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La Gran Gorda Viciosa

Soy abogado, dirijo mi propio bufete y como hay días que me quedo hasta tarde revisando casos, acuerdos y otros tipos de negociaciones, es normal que, ciertos días de la semana, me tope con el personal de mantenimiento de la firma que tengo contratada para la limpieza de mis oficinas. Generalmente son mujeres mayores o jóvenes varones, pero la pasada semana me sorprendió el ver un ejercito de mujeres de diferentes edades, limpiando mi oficina. Dentro del grupo había una joven de unos 23 años, bastante pasada de peso, pero de una gran simpatía, a la que llamaré Carmen. Las siguientes tres semanas no volví a quedarme en mi oficina debido a que me encontraba de viajes de negocio fuera del país.

Ami regreso, como siempre, el personal de limpieza llegaba después que salía el personal de la oficina. Entraba un equipo de tres personas y cuando terminaban de encerar y pulir el piso, se retiraban dos y una tercera permanecía limpiando los escritorios y moviendo el polvo de lugar. Bien, esa tercera resultaba ser Carmen. La verdad sea dicha, la gordita era un mar de simpatía, siempre con una sonrisa a flor de labios, parecía ser que para ella no existían los malos ratos. Me encontraba en mi despacho leyendo un documento legal, cuando la vi pasar frente al ventanal de vidrio que separa mi oficina del resto del bufete. Por lo general no me distraigo, pero me dio la impresión de que se encontraba bailando o escuchando música debido al movimiento de sus caderas. Luego me di cuenta que tenía puestos unos audífonos miniatura, los cuales se encontraban conectados a un minúsculo aparato de radio que colgaba de un bolsillo de su bata de limpieza.

De verdad el movimiento de las caderas de Carmen atrajeron toda mi atención, pero más me llamó la atención el hecho de que, aparentemente, no llevaba nada bajo esa bata, o por lo menos no se marcaba nada de su ropa íntima, cosa que era de esperar debido a lo voluminoso de su pequeño cuerpo. Volví a mi trabajo, pero de vez en cuando levantaba la vista para observar como se movían las voluminosas caderas de la joven. Por lo visto ella no se había dado cuenta de mi presencia en la oficina ya que la misma permanece cerrada la mayor parte del tiempo. De momento vi como ella se dirigía a la puerta principal y se aseguraba que se encontraba cerrada, luego revisaba el resto de las oficinas, recogía un bolso, que se encontraba sobre uno de los escritorios, y se dirigía a la puerta del lavabo de señoras. Frente al lavabo, revisó el bolso del cual sacó un vestido y algo más, que luego resultó ser su ropa íntima, además de una pequeña toalla de color rosa.

En un dos por tres se despojó de su bata, quedando totalmente desnuda. Por la forma en que se comportaba daba la impresión que llevaba tiempo haciendo la misma rutina. Sus mamas se veían hermosamente grandes, al igual que sus bien rellenas nalgas. Su abdomen no era tan grande y se puede decir que parecía una modelo de esas fotos antiguas de principios de siglo, en que la belleza de la mujer se basaba en lo bien alimentada que se encontraba. De inmediato entró al cuarto de baño y yo pensé que saldría después de darse una ducha, pero no fue así. Ya llevaría como una media hora dentro, cuando me decidí ver que era lo que pasaba. Al llegar a la puerta del baño, la oí tarareando una canción de moda y justo en ese momento ella abrió la puerta del servicio. Llevaba la toalla encima de su cabello, tapándole gran parte de su rostro. No sé cual de los dos se asustó más, pero ella pegó un tremendo grito al verme de pie frente a la puerta. Me debí quedar paralizado por unos segundos pero de inmediato volví en mí.

Carmen se encontraba totalmente desnuda, con la toalla sobre su cabeza, y con sus grandes ojos que parecían que saltarían en cualquier momento. Para tranquilizarla, le dije:

- Por favor, no se asuste, soy el abogado dueño del bufete.

Ella se quedó en silencio mirándome de pies a cabeza, sin el menor rastro de pudor. La verdad, a mí no me gustan las mujeres gordas, pero esta tenía una belleza especial y no podía quitarle los ojos de encima. Solo pensaba en como sería en la cama. Ella, sin inmutarse me respondió:

- No estoy asustada, solo sorprendida, pensé que no había nadie en las oficinas.

