viciosa Mandy que no se ataba nada pero recibía ¡de todo!
-Goza, Mandy, córrete criatura...que Pamela y yo te lo damos todo!, decía Rita mientra empujaba el rabo artificial en el agujero trasero de su amiga. Y Pamela, contagiada, la imitaba:
-Mira como te lleno el coño, querida Mandy, ¿te gusta?
-Siii, me gusta mucho, no paréis de moveros...aghh, me voy a correr, me vengo, me vengo.Y yo ví como las dos entraban y salían furiosamente del culo y del chocho de Mandy, que se retorcía en una cascada de orgasmos que no acababa nunca.Pero no se quedaroncomo hace la mayoría de la gente después de un polvo, adormilada, o abrazada, o casi inerte.No, ellas se acariciaban y besaban sensualmente, como preparándose para un segundo asalto.Y así fué, porque acto seguido de nuevo Pamela penetró a Mandy por el coño, y la dulce rubia le comió el conejo a Rita, que se había sacado el consolador, y ésta le daba por el culo con un vibrador a Pam, que se ve que siempre prefería que le dieran por allí y no por el coño...Follaron así hasta que se corrieron todas juntas, entre gritos y diciendo obscenidades.Yo fuí pasando por distintas etapas.Obaservador curioso, observador contagiado...y no creáis que me empezaron a gustar las mujeres..noSólo que me hubiera gustado que me dieran con uno de aquellos enormes cañones.Pero como no podía ser, al tercer polvo ajeno me dormí y me perdí una parte de la fiesta, así que no puedo contarla.Solo sé que de vez en cuando me despertaba y las tres seguían follando en distintas posturas .Cuando me desperté del todo a la mañana, me habían tapado con una manta y aquellas tres fieras estaban devorando un desayuno pantagruélico.Claro, con la energía que habían gastado...
-Eh, dijo Pamela mientras me sevía un café y un bollo.Sigues pensando que todas las mujeres necesitan un hombre para tener un placer sexual completo?
-Evidentemente no, dije, dándole un mordisco al bollo... sobre todo tú .Mejor para mí, habrá menos que repartir...

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Sexo con Sabor a Chocolate

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Después de un fin de semana de mucho sexo, lo primero que hice fue descansar, ya que había quedado agotada de tanta cogida que tuve en la playa, aunque con las ganas de seguir unos días más.
Una de las noticias que me dio Lety una vez que regresamos de la playa fue que se iba de vacaciones con sus padres a otra ciudad y estaría fuera durante tres semanas, lo cual era mucho tiempo pero no había forma de convencerla de que se quedara, así que simplemente nos despedimos y nos prometimos estar en contacto aunque sea a través del Internet o por teléfono.
Como me había quedado sola esa tarde, decidí dame un baño para relajarme, una vez que llené la tina me metí en el agua y comencé a recordar los momentos más excitantes de mi estancia en la playa y los cuerpos del resto de las chicas que estuvieron con nosotras. El solo acordarme de esos momentos hizo que me calentara y comencé a acariciarme los senos y logré que mis pezones se endurecieran deseaba sentir el calor de una lengua que recorriera mi cuerpo y que devorara mi vagina que ya estaba destilando sus jugos. Metí uno de mis dedos en mi vagina pensando en Lety y su extraordinario cuerpo, me la imaginaba desnuda y cogiendo con otras chicas en el lugar en donde se iba a pasar sus vacaciones.
Acaricié mi clítoris de manera rápida y de inmediato llegué al orgasmo, así que me quedé casi dormida en la tina y eso era muy relajante.
Una vez que salí del baño, sonó el teléfono y contesté, era Zulema quien me dijo que deseaba
visitarme acompañada de dos amigas suyas, le dije que estaba sola y que me caería bien un poco de compañía, así que quedamos de vernos en un rato más. Zulema se había declarado bisexual después de nuestra excursión en la playa ya que le había gustado estar con chicas.

Al poco tiempo llegó Zulema acompañada de sus amigas, cuando las vi casi me desmayo eran dos mujeres de color bellísimas sus nombres eran Vanessa y Valerie, ambas de grandes senos y poseedoras de unos culos fabulosos, las saludé y las tres entraron. Zulema me comentó que eran amigas suyas y que les había platicado su experiencia en la playa y quedaron asombradas, por lo que querían experimentar el sexo lésbico con una de sus amigas, y esa resulté ser yo.
Me agradó la idea y comenzamos a quitarnos la ropa, no dejaba de mirarlas ya que entusiasmaba la idea de verlas desnudas, Vanessa comenzó a quitarse su blusa y sus senos quedaron las descubierto, sus pezones ya estaban duros como piedras. Debo confesar que nunca había hecho el amor con chicas de color por lo que la idea de tener sexo lésbico interracial me excitaba tanto como a Zulema. Una vez que quedamos desnudas las cuatro, comencé el show, Zulema se me acercó para besar mis senos que ya estaba duros sentía su lengua mamando mis pezones mientras las chicas de color se acariciaban sus respectivas vaginas, sentí la mano de Zulema pasar por mis nalgas y buscaban llegar a mi culo, mientras lo hacía Valerie se me acercó y comenzó a besarme el pezón izquierdo, ya que Zulema tendía el derecho; eso hizo que me calentara en serio y eso lo notó la otra cihca quien se me acercó y me acarició mi vagina, estaba a punto de tener un orgasmo pero ellas no me dejaban. Vanessa se arrodilló y separó mis labios vaginales y se encargó de darme una buena sesión de sexo oral, mientras que Zulema ya me había metido el dedo en el culo, lo cual me tenía a mil, mientras sentí que me mordisqueaban suavemente mis pezones.
Le pedí a Zulema que me mamara el culo a lo cual ella abrió mis nalgas y me metía su lengua en mi agujero aquello era fabuloso sentir tantas lenguas; no tardé en venirme y ya deseaba cogerme a esas chicas de color que estaba bien calientes haciéndome el amor. Una vez que me dejaron , Valerie se acostó en el suelo y esa era mi oportunidad de disfrutar una vagina sabor chocolate, me arrodillé y me apoderé de su sexo, estaba delicioso y de inmediato ubiqué su clítoris y lo ataqué con mi lengua, Vanessa se hizo a un lado para coger con Zulema mientras yo seguía con Valerie quienes estaba dando gritos de placer.

Besé sus senos mientras le metía un dedo en la vagina pero ya deseaba saborear su culo, así que le pedí que levantara las piernas y las abriera para poder disfrutar de su ano, una vez que lo hizo, metí mi lengua en él y eso fue suficiente para que mi nueva amiga se viniera como nunca antes en su vida, era la primera vez que alguien le metía una lengua. La dejé un rato para que se calmara y les dije que volvía en un momento, fui a la recámara por los consoladoras de látex que usamos en nuestro viaje a la playa; me puse uno y regresé a donde estaban la otras, Zulema estaba siendo cogida por las negras, ambas le mamaban la vagina de manera rápida que hizo que terminara, pero faltaba lo mejor. Cuando las negras vieron que me había puesto una verga falsa, de inmediato se me acercaron y empezaron
mamarla entre ambas, Zulema simplemente se quedó viendo como me la mamaban y se masturbaba mientras tanto, pero ella aprovechó para ponerse el otro consolador que había traído, así que las dos teníamos uno para cada chica. Zulema de inmediato penetró a Vanessa por detrás mientras que Valerie seguía con mi verga en su boca Yo me senté en uno de los sillones y Valerie se me acercó y se sentó encima de mi consolador y se lo metió por la vagina, el mete-saca era sensacional y los gritos de mi nueva amante eran muy fuertes, lo cual notaba su excitación, lo mismo sucedía con Zulema quien se cogía con ganas a Vanessa.
-Ni mi novio me coge así como tú, sigue, sigue que me destrozas, me dijo, lo cual aumentó mi calentura. Luego cambiamos de pareja, Zulema se metió con Valerie y yo con Vanessa ella me pidió que le hiciera sexo anal, por lo que se puso de 4 patas y de inmediato busqué su culo y la penetré poco a poco para no lastimarla, al principio le dolió pero luego comenzó a disfrutar de la cogida que le daba. Para entonces, Zulema había cambiado papeles con Valerie y era ésta quien se cogía a Zulema con el consolador, mientras Vanessa y yo estábamos entradas en un 69 maravilloso, su vagina estaba deliciosa y me metía un dedo en el culo, por su parte, Vanessa me hacía lo mismo y sentía delicioso su dedo en mitrasero.
Luego, fueron ellas quienes nos cogieron a nosotras, Valerie me metía la verga con el culo y Vanessa le daba duro a Zulema por la vagina mientras que Zulema y yo nos alcanzábamos a besarnos en la boca mientras sentíamos nuestros respectivos orgasmos,
Así estuvimos durante varias horas, hasta que acabamos, las negras tuvieron que irse así que se vistieron y prometieron regresar para seguir con la cogida. Zulema se quedó y ella y yo decidimos pasar la noche juntas en mi cama, pero esa es otra historia.


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Nerea, mi Vecina de Abajo

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 Nunca pensé que Nerea, mi vecina de abajo, fuera también lesbiana.
Un buen día, sábado noche, creo recordar, estaba en la zona de ambiente y me la encontré allí, sin más, las dos soltamos una risotada, charlamos un rato y no nos vimos más hasta pasadas un par de semanas.
Venía agotada de la oficina, ya en el bloque, esperaba el ascensor y cuando se abrió, apareció ella.
Fue algo tan extraño, mi mente se quedó bloqueada al verla surgir del ascensor, nunca jamás había reparado en su belleza, y aquella imagen me dejó completamente fascinada. Recuerdo que tenia el pelo recogido en una cola pero con algunos mechones sueltos que le alborotaban la cabeza y al agacharse a coger una bolsa que llevaba, no pude evitar el instinto de ojearle el escote, con aquella camiseta que le marcaba su figura de mujer, esbelta, exquisita, fina, delicada.
Me saludó tímidamente y salió del edificio, mientras yo me quedaba embobada siguiendo su movimiento de caderas, tan rítmico que me dejó como hipnotizada. Mientras iba en el ascensor caí en la cuenta de que seguramente ella se habría percatado de mi cara de pasmarote al verla, y ahora me moría de vergüenza sólo pensar que si me la encontraba de nuevo me volvería a pasar igual.

Estaba muy cansada así que tomé un vaso de leche con galletas y me metí a darme una ducha.
Llené la bañera hasta arriba, puse música relajante y me sumergí en el agua.
El contacto con el agua siempre me pareció algo muy sensual, y no podía evitar sentir cierto gozo cada vez que me daba un buen baño. Comencé a recodar segundo a segundo la escena del ascensor con Nerea, mi mente divagaba con posibles situaciones de corte sexual entre nosotras.
Sentía como sólo con imaginarla mi cuerpo se revolucionaba, no lo pensé dos veces cuando dispuse el chorro de agua de la ducha mirando hacia mi entrepierna, de vez en cuando aumentaba o disminuía el caudal de agua. Estaba muy excitada; no tardé demasiado en llegar al orgasmo, además, ya eran años de práctica...

Ahora mismo no sabría explicar muy bien cómo ocurrió pero el caso es que cada vez coincidíamos en más sitios, en el mercado, en el banco, en el estanco. No sé si sería pura casualidad o a lo mejor poníamos de nuestra parte para que aquellas situaciones tuvieran lugar.

Una tarde salí a comprar tabaco. Al entrar al bar de abajo, la encontré a ella sentada de espaldas a la máquina expendendora, metí la mano en el bolsillo y no tenía suficientes monedas. No lo pensé, le di un toque en el hombro, le enseñé un billete de cinco euros y le pregunté si tenía cambio para la máquina, ella me dijo que no y me dio tres euros, saqué el tabaco y para devolverle el favor la invité a un café.

Estuvimos charlando un rato, que si que calor hacía, que si nos encontrábamos en todas partes, y me estuvo hablando de su gato, a mí nunca me gustaron, pero no pude rechazar la invitación de subir a su piso a conocerle...
- Es pequeño, no es demasiado lujoso, pero a mi me gusta tal y como está. Dijo Nerea.
- Bueno, mientras este recogido, no pasa nada, el problema está cuando eres una desordenada como yo... y esbozó una sonrisa.

