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Delante de mi Marido

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 Siempre que hago el amor con mi marido quedo insatisfecha. Apenas comienza a acariciarme ya quiere meterla y eso que trato de no tocarle su miembro porque si no es capaz de descargarse en mis manos. Por eso es que cuando acaba y se retira tengo que irme al baño y autoayudarme para poder llegar al orgasmo. Se nota que algo debe intuir porque ya hace un tiempo que me viene proponiendo introducir a otro tipo en la cama. No se si lo hace porque piensa que de ese modo yo voy a poder satisfacerme o porque le gustaría verme con otro. Algo me dijo algún día de una fantasía que tenía al respecto.
Siempre le digo que no pero él insiste y hasta compró un consolador que suele ponerme de vez en cuando. A mí eso no me gusta mucho y generalmente me niego a que lo traiga a la cama aunque tengo que confesar que cuando me lo introduce y a pesar de la frialdad que tiene siento una excitación que no puedo parar. Muchas veces llegué al orgasmo con el adentro aunque trato de disimular lo mejor posible. Me acuerdo que cuando era más joven siempre acababa antes que yo pero continuaba moviéndose y con el pene erecto hasta que yo terminada. Ahora eso ya no sucede, así que me siento bastante desconsolada.
No me gusta masturbarme, prefiero que sea el hombre el que me haga gozar y él ni con los dedos lo hace ya. Tampoco me la chupa más pero sí le gusta que yo se lo haga a él y casi siempre, si me descuido, me acaba en la boca. Antes me agradaba hacérselo y no dejaba que la sacara hasta exprimírsela bien, pero ahora no se si es que estoy más vieja o desganada, producto del mal sexo que tenemos, que ni siquiera gozo con ello y nunca tomo la iniciativa. Es él el que me lo pide y yo a regañadientes se lo hago, pero no siempre. Así que cuando insistió una vez más en traer a otro tipo a la cama le sonreí y de dije que lo creía incapaz de dejarme coger con otro delante de él porque siempre fue y es muy celoso. Le volví a reiterar que la idea no me gustaba pero que si él pensaba que la iba a pasar bien me sacrificaba y listo. Realmente yo lo quiero mucho a mi marido y jamás pensé en ponerle los cuernos, por eso es que ahora que ya no gozo con él como antes trato de satisfacerme sola y eso que oportunidades no me faltan si quisiera engañarlo.
Por mi actividad conozco mucha gente y a muchos hombres los tuve que frenar porque se estaban insinuando demasiado y eso que yo no les doy lugar a pensar que tengo el "sí" fácil y rápidamente me abro de piernas. Le soy fiel y punto. Esa es mi manera de ser. Como seguía con su cantinela al final le dije que aceptaba. El solo hecho de pensar que iba a estar cogiendo con otro tipo delante suyo me producía una sensación rara en la boca, como si tuviera náuseas, pero de a poco los ratones me fueron ganando. Pensé que si él lo aceptaba tan normalmente y el tipo que me trajera resultaba de mi agrado podía probar. Por ahí realmente la pasaba bien, el temor era calentarme de tal modo con ese hombre que me enamorara y tuviera luego que separarme.
No era mi intención hacerlo porque el sexo no era todo en nuestra pareja. Fuera de la cama la pasábamos realmente bien y ahora porque no me satisfacía como antes no tenía por qué alejarme de él. Puse como condición que la persona que trajera tenía que ser un tipo sano, no fuera que metiera a un loco o degenerado en la cama y fuera una experiencia terrible. Le pedí también que no fuera un adonis pero que tampoco fuera un contrahecho y que, sobre todo, fuera discreto. Me dijo que había pensado en un conocido nuestro y dudé un poco.
No fuera que después éste desparramara el chimento por entre los otros amigos y quedara como una puta barata. Me estaba empezando a gustar la idea de coger con otro que no fuera mi marido ya que siempre tuve sexo solamente con él y fue quien me había desvirgado, así que sería toda una experiencia para mí, pero tampoco quería que se llegara a saber que cogía con otro que no era mi marido. Sería terrible.Yo soy una profesional y me desprestigiaría mucho si llegara a oídos de algún cliente lo que había estado haciendo. Así que preferiría a un extraño que no supiera nada de mí. Pero la duda acerca del nombre fue más fuerte que yo y le pregunté en quién había pensado.
Cuando me dijo el nombre de Raúl, que era el marido de mi mejor amiga, y que era realmente buen mozo ya empecé a cambiar de idea. Me acordé que en el club contaban las mujeres, cuando su esposa no estaba presente, que éste era un pillo, que no dejaba títere con cabeza y que sí sabía hacer gozar a las hembras. Además, sabía por mi marido, quien lo veía en el vestuario cuando se duchaban después de algún partido de tenis que Raúl tenía bien puesto el apodo de "tres piernas" con que lo cargaban a veces, porque tenía una verga descomunal.
Mi esposo me la había comparado con la de un actor que trabajaba en películas porno (John Holmes) y si realmente se le aproximaba en dimensiones era tremenda. Siempre pensé que algún día se la podría llegar a ver accidentalmente pero nunca de esta forma como pensaba mi esposo. Me había agarrado tal curiosidad por verlo y hasta me da vergüenza contarlo, que un fin de semana que pasamos juntos los cuatro en su casa de la playa aproveché que tanto su mujer como mi marido estaban charlando con unos vecinos para disimuladamente entrar en el cuarto a buscar algo luego de que él había salido de la ducha.
No se que pasaba por mi mente en ese momento pero tuve tanta mala suerte que cuando entré de golpe en el cuarto se sorprendió y se tapó raudamente sin poder verle nada. Qué desilusión, me la jugué como una muchachita calentona y al final no vi nada. Así que acepté la propuesta de mi marido y le volví a repetir que tenía que hacerle prometer discreción y un silencio total.
Me gustaba la idea de acostarme con Raúl pero no quería que se supiera. Si mi amiga se enteraba iba a arder Troya y su iría al diablo nuestra amistad de tantos años, al margen de quedar mal con el resto de nuestros amigos. El día llegó. Aprovechamos que los chicos iban a estar ausentes durante toda la tarde de ese sábado y él le dijo a su mujer que iba a ver un partido de fútbol con mi marido.
La coartada perfecta. Cuando llegó tomamos un par de whiskies y pasamos rápidamente al dormitorio. Cuando me besó en la boca sentí que el fuego me subía. Me empezó a acariciar muy suave y cuando llegó a mi entrepierna sentí que desfallecía, hacía tanto que quería esas caricias. Me fue desnudando él mismo mientras mi marido observaba todo. No me animaba a tocarlo y cuando me depositó suavemente sobre la cama me llevó la mano hacia su miembro que todavía fláccido era grande. Allí noté que estaba empezando a crecer y que realmente no me habían mentido. Me dejé estar y empezó a besarme desde los pies a la cabeza mientras sus manos se aferraban a mis pechos, no me tocaba mi cuevita para nada, cuando llegaba al lugar pasaba de largo y eso me calentaba cada vez más.
Mis pezones parecían reventar. Estaban tan duros y excitados que el solo roce de sus dedos me llevaba al borde del climax. Comencé a temblar como loca. El finalmente llevó sus dedos a mi concha y me introdujo dos en la vagina al tiempo que con el pulgar comenzaba a masajear mi botoncito delicadamente. Su lengua y sus dedos parecían multiplicarse para estimular mis centros más sensibles.
En un momento dado apoyó su cabeza sobre mi concha y me prodigó varias lamidas sobre el clítoris hasta que, finalmente, me penetró con su lengua y allí exploté sin contenerme y tuve mi primer orgasmo. Nunca había sentido nada igual. Mi marido me miraba sin entender nada. A esta altura su miembro parecía cada vez más grande. Era descomunal, nunca había visto nada igual. Me puso debajo de él y me penetró suavemente. Pensé que no iba a poder aceptarla por sus dimensiones y hasta sentí cierto temor.
Su verga se deslizaba lentamente hacia mi interior y cuando estuvo bien adentro comenzó a entrar y salir de mi concha, avanzando con cada acometida varios centímetros hacia el fondo de mi canal. Nos estábamos acercando al orgasmo. El continuaba bombeando y el ritmo violento de sus embestidas me resultaba ya insoportable. Me olvidé de quién estaba encima mío y de que mi esposo estaba observando todo. Cerré mis ojos y me dejé flotar en mi orgasmo que fue algo maravilloso. Cuando terminó se fue al baño y mientras tanto yo le indiqué a mi marido que se acercara y comencé a masturbarlo y pronto lo hice acabar. Antes de que desparramara toda su leche me metí su pija en la boca y se la dejé bien limpita. Me agradeció con la mirada.
Raúl volvió y empecé a acariciarlo suavemente y noté que su enorme miembro se ponía duro nuevamente. Yo quería gozar más y me subí arriba de él. Fue un momento glorioso porque me detuvo con una mano en el ombligo mientras me acariciaba con la otra una teta. Detenida así, bajé la vista y vi su pija bien parada y brillosa y yo misma tuve que tomar la iniciativa, me elevé sobre la rodilla, le agarré la verga del tronco, me la ubiqué a la entrada de mi vagina y me dejé caer suavemente sintiendo la entrada de cada centímetro de poronga en mi concha ávida, gozando como no había gozado jamás, mirándonos la cara y sonriendo.
Después empezó el movimiento que siguió hasta el paroxismo. ¡Qué manera de coger!. Mi marido nos miraba con cara de sorprendido y tenía su pija erecta nuevamente, así que le hice una seña para que se acercara y me la puse nuevamente dentro de mi boca -sabía que le gustaba mucho eso- y comencé a mamársela. Pronto los tres estallamos en intensos orgasmo y quedamos rendidos recostados sobre la cama sin decir palabras. Luego de un buen rato me dieron ganas de chupar la de Raúl, así que fui girando suamente hasta quedar en un perfecto 69.
Acerqué mi cara al glande agarrando decididamente su pija por el tronco mientras le acariciaba los testículos con la otra mano. Rocé la cabeza con los labios y vi aparecer en la boquita de la verga el líquido preeyaculatorio que tenía todo el olor a macho. Yo estaba lanzada e inicié mi fellatio tragándome esa poronga descomunal, chupándosela con vigor y estremeciéndome cada vez que él bombeaba lentamente con su boca en busca de los jugos de mi concha. Raúl me separó las piernas y comenzó a lamerme. Se lengua se metía en todos los rincones de mi concha. Me rodeaba el clítoris con sus labios y pretendía succionármelo.
Mi marido dijo que quería participar y me pidió que me pusiera en cuatro patas sin dejar de chupársela a Raúl. Se arrodilló detrás de mí. Yo estaba excitadísima y le pedí por favor que me la metiera. Mi concha estaba bien expuesta y con los labios hinchados.
El los separó y hundió un dedo en mi cavidad caliente y supermojada. No podía dejar de gemir y movía las caderas incitándolo a que me la pusiera de una vez pero a él no se le paraba del todo, así que seguí chupando la gruesa verga del marido de mi amiga que sí estaba dura mientras esperaba la embestida de mi marido. No se si por lo que estaba viendo o porque tenía que suceder a mi esposo se le paró de una manera como nunca había visto y sentido. Me la metió hasta el fondo de mi conchita húmeda y comenzó a moverse a un ritmo descomunal. Pensé que iba a desfallecer. ¡Qué zaranda me dio!. Nunca lo hubiera imaginado.
Me cogía de vuelta como en los mejores días. Mi marido estaba tan entusiasmado que me propuso cogerme por el culo mientras Raúl me la metía por la concha. No dudé un instante y rápidamente dejé de chupársela a mi amigo, me dí vuelta y lo monté dejando el culito bien paradito para que mi esposo no tuviera dificultades. Para lubricarme me pasó la lengua por el agujero y me empecé a volver loca cuando me la fue metiendo despacito para no dañarme. Hacía tanto que no lo hacía por ahí que me había olvidado el placer que me producía.
Cuando agarraron el ritmo yo era un pelele entre los dos, pero nunca hubo un pelele tan feliz como yo en esos momentos. Me estaban cogiendo dos tipos al mismo tiempo. Jamás lo hubiera imaginado. Me estaban deshaciendo, pensaba que no iba a poder coger por un tiempo pero cómo los gozaba. Ahí sí, cuando acabamos quedamos los tres extenuados y tendidos sobre la cama. Esa tarde resultó ser un momento decisivo en nuestra relación. Nunca antes habíamos compartido un secreto tan especial. Raúl se retiró prometiendo guardar silencio de todo ello no sin antes decirnos que cuando quisiéramos podíamos contar con él.
Que la había pasado muy bien y esperaba que nosotros también. Por la mirada que le eché en esos momentos supongo que adivinó que yo la había pasado excelente. Mi marido me comentó que a pesar de haber cogido con Raúl en realidad le había hecho el amor a él y dijo que esa era la fórmula y por eso su insistencia durante tanto tiempo. Yo no se si realmente fue así porque yo gocé realmente con el otro y por momentos eran dos los que me penetraban pero si él quedó conforme con la experiencia yo no tengo por qué sacarle esa idea de su cabeza. Desde entonces hemos tenido otros encuentros de ese tipo sin miedos y seguros de lo que sentimos. FOTOS

Claudia, mi Hermana Mayor

MI PRIMERA EXPERIENCIA SEXUAL CON MI HERMANA CLAUDIA FUE INTENSA Y EN ELLA ME TOCO UN PAPEL PASIVO.

DESDE HACIA TIEMPO VIVIA PENDIENTE DE SUS PIERNAS Y SENOS, LOS QUE INSPIRARON EN MI ALGUNAS MASTURBACIONES INCREIBLES. PERO MI AFAN POR TENER ALGUNA VISION, AUNQUE FUERA PASAJERA, DE SUS PIERNAS O SENOS, O CONSEGUIR ALGUN CALZON O SOSTEN SUYO PARA PASARLOS POR MI VERGA MIENTRAS ME LA REFREGABA, OBEDECIA A UNA FANTASIA QUE VEIA DIFICIL DE CUMPLIR, Y MENOS EN LA FORMA EN QUE SE LLEVO A CABO.

MI DESPERTAR AL SEXO FUE A LOS 18 AÑOS, CUANDO MI INTERES POR MIS HERMANAS Y MI MADRE TOMO UN TONO EROTICO QUE ME HIZO SENTIR LAS PRIMERAS LLAMADAS DE LA CARNE, SITUACION QUE LLEGO A SU CLIMAX CUANDO ESTABA ACOSTADO Y SENTI UNA SENSACION AGRADABLE QUE NUNCA ANTES HABIA EXPERIMENTADO Y QUE TERMINO EN UN FLUJO LIQUIDO QUE INUNDO MIS ENTREPIERNAS Y DEJO LAS SABANAS MANCHADAS.

A PARTIR DE ESE DIA MI DESEO DE VER LAS PARTES INTIMAS DE MI MADRE O DE MIS HERMANAS ERA MI OBSESION, POR LO QUE TODO EL DIA ANDABA PENDIENTE DE ALGUN DESCUIDO DE PARTE DE ELLAS QUE DEJARA AL AIRE ALGO MAS DE SUS PIERNAS O DE SUS SENOS. ESPECIALMENTE AGRADABLE ME ERA EL VER SUS CUERPOS AL TRASLUZ, ESPECIALMENTE EN LAS TARDES, CUANDO EL SOL LES LLEGABA DE LLENO Y SUS FIGURAS SE RECORTABAN CON TODA SU CARGA EROTICA.

MI PRIMER ACERCAMIENTO NO FUE A NINGUNA DE MIS HERMANAS Y SE PRODUJO DE MANERA CASI CASUAL, CUANDO MI MADRE DORMIA A MI LADO, UNA NOCHE DE INVIERNO PARTICULARMENTE FRIA.

ELLA ME INVITO A DORMIR A SU CAMA PUES MI PIEZA NO TENIA CALEFACCION. ME ACOSTE A SU LADO Y LA ABRACE PARA DORMIRME. AL CABO DE UN RATO MI MADRE SE DIO VUELTA, DÁNDOME LA ESPALDA, Y PASADO UNOS MINUTOS ME LLEGO EL SUAVE Y ACOMPASADO SONIDO DE SUS RONQUIDOS. EL PROBLEMA EMPEZO ENTONCES, PUES SU TRASERO QUEDO PEGADO A MI INGLE Y NO PUDE EVITAR EL SENTIR QUE MI VERGA SE PARABA ANTE EL ESTIMULO DE LA SEDA DE SU ENAGUA PEGADA A MI.

AUN LA TENIA ABRAZADA Y CON EL MOVIMIENTO QUE ELLA HIZO MI MANO QUEDO COLGANDO FRENTE A SU ESTOMAGO, A LA ALTURA DE SU CALZON, YA QUE ELLA MANTENIA UNA PIERNA SOBRE LA OTRA.

LA SITUACION ME PRODUJO UNA EXCITACIÓN INCREIBLE: MI VERGA FRENTE AL TRASERO DE MI MADRE Y MI MANO DETENIDA FRENTE A SU VULVA, SIN TOCARLA. DETUVE EL ALIENTO, SIN ATREVERME NI SIQUIERA A RESPIRAR, ESPERANDO ALGUNA SEÑAL DE QUE ELLA SIGUIERA DORMIDA.