Continuó secándose el pelo como si tal cosa, mientras yo la devoraba con los ojos. Debió ser evidente mi excitación ya que ella añadió:

- Pero parece que no soy la única sorprendida.

En ese momento, me di cuenta que mi excitación era algo más que evidente. Mi miembro luchaba por abrirse paso a través de la tela de mi pantalón y de mi calzoncillo. Al darme cuenta de ello, me sentí en una situación algo embarazosa, pero Carmen, sin ningún reparo, se me acercó lentamente, colocó su mano sobre mi bulto y dijo algo como:

- Vamos a darle gusto a él y a ella - mientras su otra mano se la llevaba al coño.

De ahí en adelante ya no fue necesario decir nada más entre nosotros. Yo tomé su cuerpo entre mis brazos y nos comenzamos a besar de forma casi salvaje. Mis manos recorrían su desnudo y voluminoso cuerpo, mientras que ella me iba desabrochando la camisa y luego el pantalón. A medida que yo me quitaba la ropa, nos dirigimos a mi oficina, en la cual tengo un sofá bien cómodo. Ambos nos encontrábamos desnudos, acariciando el cuerpo del otro, cuando ella se fue deslizando hasta mi verga y comenzó a darle una tremenda clase de mamada.

Yo estaba a punto de acabar, cuando se la saqué de su boca y dirigí la mía al coño que no sé si se encontraba húmedo por la ducha o por lo excitada que se encontraba. La cosa es que mi lengua y mis labios se dieron el gusto de darle una buena mamada a esa mujer. Me encontraba más relajado cuando decidí introducírselo. Ella se acostó boca abajo, dejando su raja ante mi vista y la bella flor de su ano. Sin más preámbulos, se lo introduje dentro de su raja. El calor que emanaba de su coño era algo delicioso y mi verga se dio gusto entrando y saliendo constantemente, mientras que Carmen movía sus hermosas caderas de lado a lado. La cosa es que la gordita se movía como toda una puta profesional. Daba gusto follarla. Había donde agarrar y encontrar donde sujetarse. Sus pechos se movían al compás de nuestros movimientos, hasta que al fin la oí chillar de placer. Era algo cómico y a la vez erótico ese chillido de ella. Me excitó a tal grado que ya no pude contenerme más y me vacié dentro de Carmen. Una vez que terminamos los dos, permanecimos acostados por un largo rato hasta que sentí que una de sus manos me cogía la verga y comenzaba a acariciarla con suavidad.

Yo, por mi parte, dirigí mi boca a una de las dos grandes aureolas de sus pezones y empecé a mamarlas como un crío. Nuevamente me encontraba en forma. Cuando ella volvió a presentarme sus nalgas, su raja se encontraba toda húmeda y colorada. Al pasar mi glande por sus labios vaginales ella, como pudo, echó mano de mi verga y la colocó sobre su esfínter anal, el cual palpitaba. Sin decir nada más, empujé mi polla en el culo de la gorda y que placer sentí a medida que mi verga se iba enterrando dentro de sus nalgas, pero más placer sentí cuando ella comenzó a culear. Era algo indescriptible. Mis manos acariciaban lo que podían del resto de su cuerpo mientras ella pedía que le diera duro, que la quería sentir toda dentro de ella. Ahora sus chillidos eran más y más fuertes que el anterior e insistía en que le diera duro. Algo en mí me hizo actuar de manera muy diferente a lo que hago regularmente.

Debió ser mi parte sádica ya que comencé a azotarle las nalgas con fuerza, a ella era evidente que eso le causaba más placer ya que continuaba pidiéndome que le diera más y así estuve hasta que otro de sus chillidos me dio a entender que había alcanzado otro orgasmo, por lo que yo solté nuevamente mi carga de semen dentro de ella. Al recuperarme, ella estaba dormida bajo mi cuerpo y se veía preciosamente gorda. Como les dije, a mí no me gustan las gordas pero esta es la excepción que confirma la regla. Carmen ya no trabaja como empleada de limpieza, la gordita estaba estudiando para secretaria por lo que le pedí a una cliente mía que le diera empleo, y en ocasiones me viene a visitar a mi oficina de noche.

Pedro FOTOS

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