Ella me tenía hipnotizada y lo sabía, sabía que iría al fin del mundo si me lo pidiera sólo con mirarme a los ojos a pesar de que apenas nos conocíamos.
El piso era acogedor, con una decoración muy alegre, y el gato era un gato... qué se puede decir de un gato, nada, solamente que al sentarme en el sillón se puso en mi regazo a dormir y Nerea muy encantada por lo feliz que parecía su gatito encima de mí, no se le ocurrió otra cosa que acariciarle, y si pensáis un segundo en la situación os daréis cuenta del grado de tensión que recorría cada músculo de mi cuerpo.
Sé que ella me estaba hablando pero no alcanzaba a combinar más de dos palabras, estaba muy nerviosa, y no aguantaba más.
Me levanté de golpe y ella se sorprendió un poco.
- Qué haces? Qué pasa? He hecho algo? Me preguntó y le tuve que decir la verdad porque no me encontraba capaz de inventar nada medianamente coherente, y le dije:
- Me estoy poniendo de los nervios de verte ahí con la manita acariciando al gatito, que quieres que te diga...
Se quedó más extrañada aún, pidiendo un porqué, yo me quedé blanca, o a lo mejor ya lo estaba de antes, y reaccioné como si tuviera cinco años.
-Porque eres muy guapa.

Ella se echó a reír, cogió al gato y lo llevó fuera del salón, cerró la puerta, me cogió de la mano y me llevó de nuevo al sofá, se sentó a mi lado, hizo un comentario sobre mis labios; a todo esto yo no podía dejar de mirarla y de sentir cómo se me aceleraba el corazón y sin saber cómo, nos estabamos besando.
Aquella mujer era un huracán de pasión encerrado en un cuerpo de vértigo, no era muy alta, pero estaba muy bien proporcionada, tenía una mirada envolvente, de esas que te atrapan desde el primer instante.
Nos besábamos sin parar, ella mordía mis labios, yo flotaba y me dejaba llevar, me quitó la ropa y yo no fui menos, empecé por la camiseta, y descubrí su pecho atrapado en un sugerente sujetador rojo, con encajes, pero a pesar de que era muy bonito a mí me estorbaba y se lo desabroché sin miedo.
Seguí bajando, el pantalón, y debajo un picaresco tanga también rojo, minúsculo, tentador.
Me avalancé sobre ella y lamí sus pezones con pasión, la recorrí con mis manos, con mi lengua y mis labios para no perderme su dulce sabor, la tersura de su piel, la deseaba sin remedio, ella me susurraba cosas al oído, yo repartía pequeños mordiscos por su cuello, el lóbulo de su oreja, me fascinaba aquella mujer.

La coloqué sentada en el sofá y yo entre sus piernas, me dispuse a tratarla como si el mundo fuera a acabarse al día siguiente, como ella se merecía.
Estaba muy excitada y yo también, aquella perspectiva hubiera encandilado a cualquiera para el resto de su vida, aquel hermoso cuerpo, divino, moldeado con mesura y paciencia ayudada por mis besos invisibles ahora sobre su piel, agitada, tensa, a la espera de mi voluntad.
Me sumergí con timidez, rozándola levemente con la punta de mi lengua, despacio, sin prisas, un poco más, abajo, arriba, era mía, entrelazó sus piernas por detrás de mi cuello y comenzó a marcar el ritmo, con armonía en sus caderas yo me adentraba en su ser, repasaba cada pliegue, cada curvatura, saboreaba aquel sabroso regalo, con insistencia, regalándole un estallido de intenso placer que la llevó a aprisionarme con sus piernas, contra ella.

Fue maravilloso verla extasiada, jadeante, acalorada, buscando mi mirada, mis labios, un abrazo.
Reposó un instante y sutilmente comenzó a acariciarme los pechos, con sus manos de dedos delicados, me tenía a su disposición, me besó por todas partes, jugó todo lo que quiso haciendo que la deseara más y más a cada instante, me liberó de la única prenda que me quedaba encima, mis braguitas negras, y se sorprendió gratamente al ver que estaba rasurada.

Su lengua jugando con la mía, su mano bajando por mi vientre, acercándose a mi entrepierna, adentrándose en mí.
Jugueteaba, acariciándome, me tenía dominada por completo, notaba sus dedos humedecidos, resbalándose, mi corazón iba a estallar, se me escapó un gemido.
Colocó su cabeza entre mis piernas, y gozó tanto como yo, tenía un control de su lengua prodigioso, aceleraba el ritmo y paraba, me tenía loca, me desbordaba, relamía, succionaba, yo no sé lo que hacía sólo sé que mordí el cojín, me retorcía, y exploté de placer.

Estuvimos un rato abrazadas en el sofá, casi sin hablar de lo sucedido, sumergidas todavía en un suspiro de felicidad, poco después nos vestimos, y me fui a mi piso.

Y a día de hoy, lejos de arrepentirme de aquello, lo recuerdo como si me acabara de pasar, con la misma intensidad, pero ahora la diferencia está en que, es un recuerdo... FOTOS

Mi Primera Noche

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 La Colo
Yo soy Sole, y al leer alguna de los relatos de esta pagina me anime a contar mi historia, yo tengo 18 años y estoy de novia de un chaval que es muy majo. La verdad es extraño en estas latitudes encontrar un muchacho así. Soy de Madrid pero estoy temporalmente viviendo en Santa Fe, Argentina…
Este año termino la escuela y volveré a mi casa. Pero para eso falta un año.
En la escuela, me hice de un grupo muy guapo, me paso los días con ellos, vamos a escuchar música a la casa de alguno, nos quedamos dando vueltas por los bares del Bulevar… Con las chicas hicimos una amistad que parece de toda la vida… los varones, salvo Emiliano, mi novio, son medio cuadrados, todo tiene que ser de una forma y hay alternativas…
Pero esta es una historia entre Mary y yo.
Al comenzar enero, los días cambian por la noche… es así que me despierto a las cuatro de la tarde, hago un desayuno almuerzo y después nos juntamos en la casa de alguna y ya empieza la jornada que termina a las cinco o seis de la mañana… Pero esa noche fue distintas… Mary y yo salimos de casa, un poco mas tarde, ya que nos estábamos desencontrado con nuestros amigos…Emiliano se había ido de pesca con su padre. Cuando fuimos al Taller, un pub al que solemos ir, todos estaban ya medio pasados de copas y algunas de nuestras amigas se arrepentirá de haber estado en brazos de esos vagos… pero eso es otro tema…
No encajábamos en el ambiente, cuando una llega y es parte de la joda no se da cuenta lo decadente que ver ese espectáculo.
Decidimos volver a casa, en el camino compramos una botella de vodka y muy contentas llegamos a casa. Como hacía calor yo conecté la manguera y Mary se dispuso a picar hielo… pusimos música y nos instalamos en el patio… con mucho cuidado de no despertar a mis padres…
Con la manguera nos mojábamos los pies, un vaso cada una de vodka con lima y azúcar pero el calor era intenso y el aire ni se movía… yo me saqué el pantalón y quedé en tanga y con una liviana, remera blanca… Subí la manguera y me mojé la cabeza… Mary hizo lo mismo y al rato estabamos las dos empapadas… Nuestras ropas insinuaban, claramente, nuestros cuerpos…
Mis pezones se endurecieron y mi tanga era casi transparente… Estaba vieja la pobre y pensé que era tiempo de darla de baja
Mary tomo la manguera y terminó de mojarme. Luché para quitarle el mando del chorro de agua fría… y lo logre… casi nos matamos cuando perdí el equilibrio… Nos tropezamos y caímos abrazadas al piso sin consecuencias graves para nuestros cuerpos, Un tajo, irreparable, se hizo en la parte delantera de mi tanga, dejando sé ver toda mi pelambre…

Mary se rió como loca ya que su anillo había provocado es corte… en realidad las dos nos reíamos de la curda que teníamos… Nuestra carcajada amenazaba con despertar a mis padres pero nos tapamos las bocas para no hacer mas ruido.
Ella quiso remendar mi tanga con el pedazo de tela que le había quedado en la mano y al tocarme sentí un relámpago eléctrico desde las plantas de los pies hasta la medula. Ella insistía en arreglármela y yo que no podía hablar… Sus dos manos ahora estiraban mi calzón, se enredaban en mis pelos y los elásticos se me iban incrustado en mi vagina… Tome sus dos manos fuertemente y nuestros cuerpos se chocaron. Nuestras conchas se chocaron, nuestros pechos se chocaron y nuestras bocas se chocaron… No fue un beso, fue un roce leve de labios.. Las dos nos reímos casi en silencio, una a milímetros de la otra… Sentí su aliento mezclado con alcohol y ella inclinó su cuello y me besó… O la besé, no podría culparla. Cerré los ojos y jugué con mi lengua en su boca, ella se dejaba explorar y nuestras manos empezaron a recorre nuestras espaldas. Prolongué ese momento todo lo que pude ya que no sabía que hacer.
No tenía explicación para lo sucedido y me moría de ganas de seguir y vergüenza. Sin embargo fue ella la que me indicó los que debía hacer…
- Uuuy. ¡Qué loco!
Yo asentí ruborizada y perdí mi mirada en el piso.
- Nunca sentí esto… Fue el beso más suave y dulce que he dado y he recibido. – Le dije o creí decirle y ella me contestó, o creí escuchar.
- Eso fue lo que sentí yo.
Nos volvimos a acercar y nuestros labios se encontraron. Nuestras lenguas se mezclaban como si fuéramos amantes y nuestras manos corrían por los pechos...
El agua corría por el piso hacia la rejilla, nuestras remeras cayeron y nuestras bocas buscaron otros destinos… las sensaciones eran tan fuertes que tuvimos que acostarnos para no caernos… El agua nos refrescaba pero nuestro calor la evaporaba.
Mary absorbía mi pezón y dentro de la boca lo mordía. Con su mano libre jugaba en mi ombligo, como pidiéndome permiso para seguir bajando hasta mi vulva. Si su beso me había trastocado todos mis esquemas su mano allí haría estragos en mi pobre capacidad de asombro..
No le di el visto bueno hasta que yo me zambullí en sus pequeñas lolas.
Mi cuerpo hacia de dique, el agua dibujaba mis contornos y se agolpaba evitando su llegada a la rejilla.
Su mano jugó con mis pelos, rozó con sus dedos mis labios y presionó con fuerza su palma en mi monte de Venus.
Cada minúsculo movimiento me erizaba y me disparaba hacia otro mundo. De je sus tetas cuando por fin se lanzó en busca de mi interior… Mary se puso a explorar y miraba mientras agitaba mi clítoris… Yo me extendí en el piso, mirando las estrellas y dejando correr el agua con cada estremecimiento de mi cadera… Tuve razón al pensar que esto era muy diferente a cualquier otro orgasmo… Pude sentir un chorro de flujo brotar de mis entrañas y tuve que forzarme para no gritar con todo mi corazón… Mary lo intuyó y sacó su mano para taparme la boca… su mano era un bálsamo, mis jugos impregnaban mi olfato y mi lengua se hizo aspiradora de su palma…
Ya respuesta y notando que ella estaba a mil… puse manos a la obra… imité sus movimientos con mi mano, con mis dedos en su interior pero todo me resultaba insatisfactorio. Abrí sus labios, que rebalsaban de zumo mágico… acerque mi nariz para olerla y su sabor me atrajo y terminé introduciéndola… Su cuerpo todo se torció y mi lengua comenzó a resbalar por su clítoris hasta acercarlo a mis dientes… estaba tieso y rico… su clítoris me pareció enorme y cuando acabó sentí que yo también acababa… y claro si la mano de Mary no dejaba de mimarme la vagina… solo me di cuenta cuando me venia…
Ambas buscamos nuestras bocas y yo largué todo el aire de mis pulmones en su boca, como un grito callado y profundo… Las caricias ahora fueron de amor… Nos quedamos un buen rato así sin movernos tiradas en el piso y el agua corriendo entre nosotras… luego fuimos al baño nos secamos y pusimos nuestras ropas a secar… Dormimos cada una en su cama como lo hubiéramos hecho siempre…
No volvió a ocurrir pero pienso que volverá a pasar en cuanto nos encontremos solas la próxima vez… No sé si está bien o mal… no sé que pensará ella de mí… La verdad es que yo la quiero y creo que nunca la voy a olvidar.
Si te pasó algo similar o me querés contar tu experiencia, escribime a lacolo42@hotmail.com FOTOS

Mi Experiencia con una Esteticista

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 Al año de casados, por cuestiones de trabajo tuvimos que cambiar de domicilio. El primer año casi no habíamos salido de casa, no teníamos suficientes horas para saciarnos el uno del otro. Ya no nos quedaba un rincón de la casa que no supiese de nuestra pasión y deseos.