AL CABO DE UNOS MINUTOS DE INDECISION, MI MANO SE ACERCO LENTAMENTE A SU CALZON, MUY LENTAMENTE, DE MANERA QUE PARECIERA QUE ERA EL MOVIMIENTO NATURAL DE MI MANO DESCANSANDO EN SU CINTURA. TODO ESTO LO HICE NO SIN CIERTA DIFICULTAD YA QUE ELLA MANTENIA UNA PIERNA ENCOGIDA SOBRE LA OTRA, POR LO QUE NO ME ERA FACIL EL LLEGAR A MI OBJETIVO.

SENTI LA TEXTURA DEL CALZON DE MI MADRE EN LA YEMA DE MIS DEDOS, QUE LO ROZARON TAN SUAVEMENTE QUE PARECIO QUE EN TODO MOMENTO HABIA ESTADO AHÍ. PUSE CUIDADO EXTREMO EN QUE NO PARECIERA ALGO PREMEDITADO, POR LO QUE EL PROCESO DE BAJAR MI MANO Y PONERLA EN SU CALZON DEMORO AL MENOS UNOS CINCO MINUTOS.

LENTAMENTE, MUY LENTAMENTE, MIS DEDOS AUMENTARON LA PRESION EN EL CALZON DE MI MADRE, HASTA SENTIR EL LEVE PICOR DE LOS PELOS DE SU VULVA. FUE UNA SENSACION INCREIBLE. SEGUI PRESIONANDO SOBRE LA TELA, HASTA QUE SENTI LOS CONTORNOS DE SUS LABIOS VAGINALES, LOS QUE RECORRI LENTAMENTE, MUY LENTAMENTE, CASI IMPERCEPTIBLEMENTE.

UN LEVE MOVIMIENTO DE PARTE DE ELLA ME PARALIZO, POR LO QUE DETUVE MIS MOVIMIENTOS, SIN ATREVERME A RETIRAR MI MANO POR TEMOR A QUE AL HACERLO RESULTARA UN MOVIMIENTO BRUSCO QUE LA DESPERTARA.

CONTUVE EL ALIENTO, ABRAZADO A ELLA COMO SI ESTUVIERA DURMIENDO PROFUNDAMENTE. PERO MI MANO Y MI VERGA DEMOSTRABAN LO CONTRARIO.

AL CABO DE UN RATO EN QUE ME PARECIO QUE HABIA DESPERTADO Y SE HABIA DADO PERFECTA CUENTA DE LA SITUACION, SENTI CON ALIVIO QUE SU RESPIRACION VOLVIA A SER ACOMPASADA, SEÑAL INEQUIVOCA DE QUE ESTABA EN LOS BRAZOS DE MORFEO MUEVAMENTE.

VOLVI A PRESIONAR SOBRE SU CALZON Y LA PICAZON DE SUS PELOS SE ACENTUO SOBRE MIS DEDOS. INTENTE TOCAR CON LA PALMA DE MI MANO PERO EL HECHO DE QUE ELLA TUVIERA UNA PIERNA ENCOGIDA SOBRE LA OTRA ME LO IMPEDIA, YA QUE NO ALCANZABA MI BRAZO HASTA AHÍ, POR LO QUE ME CONTENTE CON SEGUIR PASANDO MIS DEDOS SOLAMENTE POR SOBRE SU CALZON, RECORRIENDO SUS LABIOS VAGINALES EN LA REDUCIDA ZONA DE MOVIMIENTO A QUE TENIA ACCESO.

DE PRONTO ELLA SE ACOMODO Y EN SU MOVIMIENTO LA PIERNA ENCOGIDA SE ESTIRO PARALELA A LA OTRA, CON LO QUE MI MANO PODIA LLEGAR SIN PROBLEMAS A LA ZONA DESEADA. QUEDE HELADO, PUES AHORA TENIA SU CALZON ENTERO PARA MI.

PUSE LA PALMA DE MI MANO SOBRE EL CALZON Y CON ELLA CUBRI TODO EL PAQUETE QUE FORMABA SU VULVA Y SUS BELLOS PUBICOS, PRODUCIÉNDOME UNA SENSACION EROTICA INCREIBLE, AL PUNTO QUE MI VERGA SE PEGO MAS AUN A SU TRASERO.

LENTAMENTE, SUAVEMENTE, CON MI MANO LIBRE, SUBI LA ENAGUA DE MI MADRE HASTA DEJAR FRENTE A MI SOLAMENTE SU CALZON, QUE SE HUNDIA ENTRE LAS REDONDECES DE SUS NALGAS. CON LA MISMA MANO SAQUE MI VERGA Y LA ACERQUE HASTA PONERLA ENTRE LOS DOS PEDAZOS DE CARNE, POR DEBAJO DEL BULTO QUE FORMABA SU CALZON CUBRIENDO SU VULVA.

EMPECE A PRESIONAR SUAVEMENTE, DE MANERA QUE ELLA NO SE DIERA CUENTA DE LO QUE SUCEDIA EN SU RETAGUARDIA, EN TANTO MI OTRA MANO TOMABA SU CALZON Y LO HACIA A UN LADO LENTAMENTE, CON LA INTENCION DE TOCAR SU VULVA.

NO SIN CIERTA DIFICULTAD LOGRO HACER A UN LADO UN COSTADO DEL CALZON Y UNO DE MIS DEDOS SE INTRODUJO ENTRE LOS PELOS DE SU VULVA HASTA ALCANZAR LA ENTRADA DE SU GRUTA, EN TANTO MI PENE AUMENTABA LA PRESION TRASERA.

MI MADRE SE REVOLVIO BRUSCAMENTE Y SE ACOMODO NUEVAMENTE, ESTA VEZ PONIENDO DISTANCIA ENTRE AMBOS Y APROVECHANDO DE BAJAR LA ENAGUA HASTA QUE CUBRIERA LAS ZONAS QUE HABIA ESTADO EXPLORANDO. UN FRIO INTENSO, PRODUCTO DE LA SORPRESA, SE APODERO DE MI Y ME DI VUELTA HACIÉNDOME EL DORMIDO, EXPECTANTE DE LA REACCION DE MI MADRE POR MIS CORRERIAS INTIMAS.

PERO ELLA NO DIJO NADA Y SIGUIO DURMIENDO, COSA QUE YO TAMBIEN HICE AL CABO DE UN RATO.

MI MADRE NO ME INVITO MAS A DORMIR CON ELLA, PERO NUNCA ME DIJO NADA ACERCA DE LO SUCEDIDO ESA NOCHE, POR LO QUE QUEDE CON LA DUDA DE SI SE HABIA DADO CUENTA DE MIS EXPLORACIONES NOCTURNAS.

PERO ESA EXPERIENCIA ME SIRVIO TIEMPO DESPUES PARA LOGRAR LOS FAVOR DE MI HERMANA CLAUDIA.

FUE UNA TARDE DE VERANO, MIENTRAS HACIAMOS LA SIESTA. ESTABAMOS LOS DOS SOLOS EN CASA Y ELLA ESTABA DURMIENDO CUANDO LLEGUE Y ME RECOSTE A SU LADO. VESTIA UNA FALDA QUE LE LLEGABA A LA ALTURA DE SUS RODILLAS Y REMATABA CON UNA BLUSA DE TELA SUAVE, CUYOS BOTONES SUPERIORES ESTABAN DESABROCHADOS.

NO ME DIJO NADA CUANDO ME ACOSTE A SU LADO Y SE ACOMODO EN POSICION FETAL PARA CONTINUAR DURMIENDO, PONIÉNDOSE DE ESPALDAS A MI.

AL VERLA EN ESA POSICION ME HIZO RECORDAR LO SUCEDIDO CON MI MADRE EN SU CAMA Y UN DESEO IRREFRENABLE POR MI HERMANA SE APODERO DE MI.

ME PUSE A SU LADO Y UNA DE MIS MANOS SE PUSO EN SU HOMBRO, INOCENTEMENTE, MIENTRAS MANTENIA MI PELVIS A PRUDENTE DISTANCIA. AL CABO DE UN RATO MI MANO CAMBIO DE POSICION Y MI BRAZO DESCANSO A LA ALTURA DE SU CINTURA, CON LO QUE ESA MANO, CASUALMENTE, QUEDO A LA ALTURA DE SU ENTREPIERNA.

POCO A POCO, COMO LO HICIERA CON MI MADRE, LA MANO SE FUE ACERCANDO A SU VIENTRE, DONDE DESCANSO UN MOMENTO, MIENTRAS MI RESPIRACION PARECIA LA DE ALGUIEN DURMIENDO PROFUNDAMENTE.

MI MANO EMPEZO A PRESIONAR SOBRE LA TELA DEL VESTIDO Y A BAJAR CON LENTITUD PARA NO DESPERTAR SOSPECHAS EN ELLA. CADA CENTIMETRO QUE AVANZABA ME HACIA SENTIR COMO SI HUBIERA LLEGADO A MI OBJETIVO Y MI EXCITACIÓN IBA IN CRECENDO, POR LO QUE MI VERGA AUMENTABA SUS DIMENSIONES.

FINALMENTE, AL CABO DE VARIOS MINUTOS, MI MANO LLEGO A LA ALTURA DE SU VULVA, PERO NO ME FUE POSIBLE TOCARLA DEBIDO A LA POSICION EN QUE MI HERMANA SE ENCONTRABA, LA QUE DEJABA MI MANO EN EL AIRE SIN POSIBILIDADES DE ALCANZAR EL OBJETO DE MIS DESEOS.

DEFRAUDADO, SAQUE LA MANO Y LA BAJE HASTA EL PIE DE SU FALDA, LA QUE EMPECE A LEVANTAR LENTAMENTE, MUY LENTAMENTE. Y A CADA CENTIMETRO QUE LA SUBIA, SUS PIERNAS ME IBAN REVELANDO SUS ENCANTOS POSTERIORES, HASTA QUE LA PARTE TRASERA DE SUS MUSLOS APARECIERON A MI VISTA EN TODO SU ESPLENDOR.

SAQUE MI VERGA Y LA LLEVE A SUS MUSLOS, CON LA INTENCION DE PONERLA ENTRE SUS CARNES, PARA LO CUAL LA EMPUJE MUY SUAVEMENTE PARA QUE SE RECOSTARA SOBRE EL PECHO Y ASI TENER MEJOR ACCESO A SUS PARTES POSTERIORES.

Y AHÍ ESTABA CLAUDIA, MOSTRÁNDOME SUS NALGAS EN TODA SU DIMENSION Y YO CON MI VERGA DISPUESTO A PONERLA ENTRE ELLAS.

PERO TODO EL ESPECTACULO SE VINO AL SUELO PUES CLAUDIA SE ESTIRO DE BRAZOS Y DANDO UN LARGO BOSTEZO SE LEVANTO DANDO POR TERMINADA SU SIESTA, EN TANTO YO INTENTABA OCULTAR MI VERGA.

SALIO DE LA PIEZA SIN SIQUIERA MIRARME, POR LO QUE NO SE DIO CUENTA DE QUE TENIA SUS NALGAS AL AIRE Y QUE MI VERGA ESTABA PRESTA A PONERSE ENTRE ELLAS. SIMPLEMENTE SE LEVANTO, SALIO Y EL RUIDO DE SUS PASOS ME INDICO QUE BAJABA LA ESCALA RUMBO A LA COCINA.
LOCO DE DESEO Y DE FRUSTRACION Y SIN ESPERAR A IR AL BAÑO, TOME MI VERGA EN LA MANO Y EMPECE UNA MASTURBACION FURIOSA BUSCANDO CALMAR MIS DESEOS.

PERO NI SIQUIERA LA POSIBILIDAD DE UNA SATISFACCION MANUAL ME ESTABA PERMITIDA PUES UN GRITO DE MI HERMANA DESDE EL PRIMER PISO LLAMÁNDOME ME HIZO INTERRUMPIR MI ACTIVIDAD ONANISTA Y ACUDIR PRESUROSO A LA COCINA.

“¿QUÉ PASA? ¿QUÉ TE SUCEDE?”

LE PREGUNTE APENAS LLEGUE A LA COCINA, DONDE MI HERMANA ESTABA SUBIDA EN UN TABURETE INTENTANDO BAJAR ALGO DE LA DESPENSA.

“SUJÉTAME EL PISO, POR FAVOR, QUE CREI QUE ME CAIA”

ME ACERQUE A AYUDARLA Y ME ENCONTRE EN LA DELICIOSA POSICION DE TENER LAS PIERNAS DE MI HERMANA A LA ALTURA DE MI CARA. SUBI LA VISTA PARA MIRAR POR DEBAJO DE SU FALDA Y PUDE CONTEMPLAR SUS MUSLOS Y FINALMENTE. . . SU VULVA DESNUDA.

“¿QUÉ TAL, TE GUSTA LO QUE VES?”

SORPRENDIDO, NO ATINE A ARTICULAR PALABRA Y MIRABA EMBOBADO LAS DOS COLUMNAS DE PIEL DE MI HERMANA Y LA MATA DE PELO RODEANDO SUS LABIOS VAGINALES.

“¿CREES QUE NO ME DI CUENTA DE TUS INTENCIONES?”

Y BAJO DEL TABURATE, PONIÉNDOSE FRENTE A MI, MUY CERCA DE MI.

“ME GUSTA LLEVAR A MI LA INICIATIVA. ME DESAGRADA QUE ME MANEJEN”

DIJO CON VOZ AUTORITARIA, MIENTRAS SU MANO BAJABA A MI ENTREPIERNA Y PRESIONABA MI INSTRUMENTO.

“ASI QUE LAS COSAS SE HARAN A MI MANERA, ¿CORRECTO?”

YO, MUDO, AUN NO PODIA DECIR PALABRA.

“¿ACEPTAS LAS COSAS ASI, SI O NO?”

SU MANO ABRIO MI PANTALON Y SACO A LA LUZ MI VERGA, QUE LUCIA ESPLENDOROSA CON SUS VENAS CARGADAS DE SANGRE.

“GUAUUU, ESTAS MUY BIEN DOTADO HERMANITO”

SE SENTO EN EL TABURETE Y AGACHANDO LA CABEZA HUNDIO EN SU BOCA TODO EL TROZO DE CARNE QUE TENIA PARA ELLA.

CHUPO CON SUAVIDAD, LENTAMENTE, DE MANERA QUE MI PENE ENTRABA Y SALIA CON LENTITUD DE SUS LABIOS. ELLA NO DECIA NADA, SOLAMENTE CHUPABA Y GEMIA.

“MMMMMHHHHHHH, MMMMHHHHH”

TOMÁNDOME DE SU CABEZA EMPECE A SEGUIR SUS MOVIMIENTOS DE METE Y SACA, LOS QUE PRONTAMENTE SE FUERON HACIENDO MAS LIGEROS. PERO ELLA SE DETUVO.

“NO ACABES AUN. TE QUIERO ADENTRO”

ME TOMÓ DE LA MANO Y ME LLEVO AL LIVING, DONDE SE LEVANTO LA FALDA, SE PUSO EN CUATRO PATAS Y ME ORDENO QUE ME PUSIERA ENCIMA SUYO, COSA QUE OBEDECI AL INSTANTE. CUANDO MI INSTRUMENTO ESTABA CERCA, LO TOMO EN SU MANO Y LO LLEVO A SU VULVA, DE MANERA QUE ADOPTARAMOS LA POSICION CONOCIDO COMO “A LO PERRITO”.

“EMPUJA CON GANAS, YA”

Y YO, SIEMPRE A SUS ORDENES, LE METI COMPLETAMENTE MI VERGA, MIENTRAS ELLA ECHABA EL CUERPO HACIA ATRÁS, PEGANDO CON SUS NALGAS EN MI INGLE, LO QUE AUMENTABA MAS AUN LA SENSACION QUE ME DABA EL METER Y SACAR LA VERGA DE SU CUEVA DE AMOR.

“MAS, MAS, DALE, MAS, MAS”

REPETIA Y SUS MOVIMIENTOS SE HACIAN CADA VEZ MAS RAPIDOS, APRETANDO SUS NALGAS Y RETIRÁNDOLAS, MIENTRAS MIS BOLAS PEGABAN EN SU VULVA CUANDO MI VERGA ESTABA COMPLETAMENTE HUNDIDA.

“YA, YA VIENA, YA, YA”

Y EL RITMO DE SUS MOVIMIENTOS SE HIZO FRENETICO, AL PUNTO QUE ME FUE IMPOSIBLE SEGUIRLA Y DEJE QUE ELLA HICIERA TODO EL TRABAJO, MANTENIÉNDOME QUIETO MIENTRAS CLAUDIA METIA Y SACABA MI VERGA DE SU VAGINA AL COMPAS DE SUS NALGAS QUE RETROCEDIAN Y AVANZABAN AL ENCUENTRO DEL PEDAZO DE CARNE QUE APARECIA Y DESAPARECIA DE ESCENA.

“RICOOOOO, RICOOOOOOO, YAAAAAAAAAAAA”

AGOTADAS SUS FUERZAS, MI HERMANA SE HECHO AL SUELO, CON LO QUE MI VERGA SALIO DE SU CUEVA AUN EN PIE DE GUERRA.

PASADO UN MOMENTO, Y AL PERCATARSE DE QUE YO AUN NO ACABABA, CLAUDIA SE PUSO DE ESPALDAS, ENCOGIO SUS PIERNAS Y LAS ABRIO, OFRECIÉNDOME SU VAGINA.

“MÉTEMELA, PENÉTRAME”

SIN HACERME ESPERAR, ME PUSE SOBRE ELLA Y LE HUNDI MI TROZO DE CARNE, QUE SE PERDIO EN SU GRUTA DE AMOR SIN NINGUNA DIFICULTAD, AYUDADO POR LOS EFLUVIOS DE SU CLIMAX RECIENTE.

