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Las Infidelidades de Esthela (I)

Las Infidelidades de Esthela (I) De como desvirgaron a mi Esthela Estaba esperando a Esthela sentado en uno de los sillones de la sala de su casa, ella se estaba tardando más de la cuenta, hacía más de veinte minutos que había llegado y no salía. Por cierto su madre, Teresa, me recibió y más tarde regresó para decirme: -- Ay, esta niña! Mas vale que la cuides Jorge, porque está tremenda. -- Sí señora, no se preocupe que yo sé cuidarla. Dije esto mientras ella me veía con cara de incredulidad. Algo se trae Doña Tere, pensé para mis adentros; algo sabe y no me quiere decir. -- Mamá!!, qué le estás diciendo a Jorge; no te metas donde no te llaman, dijo Esthela en un tono molesta, al momento de arribar a la sala. -- Está bien, solamente estaba previniendo a Jorge para que te ponga en cintura niña; pero está bien los dejo en paz; y se retiró a sus aposentos. -- Jorge mi amor, te dejé mucho tiempo esperando, ¿verdad?. Me lo dijo en un tono de niña popof!, con esa linda mirada que la caracteriza, con esos bellos ojos detrás de sus lentes de aumento. Noté que al caminar, Esthela arrastraba los pies, pareciera que trajese chanclas en lugar de zapatos. Era evidente que algo le molestaba al caminar. -- ¿Qué te pasa mi amor? Le pegunté Nada cariño, que traigo una inflamación vaginal . -- ¿Cómo?, ¿Porqué? -- No lo sé, me respondió. Además es cosa de mujeres, no seas tan indiscreto!. Pero por cierto, tengo una cita con Carmina, la Ginecóloga, en una hora. -- Yo te llevo, me acometí. Me encantaba ayudarla en todo lo posible, así lograba que me necesitara cada vez más. -- Está bien, entonces vámonos ya. Al llegar, Carmina quien era concuña de Marcela, la hermana mayor de Esthela, nos recibió. Por cierto Marcela le llevaba más de 10 años de edad a Esthela. -- Pásale Eshela, por favor, ¿qué es lo que te pasa? Y al caminar Carmina se percató de que algo le estaba molestando a mi novia. -- Haber, dijo Carmina, yo creo saber por qué vienes y qué te pasa, pásale para examinarte. Cerraron la puerta. No sabía qué estaba sucediendo. Pasó casi un cuarto de hora hasta que por fin oí ruidos, como murmullos y luego unas carcajadas a grito abierto, y como Esthela era muy prudente, las carcajadas que se oyeron seguramente provenían más bien de la garganta de la doctora. Al final, por fin salió Esthela, acompañada de Carmina. Al salir la doctora me echó una mirada muy pícara, como queriendo decirme algo, algo que la tenía sorprendida. La mirada y la sonrisa de la doctora hacia mi persona tenían un aire de asombro, de logro y admiración, mezclando ese toque con un poco de picardía, de aprobación, algo así como “qué bárbaro, muy bien hecho pícaro”, "házmelo a mi también". Pero, ¿hecho qué?, pensé yo hacia mis adentros; sin percatarme de que estaba, en esos momentos, saludando con sombrero ajeno. Y entonces la doctora finalizó diciendo: -- Cuídate Esthela, y ponte en tu rajita la pomada que te regalé; ah! y tómate para el dolor las pastillas cada 8 horas. Al salir, mi mente empezó a atar cabos. El recibimiento de la mamá de Esthela, el comportamiento y los comentarios de la doctora Carmina y sobre todo el hecho que me tenía más molesto, y es que Esthela y Victoria, su amiga íntima, se fueron la noche anterior a una fiesta y no nos invitaron, ni a mi ni a Juan, el novio de Victoria. Un sentimiento de intranquilidad recorrió mi cuerpo entero mediante un escalofrío. Mi estómago respondió con retortijones, mis fosas nasales se expandieron. Nubarrones en mi mente, confusión y un dolor en el pecho, con una sensación de falta de oxígeno …….. ¿Qué me estaba pasando? ¿Porqué tenía esos síntomas? De pronto una pregunta invadió mi mente: ¿Me habrá puesto los cuernos Esthela? ¿Se habrá acostado la muy cabrona con algún hombre? Pensé; si no, entonces ¿porqué ese comportamiento tan raro? La enfrenté, la cuestioné y negó haberme corneado en la fiesta. -- Estás loco Jorge, ¿porqué me preguntas eso? ¿Qué no me conoces? Solamente te amo a ti. Y se volteó enojada. Me estaba probando. Me engañé a mi mismo, como si el comentario fuese verdadero. -- Bueno perdona Esthela, ya no te voy a decir nada mi amor, fue un error. -- Pues más te vale cabroncito, porque no voy a tolerar tus celos, ¿me entendiste? No los voy a tolerar. -- Está bien mi amor, no te enojes, solamente fue un pensamiento. -- Pues párale ya!. Conmigo no vienes con esos juegos. Al tiempo la noticia volaba como un polvorín, de boca en boca, de teléfono a teléfono (en aquel entonces, era baja la población de teléfonos celulares, la mayoría eran fijos), y de seguro se escucharon las conversaciones típicas, de algunas de ellas me enteré posteriormente. -- Lola, te llamo para decirte que Esthela se acostó con Gustavo ........ No, el pobre de Jorge, ni cuenta, no supo. -- Que todas se enteren!!!!!, Esthela le puso los cuernos a su novio. -- Supiste, Esthela le puso los cuernos a Jorge anoche. en la fiesta de su amiga Leonor, ............ fué con Gustavo Pedro ………….” -- Victoria, ¿es cierto lo que dicen de Esthela? -- Déjame contarte Lucía, que a Jorge se lo han hecho pendejo....... Sí ya trae los cuernos puestos, y bien puestos, jajaja! -- Los gemidos de Esthela se oían por toda la casa, a la guarra se la cogieron y la dejaron bien mojadita. -- Ese Gustavo es un cabrón, ..... jajaja, pero ya sabes, que todo cabrón necesita de su pendejo, jajaja. -- Esthela quedó encantada y en-sementada; haber si no queda también embarazada, porque ese Gustavo tiene fama de ser un verdadero garañón. Esta confirmado. -- ...... sí, al pobre le salieron unos cuernos. jajajaja -- ¿Que ya le iba a dar el anillo? ...... ¿Segura Paty? ....... Pues mira ya se la estrenó otro. jajaja. -- No podía ser de otra manera, se ve que Jorge no las puede con Esthela. De hecho, si se llegan a casar va a necesitar de mucha ayuda. -- Ya era tiempo, Esthela ya es de las nuestras, pone-cuernos, jajaja; y su novio, un veleto, un astado, jajaja. En poco tiempo me convertí junto con Esthela en el tema de conversación de todas, solo que a mi me tocó hacer el papel del pendejo, del marido burlado y engañado, pero de todos los comentarios, el que recuerdo fue el de Silvia, una de las principales compañeras universitarias de Esthela, quien sabiamente dijo: "Jorge va a necesitar de mucha ayuda para poder satisfacer a Esthela” Se ve que solo no va a poder. Cuánta razón tenía. Aquí voy a hacer un paréntesis, para contar lo que pasó aquella noche, lo que le hicieron a mi virgencita, a mi noviecita Esthela en la fiesta de Leonor, según versión que a través del tiempo me fue confesando Esthela poco a poco, parte por parte, en forma dosificada. Esthela es una mujer hermosa, mide aproximadamente 1.70 mts, tal vez un poco menos, de piel blanca y cabello negro obscuro, aunque en ocasiones se lo tiñe de color castaño; ambos "looks" le quedan muy bien. En aquel entonces, muy joven por cierto, sus medidas eran casi perfectas: 96-58-94. Sus tetas eran grandes, el aura de sus pezones es muy grande, y éstos son muy obscuros también. Tiene piernas largas, unos muslos muy bien formados, que cuando usa medias y los deja ver, excita a los caballeros. Sus pantorrillas están bien marcadas también. Tiene ojos de color gris claro, aunque su vista no es muy buena y tiene que usar gafas de una graduación muy alta; en fin Esthela es toda una hembra. Esa noche Esthela lucía muy atractiva. Vestía con una falda negra, semi-larga, es decir le llegaba hasta las pantorrillas, pero con una abertura a lo largo de su vestido por el costado izquierdo, casi desde la cintura hasta la parte de abajo. Traía una blusa blanca, transparente y un sujetador negro para hacer juego con la falda, lo que le daba un toque muy sexy además de elegante. El sujetador le permitía a Esthela mostrar parte de sus formidables tetas. Además unos tacones negros, altos, muy altos. Las bragas que traía puestas, pues también eran negras, eran muy chicas y de encajes, y apenas cubrían su monte de venus, ese que tenía totalmente cubierto por una enredadera de pelo púbico muy obscuro; y vaya que si tenía pelo alrededor de su panocha, era una mata enorme de pelo negro, uno más de sus atractivos de hembra. Eshtela parecía una dama en celo. Toda la noche estuvo seria, no era la misma Esthela de otras veces, y es que lo que quería no eran bromas, no eran carcajadas, no era ....... lo que quería, sin