Fuimos a vivir a otra provincia, a un bloque de pisos grande, donde todo el mundo va a lo suyo y ni se detiene a dar los buenos días al vecino. Nosotros tuvimos suerte, nuestros vecinos de enfrente eran una pareja joven, muy atractivos, se llamaban Blanca y Juan, nada mas vernos llegar nos saludaron, y al rato como nosotros estábamos liados con la mudanza vinieron a invitarnos a comer con ellos.

Eran muy simpáticos y muy serviciales, Juan nos ayudó a montar los muebles, y durante una semana Blanca me estuvo ayudando a ratos, hasta que mi piso quedó totalmente colocado.

Hasta ahora no habíamos necesitado a nadie en nuestras vidas, pero les estábamos tan agradecidos que decidimos organizar una cena para demostrárselo.

Lo preparamos todo para un sábado por la noche, así si luego se alargaba, no tendríamos que preocuparnos por tener que madrugar al día siguiente.

La reunión fue todo un éxito, eran simpáticos y ocurrentes, nos estuvieron contando de sus vidas, el trabajaba en la construcción y ella estudiaba estética. Hacia un año que habían perdido un hijo de muy corta edad, y procuraban ocupar todo su tiempo para sacarlo de sus mentes.

Durante la conversación Blanca nos comentó que el lunes se examinaba y que su hermana, que le tenía que hacer de modelo, tenía que trabajar y no podía acompañarla. Yo me ofrecí voluntaria, gozosa de poder pagarle de alguna forma, todo lo que ellos nos habían ayudado.

Nos dieron las dos de la madrugada, casi sin darnos cuenta. Al día siguiente nosotros viajábamos para ver a mis padres, por lo que quedamos para el lunes a las 8 de la mañana.

Fui muy puntual y a las 7,55 ya estaba esperándola delante del coche. Por el camino, me iba explicando que en el examen, me arreglaría las uñas, una limpieza de cutis, una mascarilla y me maquillaría, y yo pensaba que además de hacerle el favor era yo quien salía ganando.

Llegamos a la academia y nos adjudicaron una mesa de trabajo, empezó con el arreglo de uñas, limó y arreglo las dos manos, pero cuando acabó de pintar las uñas de la mano derecha, el examinador le dijo que estaba muy bien y que podía comenzar con la limpieza de cutis, limpió el cutis, aplicó una mas carilla, el examinador pasaba de vez en cuando y todo lo encontraba muy bien. Llegó la hora del maquillaje, y aquí empezaron los problemas, le dijo que me pintara media cara de fiesta, y la otra media de fantasía,… jajajaja…. Quedar, quedó muy bien, pero parecía que estábamos en carnaval, así no podía salir a la calle, y cuando lo valoró el examinador, me lo tuvo que quitar.

O sea, que cuando terminó el examen, yo estaba para hacerme una foto, una mano pintada, la otra sin pintar, mi carita sin maquillaje, y mi pelo sudado y aplastado del pañuelo que me puso para no mancharme con las cremas.

Aunque yo le repetía que no tenía importancia, ella se sentía culpable y me prometió una sección de masaje facial, que me dejaría nueva. El miércoles por la tarde ella no trabajaba, y yo todavía estaba de vacaciones, por lo tanto era el día indicado. Aunque aún no tenía el titulo, hacía ya algún tiempo que se dedicaba a la estética, y disponía de una habitación con todos los elementos necesarios.

Me dijo que me desnudase y me tumbase en la camilla, y me dio una sabana para que me tapase con ella. Yo me quede en tanga y sujetador, pero me pidió que también quitase el sujetador.

Puso gran cantidad de crema en mi cara y suavemente iba masajeando, yo no acostumbraba a ir a la esteticista, y estaba un poco a la expectativa, su voz era calida, y el masaje acompañado de su voz, me adormecía, me decía que mi piel era muy suave, y que era una delicia tratarla, sus manos parecían mariposas aleteando sobre mi piel, y empecé a sentir algo que no esperaba.

Sentí un cosquilleo en mi vientre, que bajaba hasta mi sexo, me puse muy nerviosa, y apretaba mis piernas fuertemente, intentando parar esas sensaciones, que se estaban adueñando de mi voluntad. No podía disimular las contracciones, estaba muerta de vergüenza, ella estaba al tanto de lo que me estaba pasando, yo apretaba los labios, intentando evitar los gemidos, y no era capaz de abrir los ojos y ver su cara… divertida o enfadada… prefería mantener la incógnita.

Sentí que bajaba la sabana hasta mi cintura, mis pezones los sentía erectos, noté sus manos acariciando mis pechos, se deslizaban suavemente untadas de un aceite con olor a canela, casi ni respiraba al notar los estremecimientos de mi cuerpo, me sabía tensa y acerco su boca a mi oído, sentí su aliento calido y me dijo…

--déjate llevar, relájate, disfruta---

Pellizcaba suavemente mis pezones enviando oleadas de placer a mi sexo, mi corazón debía ir a mil, me ahogaba, apretaba fuertemente mis nalgas contra la camilla, sentí un fuego correr por mi interior, y una explosión salvaje hizo que fluyeran todos mis flujos. Era incapaz de mirarla, subió la sabana y como si no hubiese pasado nada se dedicó a mi cara.

--Te he puesto una mascarilla—dijo acercándose a mi oído, relájate y duerme media hora. Me dejó sola con una especie de crema fría en la cara, la luz tenue y una música suave. Todavía no entendía lo que había pasado, estaba avergonzada, y no sabia como enfrentarme a ella cuando volviese. Por mas que pensaba no podía entender que hubiese tenido un orgasmo tan simplemente.

A la media hora volvió como si nada hubiese pasado, quitó la mascarilla, puso una crema hidratante sobre mi cara, y dijo que había quedado preciosa.

Nunca hablamos del tema, y yo nunca he vuelto a una esteticista, aunque siempre me he quedado con la duda…………. ¿será eso normal? ¿Será que me gustan las mujeres?

O fue casualidad, que yo estuviese tan receptiva y tuviese tan glorioso orgasmo. FOTOS