“QUIERO MAS, DAME MAS, YA, YA”

REPETIA MIENTRAS SUS PIERNAS SE ELEVABAN Y RODEABAN MIS ESPALDAS, ELEVANDO Y BAJANDO SU CUERPO EN BUSCA DE MI INSTRUMENTO, QUE LE HUNDIA Y SACABA FRENETICAMENTE. MIS MOVIMIENTOS SE HICIERON CADA VEZ MAS RAPIDOS Y SENTI QUE EL CLIMAX ERA CERCANO.

ELLA SE DIO CUENTA DE LO QUE SUCEDERIA Y EXCLAMO:

“ESPERA, ESPERA, TENGO QUE ACABAR YO PRIMERO”

Y APURO SUS MOVIMIENTOS MIENTRAS HACIA ESFUERZOS PARA DILATAR EL FINAL QUE PARECIA INEVITABLE. AL CABO DE UNOS SEGUNDOS, MI HERMANA SE AGITO CONVULSIVAMENTE Y SUS BRAZOS SE HUNDIERON EN MI COSTADO, EN TANTO QUE SUS PIERNAS PERDIAN FUERZAS Y SUS GRITOS DE GATA EN CELO ME INDICABAN QUE YA PODIA DAR RIENDA SUELTA A MI PROPIO ORGASMO PUES ELLA HABIA CONSEGUIDO EL SUYO.

“YAAAAAA, RICOOOOOOO, RICOOOOOOOO, YAAAAAAAAAAGGGGHHHHH”

“SIIIIIIIII, MIJITA, RICOOOOOOOOOOOOO”

NOS RECOSTAMOS UNO AL LADO DEL OTRO, CON NUESTROS PECHOS AGITADOS POR LA RESPIRACION DESCONTROLADA, PRODUCTO DEL ORGASMO RECIENTE.

RECUPERADO EL ALIENTO Y MIENTRAS YO SEGUIA ACOSTADO EN LA ALFOMBRA, MI HERMANA SE LEVANTO Y DESPRENDIÉNDOSE DE TODA LA ROPA, SE ME PRESENTO COMPLETAMENTE DESNUDA, MOVIENDO SU CUERPO DE MANERA SENSUAL MIENTRAS CON UNA SONRISA PICARA LEVANTABA SUS BRAZOS Y SOLTABA SU PELO, QUE CAYO SOBRE SUS HOMBROS COMO UNA CASCADA.

“SOY RICA, ¿NO ES CIERTO?”

DECIA Y SEGUIA MOVIÉNDOSE CON SENSUALIDAD.

“¿QUÉ TAL MI CUERPO?”

Y DOBLANDO SUS RODILLAS ACERCO SU CUERPO A MI CARA, QUE A ESAS ALTURAS TENIA NUEVAMENTE MI INSTRUMENTO EN RISTRE, DISPUESTO AL COMBATE.

“¿QUIERES HACERLO OTRA VEZ?”

“SI”

DIJE EN UN HILO DE VOZ MIENTRAS SU CINTURA SE MOVIA FRENTE A MI.

“TE AGUANTAS, PORQUE AHORA YO NO QUIERO”

Y ACERCO SU CUERPO A MI DE MANERA QUE SU VAGINA ESTABA MUY CERCANA A MI BOCA.

“¿TE GUSTARIA METÉRMELO?”

“SI”

“PERO YO NO QUIERO. ¿QUÉ HARÁS ENTONCES?”

Y SE LEVANTO, ALEJÁNDOSE PERO SIEMPRE MOVIENDO SU CINTURA.

“¿QUÉ HARÁS?”

MI INSTRUMENTO SEGUIA PARADO POR EFECTO DE LA EXCITACIÓN Y YO LO TOME CON UNA DE MIS MANOS MIENTRAS CONTINUABA OBSERVANDO LOS MOVIMIENTOS DE MI HERMANA.

CUANDO ELLA VIO QUE TOMABA MI VERGA CON UNA MANO, ELLA LLEVO UNO DE LAS SUYAS A SU VAGINA Y EMPEZO A ACARICIARCELA, MIENTRAS SUS OJOS PERMANECIAN FIJOS EN MI TROZO DE CARNE.

COMPRENDI LO QUE ELLA DESEABA Y EMPECE A MOVER LA PIEL DE MI VERGA DE ARRIBA ABAJO, LENTAMENTE, DE MANERA QUE PARECIA UNA PAJA EN CAMARA LENTA.

“¿ESO ES LO QUE QUERIAS?”

PREGUNTE MIENTRAS EL CUERO DE MI VERGA BAJABA DEJANDO AL DESCUBIERTO LA RED DE VENAS ENCHIDAS DE ENERGIA QUE RECORRIAN EL TROZO DE CARNE.

“¿TE GUSTA?”

PREGUNTO ELLA MIENTRAS UNO DE SUS DEDOS SE INTRODUCIA EN SU VAGINA Y SU LENGUA JUGUETEABA EN SU BOCA.

“PÁRATE Y PAJÉATE FRENTE A MI”

ME PIDIO CON TONO IMPERIOSO Y CON MI VERGA EN LA MANO Y SIN DEJAR DE PAJEARME, ME LEVANTE Y ME PLANTÉ FRENTE A MI HERMANA, QUE A ESTAS ALTURA TENIA DOS DEDOS METIDOS EN SU CUEVA.

LEVANTO SU ROSTRO CON LOS OJOS CERRADOS Y CON SU MANO LIBRE TOMO UNO DE SUS SENOS QUE LLEVO A SUS LABIOS, EN TANTO LOS MOVIMIENTOS EN SU VAGINA SE HACIAN MAS INTENSOS. YO, POR MI PARTE, SEGUIA CON MI PAJA LENTAMENTE, NO QUERIENDO PERDERME DETALLE DEL ESPECTACULO QUE ME REGALABA MI HERMANA.

“PÁRATE, NO SIGAS”

CASI COMO UN GRITO, SU ORDEN ME GOLPEO Y AUTOMATICAMENTE DETUVE EL MASAJE SOBRE MI TROZO DE CARNE.

“NO SIGAS HACIÉNDOTE LA PAJA”

EN EL TONO DE SU VOZ COMPRENDI QUE TENIA PLANES QUE NO QUERIA PARTICIPARME, POR LO QUE PREFERI SEGUIRLE LA CORRIENTE.

“AGÁCHATE. DE RODILLAS”

Y MIS PIES SE DOBLARON HASTA QUEDAR DE RODILLAS FRENTE A MI HERMANA, QUE SEGUIA CON SUS DEDOS EN SU VULVA Y CHUPABA UNO DE SUS SENOS.

DE PRONTO SUS DEDOS SALIERON DE SU VULVA Y SE AGARRO DE MI CABEZA.

“CHUPA, YA, CHUPA”

Y PUSO SU VAGINA EN MI BOCA, LA QUE SE ABRIO PARA RECIBIR SUS LABIOS, POR LOS QUE INTRODUJE MI LENGUA QUE RAUDA IBA EN BUSCA DE SU CLITORIS.

“MIJITO, ¡QUÉ RICO!”

Y PRACTICAMENTE SENTADA SOBRE MI CARA ME SOLTO UN CHORRO DE JUGOS VAGINALES QUE SE ESCURRIERON DE MI BOCA HASTA LLEGAR AL SUELO, EN TANTO SUS GRITOS SE HACIAN DESCONTROLADOS.

“RICOOOOOOO, MIJITO, RICOOOOOOO, AGGGHHHHH”

CON SUS JUGOS AUN ESCURRIENDO DESDE SU VAGINA, SE SENTO EN LA MESITA DEL TELEFONO Y ME HIZO SEÑAS PARA QUE ME ACERCARA.

NO NECESITABA QUE DIJERA NADA PARA COMPRENDER SUS INTENCIONES Y AHÍ, AL BORDE DE LA MESITA, TOME SUS NALGAS ENTRE MIS MANOS, ME ACOMODÉ ENTRE SUS PIERNAS Y LE HUNDI MI VERGA HASTA EL FONDO.

MIENTRAS MI INSTRUMENTO ENTRABA Y SALIA DE SU CUEVA, CLAUDIA ME ABRAZÓ Y BUSCANDO MI BOCA METIO SU LENGUA QUE SE REVOLVIÓ CON DESESPERACION EN LA MÍA.

“MMMMMMMHHHHH, MMMMMMMMMHHHHH”

Y ENTRE BESOS CON LENGUA Y ABRAZOS NOS LLEGO EL ORGASMO NUEVAMENTE, EL QUE ELLA COMPLETO CON GRITOS DE GOCE:

“RICOOO, RICOOO, MIJITO RICO, YAGHHHHHH”

YA CALMADO NUESTROS DESEOS, NOS VESTIMOS Y FUIMOS A SENTARNOS AL LIVING.
“NO IMAGINE QUE TE PORTARAS TAN BIEN, RICARDO”

“GRACIAS”

“EN LA CAMA YO ESTUVE DESPIERTA EN TODO MOMENTO Y QUERIA SABER HASTA DONDE LLEGARIAS”

“ENTONCES, ¿POR QUÉ TE LEVANTASTE?”

“TEMIA QUE QUISIERAS IRTE POR EL CAMINO EQUIVOCADO”

“¿CAMINO EQUIVOCADO?”

“YA LO SABRAS. EN TODO CASO, ME GUSTA SER YO QUIEN MANEJA LAS ACCIONES”

“¿PODRIAMOS VOLVER A HACERLO EN OTRA OPORTUNIDAD?”

“CREO QUE SI”

“¿CUÁNDO?”

“¿QUEDASTE CON GANAS?”

“SI”

“LOS MARTES EN LA TARDE PODRIAN SER NUESTROS, YA QUE QUEDAMOS SOLOS”

“YA, PUES”

“PERO POR NINGUN MOTIVO DIGAS NADA A NADIE, ¿YA?”

“SI”

“ENTONCES EL PROXIMO MARTES TENDREMOS OTRA SESION PRIVADA, HERMANITO”

LEVANTÁNDOSE SE APOYÓ EN MI ENTREPIERNA Y DIO UN ULTIMON APRETON A MI VERGA, EN SEÑAL DE CONTENTAMIENTO POR LA LABOR CUMPLIDA.

ME QUEDÉ FELIZ SABOREANDO EL RECUERDO DE LOS INSTANTES QUE HABIAMOS PASADO CON MI HERMANA, EN QUE SI BIEN ELLA FUE LA QUE LLEVABA LAS RIENDAS, ME PERMITIÓ APRENDER MAS DE LAS MUJERES. 