saberlo, al menos sin reconocerlo ni ante ella misma, era verga! una verga gruesa y grande! como la del ingeniero. Y de pronto aparece Gustavo Pedro. Los ojos de Esthela se fijan en él quien volteó, y con una mirada libidinosa, Gustavo recorrió todo el cuerpo de Esthela, quien entonces cruzó la pierna lentamente, para aplicarle "la vista del castor", para que tuviese una visión completa de su feminidad. Esthela sintió en su pecho una sensación que nunca había experimentado antes, su pepa se dilató y empezó a papalotear, sus fosas nasales percibían el olor de Gustavo y seguramente sus feromonas también, sus pechos se dilataron, sus reacciones eran las de una mujer en celo, y no podía ni debía desaprovechar la oportunidad de mostrarse sexualmente. Su deseo estaba potencializado al máximo, quería que Gustavo Pedro la penetrara, quería sentir su enorme verga adentro de ella, de su humanidad, de su feminidad. Sí, ella intuía de alguna manera que Gustavo Pedro era todo un garañón, un toro de lidia, un coge mujeres, y que seguramente tenía una verga y unos tanates enormes. Quizás era por sus manos, grandes, toscas y gruesas. Ella tenía esa intuición, ese presentimiento, esa noche del mes de mayo de hace casi 30 años, noche en la que además había luna llena. Era como una noche marcada por el destino, marcada por la naturaleza, por la fatalidad, por las leyes de la atracción. Esa noche que haría historia para Esthela, y de alguna manera para mi, porque esa noche despertaría el instinto de ninfómana de ella y daría pie al nacimiento de mis primeros cuernos. En la mente de Esthela, ella ya estaba cogiendo, se veía así misma siendo desvirgada, gimiendo, jadeando, gritando: Aaahhhhh, Ahhhhh, Aahhhhh!!! Mááásss, Máááásss, por favor Mááááásss No pares por favor papito, no pares. Méteme más veeeeergaaaa!! Pero no nos adelantemos, ese era un deseo cuya raíz provenía de las profundas entrañas de Esthela, pero era solamente un deseo, una fantasía no realizada, al menos hasta ese momento. Quizás era producto del sueño que tuvo con su padrino, el padre de Victoria, sí el ingeniero. -- ¿Quieres bailar? Fue lo que le preguntó Gustavo a Esthela, quien sin decir palabra alguna, seriamente se paró y siguió a Gustavo hasta la pista de baile, un lugar que estaba semi-obscuro dentro de la casa de Leonor. La música era suave en esos momentos, apropiada para la intimidad que ella necesitaba. Nada de fiesta, nada de relajo, todo lo quería muy formal, quería ser cogida, quería sentirse mujer, quería ser desvirgada, y que mejor candidato que Gustavo. Esthela se pegó lo más que pudo al cuerpo de Gustavo, quería sentir su masculinidad; mientras sus tetas habían quedado atrapadas y apachurradas en medio de los dos cuerpos, y eso le estaba gustando, de alguna manera con movimientos ondulatorios le estaba restregando sus tetas en el pecho a Gustavo, y ¿a qué hombre no le fascina eso?. Gustavo no tardó en reaccionar, su verga se dilató, la acumulación de sangre en las venas de su verga hicieron que ésta se dilatara al máximo, creciendo bruscamente tanto en grosor como en longitud, y los tanates, bueno los tanates los tenía ya duros, duros como pelotas de golf, solo que de mayor grosor, listos para explotar y aventar cuanta leche fuese necesario, inundar internamente el cuerpo de Esthela. Esthela nuevamente recordó su sueño con el ingeniero, en el que fue desnudada por la propia esposa de Rafael, por sus dos hijas, entre ellas Victoria, y la sirvienta de la casa (quedando en pelotas con la excepción de sus lentes), para después ser sometida tomándola cada una de ellas de sus extremidades, y abriéndole las piernas para ofrecerla a su amo. El ingeniero no tardó en sacarse la verga, estaba bien parada, apuntando hacia arriba, y se acercó a ella, con la mano en la verga. dirigió ésta hasta estar en posición de penetrarla y pompeando fue introduciendo ........ --Ayh! suspiró Esthela, casi al oído de Gustavo, al experimentar un orgasmo producto de esas imágenes en su mente calenturienta. -- ¿Qué pasa preciosa?, preguntó Gustavo. -- Nada, nada, no pasa nada, solamente me acordé de un sueño, y decía esto al tiempo que le pasaba sus brazos por detrás del cuello de su hombre, y le acercó sus labios, mostrándolos cuan gruesos eran para que no pasaran desapercibidos a su pareja, se dieron un beso largo y muy apasionado, al tiempo que Gustavo recorría la espalda de ella, para terminar posando ambas manos en las posaderas de Esthela (valga la redundancia), para acariciarlas, agasajarlas, pellizcarlas; mientras tanto, ella empezaba a retorcerse de placer; luego vinieron los besos de Gustavo en el cuello de su compañera, besos que más bien parecían chupetes succionadores, que por cierto dejaron marca y huella en el cuello de ella como muestra y prueba de su infidelidad, y recuerdo de aquella afrenta. Las marcas le duraron durante varios días. Ahí empezaron los jadeos de Esthela, ahí empezó a nublarse la visibilidad de sus ojos que ya aparecían en blanco, detrás de sus lentes; quizás esto denotaba algún orgasmo prematuro. Esto ya se estaba cocinando, Esthela estaba lista y preparada para que la desvirgaran. Victoria su amiga estaba incrédula, aquello había excedido las expectativas, pero no podía hacer nada, así es que dejó que las cosas sucedieran como tenían que suceder. Ella sentía cierto remordimiento al haber jalado a Esthela a la fiesta sin el consentimiento de su novio, o sea mío. Desde aquella noche yo dejé de confiar en Victoria. Y no era el ingeniero quien haría el trabajo, era ese muchacho de nombre Gustavo. Sí, tampoco era precisamente yo, su novio, quien tendría el privilegio de ser el primero, pues me correspondía por derecho propio, no serìa yo quien estrenaría su cuerpo. Pero para Esthela estaba muy bien, esta era precisamente su fantasía, que un "vergón", super vergón, la penetrara, y la hicera sentirse mujer, y sabía bien que yo no tenía las dimensiones requeridas para satisfacer esos deseos, sus más bajos instintos y deseos y satisfacer sus fantasías, así es que decidió que Gustavo Pedro fuera su primer hombre. Esthela conocía muy bien la casa de Leonor, así es que sin decir palabra alguna, solamente con la mirada, tomó de la mano a Gustavo Pedro y yendo ella por delante, subieron las escaleras. Por un momento sus siluetas parecían ir ascendiendo a un ritmo cadencioso, ritmo que marcaba el movimiento de las nalgas de Esthela, y así desparecieron en el segundo piso, y se oyó el cierre de una puerta. Más de una amiga de Esthela se dió cuenta de lo que estaba sucediendo, quedando con la boca abierta, dado lo tradicional de la pequeña ciudad del Norte del País en que vivíamos (más que ciudad, un poblado). No se quién empezó a desnudar a quién, si Esthela tomó la iniciativa y le quitó la playera a Gustavo hasta poder apreciar su torso masculino bien formado, los músculos de sus brazos estaban bien marcados, biceps y triceps, al igual que los músculos de su abdomen, era un portento de hombre; y quería más, quería bajarle los pantalones y dejarlo en calzoncillos, aunque fuese tan solo por un instante, antes de desnudarlo por completo, para saborear cada paso y cada momento sin precipitaciones. Esa era la noche de su vida. Pero al mismo tiempo Gustavo tenía ya Esthela en ropa íntima, con sujetador, bragas, medias y tacones a la vista, todo ese atuendo femenino que tanto exitaba a Gustavo. Todo ese atuendo que Esthela preparó en casa para esa ocasión, lo pensó bien y seleccionó cada una de sus prendas, pero en un instante Gustavo se las estaba desprendiendo cual niño travieso jugando con su presa. Por un instante Esthela volvió a recordar al Ingeniero, ahí estaban su esposa y sus hijas, abriéndole las piernas mientras ella se negaba, mientras ella ponía resistencia, pero sin poder lograrlo, sin poder impedir que el ingeniero introdujera lentamente su instrumento viril en su rajita. Lo sintió en todo su grosor, gimiendo y gozando desesperadamente, mientras la esposa del ingeniero y la sirvienta seguían sujetándole las piernas para que se la cogieran, para que sintiera todo el rigor del pene del Ingeniero. La violaron, la desfloraron, la desvirgaron; pero tal vez era solamente un preámbulo de que estaba por perder la virginidad. En el fondo no era una violación, internamente pedía a gritos contenidos que se la cogieran, por favor ingeniero cójame, métame la verga hasta adentro, hasta donde tope, que me duela, que me