La Perversa Silvia

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Acababa de despedir a mi marido que se iba a trabajar y me dirigí de nuevo a mi habitación y me quité el camisón de dormir, quedándome desnuda, me contemplé en el espejo. La imagen de la rubia que veía no estaba nada mal. Los pechos algo caídos por la lactancia, pero tienen buen volumen (sin llegar a exagerar), me acaricié los gruesos pezones y me los pellizqué. Éstos, enseguida se pusieron de punta, adquiriendo un tamaño que los hace deliciosos. Seguí mirándome, ahora el vientre, con algo de "tripita", pero muy leve, me giré contemplándome el culo y me lo apreté con las manos, todavía tenía la carne dura y mis delgadas piernas son bonitas, con atractivos muslos. Lo único que afeaba un poco mi físico, era el pubis y mi sexo tan poblado que tenía, pero eso tiene arreglo, un día de estos, me lo depilo y asunto concluido. No quisiera pecar de modestia, pero si tuviera que puntuarme, del 1 al 10, me concedería un 8 y medio.
Entonces ¿Qué demonios pasaba entre mi marido y Yo?.... Era obvio que nuestra relación sexual no funcionaba como debiera... Una terrible idea acudió a mi cabeza. Juan, me era..¿Infiel....?, Enseguida la deseché, por absurda.
Lo que nos pasaba, es que después de 20 años de matrimonio, era lógico que el aburrimiento y la monotonía, se hubieran instalado en nuestras vidas. A propósito, hablando de aburrimiento. Teníais que haberme visto hace tan sólo seis meses, ¡Estaba al borde de la depresión!, Pues a mis 43 años, me encontraba más sola que la una. Juan, mi marido, tiene su trabajo en el banco y mi hijo Raúl, está estudiando en la Universidad, en una localidad distinta de donde vivimos. Ellos, están entretenidos con sus preocupaciones y quehaceres diarios, pero ¿y Yo?... Me gustaría ver a mi marido en mi misma situación, además, a mis años no me iba a poner a trabajar... Por eso cuando apareció Silvia en mi vida, me agarré a su amistad desesperadamente, ella se ha convertido en mi tabla de salvación. No trabaja, (sólo lo hace su marido Ángel, que es contratista de obras), tienen una hija que también estudia en la Universidad fuera de nuestra ciudad.
La verdad, es que estoy encantada con Silvia. Hace un año que ella y su marido Ángel, se mudaron al piso de al lado (pared con pared) y en poco tiempo nos habíamos hecho amigas íntimas. El carácter de Silvia es tan abierto y extrovertido, que me lo paso muy bien con ella, (aunque a veces sea un poco frívola para mi gusto). En cuanto ve a un hombre o a una mujer (sean jóvenes ó maduros), ¡ya está! Con sus comentarios subidos de tono. Yo misma me he turbado con su comportamiento, sobre todo cuando la sorprendo mirándome las piernas, mientras estamos sentadas en el sofá. Sus ojos brillan de una manera... Que me hace sentir incómoda, pues no estoy acostumbrada a que me miren así (como sí me devoraran el cuerpo), y menos una mujer.
El que se lo pasa muy bien con sus bromas y atrevimientos, es Juan, mi marido, la califica de "cachonda", por su carácter bromista, la mira de reojo y se pone colorado (creo que en el fondo le gusta Silvia, ella es de mi edad, morena, ojos verdes, más alta que yo y bastante más fuerte, a pesar de su corpulencia, tiene un cuerpo muy bonito), aunque no creo que le tenga que recordar que se trata de una mujer casada.
Me aseé, me vestí rápidamente y me fui a casa de Silvia. Tomando café, me preguntó qué planes tenía para hoy y le contesté que tenía que comprarme ropa interior, luego nada, sola hasta que regresara Juan. Me contestó que me acompañaría encantada si luego, a la vuelta, la ayudaba a sacar la ropa de verano del armario, a lo que accedí con mucho gusto.
Caminábamos riendo por la calle, mirando escaparates, cuando de pronto Silvia me detuvo, para contemplar a un hombre muy guapo, joven de unos 33 años que se cruzaba con nosotras.
-Mira Julia, eso es un hombre y no lo que tenemos en casa.
El hombre se dio la vuelta y nos sonrió al escuchar a Silvia, inmediatamente me puse colorada a más no poder, pero Silvia no paraba de piropearle y yo no sabía dónde meterme.
-Silvia, por favor, supliqué muerta de vergüenza, (aunque divertida)
-¡Lo siento chico!, le despidió
Dimos media vuelta, vi una boutique de lencería y la arrastré dentro, donde rompimos a reír como chiquillas, llamando la atención de la dependienta, que muy amablemente nos atendió, sacando unas muestras de conjuntos de ropa interior bastante atrevidos para mí gusto.
Yo deseaba ropa interior más "formal", pero Silvia insistió en que me los probara, aludiendo que era una antigua y que todavía era muy joven para vestir "bragas de abuela". Total, que entre risas me convenció y me acompañó al probador, quedándose fuera por supuesto.
Dentro del probador, me quité la ropa y me desnudé del todo, me coloqué el nuevo sujetador, ¡¡¡Dios mío!!!, Si apenas me recogían el pecho y encima casi se me salían los pezones por los bordes de las copas, comprobé que la talla era la 90 y pensé que se habían equivocado al colocar la etiqueta. Lo peor fue cuando me puse las bragas (mejor Mini braguitas), pues eran tan pequeñas que por detrás, apenas me tapaban las nalgas, quedando una buena porción de mi generoso culo sin cubrir, pero eso no era lo peor, por delante, eran tan estrechas que a duras penas cubrían mi intimidad y mis vellos se desbordaban por las ingles, dándome un aspecto de un poco "guarra".
Total que se las entregué a Silvia, diciéndole que me estaban pequeñas, y que me trajera una talla más grande. Al rato, me entregó tres conjuntos más, todos de la talla 90, pero al probármelos obtuve el mismo resultado y se los devolví otra vez. Finalmente, harta de tanto ir y venir, insistió en verme con la ropa interior puesta, para saber cual era el problema.
-¡¡¡Mira!!!, Los pechos se me salen y las mini braguitas estas, no me tapan las ingles, la dije señalando mi intimidad.
Sin cortarse un pelo, Silvia ahuecó una de las copas del sostén y metió la mano para acoplarme el pecho, Yo, di un respingo al sentir el contacto de su mano caliente sobre mi seno, ella insistía en que los sostenes, ahora se fabricaban así, que no tuviera miedo en que mis senos se desbordasen por las copas, porque eso no iba a ocurrir. Mientras hablaba, sus manos no paraban de sobarme los senos, logrando con ello que mis sensibles pezones se pusieran de punta. Luego arrodillada ante mí, me contemplaba descaradamente las braguitas y lo poco que tapaban, me sentía avergonzada, sus manos no paraban de tocarme las nalgas, lo que hizo aumentar más mi turbación. No paraba de hablar, diciendo que me estaban perfectamente; de pronto su mano me acarició la ingle y una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo, de pies a cabeza, intenté separarme un poco, pero el probador era tan pequeño que choqué contra la pared y ella aprovechó para introducir sus manos por los costados de las braguitas, ahuecándolas hacía afuera, decía que de tela tenía lo justo, -Lo único que tienes que hacer, es depilarte "esto"- y sus dedos rozaron mis vellos e incluso mi vulva y un nuevo escalofrío sacudió mi cuerpo, tuve que rogarla que lo dejara..., que las compraría..., es lo primero que se me ocurrió para quitármela de encima, pues sus manos no se estaban quietas ni un momento, una me acariciaba las nalgas mientras que la otra seguía rozando mi intimidad.
Se puso en pie, lentamente, y se pegó a mí como una lapa, estaba segura de que tenia que notar la dureza de mis pezones contra su pecho. Apoyada como estaba, contra la pared, no podía moverme, estaba tan cohibida y asustada que no sabía cómo zafarme de ella. La miré a la cara, sus ojos la brillaban muchísimo, veía acercarse su cara, relamiéndose los labios y me puse colorada, una de sus piernas, se introdujo entre las mías, dejándome inmovilizada y me besó en los labios, mi cuerpo empezó a temblar, al sentir como su boca se apoderaba de mis jugosos labios, mientras se frotaba el muslo contra mi intimidad. No sabía muy bien qué hacer. Una parte de mí, me obligaba a rechazarla, pero otra, me obligaba a rendirme a las oleadas de placer que acudían a mi intimidad, haciendo que el rubor, aflorase a mi cara, mi cuerpo se vio invadido por un incontenible placer, que poco a poco me descontrolaba. Cuando se cansó de devorarme los labios, empezó a introducirme la lengua en el interior de mi boca, de la cual escapó un suspiro, y cuando nuestras lenguas entraron en contacto, sentí como mi sexo se humedecía, a la misma velocidad con que ella me devoraba la boca.
Perdí definitivamente el control de mis actos y me entregué al placer de sus besos y caricias sobre mi cuerpo, que estaba a las puertas del orgasmo, Silvia lo supo y bajó su cara hasta mis pechos, liberándolos del sostén para acto seguido atrapar mis jugosos pezones con sus labios, y empezar a succionarlos con exquisita ternura, a la tercera succión alcancé el clímax y me derrumbé sobre ella.
Me miró, me besó en los labios y salió del probador. Yo, me quedé apoyada contra la pared, me temblaban las piernas y estaba confundida. No entendía muy bien lo que había pasado y mucho menos entendía a Silvia. Tardé un poco en salir, cuando lo hice, Silvia charlaba animadamente con la joven dependienta y me sonrió con dulzura, mientras bromeaba como si nada, acerca de la ropa que me acababa de comprar. De nuevo volvía a ser la Silvia de siempre.
De regreso a casa, caminamos en silencio, mi cabeza bullía, a veces, la miraba de reojo y me ponía colorada, estaba dispuesta a poner fin a su atrevimiento, en cuanto llegáramos a casa.....
Cuando entramos en su casa, dejamos los paquetes de la compra. Silvia cogió una escalera de mano y nos dirigimos a su habitación para ayudarla a bajar la ropa de verano (como la había prometido) y me pidió:
-Julia, súbete tú a la escalera, así te diré la ropa que necesito y te ayudaré a bajarla.
-¿No sería mejor que subieras tú?. Es vuestra ropa... Intenté evitarlo, pues volvía a mirarme con los ojos brillantes y me sentía cohibida..., ¡¡¡Sube Ya!!! -me ordenó tajante.
La obedecí, (no sé por qué), comencé a subir los escalones despacio. Viendo como ella se agachaba para mirar descaradamente por debajo de mi falda, me puse muy nerviosa pero seguí subiendo los peldaños, cuando iba a alcanzar la parte alta del armario, sentí sus manos acariciando mis muslos, muy cerca de mi intimidad, tanto, que a veces sus dedos rozaban tanto mis nalgas como mi sexo.
-¡¡¡Bájate Julia!!! -me ordenó de nuevo, su sonaba fuerte e imperativa- Tímidamente, empecé a descender, mientras sus ávidas manos recorrían mis muslos y mis nalgas. De nuevo empecé a temblar como una chiquilla asustada, nunca en mi vida me había acariciado una mujer, y cuando puse los pies en el suelo, me abrazó apasionadamente y comenzó a mordisquearme los labios. Por debajo de mi falda, sus manos me apretaban las nalgas con tanta fuerza, que me hacía daño al clavarme las uñas. Cometí el error de intentar separarme de ella, introduciendo mis brazos entre nuestros cuerpos; al alzar las manos y empujar, sentí la tibieza de sus senos en mis palmas.
-¡Siiiiiiiii!, Acaríciame los pechos, -gimió frenética-
Mi negativa fue el detonante. Silvia me empujó de golpe y caí sobre la cama. Antes de que pudiera escapar, se lanzó sobre mí, y me cogió por las muñecas, me inmovilizó con sus brazos, (más fuertes que los míos).
-No te resistas Julia, será mejor para ti que te dejes, hace tiempo que te deseo, te prometo que te voy a dar más placer del que nunca tuviste.
Aún así, le rogué que me dejara, pero me tapó la boca con la suya, introduciendo su lengua en mi interior, y su devoradora boca se ocupó de mis labios. Poco a poco me fui calentando tanto, que también empecé a jugar con mi lengua; al poco tiempo, me soltó las manos y comenzó a desabrocharme la blusa y el sostén, liberando mis senos. Sus expertas manos se apoderaron de mis pechos amasándolos con delicadeza, pellizcándome los pezones, hasta que se pusieron tiesos. Mi sexo parecía una fuente, de la que manaban flujos sin parar. Las oleadas de placer eran tan intensas, que al final dejé que me acariciara y besara todo lo que quisiera. Silvia me soltó los brazos, estaba encantada con mi pasividad, su mano descendió hasta mi entrepierna, y se metió por dentro de mis bragas; comenzó a frotarme el sensible clítoris mientras succionaba mis sensibles pezones con tanta ternura que me hizo tener un orgasmo al instante. Luego fue bajando la cabeza lentamente, besándome el vientre; cuando llegó a mi ombligo, se entretuvo jugando con su lengua, luego bajó hasta la ingle, y un escalofrío me recorrió el cuerpo, (de pies a cabeza), me olió el sexo diciendo que le excitaba su aroma y paseó su lengua por encima de mis bragas. Las apartó a un lado y contempló mi intimidad, totalmente cubierta por un espeso bosque de vellos castaño-oscuros.
-Cariño, te voy a depilar el coñito, así no hay quien se lo coma -dijo cariñosamente y salió de la habitación.
¿Qué me estaba pasando?... ¿Por qué accedía y me dejaba seducir por una mujer?... Todas estas preguntas y más, daban vueltas en mi cabeza, pero de momento no era capaz de encontrar las respuestas adecuadas. No sabía si salir corriendo o quedarme allí quita... ¡Dios mio!... ¿Qué hago?.....
Me quedé tumbada en la cama, respirando con dificultad, el corazón me latía con muchísima fuerza, debido a mi excitación, la cabeza me daba vueltas. Silvia regresó con espuma, cuchillas de afeitar, tijeras, una toalla y un pequeño recipiente con agua. Me dejé desnudar por completo, me colocó la toalla debajo de mi trasero y procedió primeramente a recortar los abundantes pelos de mi intimidad con las tijeras, luego la humedeció con el agua, la embadurnó con espuma y empezó a afeitarme las ingles, sólo me dejó un gracioso triangulo de vello por encima de mi sexo; no me extrañó que me pidiera ponerme a gatas, con la cabeza agachada y el culito "en pompa", pensé que todavía quedaba parte de mi intimidad por afeitar; pero para mi sorpresa, lo que me afeitó fue, alrededor de mi estrecho orificio posterior.
Cuando terminó de lavarme, se lanzó directamente sobre mi sexo, pasando una y otra vez su lengua por la hendidura de mi sexo, me atrapó los labios de la vagina y me los mordió... succionó y chupó todo lo que quiso, introduciendo después su lengua en el interior de húmeda gruta, para de nuevo volver a lamer toda la vulva; se paró sobre mi inflamado clítoris y se adueñó de él con sus voraces labios. Introdujo primero dos dedos en mi chorreante vagina y comenzó a deslizarlos por su interior, luego me metió un dedo más y comenzó a follarme dulcemente con sus manos, lo que me provocó otro fantástico orgasmo que me hizo temblar de pies a cabeza y jadeando.
Pero Silvia no estaba dispuesta a darme tregua. Rápidamente se desnudó y se colocó invertida sobre mí, de manera que su sexo quedó sobre mi cara. Mientras ella me devoraba de nuevo la entrepierna, Yo, me entretuve en contemplar su hermoso chocho; los labios de su vagina estaban abiertos de par en par, brillantes por los líquidos que manaban de su interior, pero lo que más me llamó la atención fue, su abultado clítoris. Tímidamente, acerqué mi boca a su vulva y lamí los jugos de su interior; su sabor salado y el penetrante olor a hembra que destilaba, me embriagaron de tal forma que abrí mi boca con la intención de proporcionarla todo el placer del que era capaz; Introduje mi lengua en su húmeda cueva y le atrapé el clítoris con mis labios y empecé a succionarlo. No paré, hasta que los gritos y jadeos de Silvia me confirmaron que ella se estaba corriendo al igual que Yo, después, nos bebimos los flujos mutuamente.
Noté que me separaba las piernas, pasándolas las corvas por debajo de sus sobacos elevándome el culo y acto seguido empezó a pasarme su húmeda lengua, ¡¡¡Alrededor de mi ano!!!, Clavándola después en el interior de mi estrecho y virgen orificio, provocándome una multitud de sensaciones muy placenteras. Totalmente excitada, la dejé que me comiera el culo durante un rato, gozando del momento, y luego lo hice Yo, saboreando por primera vez en mi vida el agrio sabor del culo de una persona.
-¡No por favor! -protesté cuando intentó meterme un dedo-
-¿No me digas que eres virgen?
-Sí, contesté poniéndome colorada
-Eso tiene arreglo, no te preocupes
Silvia se levantó y se dirigió al armario, cogiendo algo de su interior, cuando se dio la vuelta di un respingo, al ver el consolador de goma bastante grande que llevaba en las manos. Se lo ató con unas correas y se acercó a mí de nuevo dispuesta a penetrarme; traté de escapar por el otro lado de la cama. ¡De ninguna manera! estaba dispuesta a que me introdujera ese aparato en mi cuerpo; ya estaba en el borde de la cama, cuando Silvia me atrapó por el pelo y tiró de mí, haciéndome retroceder gritando de dolor.
-¡¡¡Por favor Silvia!!!, ¡Por el culo no!, me vas a hacer mucho daño -me quejé suplicándola-
-No seas tontina, verás como te gusta, tú solo tienes que dejarte follar -dijo situándose entre mis piernas-. Pero no estaba dispuesta a que me penetrara por detrás y me eché a llorar, rogándola que por favor no me lo hiciera. Al final se apiadó de mí, (Al menos eso creía Yo). Me sujetó de nuevo los brazos con una mano, mientras que con la otra sentí como dirigía el consolador hasta alojarlo en la entrada de mi vagina; -Relájate-, me ordenó mientras me introducía la punta; empujó un poco y el consolador se deslizó por el interior de mi lubricada vagina hasta la mitad, llenándome en interior del coño con su grosor. -Ahora disfruta- dijo mientras comenzaba a realizar los movimientos propios de la cópula sexual. Me soltó los brazos sólo cuando comencé a gemir, su boca se pegó a la mía y nos fundimos en un apasionado beso lésbico, mientras sus expertas manos retorcían sin piedad mis sensibles pezones, una y otra vez, me penetraba incansablemente con el consolador, que por fortuna aunque era grande y grueso, no me hacía daño y sí me daba muchísimo placer.
He de reconocer que Silvia me follaba con muchísima dulzura y al final consiguió lo que quería; me entregué a ella y comencé a jadear y mover mis caderas al suave ritmo de su follada, no se detuvo hasta que alcancé dos brutales orgasmos que me dejaron completamente agotada. Pero su perversión no descansó, aprovechó mi relajación, y me pidió que me pusiera a gatas. Obedecí mansamente, pensando en que deseaba darme más placer, pero en lugar de eso, se situó entre mis piernas y cuando quise reaccionar, ya me había introducido el consolador en mi estrecho agujero. Grité con fuerza, más por el susto que por el dolor, pero ella no se apiadó en ningún momento, con su mano, empujaba con fuerza el consolador, logrando que penetrara hasta lo más profundo de mí "hasta entonces virgen ano".
El interior de mi culito me ardía cada vez más y el dolor empezaba a ser insoportable. Lloré de impotencia, quise separarme, pero ella me atrapó de los pelos y tiró con fuerza sobre mí, arrastrándome hacía ella. Se sentó sobre mí y se echó sobre mi espalda mientras movía sus caderas, imprimiendo un ritmo rápido a mi enculada, sus manos se apoderaron de mis hinchados pezones y comenzó a estirarme de ellos, con tanta fuerza que pensé que me los quería arrancar. ¡No paraba de gritar de dolor ni de llorar!. Silvia se limitaba a susurrarme en el oído: "No seas tonta, ahora te duele, pero verás como con el tiempo aprenderás a gozar, no te resistas y ¡ábreme el culo!, para que pueda sodomizarte", pero no podía, el dolor era insufrible, pensaba que me iba a desgarrar por dentro...
Después de un tiempo, que a mí me pareció una infinidad, y en vista que no paraba de quejarme y llorar, Silvia descabalgó de encima de mí y estuvo un buen rato acariciándome y besándome, trataba de calmarme, pero no lo lograba, estaba confundida y el culo me dolía mucho. Me puse toda la ropa menos el sujetador, ya que tenía los pezones tan doloridos, que al rozarme con la fina tela, me estremecía y me molestaba, mientras ella no paraba de pedirme que la comiera el coño. No la hice ningún caso y con gran dificultad me fui a mi casa, las piernas me temblaban y casi no podía sostenerme......