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Adulterio Incontrolado

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Han pasado casi tres años pero recuerdo perfectamente cada detalle el día que vino a nuestra casa un buen amigo de mi ex-novio Roberto que se llamaba Miguel. Se presentó casi de repente, pues sin haber avisado nos llamó desde el aeropuerto. Resulta que ambos habían estudiado juntos en la universidad y hacía más de 3 años que no se veían. Según me contó Roberto, eran dos grandes amigos que vivieron muchas cosas juntos.
Fuimos a buscarle al aeropuerto y cuando Roberto me señaló quien era cuando bajaba la escalerilla del avión, me quedé estupefacta. Era un chico no muy alto, pero muy muy atractivo, moreno de piel, con barba muy corta y cuidada, pelo arrubiado, con un cuerpo bien formado y muy musculoso, unos ojos negros muy penetrantes y unos labios que pedían ser devorados. Llevaba unas gafas de sol y vestía una camiseta blanca y unos vaqueros ajustados que remarcaban un hermoso "paquete".
Al acercarse, pude notar en un primer instante como me sentía atraída por él. Cuando estuvo a nuestro lado, se quitó las gafas de sol y me dedicó una linda sonrisa. No pude evitar un estremecimiento por todo mi cuerpo y como los latidos de mi corazón se aceleraban. Que tonta, nunca me había pasado nada parecido con solo mirar a un chico.
- "Hola tío, ¿como te va?" - le dijo Roberto mientras se daban un abrazo.
- "Tirando" - contestó Miguel con una voz ronca que me resultó muy varonil.
Despues Roberto nos presentó, nos dimos dos besos y mi piel se puso de gallina, noté como un chispazo. Le sonreí y el me guiñó un ojo.
Yo llevaba un vestido corto que enseñaba mis piernas y mi escote y él no dejó de observar toda mi anatomía. Llegamos a casa, nos pegamos todos una ducha (por separado), pues el día era muy caluroso, decidimos ponernos comodos y me vestí con una camiseta fina de tirantes, sin sostén y un pantalón gris de algodón que utilizo para hacer gimnasia muy ajustado, de esos que se adaptan al cuerpo. Miguel bajó con una camiseta sin mangas y un pantalón de deporte corto. Tenía un cuerpo magnífico muy musculoso y todo el cuerpo lleno de vello rubio, estaba buenísimo. Cuando nos vimos nos observamos de arriba a abajo, los dos nos gustábamos mutuamente y lo notábamos, no sé si Roberto se dio cuenta pero no nos quitábamos ojo de encima.
Durante toda la velada nuestras miradas se cruzaban y observábamos nuestros cuerpos, los dos nos ibamos excitando más y más.
Los chicos empezaron a contarse aventuras durante un buen rato, pues como decía no se veían desde hacía mucho tiempo, hablaron de todo un poco, incluso de sus muchas aventuras con las chicas. Preparé unos canapés y unas cervezas y charlamos hasta bien entrada la noche. Su conversación era muy divertida, ya que era muy simpático, además no se hacían aburridas sus historias de estudiantes tal y como él las contaba. Preparé una cena sencilla y mientras Roberto ponía la mesa, Miguel se acercó a la cocina para "ayudarme".
- ¿sabes que eres una rubia impresionante?. - me dijo al oído sin cortarse un pelo.
Me quedé un poco extrañada por su descaro, pero tampoco le di demasiada importancia, pues me gusta que me digan cosas bonitas, sobretodo viniendo de un chico tan atractivo como aquel.
- Gracias - contesté con cierto rubor.
- En serio, eres una mujer preciosa, me encantas. - volvió a decirme cuando me agarraba por la cintura.
Aquello se estaba convirtiendo en un problema y tuve que cortarlo de inmediato.
- Anda, ayúdame a llevar estos platos al comedor. - le dije para evitar problemas.
Cenamos los tres, entre bromas y charlas sobre sus aventuras en la universidad. A las 12 de la noche nos fuimos a dormir. Recuerdo como esa noche Roberto y yo echamos un polvo monumental, ya que yo me había excitado mucho durante todo el día. Me sentía extraña, como si me hubieran sorbido el seso, estaba totalmente "enganchada" de Miguel.
El día siguiente era domingo y nos dedicamos a enseñar a Miguel toda la ciudad y sus alrededores. Fuimos viendo la parte antigua y despues las zonas más turísticas. Como Miguel es fotógrafo profesional y trabaja para una agencia de publicidad no paró de hacer fotografías de todo. Después nos fuimos a comer a un restaurente muy acogedor. La tarde la dedicamos a visitar algún museo y a ver escaparates por la ciudad. Por la noche, despues de cenar, salimos a tomar unas copas por la zona de ambiente y llegamos a casa sobre las 2 de la madrugada. No podía evitar mirar a Miguel cada dos por tres, me encantaba todo de él, sus movimientos, su forma de hablar, su expontaneidad y desde luego su impresionante físico. Esa noche Roberto y yo volvimos a hacer el amor con ganas, pues Miguel me encantaba y había conseguido que me pusiera algo mojadita en más de una ocasión con sus miradas o sus gestos hacia mi.
A la mañana siguiente yo me estaba duchando, cuando noté que alguien me espiaba detrás de la mampara de la ducha, cuando salí toda confianda creyendo que se trataba de Roberto, me quedé de piedra al ver a Miguel. Me vió desnuda durante un par de segundos, hasta que me tapé con una toalla rapidamente, por lo que creo apenas tuvo tiempo de verme bien.
- ¡ Miguel, por favor ! - le dije haciendole entender que saliera del baño cubriéndome con la toalla.
- Perdona, no me dí cuenta. - dijo como respuesta poco creible, mientras sonreía, al mismo tiempo que cerraba la puerta tras de si.
Él sabía de sobra que era yo la que estaba en la ducha, asi que no podía disimular, y lo peor de todo es que Roberto estaba en el cuarto contiguo, supongo que dormido y me imagino que se hubiera mosqueado bastante si le hubiera pillado allí, pero Miguel era un tío con mucha cara. Debo reconocer que yo me sentía muy atraída por él a pesar de eso.
Cuando estaba en mi cuarto secándome y Roberto seguía dormido, Miguel entró en el cuarto nuestro sin llamar a la puerta, asomando la cabeza. Otra vez me pilló en pelotas, aunque me di la vuelta en seguida :
- Oye no encuentro las toallas ¿Puedes darme una? - me dijo.
- Si claro, ahora voy. - dije tapándome otra vez con la toalla.
Me puse un albornoz y salí tras él en dirección al baño para decirle donde estaban las toallas. Nada más salir de mi habitación, me volví a quedar helada, ya que Miguel estaba completamente desnudo esperandome en el pasillo.
- Oh, perdona, no sabía... - dije algo ruborizada.
- No te preocupes, no tengo nada raro ¿no?.
No contesté, no sé que me pasó, pero no le quité la vista de encima, podía haber vuelto la cabeza, en cambio no lo hice. Miguel era un chico perfecto, con una cara que me encantaba y un cuerpo muy musculoso, se notaba que hacía deporte, tenía dos fuertes brazos, unos muslos muy anchos, un torso bien marcado al igual que sus abdominales, unas manos muy bonitas y una polla que aunque en reposo, me pareció bastante grande y hermosa. Tenía el pecho cubierto de pelo rubio, igual que sus brazos y piernas. Él se dió la vuelta y caminó en dirección al baño y yo le seguí, sin perderme detalle de su preciosa anatomía: grandes espaldas, un cuerpo muy bien proporcionado y un culo duro y apetitoso que temblaba a cada paso que daba delante mío. Me fuí excitando por momentos, pues no se ven tios así todos los días.
Entré en el baño y allí estaba esperándome de nuevo de frente, a pocos centímetros de mí tal y como su madre le trajo al mundo. Mi corazón se iba acelerando y podía notar las gotas de sudor en mi espalda, las piernas me flojeaban, mis mejillas ardían... Seguí observándole medio atontada, sobretodo sus atributos, que me parecieron muy bonitos. Un sonrosado glande sobresalía de la piel de su pene, bastante grueso, a pesar de estar fláccido. Tenía su miembro rodeado de un vello arrubiado casi rojizo, así como todo el vello de su cuerpo. Las gotas de agua se resbalaban por su piel. Su pelo mojado, su hombros brillantes y una gota se deslizaba desde su ombligo hasta llegar a la punta de su glande, quedándose allí como invitándome a que la secara con mi lengua. Pero ¿que me estaba pasando? ¿estaba fuera de mi?, pero si mi chico estaba en el cuarto de al lado, ¿había perdido la consciencia?, ¿estaba hipnotizada por ese chico?, desde luego no era dueña de mis actos. El caso es que no cambié en mi actitud de observarle con detenimiento, todo lo demás no parecía importarme en ese momento.
- ¿Te has quedado un poco sorprendida? - me preguntó.
Volví a la realidad, tras oir su pregunta.
- Si, lo cierto es que no esperaba verte así...
- ¿desnudo?
- Si.
- Bueno es algo natural, al menos a mi me lo parece ¿no?
- Si, pero...
- ¿Acaso no te gusta verme así?
- No, pero es que...
- ¿No te gusto?
- Si, claro, osea, quiero decir no, perdona... mira, aqui están las toallas. - le dije muy nerviosa.
Me puse colorada como un tomate, le di las toallas y salí como un cohete de allí. Al llegar a mi cuarto, me apoyé en la puerta intentado recuperar la respiración y mis pulsaciones que sin duda se habían puesto a más de 100. Roberto seguía durmiendo. Me despojé del albornoz y mis pezones estaban duros como piedras, al tocarme uno de ellos noté un escalofrío por todo mi cuerpo. Al acariciar mi cintura, notaba en mi sexo los latidos de mi corazón, me palpé la rajita y estaba muy húmeda. Me había puesto cachonda de ver a Miguel desnudo y la situación de haberse producido estando Roberto tan cerca, creo que me excitó aún más. Introduje un dedo en mi chochito y comencé a masturbarme de espaldas a Roberto. Mi respiración se aceleraba, pero no quería hacer demasiado ruido para no despertarle. Me senté en el borde de la cama y continué tocándome las tetas y metiéndo un dedo en mi mojado sexo, hasta que pronto me vino un orgasmo prolongado, lo que me hizó soltár algún gemido, aunque procuré apagarlos tapando mi boca con el albornoz . Me había masturbado pensando en Miguel y mis pensamientos me ofuscaban pensando en hacer el amor con él, en sentirme atrapada entre sus potentes brazos, en engañar a mi novio y dejarme arrastrar por el placer.
Despues de desayunar, salimos los tres a dar una vuelta y fuimos al mercado a comprar las cosas para la comida, pues Roberto quería obserquiar a su amigo con una buena paella (era su especialidad). Al volver a casa, yo me puse un vestido estampado corto de verano sin mangas , Roberto también se acomodó con unos pantalones cortos y una camiseta y Miguel me sorprendió de nuevo al bajar al comedor con tan solo su bañador, mostrándome su desnudo y atlético torso.
- ¡ Que sexy estás con ese vestido ! - me piropeó.
- Gracias. - contesté agradecida, aunque mi pulso comenzó de nuevo a acelerarse.
Mientras Roberto preparaba la paella, Miguel y yo poníamos la mesa. En un momento, cuando yo estaba estirada apoyada sobre la mesa colocando los platos, Miguel se pegó a mí por detrás, juntando su pelvis a mi culito, lo que hizo que todo mi cuerpo sintiera un escalofrío. Asi permaneció unos segundos y yo no hice nada durante ese tiempo, me estaba calentando por momentos y me gustaba sentir la dureza de su miembro en mi culo. Como aquello no le pareció suficiente, sus manos agarraron mi cintura y subiendolas lentamente acarició mis pechos por los costados de mi vestido. Fué entonces cuando me separé de él.
- ¿estas loco tío? - le dije con enfado.
- ¿acaso no te ha gustado? - prenguntó con ironía y con cara de vicio.
- Definitivamente, estas loco.
- Vamos preciosa, se que te gusto y que estas cachonda.
Vaya descaro y vaya morro que tenía el tío. Lo cierto es que lo que decía era verdad, estaba muy encendida, casi fuera de mi y lo que más deseaba era ver su polla a tope y sentir sus manos sobre mi piel, meterme su aparato en la boca o sentirle entre mis piernas. Lo sabía el muy cabrón. Pero no podía ser, mi novio estaba en la cocina con la puerta abierta, no podía ser, era una locura.
- Miguel no insistas por favor, ¿quieres que se lo diga a Roberto? - le dije de nuevo a modo de amenaza con la intención de que abandonara su actitud.
- Venga, no seas tonta, es lo que te apetece, niégalo sino...
No lo negué, pero tampoco dije nada. Me apoyé semisentada en la mesa esperando su nueva reacción . Se colocó frente a mi y me preguntó:
- ¿Quieres verme desnudo otra vez?
- No Miguel, por favor, Roberto puede verte...
- Mejor aún, me encanta el morbo de poder ser descubiertos.
- Pero Roberto es mi novio y es tu amigo...
- Y tú eres una preciosidad y te deseo, lo demás no importa, además noto como estás de caliente...¿ no te gustaría ver mi cuerpo otra vez ?
Como lo sabía el muy cabrón, yo estaba caliente, muy caliente. Miguel cumplió sus palabras y se bajó el bañador quedándo nuevamente desnudo frente a mi. Esta vez su polla se mostraba a pleno rendimiento ( y que rendimiento ) , era un aparato más grande de lo normal. Su capullo brillaba igual que mis ojos que no apartaban la vista de él.
Me quedé inmovil, en la misma posición con mi culo apoyado en la mesa del comedor.
- Miguel por favor... - le supliqué aunque en el fondo me maravillaba verle así.
Se acercó hasta mi, me agarró por la cintura, me separó las piernas y se apretujó contra mi, al principio yo me dejaba hacer, no sabía lo que me pasaba, pero no era dueña de mí, la locura había llegado al máximo. ¿o aún no? Se metió entre mis piernas y gracias a la altura de la mesa su sexo quedó a la altura del mío, percibiendo su calor y la dureza de su pene desnudo sobre mi chochito a traves de la tela de mi vestido y mis ya mojadas braguitas. Le separé de nuevo empujándole por el pecho.
- Para ya por favor, Roberto esta ahí mismo...
Por un momento miré a la cocina, aunque mi novio parecía estar muy ocupado con su paella, se le oía trastear con los cacharros. Miguel volvió al ataque pegándose a mi de nuevo y me acariciaba las tetas por encima del vestido y yo evidentemente me entregué a sus caricias, era algo contra lo que no podía luchar y era lo que más deseaba. Comenzó a besarme primero en cortos y suaves besos sobre mis labios y que acabaron siendo apasionados, cuando nuestras lenguas se juntaron en nuestras ardientes bocas. Yo estaba a tope, sin importarme nada, es más, me excitaba mucho la idea de poder ser descubierta por mi novio, y claro, lo que era inevitable es que mi novio tuviera un amigo así, que una no es de piedra y eso Roberto debería saberlo.
Me fue quitando despacio los botones de mi vestido, hasta que mis tetas saltaron fuera de él pues no llevaba sujetador y él siguió con el chupeteo sobre mis tetas pellizcando mis pezones con sus dientes, a mi me encantaba, estaba alucinando, un gusto tremendo me invadía. Después me despojó por completo de mi vestido, quedándo solo con las braguitas. Él parecía estar disfrutando igual que yo con la situación. Se agachó frente a mí e intentó bajarme las bragas. Yo me resistí agarrándolas fuertemente y tirando de ellas hacia arriba.
- No, no, por favor, me vas a desnudar... - le dije en voz baja, sintiendo aquello como algo que no parecía tener remedio.
- Schsssssss - me hizo callar volviendo a bajarme las braguitas lentamente por mis muslos observando detenidamente mi coño.
- Mmmmmm, está bien recortadito como a mi me gusta. Me encanta ese hilillo de pelos alrededor de ese precioso coñito.
No se hizo esperar y metió su cara entre mis piernas devorando literalmente mi sexo, mis ingles, mi clítoris. El gusto me fue en aumento y yo estaba como una moto. Yo abría las piernas inconscientemente para que pudiera llegar mejor a todos los rincones de mi sexo.
Me estaba dando un gusto fuera de lo normal, sus labios jugaban con mi coño y sus manos pellizcaban mis pezones. Se incorporó de nuevo y colocando su polla frente a mi chochito y pasándola arriba y abajo por mi rajita, intentaba ir metiéndomela, pero yo aún sentía cierta culpabilidad a pesar de estar muy caliente y le agarraba por el tronco de su pene separándole de mí.
- No, por favor, no hagas eso, Miguel.
Él insistía e intentaba por todos los medios introducirse en mi interior. Yo seguía resistiéndome y volví a agarrarle de su precioso miembro y empujándole por el pecho.
- No me la metas, por Dios, no, no. - dije nerviosa, aunque lo que más deseaba era tenerla dentro de mi, partiéndome en dos.
Otra vez sus intentos para entrar en mi y otra vez mi resistencia aunque cada vez con menos intensidad.
- No, no, no, Miguel... por favor...
Me insertó de golpe casi la mitad de su poderoso miembro. Yo me moría de gusto.
- Ohhh, Dios, no, no, no.... ohhh, si, si, si.... - gemía yo entrecortadamente.
Volvió hacia atrás sacando casi por entero su enorme polla, hasta introducírmela por completo. Asi permanecimos unos segundos. Sentí un gusto increíble cuando estaba completamente metida y eso que parecía que no me iba a entrar. Miguel me sonrió y comenzó a moverse alante y atrás metiéndomela con fuerza, hasta que sus huevos chocaban contra mí culo. Su enorme miembro se adaptó a mi mejor de lo que esperaba y el tío, además de estar como un tren, follaba de miedo. Sabía mover las caderas como nadie, sabía buscar y proporcionar el máximo placer. Estabamos allí contra la mesa del comedor, sudando con nuestros desnudos cuerpos y mi chico a apenas 5 metros de nosotros. Le agarraba del pelo y le susurré al oido.
- Sii, siiiiii, siiiiiiii, que bien, que bien, que gusto...
No tardé en notar la proximidad del orgasmo cuando volvimos a besarnos y a mordernos los labios, fue entonces cuando el gusto invadió mi cuerpo, llegándo desde mi clítoris hasta cada centímetro de mi piel, viviendo un orgasmo increíble, aunque no podía expresar mis gritos de gozo, ni mis jadeos, pero fue increíble. Al rato Miguel, tras sonreírme otra vez, cerró los ojos, aceleró el ritmo, chocando contra mí con mucha fuerza y de pronto paró en seco con toda su verga dentro de mi, inundándome con su leche. Podía notar como a cada espasmo de su pene, su semen bañaba mis entrañas. Tuvo que apretar su boca contra una de mis tetas y apaciguar el ruido con ella, pues también pareció tener un buen orgasmo.
Nos quedamos unidos un rato, sin saber muy bien lo que me había pasado. Por un lado me sentí en la gloria, pero por otro no podía remediar un sentimiento de culpabilidad y sentirme como una zorra.
- ¿Ya habeis puesto la mesa? -nos preguntó Roberto de pronto desde la cocina.
Aquello me hizo volver a la realidad y precipitadamente contesté.
- Si cariño, ya casi está lista.
A toda prisa volví a ponerme las braguitas y el vestido, pero en cambio Miguel se tomó su tiempo mientras me sonreía y me miraba detenidamente, no parecía importarle nada ni nadie. Al fin se puso el bañador.
Apenas dos minutos despues salió Roberto de la cocina con la paellera entre sus manos. ¡Por los pelos !