haga daño, la necesito. Esthela estaba ya bajándole los calzoncillos a Gustavo, liberando su tremenda verga, erecta y dura, gigante, obscura, apuntando hacia el cielo en señal de victoria. Las pupilas de Esthela estaban fijas en semejante tranca, no podía quitarle la vista, no podía dejar de admirar semejante instrumento varonil, viril; sus lentes le ayudaban a magnificar aún más el tamaño de la verga que tenía enfrente; ese ya no era un sueño, o mejor dicho, su sueño estaba siendo realidad, sería desvirgada por un verdadero macho. Entonces Esthela se hincó para verla de cerca, para sentirla, para olerla, para acariciarla, para lamerla, para apreciarla en toda su dimensión, con sus labios lamió los enormes tanates de su amante, los besó, dejó marcas de su lápiz labial en esas enormes bolas, y luego lamió la verga de Gustavo por todo lo largo de su tronco, y chupó la cabeza, ya las primeras gotas de líquido seminal brotaban de la verga de su amante, lo tenía a su placer. Se la chupó, se la mamó, se la tragó toda mientras oía los gemidos de Gustavo -- Oooohhhh, OOoooohhhh, OOOOOOOoooohhhhh, Gustavo estaba a punto de reventar, pero se contuvo. Era la primera vez que Esthela percibía ese olor a hombre ............. salvo tal vez la única experiencia sexual que tuvimos ella y yo, y fue en una ocasión en que me la chupó, fue tan lindo, pero fue todo, inclusive no terminé vertiendo mi leche ni en su cara, ni en su boca; en aquella ocasión ella se retiró a-penada, y yo me la tuve que jalar más tarde para liberar toda esa presión que me había producido Esthela. Además tengo que confesar que mi verga ......... bueno nada que ver con semejante tranca que Esthela tenía a su alcance con Gustavo. Esa noche se estaba haciendo historia en aquel pueblo, una desvirgada. Los gritos, las murmuraciones que se estaban produciendo en la fiesta, varias de sus amigas estaban al pendiente de los acontecimientos. -- Pobre Jorge, decían algunas, le están poniendo los cuernos. -- Le están rompiendo el himen a su amada! -- Y de qué manera! afirmaba Jessica, de qué manera se la están cogiendo. -- Es ciega pero cachonda la mujer. -- Sí claro, dijo otra de sus amigas, la verdad que envidia, que rico se la están cogiendo, por lo que se oye. Todas curiosas habían subido las las escaleras para acercarse al aposento en donde se estaba llevando a cabo "La Desvirgada de Esthea" un acontecimiento para el pueblo, una historia que me marcó por siempre como "el Cornudo del Norte". Varios días después, Esthela me llamó a su casa: -- Siéntate aquí, junta a mi. Me tomó de las manos y mirándome fíjamete a los ojos me dijo: -- Jorge, en aquella fiesta, la que no te invité por razones obvias, bueno pues me picaron. -- Con asombro abrí la boca. Sí, lo que oyes, me picó un verdadero hombre. Así se expresaba Esthela de los caballeros de gran envergadura (en-verga-dura). Mi rostro no tenías color, estaba pálido, pero después se puso rojo, verde, azul, y ustedes podrán imaginar todos los sentimientos que experimenté en ese momento. Esa es la historia de como desvirgaron a mi novia, y me tuve que aguantar. Tenía razón Paty. Y es que sintiéndome humillado, acomplejado por los tamaños, decidí jugármela. Una semana después estaba tocando en casa de Esthela, en mi mano izquierda llevaba un ramillete de flores para ella, y en la otra una pequeña cajita, la cual contenía un brillante para signar nuestro compromiso. Eshtela quedó con la boca abierta. Jorge, en verdad quieres casarte conmigo, eres un papito. Después de lo que te hice pasar, y a sabiendas de lo que me gustó, aún así te quieres casar conmigo. Yo se que nadie nunca me va a amar como tú. Por cierto cariño, pásale a cenar y a celebrar; casualmente he preparado un pescado a la talla como a ti te gusta. Celebraremos con una botella de vino blanco bien fría. Todavía unos días antes de la boda, supe que Esthela había subido a Gustavo a su habitación, en su casa. Su madre no estaba, y ella aprovechó, de tal modo que estaban ambos desnudos, la mano de Esthela mostraba, en uno de sus dedos, un enorme brillante, mientras ella apretaba con su puño la enorme polla de ese "hijo de puta". FOTOS

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