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La Criada Filipina

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 Vivo en Madrid y me llamo Paula. Tengo 30 años. Estoy divorciada y no tengo hijos. Yo creo que la causa de mi divorcio fue el trabajo tan estresante que tengo. Me casé muy enamorado de mi marido, y yo creo que él también de mí. Él tenía un trabajo mucho más relajado que el mío, pero no por ello sin problemas. Yo aportaba más dinero a la casa, y eso tenía a mi marido acomplejado. A los dos años de casados, me dejó por una compañera de trabajo.


Mi trabajo, como digo, es muy estresante, y como no tengo dificultades económicas, me planteé el contratar a una chica para que me hiciera el trabajo de la casa, a pesar de lo poco que me suponía, en fin: lavar mi ropa, hacerme la

comida y la limpieza de un piso que apenas lo piso.


Puse una oferta en un agencia y me llovieron las chicas, pero era disparatado el precio que me exigían. Había una que sí me convenció. Era una chica filipina o vietnamita, no lo sé. Comprendía bien el español, pero lo hablaba con mucha dificultad. Aquella chica pedía un sueldo de cuarenta mil pesetas, y a cambio se

quedaba interna en la casa.


Esta chica, que se llama Who, era una muchacha de 18 años, cuerpo muy delgadito, y yo le sacaba la cabeza. Su pelo era negro y lacio y su piel muy morena. Tenía una boca de labios largos y delgados, y la nariz y los ojos de las orientales. Sonreía continua y humildemente. Comprobé que los papeles estaban en regla y firmamos en la agencia el contrato de trabajo.


Yo soy rubia y de piel bastante clara. Mis ojos son marrones claros y se puede decir que para mis treinta años me conservo bastante bien. Debe ser debido a la dieta y beber mucha agua, aparte del ajetreo diario del trabajo y a hacer algo de ejercicio los fines de semana. Mi trabajo me obliga a combinar el tono serio de mis vestidos con un toque sexy que me hace triunfar entre los hombres. Estoy muy orgullosa de mis cuerpo: unas tetas grandecillas pero bien puestas, una cintura estrecha, la barriga en su sitio, un culito respingón, en unas caderas anchas, y unas piernas largas pero gorditas.


Who se vino a trabajar conmigo esa misma tarde. Confieso que al verla, se me pasaron ideas muy raras por la cabeza. Nunca he tenido a nadie de aquella manera, digamos, a mi merced. La obligué a ponerse un uniforme para trabajar en casa. Era una falda por encima de la rodilla que debía acompañar con una pieza delantal que le cubría la parte delantera, como un uniforme del colegio. La regañaba constantemente por que me gustaba verla bajar la cabeza y responderme humildemente: "Chi senola, como uté diga, senola".


Me gustaba obligarla a repetir las labores de la casa. En definitiva, me desahogaba con ella por el stress del trabajo.


Un día la llamé para preguntarle por la ropa planchada el día antes. Ella se estaba duchando. "Vaya" pensé "No tendrá tiempo de ducharse cuando yo no estoy.


La habitación donde Who dormía estaba junto a la cocina, y tenía anexo un pequeño baño con un plato de ducha. Entré en el baño despacio y la vi ducharse.


Tenía un cuerpo delgado, pero a pesar de ello, muy bien formado. Sus piernas eran regordetillas y algo cortas. Sus tetas eran pequeñas y pegadas a su cuerpo. Su pezón oscuro y diminuto estaba rematado en una punta desafiante. Esto me llamó la atención, pues mis pezones son rosados y grandes, y la punta no se distingue ni muchísimo menos como los de Who. Tenía una cintura estrecha y unas caderas anchas.


Me descubrió mirándola. Yo para despistar le pregunté por la ropa, pues había olvidado las llaves en la chaqueta, seguro. Ella me lo indicó y luego, mirando, sonriéndome me dijo algo que entonces no comprendí "¿Quelel enjabonal espalda?¿Quelel?.


No comprendí lo que me dijo y no le hice mas caso. Ese día fue un día fatal en el trabajo. Así que vine súper estresada. Nada más llegar le eché en cara que se duchara por la mañana, pudiéndolo hacer cuando yo no estaba o levantarse antes.


Me miraba con humildad. Por vez primera le miré a las piernas y me di cuenta que no llevaba medias. Le pedí la cena. La cena era un plato de comida asiático tradicional que lo rechacé casi sin probarlo. Who se entristeció y yo casi me alegraba de aquello. Con razón mi marido se separó de mí. Soy insoportable a veces.


Estaba sentada en el sofá, viendo la tele, y entonces me sorprendieran unas manitas delgadas que me tocaban en el hombro. Aquello era delicioso, que relax. Me entró como un sueño que me hacía olvidar de todos los problemas. Who me repetía desde detrás de mí :"Senolita descansal, senolita no ploblemas, yo masague senolita." Me estuvo tocando los hombros y el cuello hasta quedarme totalmente relajada."Tu, tensa, tu,tensa, Yo lelajalte".


Me explicó que en su país, ella daba masajes a la gente, y de ahí la experiencia

que tenía. La verdad es que lo hizo muy bien. Empecé a regañarle menos, pero me di cuenta que cada vez se tomaba más confianzas en la casa, utilizando la taza de la misma vajilla en que me servía yo el desayuno, comiendo fuera de las horas que tenía marcadas para comer. ¡Incluso a veces salía fuera de la casa los días laborables a comprarse chucherías al kiosco de la esquina!.


Yo no sé si esta actitud le venía de que le regañaba menos o de mi actitud hacia sus masajes. En efecto. Who comenzó a hacerme los masajes todos los días. Al poco tiempo, me convenció de que lo mejor era que yo me tumbara sobre la cama, de cara a la cama, mientras ella me daba golpecitos rítmicos con el canto de la mano y me apretaba los hombros y el cuello. Pronto me convenció de que era mejor hacerlo sin la camisa puesta. Ese día me dijo "Tu tímida, tu no ploblemas yo" y me desabrochó el sujetador.


Poco a poco me fui convenciendo de que era una experta haciendo masajes, así que no puse objeciones cuando se sentó sobre mí para hacerme los masajes sobre la espalda. ¡Qué poquito pesaba!. Sus manos se deslizaban por mi espalda, cada día un poco más lejos de la espina dorsal y más cerca de mis senos. No le daba importancia, como tampoco le daba importancia a que comenzara a relajarme pasando sus labios por mi espina dorsal. Era realmente relajante."lengua mohada come tensión, tu dejal yo lamel columa velteblal " .


Who comenzó a desvestirse y vestirse delante mía sin pudor. Se quitaba el uniforme para ponerse una bata cuando me recogía la cena, para darme los masajes. Aquella batita dejaba al descubierto sus muslos y un escote que le llegaba al ombligo, entre sus dos tetitas planas. Comenzó a darme los masajes de aquella manera. Yo sentía el calor de su entrepierna en mi zona lumbar. Luego sentía la textura de la bata sobre mi espalda mientras me lamía la columna y me mordisqueaba el cuello, a la par que sus manos acariciaban mis costados, rozando la parte mas exterior de mis senos.


El día que empezó a hacerme aquello, empecé a sentir una extraña excitación. Mi

sexo comenzó a sentir el peso de la sangre acumulada, y Who, experta en este tipo de asuntos debió de notarlo, porque a partir de ese momento los acontecimientos empezaron a precipitarse.


Un día, Who, después de la cena, vino como siempre, con su mini bata. Me llevó a la cama, pues desde hacía tiempo era ella la que dulcemente me llevaba a la cama. Yo había tenido un día muy jodido en el trabajo y esperaba sus masajes con desesperación. Tumbada en la cama, volví la espalda hacia un lado y pude ver que Who se había quitado la bata, y solamente estaba en bragas. Unas bragas que me gustaron mucho cuando las vi. ¡Pero si eran mías!. Le recriminé con dureza que tuviera puestas esas bragas que me habían costado 5000 pesetas.


Who miró hacia abajo dubitativa. Yo proseguí regañándola y diciéndole lo a disgusto que estaba con ella. Who estaba a punto de llorar. ¡Ay como me hubiera gustado verla llorar!. Pero en lugar de eso, ella se recompuso y me pidió que la esperara. Vino con una de sus bragas. Eran unas bragas baratas, sin ningún atractivo. Se puso la bata y comenzó a darme masajes. "Tu hoy muy tensa, yo lelejalte,". Comenzó como siempre con los golpecitos y los amasamientos de músculos. Luego su lengua comenzó a lamerme la columna y los hombros.


Sentí como me agarraba de los brazos y entonces, en lugar de sentir la bata, sentí sobre mi espalda el tacto cálido, blando y suave de sus pequeños senos, mientras sus besos se convertían en bocaditos en el cuello. Intenté deshacerme de ella, pero me fue imposible. Mientras más me movía mayor era el roce de mi espalda contra sus senos. Yo le pedía que me soltara"Who, ¿Qué haces? Me haces cosquillas".


No eran cosquillas lo que estaba sintiendo. Mi conejo estaba mojándose por momento y Who lo sabía. "Tu tensa y excitada, Yo te doy lelax y plaser. Tu deja mí. Yo sabel. Yo mastulbalte, Yo hacer paja y tu quedal tlanquila"


Me negué en rotundo y conseguí apartarla de mí dándole un fuerte grito. ¡Que grandísima idiota fui! Who se levantó contrariada y abandonó la cama cabizbaja. Yo me quedé así de caliente. Esa noche no pude conciliar el sueño hasta que me masturbé tras acariciarme durante un largo rato, imaginando la escena de hacía unas horas. Me masturbé en un plan tan salvaje, que la cama de matrimonio se movía y todo de la manera en que mi cuerpo se convulsionaba por las caricias que

mis dedos le prodigaban aquí y allí.


He de confesar que la costumbre de masturbarme la había perdido ya, hasta que Who comenzó a lamerme la espalda, pero nunca hasta ese día lo había relacionado con ella.


Desde ese día. Who no volvió a darme masajes. Tenía un actitud algo rencorosa conmigo. Yo estaba llena de orgullo y me iba a la cama sin decirle nada, aunque me quedaba esperando que ella apareciera de un momento a otro para continuar esa historia que habíamos dejado interrumpida.


Pasaron dos semanas en que empecé a volver a tratar a Who de una manera injusta y despótica, a pesar de su excelente comportamiento en la casa. Ella ni rechistaba y aguantaba las broncas con una proverbial paciencia. Era tan cruel que llegué incluso a insultarla, llamándole torpe y vaga. Creo que influyó tanto su negativa a continuar con los masajes como la peor temporada de trabajo de mi vida.