Yo apenas pude hablar nada durante la comida, me encontraba mal, me sentía angustiada, abochornada y sucia, en cambio Miguel como si nada, es más, mirándome fíjamente a los ojos y a modo de broma le decía a Roberto:
- Oye, está buenísima, hacía tiempo que no me comía algo tan rico...
Roberto entendió que lo decía por la paella, pero yo sabía que no era eso exactamente a lo que se refería. Insistió con su ironía.
- Que rica está, mmmmmm, esta muy sabrosa,
- ¿Te gusta en serio?
- ¿Que si me gusta?, pero si está de vicio, como sabes cuidarme amigo.
Que sinvergüenza, yo me encontraba echa polvo y él como una rosa, acababamos de hacer algo increíble tan cerca de Roberto, en cambio Miguel estaba restregándoselo a su amigo, aunque éste no se diera cuenta. Sentí odio por él y por mi misma. Me sentí fatal.
Preparé el café y aún me temblaban las piernas, no sé exactamente si por el hecho de haber follado o de haber pecado.
Mientras servía los cafés, Miguel me miraba con descaro las piernas y el escote y Roberto se daba perfecta cuenta, pero no parcecía prestar demasiada importancia a ese hecho, sobretodo porque debía conocer bien a su amigo ¿o quizás no?
Mis pensamientos me torturaban, pues a pesar de sentirme mal por lo que había hecho, deseaba tener un nuevo encuentro con Miguel y que me poseyera de nuevo. Mis sentimientos de culpabilidad se debilitaban para convertirse en unos deseos irrefrenables de volver a hacer el amor con Miguel, había perdido la cordura.
Por la tarde fuimos al cine y yo me senté entre los dos, algo que en principio parecía una casualidad, aunque creo que el instinto me traicionaba, pues sabía que algo iba a pasar y ya lo creo que pasó.
Cuando comenzó la película, de la cual no recuerdo ni el título, Roberto me agarró de la mano y Miguel con cierto disimulo acariciaba mi rodilla con la parte exterior de su mano, poco a poco siguió subiendo su mano hasta la mitad de mi muslo, justo donde comenzaba la tela de mi minifalda. Otra vez noté un escalofrío, mi corazón palpitaba y mis pezones se endurecían. Estaba cometiendo de nuevo un error que podía ser fatal, pero eso era muy excitante y tenía un morbo increíble, era superior a mis fuerzas.
La mano de Miguel llegó a tocar mi teta derecha por encima de mi camiseta y se recreaba con la dureza de mi pezón. Yo miraba de reojo a Roberto pero estaba concentrado en la proyección. Miguel seguía muy atareado con mi teta, pero no parecía tener bastante y su otra mano, esta vez sin tanto disimulo y aprovechando la oscuridad, se coló entre mis piernas que yo entreabrí para facilitarle la labor y continuó subiendo por la parte interior de mis muslos hasta llegar a mis braguitas y acariciar mi rajita, al rozarme el sexo, dí un pequeño respingo, que alertó a Roberto, pero le dije que no me pasaba nada, que me sentía algo mareada. Me levanté y me dirigí al baño con una calentura de campeonato.
- ¿Te acompaño? - me preguntó mi novio.
- No cariño, no hace falta, enseguida vuelvo.
Al llegar a los servicios me miré al espejo, mis mejillas estaban coloradas, me lavé con abudante agua fria para apagar mi calor. Todo mi cuerpo ardía y no tenía agua suficiente para enfriarlo. Mientras observaba mi cara en el espejo me repetía una y otra vez: "No esta bien lo que haces, eres una niña mala", pero cuando Miguel me tocaba no podía remediar entregarme a sus caricias y a todo lo que me quisiera hacer... Una lágrima se deslizó por mi mejilla.
Cuando estaba secándome la cara con unas toallas de papel, alguien me abrazó por la cintura tras de mí y pegó su cuerpo al mío besándome en el cuello, cuando me volví bastante asustada, comprobé que era de nuevo Miguel.
- Pero, ¿que haces aqui? - le pregunté con cara de susto.
- Quiero estar cerca de ti, ya ves que no te dejo sola ni un momento.
Mientras decía esto me acariciaba las tetas por encima de la camiseta y me besaba en el cuello y me mordía el lóbulo de la oreja.
- No Miguel, por favor..., puede entrar alguien.
Sin contestar me agarró de un brazo y me llevó hasta una de las puertas de los inodoros. Nos encerramos y allí volvió a abrazarme y a hacerme sentir la dureza de su miembro entre mis piernas.
- ¿Y Roberto?, se puede mosquear estando los dos fuera del cine. - le dije.
- No te preocupes, le dije que iba a por palomitas de maiz.
Siguió besando mi cuello, cosa que hizo que cerrara los ojos para sentirle mejor, cuando quise darme cuenta me había despojado de la camiseta al igual que la falda, en un visto y no visto me quitó las braguitas quedándome completamente desnuda. En cuestión de segundos el hizo lo mismo y nos quedamos ambos en pelotas en aquel reducido espacio. No se como pudo hacer tan rápida aquella operación, pero batió todos los records. Colocó la tapa del water y se sentó, yo no pude resistir la tentación y ante la vista de su tiesa y preciosa polla, me arrodillé entre sus piernas y en un acto inconsciente, de un bocado me la metí casi entera en la boca como una posesa, empezándo a succionarla primero despacio y luego a mayor velocidad haciéndole una buena mamada a aquella enorme tranca, chupando y rozando con mi lengua toda su longitud, haciendo girar mi boca sobre ella y emitiendo ruidos como si estuviera comiendo un caramelo, parecía una niña saboreándo una piruleta.
- Siii, sigue, sigue, sigue así - jadeaba él.
Seguí con mi labor de chuparle pero mi chochito pedía a gritos ser perforado y levantándome me coloqué sobre sus piernas orientando su polla a la entrada de mi cueva. Me senté lentamente sobre su erecto pene, sintiendo su calor a cada centímetro que se iba colando con alguna dificultad en mi interior. Mi estrecha vagina se adaptaba con cierta dificultad al poderoso tamaño de su garrote. Sosteniéndome a las paredes de los costados subía y bajaba sobre su tiesa daga y no parabamos de gemir y jadear llenos de gusto. No tardó en llegarnos un orgasmo increíble, primero él y yo unos segundos después.
Miguel sabía follar como nadie, nunca me habían dado tanto placer, sintiendo un gusto fuera de lo normal y el añadido de ponerle los cuernos a mi novio, tan cerca de nosotros, me había convertido en una esclava de Miguel. Cada minuto que pasaba le deseaba más y más. Era un chico guapísimo y que estaba más que bueno, algo a lo que cualquier chica débil como yo no hubiera podido resistirse, sobretodo por su gran habilidad para dar placer a una mujer. Él fue el primero en volver a la sala con las palomitas y a decirle a Roberto que me había visto, me había preguntado como estaba y que yo le había contestado que mejor, que estaba lavándome la cara.
Cuando volví yo al patio de butacas, Roberto me preguntó preocupado:
- ¿Estás mejor cariño?
- Si, ahora estoy mucho mejor - le contesté ( si el supiera....pensaba para mi)
Al día siguiente aprovechamos para ir a la playa. Yo me había puesto un bikini diminuto tipo tanga que tapaba lo justo y Roberto se mosqueaba bastante pues se le notaba celoso y Miguel no se cortaba un pelo observándome, cosa que a Roberto parecía irritarle aún más. Yo además me insinuaba toda provocativa haciendo movimientos sensuales, cosa que agradaba a Miguel y molestaba a Roberto. Cuanto más enfurecido veía a Roberto más me excitaba y más deseaba follar con Miguel. Por otro lado yo quería que no volviera a ocurrir nada, pero mi deseo por Miguel iba creciendo más y más. Era una sensación extraña, pero muy placentera.
Estuvimos bañándonos los tres durante un rato en el agua y Roberto sintió frio y volvió a la arena, pero Miguel y yo continuamos en el mar, lo que aprovechamos para acariciarnos bajo el agua, tocar nuestros cuerpos, introducir nuestros dedos bajo la tela de nuestros bañadores y darnos gusto mutuamente. Yo estaba loca por Miguel y cada cosa que hacía me gustaba más sobretodo si era algo desorbitado. Roberto nos observaba desde la orilla con cierto mosqueo, pero evidentemente no podía ver lo que sucedía.
Al día siguiente, Miguel y yo seguíamos tan encendidos como el día anterior y buscábamos como locos la ocasión para volver a follar como lobos. Algún encuentro fortuíto en el pasillo nos servía, para meternos mano, darnos un beso, una caricia... a todo esto, Roberto seguía en la luna.
Aquella tarde decidimos hacer una excursión en bicicleta los tres por un bosque cercano a la ciudad. Cada dos por tres Miguel se paraba para hacer fotografías de todo. En un descuido en el que Roberto y yo nos adelantamos con las bicis, Miguel se retrasó demasiado y decidimos volver a buscarlo, pero no había manera de encontrarlo. Temíamos que se perdiera, pues a pesar de ser un bosque no muy grande, faltaban un par de horas para que anocheciera. Como Roberto y yo conocíamos bien la zona, decidimos separarnos por diferentes caminos para buscarle.
Miguel se lo había montado de miedo y lo que hacía era esperarme para encontrarse de nuevo conmigo. Escondido tras un árbol me dió un aviso desde lejos y yo me acerqué cuando Roberto seguía llamándole y buscando desesperademente por otro lado. Nos tumbamos en uno de los claros del bosque y volvió a despojarme de mi chándal, haciendo él lo mismo con su ropa. Volvimos a abrazar nuestros cuerpos desnudos, a acaricarnos, a besarnos, a llenar nuestros lujuriosos cuerpos con besos y caricias. Miguel se tumbó y volví a regalarle una nueva mamada, apretando mis labios con fuerza sobre su glande y jugando con mi lengua alrededor de todo su miembro y acariciándole los huevos con mis dedos, él hacía lo propio y rozaba mi rajita con su mano y con la otra me acariciaba las tetas, luego volví a sentarme sobre su dura y enorme polla y cabalgué de nuevo con ganas. Tan concentrada estaba en el polvo, que una de las veces, mi novio pasó a tan solo dos metros de nosotros y casi nos descubre, por suerte unos árboles nos tapaban. Yo puse mi mano sobre la boca de Miguel para que no hiciera ruido y cuando Roberto se alejó un poco, seguimos con la cabalgadura, follando con pasión. Él acaricaba mis tetas y no paraba de decirme lo que me deseaba, lo guapa que era y lo bien que follaba. Eso me encantaba y tuve de nuevo un prolongado orgasmo. Me salí de su tronco y volví a chuparlo con ahínco, el sabor de su dura polla mezclada con mis propios fluidos me sabía delicioso, hasta que pasados unos minutos descargó todo su semen dentro de mi boca. No dejé escapar ninguna gota, tragándome toda su leche que estaba riquísima. Nunca antes me había tragado el semen, pues sentía cierto asco, con Miguel era diferente, estaba totalmente entregada a él, digamos que le pertenecía. Volvimos a abrazar nuestros cuerpos desnudos tumbados sobre la hierba. Después nos vestimos y por diferentes caminos llegamos disimulando hasta donde se encontraba Roberto.
- ¿Donde te habías metido tío? - le preguntó Roberto.
- Se me salió la cadena, pero con unos cuantos meneos ha vuelto a su sitio. No te creas, pero he tenido que apretar fuerte para que no se me volviera a salir - contestó con esa ironía que le caracterizaba.
Yo tuve que mirar a otro lado para que no se notara mi sonrisa. Al final se nos hizo muy tarde y antes de llegar a casa paramos en una especie de taberna de la carretera a cenar. Despues continuamos nuestro camino hasta casa con nuestras bicicletas. Todos estabamos sudorosos y nos pegamos una ducha (otra vez por separado). Quedamos en vernos los tres en salón a tomar una copa antes de acostarnos.
Yo me puse una bata china muy cortita con unos dragones estampados en la espalda que enseñaba todos mis muslos y con un generoso escote que mostraba el canalillo de mis tetas, por cierto, no llevaba nada debajo.
- ¿No vas muy descocada? - me preguntó Roberto al verme.
- ¿No te gusto así? - le dije sabiendo como le ponía esa bata.
- Claro que si, pero ¿no bajarás así al salón?
- ¿Por qué no? - le pregunté con inocencia.
- Porque Miguel se puede sentir incómodo.
- No creo tonto, además ¿no quieres que agrade a tu amigo? ¿acaso no te gusta lucirme como tu dices?
- Si claro, pero no tanto.
Sus primeros indicios de celos me estaban poniendo a cien, sabiendo que Miguel y yo habíamos hecho toda clase de cosas y era Roberto el que ahora se escandalizaba por una bata más o menos cortita.
El caso es que bajé así al salón y evidentemente Miguel se quedó encantado viéndome. Roberto se quedó con cara de mosqueo pero se tuvo que aguantar, sabía como me gustaba provocar a los chicos aunque a veces a él le sentara a cuerno quemado (nunca mejor dicho lo del cuerno... ja ja ja ja).
Me senté en el sofá junto a Miguel, que llevaba unos vaqueros cortados a tijeretazos por encima de su rodilla y sin camisa. Mirando de reojo a Roberto, Miguel no quitaba ojo de mis piernas y de mi escote. Roberto se colocó de espaldas a nosotros en la barra del salón preparando los cubatas, cuando muy sensualmente le susurré al oido a Miguel:
- ¿sabes que no llevo nada debajo de la bata?
Miguel me miró excitado, percatándome de su erección bajo el vaquero.
- Yo tampoco llevo nada bajo el pantalón. - me contestó.
Mi cuerpo empezó a entrar en calor (¿o es que nunca me había enfriado desde que llegó Miguel?). Una de sus manos comenzó a acariciar mi muslo mientras me sonreía y se pasaba la lengua por los labios. Yo quería morirme, pues tenía a Roberto de espaldas a nosotros, pero estaba como una loba en celo, esperando con nerviosismo como se desarrollarían los acontecimientos.
- No me creo que estes desnuda bajo esa bata - me dijo Miguel desafiante.
Me levanté y sin dudarlo un momento, me puse frente a él, miré de reojo por si Roberto se hubiera dado cuenta, pero seguía preparando las copas. Tal y como estaba me solté el nudo del cinturón de la bata y la abrí de par en par para que Miguel observara mi desnudez. Así estuve unos segundos. La mano de Miguel se acercó hasta mi pubis y lo acarició con delicadeza. De pronto me abroché la bata de nuevo pues era muy peligroso y volví a sentarme junto a Miguel. Roberto seguía de espaldas.
Miguel siguió acariciándo mis piernas hasta llegar incluso a tocar mi sexo bajo la bata, ¡que locura!, Roberto podía darse la vuelta en cualquier momento...
Al fin se dió la vuelta con el tiempo justo de que Miguel retirara su mano de mis piernas. No pareció darse cuenta, pero cada vez estábamos más cerca de ser pillados en plena faena. Tras una breve charla nos subimos a las habitaciones para acostarnos a eso de la 1 de la madrugada. Antes de irnos a la cama mientras subíamos por la escalera y Roberto apagaba las luces del salón, tuve tiempo de comentarle en voz baja a Miguel:
- Te espero en la cocina dentro de una hora. No te duermas.
- Ahí estaré - me contestó acariciando mi culo por encima de la tela de la bata.
Mientras Roberto se acostaba, hice tiempo en el baño para que se quedara dormido. Me llamó desde la cama.
- ¿vienes cariño?
- Voy a depilarme las piernas - le mentí para que se cansara de insistir y se durmiera.
- ¿A estas horas?
- Si ¿que pasa? - le grité desde el baño de nuestro dormitorio.
El tiempo pasaba lentamente y Roberto no acababa de dormirse, le oía pasar las hojas de una revista, por un momento pensé que mi plan se iba a venir a abajo. Afortunadamente se durmió a la media hora. Me cepillé los dientes, me pinté suavemente los ojos y los labios e impregné todo mi cuerpo con un perfume muy agradable de olor a vainilla. Me puse la bata china y bajé las escaleras sigilosamente hasta la cocina. Allí estaba esperándome Miguel apoyado contra el frigorífico con sus cortos vaqueros. Al llegar, pude notar como su cara cambiaba convirtiendose en puro placer y vicio. Me agarró por las axilas con sus fuertes brazos y me sentó sobre la encimera de la cocina como si no pesara nada.
- Estas como un tren, preciosa. - me dijo observándome.
A continuación su lengua bordeó mis labios, mis mejillas, mi nariz, mi cuello, el lóbulo de mis oreja, fue bajando por el canalillo que formaban mis tetas mientras que con sus manos soltaba el cinturón de la bata muy despacio, recreándose en como se deslizaba mi bata hasta quedarme desnuda por completo.
- Vaya polvo tienes... - me dijo admirando todo mi cuerpo.
Después, también con parsimonia se fue soltando los botones de su vaquero uno a uno con lentitud y con mucho erotismo. Colocó sus manos en sus caderas y bajó su pantalón hasta sus tobillos en una imagen que me llenó de placer, ver como su tieso miembro sobresalía de su pantalón sin ropa interior. Una vez desnudos, continuó dandome pequeños mordiscos en los labios mientras nuestros sexos se apretujaban uno contra el otro. Le agarré su polla con una mano y comencé a masturbarle.
- Como me gustas y como me gusta tu polla. - le dije con susurros.
Aquello le hizo sentir más placer y me sonrió diciendo:
- ¿quieres ver como esta espada se introduce en su funda?
- Si, por favor - le supliqué.
Agarrando la base de su dura estaca, la orienté hacia mi cueva, él hizo un movimiento brusco con su pelvis y me penetró de golpe sintiendo como ese gran trozo de carne se hundía dentro de mí. Sentí cierto dolor por su fuerte embestida, pero el placer superó con creces al dolor. Me volvió a follar como nadie, en un ritmo suave e intenso, llegando a sacarla casi por completo y volviéndola a meter hasta el fondo. Estabamos gozando como locos, en un ritmo lento al principio y más frenético después. No tardó en correrse dentro de mi llenándome de semen. Alguna vez podíamos oir los ronquidos de Roberto desde mi dormitorio. Creo que fue eso lo que hizo que yo también tuviera un orgasmo, algo apagado pero agradable, muy agradable. Continuamos acariciándonos, besándonos, tocándonos durante largo rato hasta que decidimos irnos a la cama.
Continuará...
Autora: Lydia.
E-mail: mideco@usa.net
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ADULTERIO INCONTROLADO (II)
Un nuevo día y yo me sentía resplandeciente, habían desaparecido de mi mente toda clase de complejos y de culpas y estaba deseosa de que llegara otro momento de intenso placer, lo buscaba con ahínco, estaba deseosa de que llegara la hora de volver a hacer el amor con Miguel.