Su paciencia rebosó un fin de semana. Ella tenía derecho a unos descansos dominicales de medio día. Nunca los había tomado, pero la pobre, en vista de mi actitud, lo pensaba tomar. Yo se lo recriminé. "Nunca te has ido y ahora te vas. ¿Por qué? ¿Es que no estás a gusto en la casa?". Me respondía políticamente. La amenacé: "¡Haz lo que quieras, pero si te vas a dar un paseo esta tarde, con la casa como está, es mejor que no vuelvas!"


La casa estaba impecable. Who no lo pudo resistir más y se fue a su habitación llorando. Se encerró durante toda la tarde y al final me conmovió. "Who, pequeña, no llores, cielo...Es que estoy muy estresada. Lo siento. Abre y perdóname, por favor".


Who era una chica estupenda y no tardó en abrir la puerta con lágrimas en los ojos todavía. La abracé y la quise besar en la mejilla. Nuestras bocas se rozaron levemente. Mis pezones se erizaron. "Necesito que me des tus masajes", le confesé.


Who comenzó a trabajar, mientras yo la observaba de reojo. Apenas si intercambiamos palabras. Yo intentaba romper el hielo, para ver el estado de Who, quería saber si me guardaba rencor. Me preparó la cena. Por vez primera consentí en que comiera a mi lado. Ella seguía callada a pesar de todo. Me preparé para dormir. No obstante, esperé un rato para ver si venía a hacerme los masajes. No vino. No lo aguantaba. Al día siguiente la echaría. Me desnudé, quedándome sólo con las bragas puestas, pues hacía mucho calor.


Me despertó la luz de mi cuarto que se había encendido. Lo primero que vi fue a Who, delante mía, desnuda totalmente. ¡Que bella y sedosa caballera negra le cubría el sexo! Me miraba con una mirada maliciosa. Pronto me di cuenta que mis manos estaban atadas las dos juntas, al cabecero de la cama. "¿Qué haces?" le dije temerosa y excitada.


Who me contestó "Date vuelta, cala contla cama. Yo hacelte masague de puta madle. Tu tensa, yo lelagalte. Tu mujel nueva". La obedecí. Who se sentó sobre mi y comenzó a menear sus tetas en mi espalda mientras me decía cosas increíbles "Tu putita. Yo sabel desde que yo vi tú en agencia" . Sus manos manoseaban mis nalgas, a las que previamente había liberado bajándome las bragas. Me movía las nalgas de arriba abajo y las separaba. Me daba bocados en el cuello, los hombros y me devoraba el lóbulo de la oreja. Yo insistía en que me dejara libre."Tu follal conmigo. Tu desealme."


Who me ordenó darme la vuelta, lo que hice con dificultad, por estar ella entre medio. Se colocó de rodillas entre mis piernas y se abalanzó sobre mí, comiéndome la boca primera, mientras amasaba y pellizcaba mis senos. Luego comenzó a comerme los pezones, alternando un ritmo suave de lametones, con una agresividad medida de mordisquitos. A estas alturas ya tenía las bragas súper mojadas.


Who debió de sentir mi humedad al clavar su rodilla en mi conejo, mientras restregaba sus tetitas contra mis pechos. Nuestros pezones tropezaban y se excitaban mutuamente. Sus manos me cogían de las caderas y oprimían mi sexo contra su pierna y no paró hasta que comencé a frotarme yo mismo contra ella.


Sentía un calor en el vientre que me subía por la cabeza y me bajaba hacia la vagina. Me abandoné a Who y a mi propio orgasmo. Le pedí que me soltara. Yo creí que todo había acabado ya, pero me equivocaba.


Se puso sobre mi vientre, de forma que sus piernas colgaban a ambos costados. Sentí el suave pelo de su sexo sobre mi ombligo y su humedad. Me hizo una pregunta"¿Tu volvel amenazal con echalme?" . No le contesté y volvió a repetir su pregunta. Tras esperar mi respuesta me abofeteó. Me sentí humillada como había pretendido humillarla tantas veces. "No jamás volveré a amenazarte", le contesté.


Entonces se abalanzó sobre mi cara y me dio un beso largo y me penetró con la lengua, mientras me mordía con sus labios. "Yo no acabal aún, tu gozal hoy mas que todo tu vida, zolita"


Comenzó a bajar por mi cuerpo, besando mis tetas y mis pezones, mientras sus manos no se separaban de mis tetas y mis pezones, me besó las costillas, el ombligo, la ingle, y al final, sus labios me mordieron el clítoris y estiraron de él como queriéndolo arrancar. Mi chocho comenzó de nuevo a funcionar. Su lengua lamió la raja de arriba abajo, y comenzó a golpearme el chocho. Intentaba

profundizar en mi interior, para lo cual se ayudaba ahora de sus manos, que separaban los labios del toto y aprisionaban mi botón entre sus dedos. Tenía fuego en mis pezones y en el clítoris.


Sentía con temor la presencia de un dedo travieso en mi nalga. Mi excitación iba en aumento. Comenzaba a balancearme rítmicamente de nuevo. El dedo se acercaba por la parte baja de la nalga hacia el oscuro agujero. ¿Será capaz? ¿Lo hará?.


Descubrirlo me provocó el segundo orgasmo mientras aquel dedo me hacía cosquillas entre las dos nalgas buscando el calor de mi ano.


"Por favor, déjame descansar y suéltame", le pedí a Who. "De eso nada. Yo tlabajal mucho y tu no hacel nada. Tu solo lecibil. Ahola tu tlabajal". Who fue subiendo a gatas por mi cuerpo y de repente se sentó de rodillas sobre mi cara. Yo tenía su coño en mi boca. No sabía que hacer. Who me agarró la cabeza con las dos manos y comenzó a moverla y moverse ella como más placer le producía. Su sexo estaba mojado y podía oler su fragancia deliciosa.


Pronto me di cuenta de cuál era su clítoris y lo lamía y besaba continuamente. Desde abajo, sus tetas parecían algo más grandes. Sus pezones destacaban como una cereza negra sobre sus tetas. Deseé tocarlos, pero no podía desatarme. La violencia de sus movimientos me comunicaba la cercanía del orgasmo. Who me cogía cada vez más fuerte de los pelos y sus jugos se esparcían por toda mi barbilla y mi boca. Se desplomó hacia atrás, cayendo sobre mis senos y entre mis piernas.


Yo pensaba que esto había acabado ya, entre otras cosas por que nunca había tenido antes más de dos orgasmos seguidos, Me equivoqué. "Esto tenel acabal mejol, Tu espelal, yo idea". Esperé unos minutos, así atada, reflexionando y llegando a la conclusión de que aquello me gustaba. Vino entonces Who escondía algo en la mano. No descubrí entonces que era. Se sentó a los pies de la cama y comenzó a lamerme y comerme cada dedo de los pies. Luego, metió una pierna entre mis dos piernas y fue aproximándose a mí, con una pierna mía colgada sobre mi hombro, hasta que ambos conejos entraron en contacto, nuestros pelos se rozaban, nuestros sexos se mojaban mutuamente.


Who comenzó de nuevo a menearse cíclicamente contra mí, y yo me dejé llevar por la inercia. Sentí un piececito diminuto posarse sobre mi pecho, y luego buscar mi boca, así que yo también le lamí los dedos de los pies.


Cuando estábamos metidas en faena, entonces Who sacó el objeto que había traído y no había conseguido descubrir que era. Era una zanahoria bastante larga. La colocó entre las dos, metiéndosela primero ella y luego, aunque yo me negaba, "No, eso no, no, no..."


Me sostuvo de tal manera con sus piernas, que la otra punta entró en mí. Hacía año y medio que no me entraba nada, y fue un consuela aquello , Comenzamos a movernos como locas, la una contra la otra. Lo que una dejaba en la retirada, le entraba a la otra en la avanzada. Pronto nos volvimos a correr, esta vez, la una contra la otra y permanecimos así un largo tiempo...


Desde esa noche, Who duerme conmigo en mi cama.


En el trabajo me va mejor. Yo creo que el no mojar contribuía a que me tomara las cosas en el trabajo que me producía un gran estrés.


Cuando llego a casa, descanso, y tras el descanso, Who me entrega el uniforme y ella se pone la bata. Me acerco a ella, que está sentada en el sillón, y ella abre las piernas para ofrecerme su tierno conejito. Después de comérmelo, deja que ella haga conmigo lo que quiera...