Esa mañana me encontraba en la terraza regando las plantas con un minishort de lycra y una blusa amplia. Roberto al que veía perfectamente desde la terraza, estaba lavando el coche en la calle y Miguel teóricamente durmiendo. Pero en una de esas, al estar regando mis rosas rojas, noté como alguien me despojaba del short y de mis braguitas dejándo las dos prendas a la altura de mis tobillos. Ni siquiera me volví, sabía que era Miguel al ataque y me dejé hacer, no tarde en lubricarme, pues estaba supercachonda en esos días. Me eché sobre la jardinera para que Miguel tuviera mejor linea de tiro mientras Roberto me sonreía y me saludaba desde la calle. Miguel estaba desnudo y me pasó su miembro por el culo, después inspeccionó mi húmeda rajita y aprovechó para lubricar mi otro agujerito que aunque debo decir no me gusta demasiado que me follen por detrás, esa vez sentí un gusto mayor que nunca. Primero introdujo un dedo para irse abriendo camino, luego dos... Sus manos se agarraron a mis tetas bajo la blusa y su gran polla se abría paso en el reducido agujero de mi culito. Lo hacía con suavidad, intentando adaptar la entrada de su poderoso aparato y lentamente se fué adaptando a los músculos de mi ano con suma facilidad, hasta notar como el glande había conseguido pasar. De pronto entró la mitad de su tronco de golpe y lancé un pequeño grito, pues me hizo bastante daño.
- Ahhhh.
Roberto miró hacia arriba extrañado:
- ¿Que te pasa? - me preguntó mi novio desde la calle mientras Miguel tenía metida la mitad de su estaca en mi culito.
- Nada, nada, cariño, me he pinchado con una rosa. - disimulé.
Desde allí podía ver la cara de gilipollas de mi novio, mirandome con extrañeza. Miguel no dejaba de follarme el culo con maestría introduciéndo cada vez más adentro su potente pene. Todavía sentía algo de dolor, pero intentaba controlar mis gemidos y mis gritos, el placer era aún más intenso y la habilidad de Miguel hacía que aquello fuera maravilloso, él giraba mis caderas con sus manos y entrando en mi culo con delicadeza, saliendo despacio y volviendo a entrar con lentitud en mi dolorido culo. Tuve mi primer orgasmo que apagué cerrando los ojos y mordiéndome el labio inferior. Al rató fue Miguel el que se vino dentro de mi acompañando el ritmo con una fuerte respiración. Al sacar su polla de mi agujerito, me volví y le sonreí. Me dejó allí con mis pantaloncitos y braguitas en los tobillos, las piernas temblorosas y un escalofrío por todo mi cuerpo. Así permanecí un rato captando en mi interior los espasmos del placer. Nunca había sentido nada parecido al follarme por el culo y nunca nadie había conseguido darme tanto gusto de esa forma. Roberto no podía imaginar lo que había ocurrido.
Miguel y yo buscabamos por todos los medios posibles volver a tener más y más agradables encuentros, intentando que Roberto estuviera cerca, pues aquello era algo que nos daba un morbo terrible y nos excitaba sobremanera.
Esa misma tarde fuimos a unos grandes almacenes ya que yo necesitaba comprarme algo de ropa. Ya habíamos quedado Miguel y yo en vernos en la sección de lencería y bañadores a una determinada hora. La cosa la organizamos de tal manera que Miguel se quedó en la sección de fotografía y mi novio me acompañó a la sección de lencería. Me metí en el probador con dos bodys y unas cuantas braguitas y sujetadores, que fui probándome mientras Roberto me esperaba al otro lado de la cortina sujetando las prendas que ya me iba probando. Llegó la hora señalada con mi cómplice y le dije a mi chico:
- Cariño, en las estanterías del fondo hay un conjunto negro muy sexy que he visto antes, ¿podrías traérmelo mientras me pruebo estos?
Roberto sabía bien lo que me gustaba (y lo que a él le gustaba ) en cuestión de ropa interior y obedeció mi solicitud yendo a buscar lo que le había pedido. A los pocos segundos, Miguel, que estaba al acecho se coló rapidamente dentro del probador conmigo intentando que nadie le viera entrar. Se quedó observándome y me hizo un gesto a modo de ok, ya que el conjunto de braguitas y sostén de color negro parecieron gustarle bastante. Se puso detrás de mí y me abrazó acariciando mi cintura, mis brazos, mis pechos por encima del sostén...
Al momento se oyó la voz de Roberto al otro lado:
- Cariño, ¿es este el conjunto que me pedías?
Agarré la cortina y asomé solo la cabeza. A todo esto Miguel continuaba magreándo todo mi cuerpo.
- Si este es, gracias. - le respondí a mi novio, sacando una mano por la cortina y cogiendo el nuevo conjunto.
- ¿Quieres que entre contigo? - me preguntó de pronto Roberto.
Tragué saliva, pues en ese momento la excitación y el peligro estaban en su máximo explendor.
- No, mi amor, no entres. Prefiero sorprenderte luego en casa.
- Vale, como tu quieras.
- Además quiero que me vayas trayendo cosas ¿vale?.
Miguel había soltado el corchete de mi sujetador y éste cayó al suelo. Me volvió a abrazar por detras acariciando mis tetas, pellizcando mis pezones. Yo estiré los brazos por encima de mi cabeza y le acariciaba su pelo arqueando mi espalda para que pudiera acariciarme sin problemas desde detrás de mi. Su mano se introdujo dentro de las braguitas y rozó mi vello púbico, intenté apagar un gemido como pude. Roberto estaba a medio metro tan solo separados por una cortina. Miguel me despojó de las braguitas, deslizandolas con lentitud por mis piernas mientras su lengua recorría mi culo, mis muslos, mis pantorrillas... El gusto que sentía era enorme y emití algún pequeño gemido.
- ¿Que te pasa? - me preguntó intrigado mi novio desde el otro lado.
- Nada, nada... - disimulé como pude.
- ¿Quieres que te ayude? - preguntó de nuevo Roberto.
- No, no cariño, yo me arreglo sola.
Miguel se desvistió por completo y le susurré al oído:
- Estás loco, cabrón.
- Y tu estas gozando a tope ¿no? - me contestó en otro susurro.
No contesté aunque era evidente mi calentura. Puse una pierna sobre el taburete y Miguel se agachó chupándo la parte interior de mis muslos y acariciando mi culo. Su habilidosa lengua volvió a darme un gusto increíble jugando con mis labios vaginales y mi clítoris. Como no podía reprimir todos mis jadeos le pedí a Roberto que me trajese más modelos, momentó que aprovechó Miguel para cambiar las posiciones y sentarse en el taburete. Me metí en la boca su duro miembro y lo succioné como si no hubiera comido en varios días, trabajando con mi lengua por su capullo y saboreando sus dulces jugos. Tenía la polla dura como una piedra y sin dudarlo me senté de espaldas a él sobre su verga metiéndomela hasta lo más hondo de mi ser. Empecé a cabalgar sobre el tieso falo de Miguel y mis tetas bailaban al compás. Él respiraba con dificultad y apoyaba su boca en mi espalda para no hacer ruido.
- Ya estoy aqui - dijo mi novio al otro lado del probador.
Por un momento nos quedamos parados por el susto de oir su voz, pero a continuación seguimos follando con ganas.
- Espera un momento... - le dije a Roberto con la voz entrecortada debido al bamboleo.
- ¿Que te ocurre? - preguntó con preocupación mi novio.
- Nada, que no este modelo me entra justo y me roza un poco - le contesté imitando la ironía de Miguel, que intentaba aguantarse la risa.
Seguimos follando y emitiendo pequeños gemidos, pero gracias a la musica ambiental no debía oirnos nadie.
Extendí mi mano por el hueco de la cortina recogiéndo el nuevo conjunto que tenía Roberto y le pedí ir a por más. Miguel estaba a punto de correrse y giré la cabeza para ver su cara, fui yo la que me adelanté sintiendo un orgasmo maravilloso, a los pocos segundos Miguel se corrió en mi interior sintiendo como la fuerza de sus chorros de semen bañaban mi interior.
Asi permanecimos unidos durante un rato, hasta que su pene se había quedado bastante flojo, pero yo no quería separarme de él, quería permanecer unida a él, estaba en la gloria y quería que aquello no acabase nunca. Al final nos separamos, él se vistió y yo hice lo mismo. Le entregué a Roberto varios conjuntos por el hueco de la cortina y le pedí que fuera a pagarlos a la caja momento que aprovechó Miguel para desaparecer y yo me dirijí a la caja con Roberto. Cuando ambos abandonamos el probador, unas chicas que estaban fuera nos miraron con cara de asombro y cuchichearon algo entre ellas. Nosotros nos sentíamos en la plenitud y deseosos de que llegara otro momento de ardiente pasión para volver a unir nuestros cachondos cuerpos.
Miguel y yo aprovechábamos cualquier momento para tener algún nuevo roce, por ejemplo una mañana cuando Roberto estaba en la ducha, Miguel entró desnudo en mi habitación. En cuanto le ví, me envolví en su juego y era presa de él. No dudé un momento en despojarme de mi camisón y esperarle desnuda sobre la cama con mis piernas abiertas. Se oía el agua caer en la ducha y Roberto silbaba una canción , el pobre no era consciente de lo que ocurría en su propia habitación.
Miguel practicamente se abalanzó entre mis piernas y me hizo una comida de coño bestial, esta vez yo no reprimí mis jadeos y mis gemidos pues sabía que Roberto no podía oirme. Miguel jugaba con mi clítoris y me sobaba las tetas con fuerza. Después subió hasta ponerse sobre mi. Con su mano sujetó su polla y la orientó de nuevo sobre mi rajita con la intención de penetrarme, pero el ruido de la ducha cesó y Miguel tuvo que salir por pies de mi habitación. Roberto entro en el cuarto unos segundos después con una toalla rodeando su cintura y me miró extrañado al verme desnuda sobre la cama todavía con las piernas abiertas.
- ¿que pasa cariño? ¿me estabas esperando? - me preguntó Roberto ignorante de lo que acababa de ocurrir.
- Si cariño, estoy muy cachonda. - contesté disimulando.
Se quitó la toalla y se abalanzó sobre mi. Me besó en el cuello, y acariciaba mis tetas. Yo cerraba los ojos e imaginaba que era Miguel el que tenía encima. Roberto colocó su polla entre mis piernas y de un golpe me penetró. Sentí bastante gusto, pero sin apartar de mi mente a Miguel, seguía imaginando que era él quien me follaba. En apenas unos segundos me corrí con cortos gemidos. Abrí los ojos y Roberto seguía moviendo su culo y follándome con fuerza, desde luego con menos estilo que Miguel, aunque las comparaciones nunca sean buenas. Cuando giré la cabeza hacia la puerta, allí estaba Miguel desnudo observando como hacíamos el amor mi novio y yo y me lanzó una picara sonrisa. Aquello hizo que involuntariamente tuviera otro orgasmo, cosa que hizo a Roberto correrse enseguida y dejar caer todo su peso sobre mi, bastante agotado. Miguel siguió desnudo en la puerta acariciando su polla y sonriéndome. Después salió de nuestro cuarto.
Asi fueron pasando los días, hasta la vispera del viaje de regreso de Miguel. Habíamos hecho de todo, en todas las posiciones, en todos los lugares, incluso en los más arriesgados y excitantes, practicamente con Roberto al lado, pero Miguel quería probar algo más morboso y excitante. Estabamos de nuevo solos viendo la tele y Roberto nos preparaba la cena, la verdad es que la cocina se le daba muy bien, cosa que aprovechabamos para desfogar nuestros instintos.
- ¿Que te parece si hacemos un trío? - me preguntó de repente Miguel.
- ¿Queeee?
- Si, un trío, Roberto, tu y yo.
- Pero, ¿has perdido el juicio?
- No tonta, lo haremos sin que él se entere, como siempre.
Me quedé mirándole sorprendida, pues sus palabras me desorientaban, ¿realmente había enloquecido ? ¿o es que ya era un loco desde el principio ?
Intentó aclararmelo:
- Verás, esta noche es nuestra última noche y quiero hacer la mayor locura. Cuando vayas a tu habitación con Roberto le dices que quieres hacer algo nuevo y le atas al cabecero de la cama y le vendas los ojos, después entraré yo y lo demás saldrá rodado.
Mis ojos se salían de las órbitas. Desde luego era la mayor locura, pero me excitaba solo de pensarlo.
- No Miguel, creo que eso es demasiado.
- ¿No te atreves? - preguntó desafiante.
- Si, pero me parece muy arriesgado...
- ¿No ha sido todo arriesgado hasta ahora?
Era cierto, habíamos cometido las mayores locuras tan cerca de mi novio y no había pasado nada, asi que aquello a pesar de ser una bomba, podía ser el máximo del placer.
- No sé... - le dije con dudas.
- Quiero que seas la reina de la noche y disfrutes con dos hombres a la vez, como tu te mereces, eres toda una mujer y quisiera darte ese regalo, aunque nos juguemos el tipo...
Le besé en agradecimento y quedamos en cumplir ese tortuoso plan.
Después de cenar y tomar algunas copas, decidimos irnos todos a la cama. Primero se fue Miguel, luego yo y el último Roberto.
Cuando entró en la habitación, yo le estaba esperando con un camisón semitransparente que sabía que le encantaba, donde podían verse claramente a través de la tela mis rosados pezones y la linea de vello de mi pubis. Roberto, como yo esperaba, se quedó embobado mirándome.
- Estas preciosa así tumbada en la cama con ese camisón... - me dijo.
- Soy toda tuya. Toda entera para ti. - le contesté.
Se acercó a mí y me acarició las caderas, la cintura y las tetas por encima de la tela del camisón. Se quedó mirándome fijamente y me preguntó:
- Miguel te pone cachonda ¿no?
Me quedé muda por un momento, pues no me esperaba eso.
- ¿que dices? - contesté como si no le entendiera.
- Vámos, se que te gusta, está bueno ¿no?. Siempre ha gustado mucho a las mujeres. De hecho él ligaba siempre antes que yo, además tenía mucha habilidad para conquistar a las chicas.
- Bueno, yo... si, me gusta, pero... - le dije un poco confundida
- Vamos cariño, estos días te he observado y he visto como le mirabas y le devorabas con los ojos y él a ti. Si no hubiera estado yo cerca seguro que la hubierais liado ¿a que si?
Aquello me sonó como una explosión, pero seguro que no sabía nada de nada, tan solo había notado alguna mirada, alguna sonrisa y nada más.
- Eres tonto Roberto... le contesté sonriendo.
Sus frases me habían dejado helada, pero al mismo tiempo me sentía más excitada que nunca con la idea de que se iba a producir algo increíble.
Tal y como habíamos planeado Miguel y yo, conseguí convencer a Roberto para hacer algo más excitante la cosa. Le quité toda la ropa, le situé boca arriba en la cama, le até ambas manos en los extremos del cabecero de la cama con dos pañuelos y le tapé los ojos con otro pañuelo.
Puse una música ambiental tranquila y relajante, pero con un volumen bastante alto, para que no se oyera ningún ruido comprometido. Me senté sobre el estómago de Roberto y a él le gustaba sentir el calor de mi sexo sobre su tripita. El suave camisón rozaba su piel. Le besé en la boca y dibujé con mis lengua su barbilla, su nariz y el contorno de sus labios... Me gustaba la idea de tenerle bajo mi poder.
Al rato entró Miguel, tal y como habíamos quedado y se sentó al borde de la cama vigilando mis movimientos y los de Roberto. Estaba desnudo y acariciando su pene con su mano.
- ¿que habría pasado si me hubieras visto follando con Miguel? - le pregunté de pronto a Roberto y mirando a mi cómplice.
Mi novio se quedó silencioso durante un rato.
- No sé, quizá os hubiera matado a los dos - me dijo riendo...
Miguel se aguantaba la risa.
- Pero, no decías que me notabas cachonda con él, quizás en el fondo eso te excita a tí también ¿no?
Volvió a quedarse callado unos segundos.
- Si, pero una cosa son unas miradas más o menos lascivas y deseosas de sexo y otras llegar a follar los dos delante mío. - contestó al fin.
Yo sonreí sabiendo que no se había percatado de nada de lo ocurrido.
- Pero, si hubiera sido al revés, osea, si una amiga mía, por ejemplo Nuria, se hubiera presentado en casa y se te hubiera insinuado, seguro que te la follarías...
- Si, pero eso es distinto...
- ¿distinto? ¿por qué?
- Pues... no sé, los hombres somos más débiles en ese sentido y Nuria está muy buena, si se me insinuara, quien no hubiera caido en sus redes...
Me quedé observándole e imaginandole follando con mi amiga.
- Eres un machista y un cabrón. - le dije con tono celoso.
A partir de ahí no dijimos nada más. Miguel se levantó sigilosamente sin hacer ningún ruido y me quitó el camisón. Su mano derecha acariciaba mi espalda y mi culo. Roberto seguía debajo de mi, sin enterarse de nada. Yo besaba tiernamente en los labios a Roberto y poniendo mi culo en alto para que Miguel no tuviera problema en acariciarme. Sus juguetones dedos rozaban mi culito, me rodeaban con suavidad el ano y pasaban por mi rajita que ya se había humedecido. Era una sensación maravillosa.
Fui bajando con mis labios por el cuello de mi novio hasta morder sus tetillas, para seguir bajando por su estómago hasta llegar a su sexo. Su polla estaba durísima, la tomé por la base con mi mano y apoyé mis labios en la punta dándole un besito. Después mi lengua fue deslizándose por un costado de su miembro hasta llegar a sus huevos que acariciaba con mi barbilla. Volví a subir por el tronco hasta llegar a la punta de nuevo. Mis labios se apretaron en su glande y mi lengua jugaba con el borde de piel que bordeaba su capullo. A continuación, y muy lentamente fui introduciéndolo en mi boca. Comencé a subir y a bajar con parsimonia haciéndole una mamada intensa. Yo permanecía agachada sobre la polla de mi novio y mi culo sobresalía por el fondo de la cama ofreciéndole por entero a Miguel que continuaba con sus dulces caricias. Noté como su lengua empezó a jugar con mi chochito y como ésta penetraba poco a poco entre mis labios vaginales. Después sustituyó su lengua por su grandioso miembro y se coló dentro de mí de repente. Emití un gemido prolongado con la polla de mi novio en la boca. Éste se quedó algo extrañado.
- Te gusta mamármela ¿eh? - me dijo, sin saber que yo gemía por otro motivo.
Miguel seguía bombeando tras de mi y yo colocaba mi culo con las piernas bien abiertas para permitirle mejor sus embestidas. Follaba como nadie. A Roberto parecían volverle loco mis gemidos en un momento en el que yo había apartado mi boca de su miembro, se corrió sobre mi cara, salpicándome con potentes chorros por la nariz, la frente, el pelo, mi cuello... Miguel seguía follándome por detrás y yo seguí lamiendo la verga de mi chico, algo más desinflada. Mis manos acariciaban su pecho y Roberto estaba como ido recuperándose de su orgasmo. Miguel me hizo una seña para darme la vuelta, pues quería que se la chupara. En una postura más que complicada me coloqué tumbada de lado en la cama, pasé una pierna por debajo de la de mi novio y la otra sobre su cuerpo de tal manera que nuestros cuerpos se enlazaron como dos tijeras y nuestros sexos quedaban en contacto. Yo movía mis caderas para que pudiera notar el calor de mi sexo intentando reanimar su fláccido miembro. Mi cabeza quedó a los pies de la cama y Miguel acercó su miembro a mi boca, agarrándolo por la base comencé a besarle y a darle suaves lenguetazos, mientras mi otra mano acariciaba sus huevos que estaban tan duros como su polla. Con mis dientes apliqué unos masajes por todo ese gran trozo de carne. Miguel se mordía los labios reprimiendo sus gemidos. Quería hacerle sufrir un poquito, aunque no demasiado, pues estaba como loca por meterme su enorme falo en la boca. Así lo hice, muy lentamente, abarcando con mis labios apretados su mie FOTOS

Adolfo, el Golfo de mi Sobrino

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Tengo treinta años. Estoy divorciada, con un niño de once años. Mi nombre es Rosa. Viva en una localidad del este de Málaga. Mido 1,65 y soy de piel morena. Tengo el pelo castaño. Me cuido bastante, así que tengo un tipo bastante mono. Tengo un pecho generoso y una cintura estrecha. Las caderas las tengo anchas, y las piernas, son estilizadas. Se me estrechan en los tobillos para ensancharse en la pantorrilla, aunque vuelven a estrecharse en la rodilla y a desancharse, de manera definitiva en los muslos.


Como os digo, me mantengo muy en forma y me cuido mucho, por que no he desistido de encontrar a un hombre que me proporcione la felicidad que no me ha podido dar mi exmarido. A pesar de mis salidas a discotecas y en contra del estereotipo que nos cuelga a las divorciadas el sambenito de estar muy calientes, siempre he sido muy tímida y he ligado contadas veces desde que me divorcié y nunca me he atrevido a llevarme a un ligue a la cama.


Mi hijo se llama Blas, como su padre. Al cumplir los once años le quise preparar una fiesta especial para ver si se animaba un poco, pues nuestro divorcio le sentó muy mal. Quería invitar a todos sus amigos y sus primos. Me gasté un dinero en tartas y pasteles que encargué con un día de anticipación y lo tenía preparado cuando me tropecé con el sobrino de mi marido, al que yo también consideraba sobrino mío y le invité al cumpleaños. Mi sobrino me puso objeciones, ya que con sus dieciséis años se veía desplazado por la edad del resto de los invitados. Le intenté convencer con la idea de que irían sobrinas mías de trece años, que le parecían, lógicamente, muy jóvenes para despertar interés en él, por el momento. También le intenté convencer con la idea de ver a otros primos suyos.


Me comentó que además, temía que si venía al cumpleaños de mi hijo, ya no podría quedar con sus amigos. Al final, para conseguir que viniera, le propuse que viniera acompañado de algún amigo suyo, con el que finalizar la tarde. La verdad es que me hice a la idea que no vendría, pues lo veía, verdaderamente muy cambiado. A esa edad, los chicos cambian mucho y como hacía meses que no le veía, me pareció que había dejado de ser un niño. Estaba muy guapo.


Aquel sábado empecé a preparar el cumpleaños después de comer. A las cinco empezaron a llegar los primeros amigos, y primos de mis hijos. Mis hermanos, hermanas, cuñados y cuñadas se quedaban un rato, igual que alguna que otra madre que me traían a algún amigo de Blas. Repasé mentalmente la lista de invitados. Faltaba su padre, que ya se había escusado y se comprometía a venir a recogerlo al final de la tarde para pasar con él el resto del fin de semana. Notaba la falta de algunos primos entre ellos, mi sobrino Adolfo, al que en el fondo excusaba.


A las seis sonó el timbre y al abrir la puerta me llevé la sorpresa de que Adolfo venía acompañado de un par de amigos, de muy buena pinta. Unos chicos muy guapos, con la misma cara de inconformista que Adolfo. Los estuve vigilando un poco. Estaban en la fiesta aburridos. Me parecieron muy educaditos, ya que a pesar de todo, no causaban problemas y tuvieron el detalle de traerle un regalo a Blas, un reloj schwarz, de esos de diseño muy colorido. En cuanto las personas mayores me dejaron a sus críos y se fueron y vi que los chicos se habían entregado a sus juegos, me propuse, como anfitriona, amenizarles la tarde, para lo que comencé por proponerles servirles un combinado, no muy cargado, por supuesto.


Los saqué de aquella habitación, donde los críos chillaban y correteaban para llevarlos al salón y nos sentamos en torno a la mesita del salón. Les hacía preguntas sobre los estudios, las novias y esas cosas que se preguntan a los críos. Me parecían encantadores. Ni siquiera me molestaban esas miradas insistentes que echaba al escote de mi camisa uno de los amigos de Adolfo, pues me parecieron normales a su edad.


Pero la verdad es que como me dí cuenta que les hacía las mismas preguntas de siempre, les propuse ponerles música para bailar. No parecían muy animados, así que cerré la persiana para crear ambiente y puse la música. Comencé a bailar yo sola y a animarles. Me hicieron pasar un rato en la que pensaba que estaba haciendo el ridículo, pero al final, se levantó mi sobrino y luego uno detrás de otro, sus amigos, cuando me acerqué a ellos y les tiré del brazo.


No se si fue aquello o lo que fue, pero como los veía con esa cara de pavos, de aburridos, se me ocurrió animar la fiesta poniéndome a bailar un poco provocativa. Me meneaba delante de ellos. No me lo explico. Moví mi cabeza y eché mi pelo por delante de mi cara. Creo que me sentía tan valiente por que estaba delante de tres chicos a los que no veía como hombres, sino como mozuelos. Las expresiones de aprobación de mi sobrino y sus amigos, sus miradas de reojo y sus sonrisitas, en lugar de cortarme me animaban.


Por que era para verlos a los tres, tan larguiluchos, más o menos de mi altura. Uno unos dedos más alto, Adolfo y el otro, unos dedos más bajitos, con las caritas en las que empezaba a asomar la barba, medio de hombre medio de críos, con aquella expresión que me encantaba, en la que su candidez se intercalaba con aquella expresión codiciosa cuando me veían contornearme.


Yo iba vestida de una manera muy informal. Unos vaqueros, una camisa, unos zapatos sin tacón, un atuendo ideal para bailar. Empecé a bailar con uno y otro al ritmo de la música salsa que sonaba ahora en el equipo. Ya os podéis imaginar: Roces, meneos, calor, mucho calor. Los muchachos se mantenían en corro, esperando que soltara a uno para coger a otro.


Así llegamos hasta las siete. Luego, para evitar cansarme más puse un disco de música más lenta. Se me ocurrió, mientras los otros dos se movían lentamente, agarrarme a un de los chicos y bailar juntos. EL muchacho estaba tenso y le puse sus manos sobre mi cintura. Se mantenía alejado de mí. Mantenía con él una conversación, haciéndome la simpática y animándole a aproximarse un poco más. Incluso, cuando bailé con Adolfo, puse mi cabeza sobre su hombro. No sé por que lo hacía. No era mi intención calentarlos, sino hacerles pasar por una experiencia para que se sintieran más mayores.


El caso es que al estar tan cerca de Adolfo, me junté a él todo cuanto pude. Estaba pegada a mi sobrino como si fuera una lapa. En ese momento lo sentí. Esbocé una sonrisa, al notar la excitación de su miembro clavarse en la parte baja de mi vientre. Comprendí que quizás me había pasado, pero no quise separarme, para no violentarle. Permanecí a su lado, aunque no tan pegada, aunque no me atreví a levantar la cara de su hombro. No quería tropezarme su mirada, pues probablemente ambos nos sonrojaríamos.


La puerta de la sala se abrió de golpe. Era mi hijo que me avisaba de que habían venido a recoger a uno de sus amigos. Levanté la cabeza rápidamente. No se por que me sentí de repente avergonzada de que mi hijo u otra persona nos viera así.


Empezaron a marcharse los chicos, y mi hijo no fue el último que se fue. Su padre vino a recogerle y salió pitando. Tras la fiesta, la casa estaba hecha un asco. Adolfo y sus amigos se iban, no sin antes ofrecerse a echarme una mano. Los retuve un ratito, pero no quise abusar de su educación, así que finalmente, a cosa de las 8 y media o así, se fueron y mr quedé recogiendo la casa.


Me entoné con otro cubata mientras recogía los platos y vasos de plástico, mientras tiraba los envases vacíos de los refrescos de dos litros. Luego comencé a poner los muebles en orden, y por fín me dispuse a barrer y más tarde a fregar.


A cosa así de las diez de la noche, sonó el portero electrónico. Pensé que era una visita a un vecino, alguien que se había confundido. Reconocí la voz de mi sobrino Adolfo. Le abrí. Me dijo que había perdido la cartera. Me extrañó, la verdad, por que habiendo ordenado la casa, debía de haberla encontrado.


Cuando abrí la puerta de la casa me sobresalté un poco al ver a Adolfo acompañado de sus amigos. Entraron en la casa sin preguntarme si podían pasar. Se me antojaban que me miraban de una forma extraña. Adolfo preguntó por la cartera. Le repetí que no lla había visto y me pidió buscarla él mismo. Buscaron los tres chicos por el salón. Me daba la impresión de que se estaban haciendo los remolones. Al final Adolfo me dijo que estaba en un problema, pues no tenía dinero para volver a casa, ni documentación. Yo me ofrecí a prestarle dinero, incluso fui a buscar mi cartera al dormitorio.


Cuando volvía al salón , por el pasillo me dí cuenta que habían cambiado la música del aparato. Habían puesto una música lenta. Los tres estaban sentados en el sillón. Adolfo me enseñó su cartera. Me dijo que se la había dejado entre los cojines del sofá. Me dí cuenta que los chicos se habían servido un combinado de ginebra y cola. Adolfo se puso de pié y extendió sus brazos invitándome a bailar.


Acepté su proposición, aunque conforme pasaban los minutos me iba arrepintiendo, pues la forma de bailar de Adolfo ahora no se parecía en nada a la respetuosa manera de bailar de antes. Ne obligaba a pegarme a él, a rozarme. Si me intentaba separar me agarraba con fuerza y me atraía hacia él. Noté sus manos deslizarse por mis caderas y luego, posarse descaradamente en mis nalgas. Le pregunté si no era un poco descarado. Me arrepentí de hacerlo porque al oirme yo mima mis palabras me sonaron un poco picaronas.


Le miraba a la cara para que se sintiera avergonzado, pero no sólo no lo conseguía, sino que su mirada me provocaba una mezcla de deseo de protegerle y de calor. No quería ni mirar a sus amigos. Adolfo dio un paso más y puso su cabeza en mi hombro, como yo, inconscientemente había hecho antes. Comencé a notar su boca en mi cuello, dándome besitos que me incomodaban. Sólo reaccioné cuando sentí como Adolfo ponía su mano sobre mi pecho. Lo aparté de mí violentamente y le dije qué se había creído, y enfurecida, le señalé la puerta.


Adolfo hizo una señal a sus amigos, que se levantaron mirándome con cara de desprecio. Se dirigieron a la puerta. Pero se aprovecharon de un error mío. Dejé la llave en la puerta puestas, así que Adolfo echó la puerta por dentro y se metió la llave en el bolsillo.


Los miré estupefacta. Los tres me miraban codiciosos mientras entraban de nuevo en el salón. Me rodearon mientras yo intentaba escapar, dirigiéndome hacia el pasillo, sin tener ningún plan de escapatoria mientras ellos parecieron responder perfectamente a la orden de Adolfo .-¡Cogedla!.-


No se me ocurrió gritar hasta que no los tuve encima mía. La verdad es que mientras estuve dando vueltas inútiles alrededor de la mesa o del sillón, gritaba, hablaba alto, pero no era ese grito de terror que las mujeres sacamos cuando estamos aterrorizadas. Conseguí enfilar el pasillo, pero uno de los chicos me cogió antes de poder llegar al cuarto de baño, donde me pensaba encerrar. Cuando me salió ese grito de terror , fue inútil y nadie me pudo escuchar, pues la mano de uno de los muchachos me cubría la boca mientras tiraba de mi cuerpo con violencia para detrás.


Pronto los tres chicos estaban sobre mí, reduciéndome, anulando mi resistencia. Me tiraron al suelo y sólo me tranquilicé al ver a Adolfo cara a cara, pedirme que me callara, que no opusiera resistencia. Me aseguró que no me harían daño si cooperaba. Decidí cooperar a lo que fuera, por lo menos hasta tener una oportunidad de librarme de los tres jovenzuelos. Estaba sóla, no tenía posibilidades de recibir ayuda y no creía que mi propio sobrino fuera capaz de hacerme ningún daño, por lo menos ningún daño que no pudiera soportar.


Me cogieron los tres y sosteniendo mis manos en la espalda, me llevaron al salón, a empujones. Me obligaron a sentarme en el sillón y Adolfo me controlaba, tapándome la boca y sosteniendo mi mano en mi espalda, de manera que si me movía sólo tenía que subirme el brazo para doblegarme. Los chicos registraban los cajones buscando algo con que atarme las manos. Encontraron finalmente, en la caja de la costura, una cinta de color rojo, que utilizaron para atar mis manos a la espalda.


Me ofrecieron beber de sus vasos. Yo rehusé, pero no tuve más remedio, pues Adolfo me cruzó la cara. No me cruzaban la cara desde que hacía muchos años le dí una mala respuesta a mi padre. Me sentí profundamente humillada, pero decidí cambiar de actitud y bebí. Los chicos me hicieron beber varias veces a lo largo de la noche. Creo que eso también me hizo entregarme a su juego, pues la verdad es que al poco rato, ya casi no me daba cuenta de cómo habíamos llegado hasta ahí.


Fui invitada a bailar. Bueno, invitada en cierta forma, pues la verdad es que los chicso se turnaban en pegarse a mí y magrearme el trasero mientras la música sonaba. Adolfo era el que tenía más iniciativa. Cuando le tocó a él, me besó en la boca. Sentí su lengua apoderarse de mí, introduciéndola entre mis labios impetuosamente. Yo me limité a entreabrir mis labios. No quería oponer una resistencia que lo único que haría sería provocar su violencia o desatar su deseo aún más. Sus manos se posaron en mis pechos. Me apretaron los senos como lo hizo mi primer novio, cuando yo tenía más o menos la edad que Adolfo tenía ahora. Lo que no hizo mi novio fue desabrochar los botones de mi camisa y luego, tirar de lso hombros hacia abajo hasta dejarme tapada sólo con el sujetador.


Me besaba con avidez cada trocito de piel que la camisa había dejado de cubrir. No sólo el cuello, sino los hombros, la clavícula, luego la parte alta de mis pechos. No tardó Adolfo en hacer saltar el broche trasero del sujetador y luego, tirando de la parte delantera hacia arriba, lo puso detrás de mí. Sentí mis pezones erizarse. Una erección que aumentó cuando Adolfo manoseó mis pechos y puso la yema de sus dedos en mis pezones, acariciándolos primero, y luego pellizcando y tirando de ellos con suavidad.


Adolfo desabrochó el botón de mi pantalón vaquero y bajó la bragueta. Tuve que asistir sin poder oponerme a que metiere mis manos en mis vaqueros, por detrás y tirara de mis bragas hacia arriba. Sus manos estaban aprisionadas entre los vaqueros y mi trasero y el apretaba mis nalgas con fuerza. Me tuve que poner de puntillas. Mis pechos cayeron sobre su cara y el jugó con ellos, besando, lamiendo, mordiendo...


Adolfo me llevó al sofá. Me sentó entre los dos amigos. Ambos me cogieron del hombro y mi sobrino tiró de los extremos del vaquero. Me sacaba los vaqueros sin quitarme los zapatos, lo que dificultaba la tarea. Llevaba unos zapatos sin tacón, pero elegantes, de esos que dejan el pié casi desnudo. Me dejó en bragas.


Los dos muchachos comenzaron a meterme mano. Me daban besitos en la cara y el cuello mientras me manoseaban los muslos primero, pero no tardaron mucho en tocarme los pechos. Se habían dividido mi cuerpo entres ambos, respetando su simetría, y disfrutando de mi boca, por turnos. Besaba a uno y luego a otro, mientras Adolfo miraba frente a mí divertido, con un cubata en la mano. Mientras uno de los chicos me besaba la boca, el otro muchacho comenzó a lamer mis pechos hasta concentrarme en mis pezones. Su mano descendió hasta mis muslos y de nada sirvió cerrar instintivamente mis muslos. Adolfo se puso de rodillas frente a mí y me las abrió.


Al darse cuenta el otro muchacho de que su amigo se comía mis flanes, decidió comerse el otro y cada uno de mis muslos era surcado por las manos de los muchachos, hasta que el de la izquierda metió su mano dentro de mis bragas y tímidamente avanzó hacia mi raja. Sentí la necesidad de revelarme, pero sinceramente, creo que eso sólo hubiera empeorado las cosas.


El muchacho introdujo tímidamente su dedo en mi sexo. Me rozaba el clítoris y para mí fue incomprensible notarme húmeda. Mi cuerpo me traicionaba. Inconscientemente reaccionaba de la manera que no deseaba. Me negaba a admitir que sentía placer.


Adolfo cogió ambos lados de mis bragas y de un tirón las bajó hasta las rodillas, enrolladas por la travesía por mis muslos. Me rebelé. Fue una tonta consecuencia de sentirme excitada. Quería demostrarme a mí misma que no disfrutaba, pero sólo sirvió para que Adolfo tomara mis rodillas con fuerza y las separara, tras quitarme las bragas de los tobillos. Los dedos de sus amigos se hundieron un par de centímetros dentro de mí. Adolfo les ordenó que me castigaran, y sus labios apretaron mis pezones. Gemí de placer.


Adolfo soltó mis piernas, pues ya era inútil que hiciera pro librarme de sus amigos. Se habían apoderado de mi sexo. Le vi oler mis bragas y presentí que había descubierto el rastro húmedo de mi excitación en sus bragas. Dio la orden de que me tendieran en el sofá.


Se pusieron de acuerdo. Conocían bien sus gustos y fantasías. EL rubio se puso entre mis piernas. Me cogió las piernas con los brazos y se puso de rodillas delante de mí. Hundió su cara en mi vientre, entre mis muslos y comencé a sentir su lengua lamerme el sexo, mi clítoris. Era una cochinada a la que nunca había cedido con mi marido, pero ahora me gustaba. Me daba muchísimo placer. EL otro muchacho me cogía los pechos y me los acariciaba con pasión a veces, y otras, con suavidad. Tenía mi cabeza apoyada en sus piernas.


Mi cabeza dio a parar al cojín cuando el chico se levantó y comenzó a lamer mis pechos. Mi calor, mi excitación cada vez era mayor. Tenía frente a mí la bragueta del muchacho y la veía a punto de estallar.