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La Chica del Super

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Mi nombre es Eva. Vivo en Sevilla. Os voy a contar una historia que me sucedió cuando tenía veinte años. Por aquellos tiempos yo ya tenía decidido que me gustaban las mujeres. Tuve una experiencia con mi hermana mayor, Paloma, y aquello me gustó tanto que ya no quise otra cosa que tener relaciones sexuales con mujeres.
Entré a trabajar en un supermercado de reponedora. Los primeros días no pude pensar en otra cosa que no fuera mi trabajo. Pero pronto llegó el verano, y como todo el mundo se va de vacaciones, empezó a flojear el trabajo y tuve más tiempo para conocer a todo el mundo. Estábamos trabajando unos cuarenta. Había chicos y chicas, algunas monas, otras menos monas, algunas simpáticas y otras estúpidas, aunque había en general muy buen ambiente.
El supervisor me parecía muy enrollado. Manolo se llamaba, de unos treinta y cinco años, moreno, ancho de espaldas pero gordito. Era un poco tocón, pero ninguna se lo teníamos a mal.
Yo soy morena y delgada. Mi piel es, a o pesar de todo, bastante blanca y mis ojos son marrones oscuros. Tengo un pecho menudo. Estoy muy orgullosa de él, no tanto por el tamaño como por lo firmes y bien puestos. Suelo vestir muy discreta, aunque me he dado cuenta que el erotismo no está tanto en enseñar como en insinuar. De todas formas, al trabajo hay que ir discreta. Ya sabéis el refrán. Donde esté la olla no metas la po... Bueno, la almeja.
Quizás por esa idea que tengo del erotismo, me llamó desde casi el primer día la atención una muchacha, Lucía. Era una chica de veinte y cinco años, casada, de pelo moreno, largo y ondulado y piel muy morena. Yo diría que tenía un cuarto de sangre caló (o gitana). En sus ojos destacaban dos azabaches negros. Su boca era de labios gordos y largos; en fin, Sensuales. Tenía unas caderas anchas y bien formadas que se notaban bajo la falda azul del uniforme, y la camisa de rayas azules y amarillas marcaban un pecho generoso pero muy bien puesto. Solía venir con la boca pintada de rojo y las uñas de las manos y los pies pintadas del mismo color. Nunca llevaba desabrochado más de dos botones de la camisa, pero llevaba una cadenita de oro que hacían que su escote llamara poderosamente la atención, como la cadenita que llevaba en una de las piernas, y que caía descuidadamente por el tobillo. Una chica a la que sacaba yo media cabeza, pero que derramaba salero a cada movimiento que hacía.
Desde el principio quise acercarme a ella de manera especial, como va la abeja a la flor. No me costó ningún problema intimar con ella, porque era muy simpática y graciosa. Tampoco me costó percibir al poco tiempo de conocerla el repentino tonteo que comenzó a traerse con Manolo, el supervisor. Como era lógico, a Manolo se le caía la babita. Nunca le pregunté qué se traía con Manolo, por discreción.
La cuestión es que comencé a ver que Lucía había cambiado drásticamente su actitud con Manolo, y eso no lo aceptaba mi jefe. La perseguía, procuraba acosarla cuando nadie los veía. A Lucía se le cambiaba la cara al verle aparecer. Llegué a preguntarle qué era lo que le pasaba con Manolo. No me convenció aquello de que era un borde. No lo era por término general.
El colmo llegó un día que el supermercado estaba cerrado y los empleados nos íbamos largando. Manolo debió creer que estaba sólo con Lucía. Cuando aparecí Manolo forcejeaba con Lucía.
- ¡Guarra, más que guarra!. ¡Me has calentado y ahora no me vas a dejar así!- decía Manolo. Lucía se defendía como podía y le contestaba- ¡Tú te has llevado lo tuyo! ¡Y encima quieres más!.-
Aparecí en el momento más oportuno. Al verme se quedaron los dos blancos. - ¡Manolo! ¡No esperaba esto de ti!- Le grité a Manolo. -¿Tú que sabes, niña?- Me contestó.- Lucía callaba y miraba hacia abajo.
-Yo lo que sé es que a esto se le llama persecución sexual y se te puede caer el pelo!- Manolo hizo un fuerte gesto de desprecio - ¡Bahhh!-
Me llevé a Lucía del supermercado y la acompañé un trecho para hacerle pasar el mal rato. Estaba muy guapa llorando, a pesar de que las lágrimas hacían que el rimen de los ojos se le corrieran. Me empeñé en que me explicara lo sucedido . - Tú, Lucía me lo cuentas todo a mí, y vamos a la policía y le ponemos una denuncia.-
Ni denuncia ni nada. Yo estaba frita porque me contara algo, y ella debía estar frita por contármelo, por que mientras tomábamos una cervecita y una tapita en una hora todavía algo temprana, en una de las célebres terrazas e verano, comenzó a contarme la historia.
-Verás Eva, Yo estoy casada con Marcos. Nuestra vida sexual no es muy corriente, en el sentido de que necesitamos ciertos estímulos para mantener nuestra relación sexual.- Yo la escuchaba atentamente. Confieso que en un momento pensé que Lucía y su marido habían formado un trío con Manolo, pero me equivoqué.
-Marcos disfruta viéndome haciendo el amor con otro hombre, pero tiene que ser en vídeo. Yo también disfruto al hacerlo, pensando también en los momentos que luego tendré con Marcos. Nos hemos comprado unas cámaras y hemos preparado el piso para que no se nos falte un detalle. El salón y el dormitorio están preparados de manera que pongo las máquinas a funcionar y me graban a mí y al que sean. Luego Marcos se entretiene haciendo películas que vemos hasta que nos enganchamos.-
La escuchaba atentamente, pero no tuve más remedio que intervenir.- Pero Lucía, eso es muy peligroso. ¡Imagínate! ¡Tu en tu casa sola en ese plan y con un desconocido.-
Lucía prosiguió.- Por eso elijo a gente conocida y que creo que luego no me va a dar problemas, como Manolo. Pero ya ves, esta vez me he equivocado.-
-¿No me digas que te has llevado a Manolo y has follado con él?- Sí.-
Aquello me pareció una auténtica estupidez. Ya decía yo que Manolo estaba muy "nervioso". -Y...¿Él sabe que le habéis grabado? -No- Lucía mantuvo su silencio que yo no osé profanar , hasta que comenzó a gimotear.- Se lo dije a Marcos...que no, que con el jefe no... Y él, que sí, que sí...Pues mira ahora que follón me ha organizado...- Lloriqueaba Lucía mientras yo intentaba ayudarla. - Ahora...¿Qué hago? A ver ¿Qué hago? ...-
Se me encendió una lucecita. - Mira, Lucía, vamos a resolver el primer problema, que es Manolo, y luego resolveremos el segundo problema, que son los vídeos.-
A Manolo le debió de dar un brinco el corazón cuando puso en el aparato de vídeo del circuito de la alarma la cinta que le había traído yo esa mañana. -¿Cómo me hacéis esto? ¿Cómo me hacéis esto?- No me dejaba de decir mientras miraba avergonzado y deshecho.
- Te la puedes quedar, tenemos copia- No quise ser muy cruel.- Mira, Manolo. No queremos nada de ti. Lo único que dejes tranquila a Lucía. Tú te olvidas de Lucía y nosotros nos olvidamos de la cinta.- Manolo estaba preocupado, pero al menos la cara denotó cierto alivio.
- Y no rompas la cinta, que sales muy favorecido - Le dije en un tono jovial, de cachondeo.- ¿Trato hecho?- Trato hecho- Me respondió.
Habíamos resuelto el primer problema, pero faltaba el segundo. No tardé muchos días en planteárselo a Lucía: Las películas de video.- Mira, Lucía; A mi me da un poco de vergüenza decir esto, y sólo lo digo por ti.- (Mentira, estaba deseando decírselo y que aceptara) -¿ A tu marido no le excitan las lesbianas?-
Lucía, con su habitual salero contestó -¡Muchísimo! Me tiene la casa llena de películas de tortilleras!-
-¿Y a ti?...¿No te gustan las lesbianas?- Le inquirí suavemente. Ella cayó y luego contestó - La verdad es que no lo he probado nunca.-
-Es que yo...- Se me secaba la saliva en la garganta.- Bueno... es que podíamos probar las dos a hacer un vídeo para tu marido.- Después de decir esto deseé que la tierra me tragara. Lucía no estaba muy convencida. Tenía que consultárselo a su marido... no sabía si a ella le gustaría... Excusas tontas.
-Mira, Lucía. Una mujer nunca te va a dejar embarazada, nunca va a causarte los problemas que te puede causar un hombre... Y un video con una mujer va a ser un regalo de puta madre para tu marido. No le digas nada. Dale una sorpresa.-
Finalmente aceptó. Fijamos una fecha para rodar la cinta. El domingo por la tarde, mientras Marcos, su marido se iba a ver al Betis Calculamos que teníamos un margen de cuatro horas. Suficiente.
Es gracioso que desde aquel momento, Lucía comenzara a tontear conmigo como lo había hecho antes con Manolo. Se acercaba a mí más de lo normal, me buscaba continuamente, y yo aprovechaba los descuidos de los clientes y los compañeros, para cogerle el culo, a lo que ella me contestaba con una sonrisa. Pero seguro que alguien nos vio. Siempre te ve alguien.
Los días pasaban y yo me ponía cada vez más impaciente. No me podía creer el bomboncito que me iba a comer. Por fin llegó el domingo tan deseado. No había parado de dar vueltos durante toda la noche en qué ponerme. Por la llamada Lucía me llamó por teléfono. Sufrí pensando en que iba a desconvocar la cita.
- ¿Vas a venir? - Sí.-
¡De puta madre! Me dije a mí misma. Mi padre que andaba por allí me dijo mirándome picaronamente- ¿Qué? ¿Un amiguito? - Sí, papá - Los padres no se enteran de nada.
Justo después de comer me duché y comencé a vestirme. Me vestí con las prendas interiores más pequeñas que tenía, que no eran muy pequeñas, ya que tenían que pasar la censura materna, pero eran bonitas al menos. Me puse un pantalón vaquero estrecho y una camiseta y cogí el autobús que me dejaba cerca de su casa.
Vivía Lucía en un bloque bastante nuevo, y se diría que pertenecía a una familia adinerada. ¿Qué hacía una mujer como Lucía trabajando en un súper? Normalmente, a las mujeres así, los maridos les ponen una tienda de ropa, arte, o cosas así.
Llegué a la puerta que me había indicado: Marcos... y Lucía. No cabía duda de que esa era su casa. Llamé.
No tardó en abrirme Lucía. Me recibía con una bata de baño ceñida por su correspondiente lazada. Seguro que acababa ella también de ducharse. Venía descalza, con una toalla enrolada en la cabeza. No estaba pintada, pero tenía la belleza de la naturalidad. La toalla en la cabeza remarcaba la redondez de su cara y le daba una feminidad distinta. Me invitó a pasar.
-¡Te voy a poner un café!- Vale.- Se movía nerviosa hacia la cocina, moviendo salerosamente las caderas, mientras yo me sentaba sin apartar la mirada de su trasero que se movía dentro de la bata que le llegaba hasta la mitad del muslo.
¡Qué buenísima está!, Pensé. Me calentaba sólo con verla. Saber que Lucía no me pondría ninguna pega, por lo menos de principio me animaba y me excitaba enormemente. La escuchaba en la cocina, pensé que estaba manipulando la cámara para que comenzara a grabar. ¡Así que allí estaba la cámara!
Vino con el café y unas pastas, y al poner la bandeja sobre la mesita, la bata dejó asomar unas tetas preciosas, con unos pezones oscuros, saltones y bien delimitados.
Y hablamos un poco. Se sentó en el sofá, a mi lado, femeninamente, sin dejar caer la espalda sobre el respaldo y con las piernas juntas y llevadas hacia un lado. Sus rodillas asomaban brillantes, y entre los muslos, podía intuirse su sexo desnudo. Le toqué el muslo con la seguridad que me daba el saber que no me negaría nada.
Sonrió. Mi mano comenzó a ascender hacia la cintura. Sus piernas eran preciosas. Iban ganando voluptuosidad conforme se acercaban a las caderas. Pronto quedó su pierna entera al desnudo.
Ya no hablaba tan rápido Lucía. La miré y me encontré con su mirada. La besé tiernamente en la boca. El primer beso fue corto y simplemente posamos nuestros labios. Igual fue el segundo, pero un poco más largo. El tercero fue un auténtico beso de tornillo. Nuestras bocas comenzaron a fundirse y a abrirse para encajar totalmente. Torcimos nuestras caras para que el encuentro de nuestros labios fuera pleno. Nos tocamos mutuamente con la lengua.
Abrí los ojos y me la encontré con los ojos cerrados. Comencé a acariciar la parte alta de sus muslos y la parte exterior de sus nalgas. Se quitó la toalla de la cabeza, y su pelo negro, más ondulado que de costumbre, cayó sobre sus hombros.
Mi boca retrocedió de sus labios para verla mejor. Ella seguía inconsciente a mis labios. La besé nuevamente con renovada pasión. Ella mantenía sus manos sobre mis rodillas. De pronto me sorprendí por mi decisión: - Quítate la bata -
Me obedeció y deshizo la lazada que ataba su bata, y después terminó de desnudarse. Allí estaba Lucía, como una Venus. - Quítate tú la ropa.- Me dijo.
Yo, que queréis que os diga, de pronto sentí muy pocas ganas de aparecer en un video desnuda para el tal Marcos, al que se le veía junto con Lucía en una foto encima del televisor. Me limité a descalzarme.
La cogí de la barbilla y así la puse de pié junto a mí. Comencé a besarla de nuevo y a abrazarla. Su cuerpo olía a jabón de melocotón. Se agarraba a mi cintura mientras yo la tomaba de la nuca y la obligaba a prolongar el beso y a soportar la pasión con la que le besaba.
La otra mano mía la tomaba tierna pero firmemente de la cintura. Comenzó a calentárseme la cacerola. -¿Dónde tienes la cámara? ¡Ahí! ¿Verdad?.- Lucía no lo decía pero se delataba. Me puse junto a ella, cogiéndola por los hombros, las dos de pié.
-¡Marcos! ¡Me voy a tirar a tu mujer!- Lucía se ruborizaba. Yo le marcaba la cintura y le cogía los senos para hacerle llegar a Marcos que su mujer era mía ahora. Me coloqué detrás de ella y comencé a besarle el cuello y los hombros, todavía mojados por el pelo, mientras le acariciaba los senos, dándole masajes circulares. Procuraba que su trasero se clavara en mí.