El chico que me comía el chocho comenzó a ayudarse con un dedo y empezó a penetrarme con él. Yo hice lo posible por disimularlo, pero fue inútil. Adolfo estaba pendiente y se dio cuenta por mi respiración, o por la forma de mover mi vientre, de que me estaba corriendo. Cerré los ojos como si fuera mi mirada lo que pudiera traicionarme y así permanecí hasta que no me finalizó.


Adolfo les animó a que se bajaran ambos el pantalón. Una felación era otro de los caprichos que no había concedido a mi exmarido, el tío de Adolfo. Sin embargo, ahí estaba, de rodillas, delante de los dos chicos, que con los pantalones bajados y el miembro erecto, esperaban que me las metiera en la boca. Uno de los chicos dijo que el prefería follarme. Me eché a temblar y les dije que no podía ser, que no tenía preservativos. Adolfo sonrió y le dijo a su amigo que con la mamadita era bastante. Su amigo puso cara de conformarse y se puso cómodamente en el sillón.


Jamás había comido una polla. El sentir la cabecita entre mis labios me causó asco al principio, pero luego me fue gustando, sobre todo si pensaba el placer que era capaz de causar con la punta de la lengua. Estuve jugando con mi lengua en su prepucio mientras sentía su mano posarse sobre mi cabeza acariciando mi pelo, mientras con la otra se pajeaba. Pagué la novatada, por que de repente, noté como el chico presionaba mi cabeza hasta metérmela profundamente, casi hasta la campanilla. Y entonces ya fue tarde. Lo sentí explotar en mi boca, llenarme del líquido viscoso que intenté escupir cuando el chico terminó de eyacular.


No había casi terminado con un chico cuando el otro me requirió. El chico me puso entre sus piernas y yo tomé su picha. Me magreaba las tetas mientras sentía crecer su picha entre mis labios. Sentí una mano en mi trasero, una mano que se deslizó hacia debajo y hacia dentro, hasta comprobar mi humedad. Miré hacia detrás de reojo. Era Adolfo. Pronto me volví a sentir penetrada de nuevo, por aquellos dedos inexpertos y ambiciosos de uno de los jóvenes. Este chico no me obligó a comermelo, pero tampoco me avisó. Al sentirlo eyacular me sentí golosamente atraída por el sabor recién descubierto y lamí la cabecita con más ganas que antes, aunque el chico me pidiera que le soltara.


Me dejaron descansar en el sofá un rato, pero los chicos decidieron seguir jugando conmigo al cabo de un rato. Me tomaron y me pusieron de pié. Me llevaron a la mesa del cuarto donde se había celebrado el cumpleaños y me pusieron en la mesa. Estaba de espaldas al techo, desnuda, con el culo al aire. Los chicos registraban la casa buscando algo, no sabían muy bien el qué, hasta que al fin los vi que traían tres zanahorias de diverso tamaño.


Me quejé y les pedí que no lo hicieran, pero no sirvió de nada. Al final, para no oirme, me dijeron que tomara una de las zanahorias con la boca. Yo les obedecí. La mordí a loo largo, de manera que ambos extremos salían por cada lado de mi boca. Luego buscaron un nuevo lazo en la caja de la costura y atando un extremo de la zanahoria, pasaron la cinta por detrás de mi nuca para atar el otro extremo. No podía hacer otra cosa con la zanahoria que morderla.


Uno de los chicos echó un poco de aceite entre mis nalgas, a las que separaron una de otra, para que el viscoso elemento se deslizara hasta mi ano. Por si no fuera suficiente. Adolfo frotó el aceite en mi ano. Tocarme el agujero era algo que mi exmarido tenía totalmente prohibido, y que ahora su sobrino conseguía a la fuerza. Comencé a sentir como presionaban la zanahoria contra mi ano.


Yo intentaba apretar al principio, pero lo solucionaron poniendo más fuerza. La zanahoria comenzó a atravesar mi ano y a meterse dentro. Aquellos jovencitos a los que había tratado con una "excesiva" hospitalidad me estaba follando el culo con una zanahoria. No pararon ahí, pues los chicos comenzaron a introducir la otra zanahoria dentro de mi vagina. No tenía otra opción que aguantar. Mordía la zanahoria, pero era lo bastante gorda como para no poderla partir.


Me relajé. Uno de los chicos movía la zanahoria del culo y otro, La de mi vagina. Sentía placer en todo mi cuerpo, una sensación mezcla de placer, mezcla de agotamiento. Me relajé y sentía los dos falos introducirse de una manera más placentera. Uno de los chicos me cogió de la melena y dobló mi cuello. Lo miré. Era uno de los amigos de Adolfo que me miraba con una expresión mezcla de satisfacción y rabia.


Me vino el orgasmo. Contraía los músculos de mis muslos e incluso hincaba las rodillas para levantar mi sexo, aunque la sensación de la zanahoria en mi culo hacía que rápidamente me tumbara otra vez. Mi respiración se aceleró y casi estaba segura que me salía la baba por la boca abierta mientras mordía la zanahoria. Y allí me dejaron, tumbada sobre la mesa después de vivir aquel intenso orgasmo.


Me quitaron la zanahoria de la vagina primero, y luego la del trasero. Me la hicieron oler una y otra. Nunca me había olido. Era un olor en el que no me reconocía. Pude oir la conversación de los chicos. Los amigos de Adolfo se iban. Adolfo se quedaba. Le dijo a uno de sus amigos que si sus padres lo llamaban a su casa, les dijera que al final se había quedado a dormir en mi casa. Por lo visto, no lo esperaban en casa. Sería una noche larga, sin duda.


Adolfo me ayudó a bajar de lo alto de la mesa de la salita y me llevó al salón. Me sentó en el sillón, apartando las bragas que me había quitado hacía un rato y me miró fijamente a los ojos. Me habló con ternura, cambiando desde que sus amiguitos se fueron su actitud hacia mi. Me dijo que si me portaba bien, sino gritaba ni me intentaba escapar, ni intentaba pegarle, me destaparía la boca, me preguntó si me iba a portar bien y le dije que si meneando la cabeza. Cuando pude soltar por fin la zanahoria le pedí que me trajera agua. Tenía la garganta reseca. Fue a la cocina pero se volvió desde mitad del pasillo. No se fiaba


Me ató las piernas entre s, junto a una de las cortísimas patas del sofá. Aquello me obligaba a estar sentada casi de medio lado. Por fín llegó el agua y bebí con desesperación. Me tuvo que ayudar, pues aún tenía las manos atadas detrás. Inclinó demasiado el vaso y el agua me chorreó por la quijada y el cuello, hasta llegarme casi al ombligo.


Hicimos un trato. Si yo cooperaba en sus caprichosos juegos, me trataría bien. Para empezar, me desató las manos para atarmelas delante, lo que para mí era muchos más cómodo. Luego desató una de mis piernas. Le pedí si me podía poner las bragas y me dijo que sí, pero lo pensó mejor y se marchó a mi cuarto. Si hubiera sabido sus intenciones lo hubiera evitado por todos los medios. Le oí registrar mi armario y mi mesilla. Me di cuenta de mi error. Adolfo buscaba mis bragas, y yo lo que temía era que encontrara lo que se escondía debajo de todas ellas. Fueron segundos muy largos. Cuando venía por el pasillo, traía en la mano un objeto alargado con el que se golpeaba la palma de la otra mano; había encontrado mi vibrador.


Adolfo vino hacia mí y se divirtió intentando sacarme los colores, preguntándome si eso era mío, cómo se usaba. Le dio al botón y empezó a funcionar. Decía que hacía unas cosquillitas muy graciosas y me lo pasó por el pecho. Me protegí con los brazos. Adolfo recorrió mi cuerpo con su mirada y tras repasarme con la mirada decidió que haría la mudanza.


Me tomó por los pies, después de soltarlos de la pata del sillón, y atarlos de nuevos juntos. Me tenía tumbada en el suelo y me levantaba los pies para arrastrarme. Era una versión moderna de la forma de seducción cavernícola. EN lugar de arrastrarme del pelo me arrastraba de los pies. Empecé a sentir el frío, la suciedad. Me intentaba revelar moviendo las piernas y la cintura, y le pedía que me soltara, gimoteando. No sirvió de nada . Me llevó así hasta el dormitorio.


Me cogió de la cabellera y me obligó a subirme a la cama. Le llamé bruto. Le dije que me hacía daño. Hice lo posible por ponerme en la cama lo antes posible. Tomó mis manos atadas y las ató a uno de los barrotes centrales de la cama. Luego me tomó una de las piernas, tras sacar de unos de los cajones un par de medias y me ató una pierna a una de las patas de la cama y la otra, a la otra pata de la cama. Opuse toda la resistencia que podía, pero fue inútil. No paraba de preguntarle qué es lo quería hacer, por que estaba inquieta. No sabía lo que quería hacerme el muchacho.


Empezó a registrar de nuevo mi dormitorio. No me explicaba qué quería y yo le preguntaba. Me respondía con evasivas y yo cada vez alzaba más mi voz y me retorcía en la cama e intentaba desatarme. Entonces Adolfo respondió con fuerza. Tomó de la mesita de noche otro par de medias y rápidamente me la pasó por la nuca y me hizo un nudo delante de la boca. No podía abrirla, pues si lo hacía , me amordazaría de forma que no podría hablar.


Entonces se tumbó a mi lado y sentí su mano que avanzaba por el muslo y me acariciaba el vello de mi sexo. Me dijo que estaba buscando la maquinilla de afeitar para quitarme el pelo de mi sexo. Me pidió que le dijera donde estaban las maquinillas. Me quitó la media de la boca y le dije que en el cuarto de baño. Era falso y no tardó en venir decepcionado. Entonces me volvió a preguntar. Me dijo que si no se lo decía me cortaría los pelitos con unas tijeras. Una mirada mía me delató si querer. Adolfo miró y vió el bolso que colgaba del tocador. Lo vació sobre la cama y allí estaba, una maquinita sin estrenar. El problema es que buscando a ver si tomaba la píldora descubrió un preservativo que yo siempre llevaba por lo que pudiera pasar.


Adolfo lo miró con curiosidad, y yo a él con una mezcla de fatalidad y de expectación. Etaba allí, atada y desnuda, a su disposición. Adolfo me dijo que sabía que tenía que tener una cuchilla porque tenía el sexo muy depilado. Me lo arreglaba, era evidente. Comenzó a pasar la hoja por la parte alta de mi pubis y fue bajándola poco a poca, dejando al descubierto mi piel. Yo me estaba muy quieta y casi congelando mi respiración porque temía que me cortase.


Miré hacia abajo y esa pequeña diferencia me hacía sentir muy diferente. De repente me pareció que quería participar en el juego. Adolfo pasó su mano por el sexo y me quitó los pelos cortados. Me acarició y me penetró levemente con el dedo. Estaba tumbado a mi lado y jugaba conmigo y sus dedos provocaban que mi sexo se humedeciera. Ahora no era como antes, en que los muchachos me habían forzado . Ahora, mis ataduras formaban una parte que deseaba de esta situación. Me besó un par de veces en la boca mientras jugaba a calentarme. No penetraba mi sexo con decisión, sino que su dedo se movía por mi raja explorándola.


Mis pezones se me endurecían y deseaba sentir su boca, pero él me torturaba deliciosamente. Debió de pensar que ya estaba suficientemente caliente cuando comenzó a introducir su dedo en mi vagina, agitándolo lentamente y llenándose de mi humedad, mientras que al besarme, yo le confesaba mi excitación devolviéndole el beso con pasión. Luego recorrió con su lengua mi cuello y mi pecho, hasta alcanzar mis pezones.


Le pedí que se pusiera el preservativo y me follara, se lo pedí varias veces desesperada por mi excitación y la inminencia del orgasmo. Al final, vi inevitable el orgasmo. Ya no opuse más resistencia ni intenté retrasarlo más. Comencé a mover mis caderas para aumentar el goce de su dedo dentro de mi vagina, de su palma de la mano en mi clítoris, a buscar la cabeza de Adolfo con mi boca, para besarle, y mientras me corrías comencé a sufrir unos sentimientos hacia Adolfo que no deseaba. En aquel momento, yo creí sentir que le amaba.


Nos besamos. Quería masturbarle, complacerle. Estuvimos hablando y el no me hacía caso cuando le pedía que me soltara para masturbarle. Me preguntó si se lo haría con la boca. Sabía que aquella pregunta me desconcertaría. Ya se la había tenido que mamar a sus dos amigos. Pero asentí. Al cabo de un rato en que continuaba jugando con mi sexo y mis pechos mientras hablábamos, dejó de hablar y comenzó de nuevo a magrearme.


Volví a sentir mi sexo humedecerse. Me acariciaba, pero sin la sonrisa pícara que había puesto antes. Estaba serio. Me dijo que ahora si que me había llegado la hora de ser follada y lo ví manipulando el envase del preservativo y colocándoselo, después de desnudarse. El sexo mío casi recibió con alivio la presión de su pene en mi raja.


Mis piernas estaban rectas. Adolfo me las desató y yo doblé las rodillas. Tocaba con mis muslos sus nalgas y sus caderas. Soportaba con agrado el peso de su cuerpo , que en nada tenía que parecerse a l de mi corpulento exmarido . Sentí de nuevo su cabecita entre mis muslos y le ayudé como pude a encontrar el camino, con suaves movimientos de mis caderas.


Estaba muy lubricada y tal vez por eso no sentí molestias cuando el muchacho me la metió impulsivamente con tanta rapidez Se movía exageradamente. Se balanceaba como si fuera un perro y yo intentaba ajustarme al ritmo de su desenfrenada carrera. Me conciencé de que lo que debía hacer era dar rienda a mi animal y comencé a moverme de manera salvaje, hincando las nalgas en el colchón para que mi movimiento fuera todavía más violento . Y así estuvimos los dos durante un rato hasta que empecé a sentir como poco a poco aquella sensación de hormigueo se convertía en un orgasmo al que dí rienda suelta, sin preocuparme de otra cosa que no fuera convertir aquel secuestro en una situación lo más placentera posible. Y me corrí mientras Adolfo se esforzaba por exprimirse dentro de mí.


Después de eso, nos quedamos ambos dormidos. Yo atada, y él, a mi lado, con la mano sobre mi pecho.


Era ya de madrugada. Me desperté por que tenia ganas de hacer pipí. Yo, después de varios intentos conseguí despertar a Adolfo y le conté que tenía que ir al servicio. Me soltó las manos del cabecero de la cama, pero no me las separó. Así me llevó con las manos atadas ante el servicio.


Siempre que me han acompañado mujeres al servicio me he sentido un poco incómoda pro que alguna indiscreta me mirara. Mi sobrino era indiscreto. Me miraba . Por eso tardé más de la cuenta en ponerme a hacer pipi, aunque cuando lo hice, la verdad es que estuve un rato. Adolfo me miraba meditando, tramando algo. Abrió el grifo del videl y me dijo que me limpiara . Me senté con las piernas abiertas y me eché agua mientras él se iba del cuarto de baño. Pero no tardó en volver con el vibrador. Lo puso en el fondo del videl, apoyado en la base., con la punta hacia arriba.


Adolfo fue corriendo el vibrador hacia mi sexo, que con las piernas abiertas y sin pelo, decía Adolfo que estaba exquisito. Hasta puso un espejo delante de mí para que me pudiera ver. Al final , doblando un poco el vibrador y volviendolo a colocar de píe, se metió ligeramente entre los labios de mi vagina. Adolfo me lo hincó un par de dedos y apretó el botón de encendido. Empecé a sentirlo vibrar dentro de mí. Los bordes del videl se me hincaban en los muslos y me hacían daño. Yo me movía un poco y así alivia mi dolor , pero de lo que no me podía librar era del vibrador que Adolfo iba metiendo dentro de mí y cada vez me causaba más placer. Intentaba aguantar la sensación de l vibrador en mi vagina pero como en el caso de antes era inútil. Adolfo tenía la sartén por el mango y yo jugaba a lo que el deseaba y hasta donde él deseaba, por eso al final decidí darle el espectáculo que iba buscando y me corrí como si fuera una loca gritando sin hacer caso a sus deseos de que me callara.


Me corrí y pensaba que Adolfo retiraría el vibrador, pero me equivoqué. Adolfo continuó con su juego y yo pude sentir aquel vibrador en mi vagina que se cerraba y que no resistía de nuevo esas vibraciones , de manera que un nuevo orgasmo , más fuerte que el anterior me hizo chillar de placer, pero esta vez sin necesidad de hacer teatro. Sólo cuando Adolfo me vió realmente agotada sacó el vibrador después de apagarlo.


Cuando me desperté a las doce de la mañana, Adolfo no estaba. Me encontré las manos atadas con un lazo como el que se usa para los zapatos que deshice tirando con la boca de uno de los cabos. Me encontré una nota en la cocina. Adolfo se había llevado mi vibrador y mis bragas. Me decía que si los quería recuperar, tendríamos que quedar para ser secuestrada de nuevo. Lógicamente, preferí perder ambas prendas, aunque Adolfo las vaya exhibiendo por ahí a sus amigotes del instituto como trofeos. La verdad es que el motivo real por el que no quedo con Adolfo es que me da un poco de miedo y un poco de vergüenza, casi le doblo la edad.


El caso es que dentro de unas semanas es la boda de una amiga mía que es prima de mi exmarido. Estoy seguro que él no va a ir, por que mi amiga me lo ha confirmado. Pero ¿Y Adolfo? ¿Irá? Mi amiga me ha dicho que irá con su familia. Sólo con pensarlo se me mojan las braguitas.


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