Cada vez le amasaba los senos con más gana, y Lucía echaba hacia atrás su cabeza. Entonces la agarré de la garganta y le puse la mano sobre su sexo. Lucía se intentaba agarrar a mí, echando sus manos hacia atrás. Mis dedos separaron hábilmente los pelos del monte de Venus y también los hinchados labios del conejo de Lucía. Es gracioso, me he enterado que los franceses le llaman gato al conejo.
Metí un dedo de la mano que tenía sobre la garganta de Lucía en su boca, y ella se afanaba en chupetearlo. -Chupa, chupa, mójalo bien que este dedo te va a follar tu coñito- Le dije al oído. Me apeteció su oreja, y tras mordérsela, introduje mi lengua en el agujero de la oreja todo lo más que podía. Todo aquello me calentaba sobremanera.
Dejamos de hacer brevemente manitas mientras me quité la camiseta y el sostén. Sentía mis pezones excitados, y también el sexo. Me puse de medio lado frente a la cámara, y delante de mía a Lucía.
- Quiero que vea tu marido que eres una mamona, anda, lámeme las tetas- Lucía agachó la cabeza y comenzó a besarme el pecho, su boca se encaminaba despacio hacia mi erecto pezón.
Comenzó a lamerlo con la lengua y a succionar de él. Yo la agarraba de la cabeza para que no se separara de mi teta, mientras con la otra mano acariciaba sus senos a la vez. Estaba a punto de correrme, pues la tira del vaquero se me clavaban en el clítoris. La obligué a ponerse de rodillas y a mordisquearme el chocho, aunque fuera por encima del vaquero. Aquella situación hizo que pronto sintiera el calor sofocante en el interior que da paso al orgasmo. Me senté sobre la mesita y Lucía comenzó a mordisquearme, pero ahora a cuatro patas.
Me corrí, aunque hice un esfuerzo para que no lo notara la cámara, pero Lucía lo tuvo que notar, a pesar de que no se separaba de mi entrepierna. _Eres una chica muy mala- le dije autoritariamente.
La cogí del pelo y la llevé poniendo su barriga sobre mi muslo, de manera que su culo me quedaba muy a mano. Le pegué unos azotitos sin fuerza, Luego comencé a mover mi mano entre sus nalgas, rozando de vez en cuando el ano. Comprobé que aquello le excitaba a Lucía por la forma en que se le endurecían los pezones. Quedaba un poco de café en mi taza. Cogí la taza y fui derramando una mezcla de negro café y restos de azúcar por el canal de sus nalgas, que irremisiblemente conducían a su ano.
Cuando la melaza llegó a su agujerito, posé mi dedo sobre él, y comencé a restregarlo suavemente. Lucía se puso de rodillas, incorporando el tronco y comenzamos a besarnos mientras hacía esto. Mi mano quedó inmersa entre sus nalgas.
Me quité de encima de la mesita y poniendo sobre ella un cojín, ordené a Lucía que se pusiera sobre la mesita. Me puse detrás de ella, no sin antes haberle separado las nalgas para que su ano saliera perfectamente en la cámara. Corrí ligeramente la mesa para que saliéramos un poco escorados. Me coloqué de rodillas detrás de ella y tras agarrarla de los senos comencé a besarle la espalda cada vez más hacia los riñones y luego las nalgas.
Le ordené -Sepárate las nalgas- y comencé a acercar mi boca a su acaramelado agujero. Pude percibir el olor de su sexo mojado, así que comencé a jugar de nuevo con su clítoris, pellizcándolo ligeramente con mis dedos, que seguían su misma dirección.
Mi lengua encontró el calor y la dulzura entre las nalgas de Lucía. Y luego continuó su camino descendente hasta encontrar el sexo húmedo y sabroso. Le separé las nalgas y le lamí toda la rajita. Lucía comenzaba unas convulsiones que hacían que lamiera su conejo con más fuerza y moviera mis dedos alrededor de su clítoris.
Se me corrió en la boca, mientras pedía que le introdujera un dedo. No lo hice, para que Marcos se la encontrara calentita y a punto, pero seguro que ella no esperó a su marido.
El lunes vi a Lucía en el supermercado. Su marido estaba encantado. Quería repetir y que grabáramos otra escena. Yo también estaba encantada. Le pedí que me enseñara la película, pero me dijo que Marcos las guardaba con llave.
Era evidente que no podíamos rodar otra película hasta la semana siguiente. Esa semana me dediqué a perseguir a Lucía con la mirada. Me di cuenta que Lucía no era muy pasiva. No era de esas chicas a las que se lo tienes que hacer todo. Seguro que nunca había rodado una película en la que ella simplemente se dejara follar.
Llegó el viernes. Era ya la hora de salir. Horas antes me había indicado el día, domingo y la hora, después de comer. Ella hacía la caja y yo iba a salir ya. Pasé por su caja y le mostré un paquete de salchichas de esas alemanas, enormes. Me lo pasó por el escáner. Tantas pesetas. Se las di. Me dio el cambio. Me despedí diciéndole sin que nadie me oyera -Estas las vas a probar tú- Sus ojos se me quedaron mirando fijamente.
Me llamó el domingo por la mañana.- ¿Vas a venir? -Si- le contesté.
-O.K., Pero...no vayas a traer las salchichas.- ¿Por qué no? ¿no le gusta la idea a Marcos? - A Marcos la idea le encanta, pero a mí no.- Y colgó.
Llegó el domingo. Me vestí como el domingo anterior, pero pensé que era mejor no llevar ropa interior. En cambio llevaba un pequeño bolso en el que llevaba...las salchichas.
Lucía abrió la puerta. Llevaba la misma ropa que el día anterior menos la toalla en el pelo: Sólo la bata. No nos andamos con rodeos de café. Le pregunté dónde estaba la cámara. Me dijo que tenían una en el salón y otra en el dormitorio. -Entonces, vamos al dormitorio. Me llevó cogida de la mano hasta el dormitorio. Dejé mi bolso sobre una silla mientras ella iba a poner en marcha la cámara.
Me quité la camiseta delante de ella. Sentí su mirada pararse en cada trocito de mi cuerpo. Comenzamos a besarnos tiernamente. Ella me tocaba las tetas.- Te voy a tener que atar - Le dije medio en serio medio en broma. Lucía sonrió. Le puse las manos detrás de su cintura y le pedí que las mantuviera así un ratito.
Le desabroché la bata y sin mediar palabra, aproveché para agarrarle las manos con el cinturón de la bata. Me miró con cara de picardía. La desnudé. Pero claro, la bata se quedó cogida a los brazos.
La besé con mucha pasión, haciendo mía su boca. Luego le besé las tetas oprimiéndolas contra mi boca. Comencé a meter su pezón entre mis labios, a lamerlos, a enloquecerme con ellos. La agarraba de la cintura para que se mantuviera firme.
Me di cuenta que en la habitación había una banqueta. Le introduje a la largo entre las piernas de Lucía. Tenía que doblar las piernas un poco, pero se mantenía de pié apretando las rodillas contra los bordes. Yo me coloqué en el otro extremo. Su conejito quedaba delante de mi cara. Su clítoris asomaba entre una maraña de pelos. Mi boca se dirigió hacia su vientre sin contemplaciones. Le separé los labios con la mano y comencé a lamerle el botón, cada vez más grande. Puse la otra mano detrás del clítoris, en toda su apertura y comencé a introducir lentamente mi dedo índice, primero un poquito, pero cada vez más, hasta meterlo entero.
Comencé a sentir los flujos que bajaban de su interior y me llenaban el dedo y la palma de la mano. Le cogí el clítoris con los labios, y comencé a sentir su saborcillo, a la par que el índice comenzaba a moverse de arriba hacia abajo como la biela de un motor.
La biela producía en el motor sexual de Lucía una excitación y calentamiento que la hacían gemir de placer y moverse rítmicamente contra la mano. Presioné su clítoris con mi boca, y todo su sexo con mis manos. Lucía lanzó un grito apagado y comenzó a convulsionarse con un ritmo lento pero de largos movimientos.
Lucía se sentó en la banqueta. Nos besuqueamos y la abracé. Me pidió que la desatara. -De eso ni hablar - le dije. -Aún queda lo mejor.-
La ayudé a incorporarse y le dije que se sentara en la cama. Abrí mi bolso y saqué una de aquellas salchichas. - Te dije que no.- Me dijo mirándome seriamente. No le contesté. Yo misma había abierto el paquete para probar, aunque ligeramente, la efectividad de aquello. Era divino.
- Eva, me niego en rotundo a hacer esto -. No me importaba. No gritaría, y al final aceptaría. Embarduné la salchicha con vaselina que había comprado en una farmacia y comencé a pasarla por los senos de Lucía. Le presionaba con ellos, la ponía en la canal de su pecho, se la paseé por la espalda, jugando caprichosamente en sus nalgas.
Lucia se negaba nerviosamente, pero yo iba lo mío. - Y ahora...- y la pasé a la zona del vientre. La salchicha se deslizó por la ingle y la puse tomando toda la raja. Lucía calló y comenzó a moverse de un lado a otro, con desesperación. No le servía de nada, ya que yo había atravesado de nuevo la bandeja entre las piernas, y me había colocado sentada frente a ella.
Lucía sólo dejó de moverse al sentir la cabeza buscar el hueco que conducía a la vagina. - Como te muevas se te va a romper dentro y no sé cómo te la voy a sacar - Le dije. La empujé tiernamente hacia atrás y cayó sobre la cama. La salchicha se fue introduciendo poco a poco por la fuerza de mi mano, mientras estimulaba a Lucía besándole el clítoris. Le debió de gustar al final, ya que comenzó a balancear su cuerpo de nuevo, pero esta vez, rítmicamente, al son que le marcaba la carnosa batuta.
Cuando la salchicha estuvo oportunamente metida, comencé a meterla y sacarla, primero con las manos. Luego, cuando Lucía estaba bien abierta, la tomé entre los labios con la punta. Se me escapaba de vez en cuando. Recordé que sentía placer en el ano, y comencé a acariciárselo.
Sentía que se iba a correr, así que quise cumplir mi capricho. Sus piernas abiertas en forma de uve, me animaban. Me bajé los vaqueros, apareciendo mi culo ante la cámara. Saqué la salchicha hasta dejar dentro sólo la cabeza, y me dediqué a empujarla hacia dentro de Lucía moviendo la pelvis. Me coloqué el otro extremo rozando mi clítoris y la mantuve así con la mano.
Comencé a hacer los movimientos pélvicos de los hombres. Mi clítoris rozaba contra la cabeza de la salchicha mientras por el otro lado, la salchicha entraba y salía dentro de Lucía con violencia. Lucía se corrió entre gemidos y roncos chillidos. Yo para correrme, me incorporé y caí de rodillas sobre la cara de Lucía, que comprendió lo que quería y se dedicó a comerme la almeja hasta que me corrí. A todo esto, la salchicha permanecía clavada en Lucía.
Me tumbé a su lado y estuve acariciando lentamente su cuerpo mientras me pedía que la soltara. La besé tras vestirme y le dije que me iba. Me suplicó que no la dejara así. Le quité la salchicha, pero la dejé así, atada, para que Marcos tuviera un anticipo sobre el vídeo.
Lucía estuvo un poco rencorosa conmigo durante unos días, pero pronto, seguramente debido a la presión de Marcos, me dio una nueva cita: - El próximo domingo, después de comer - Muy bien, te prometo que no habrá salchichas - Me hizo una mueca despectiva.
Se me ocurrió una idea. Tengo una amiga, Kety, que es fotógrafa. Ella tiene una cámara de vídeo y sabe manejarla muy bien, así que la invité a venir. Le dije en qué consistía el trabajo y ella aceptó grabarnos encantada. Quedamos cerca de casa de Lucía a las cuatro, el domingo. Yo le dije. -Tu esperas a un lado de la puerta, sin que te vea, luego entras de sopetón.-
Así lo hicimos. Lucía puso una cara de sorpresa muy grande. Yo le expliqué, pero Lucía sólo aceptó si Kety se comprometía a no llevarse la película de la casa. Kety aceptó. Comenzamos el rodaje. Kety daba órdenes a Lucía, que se lucía delante de la cámara, haciendo posturitas en bata, y luego, desnudándose poco a poco.
La idea de la cámara era buena, ya que los planes eran ahora en la cocina, frente al balcón, en fin, más variedad. Cuando estaba desnuda, me tocó entrar a mí. Me tenía que acercar desnuda y cogerle del pelo. Aquello me resultó un rollo, pero a Lucía le encantaba, le hacía sentirse bella. Después de hacer un montón de estúpidas posturitas, quedamos las dos, sentadas frente a frente en el sillón, con las piernas entrelazadas.
Kety dio la orden. Ahora, a follar por vuestra cuenta. Aquello consistía en restregar nuestros conejos la una contra la otra. Me excitaba, pero me faltaba el morbo. Lucía se excitó antes que yo y comenzó a golpear mi vientre con el suyo. Yo comencé a realizar lo mismo violentamente, queriéndome arrancar un orgasmo. La verdad es que no me corrí, pero lo fingí.
Lucía me sorprendió, al invitar a Kety a participar en una escena con ella. Kety me miró y yo la animé, a desgana. Kety era ...fea. Rubia, con los dientes grandes y el pelo muy corto, extremadamente delgada y los ojos saltones. Kety se desnudó para quedarse en un montón de huesos. Se colocó en el sillón a cuatro gatas sobre Lucía, en sentido contrario, y fue hundiendo su cara entre las piernas de Lucía, que la recibió de forma abierta y totalmente hospitalaria. Lucía apoyaba la cabeza sobre el apoyo de los brazos del sillón.
Kety comenzó a devorar el sabroso conejillo de Lucía, y la vi introducir al rato sus dedos. Yo jugaba con el zoom de la cámara. De pronto me percaté de la cara de placer de Kety. Me acerqué y vi a Lucía con la cara hundida entre las piernas de Kety, que había acoplado poco a poco el sexo a la cara de Lucía. Aquello me partió el corazón. Tuve un extraño presentimiento. Las dos se corrieron casi al unísono, mientras las grababa de manera lateral.
Lucía se despidió muy cariñosamente de Kety, y discretamente de mí. Lucía ya no quedó nunca más conmigo. El viernes siguiente me quedé esperando su invitación, pero no me dijo nada. Llamé el domingo a Kety, me dijeron que había salido. La vi salir horas más tarde de casa de Lucía, mientras montaba guardia y espiaba su casa muerta de celos. No puede una fiarse de las amigas, No.


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